“Una renta básica daría mayor libertad a los trabajadores para aceptar o rechazar un empleo”. Entrevista a Julen Bollain

Julen Bollain

02/12/2021

El pasado 27 de noviembre se publicó Renta básica: una herramienta de futuro (Ed. Milenium, 2021), primer trabajo en solitario del economista Julen Bollain (Éibar, 1990). A solo 48 horas de defender la tesis doctoral que dio origen a este debut editorial, Bollain recibe a CTXT para hablar sobre un libro con el que pretende bucear en “las tripas del sistema administrativo” para contar lo que ha visto sin palabras biensonantes, “por duro que suene”. El resultado son casi 200 páginas de impugnación a todo lo que está mal en el régimen neoliberal, con prólogo de Daniel Raventós y epílogo de Guy Standing, dos auténticas referencias en la materia.

Con la renta básica como leitmotiv y pretexto del estudio, el eibarrés disecciona con enorme precisión todas y cada una de las principales disfuncionalidades de un sistema que acumula por desposesión. Pero no se queda solo en la muestra de las deshilachadas costuras, sino que ofrece la aguja de la redistribución y el hilo de la renta básica para ir recomponiendo los dramáticos rotos provocados por un capitalismo que define como “un sistema demoníaco lleno de callejones sin salida”. Ese es el verdadero punto fuerte del libro: la claridad con la que presenta la renta básica como una medida respaldada por estudios sólidos que podría aplicarse mañana mismo.

La entrevista la realizó para CTXT Diego Delgado Gómez

En el prólogo, Daniel Raventós destaca tu capacidad para combinar la lucha política con la investigación académica. Además, el libro está claramente enfocado en la actualización de las teorías de la renta básica y en la presentación de sus bondades de forma práctica y aplicable a la realidad social. ¿Crees que falta voluntad de traer la renta básica más acá de las teorías sesudas?

Creo que hace tiempo que la renta básica consiguió superar la barrera de lo académico para ir haciéndose hueco en los movimientos sociales. Lo hemos comprobado durante la pandemia: ha habido manifiestos a favor de la renta básica desde movimientos feministas, LGTBI, de profesionales de la salud mental o ¡hasta del mismo Papa Francisco! En parte, por eso, en este libro miro al futuro y trato de dar continuidad a lo que se ha hecho hasta ahora.

Uno de los mayores retos es político. Tenemos que movilizarnos y presionar a los políticos para que actúen. La mayoría tienen, tal y como dice Guy Standing en el epílogo del libro, alma de espagueti. Es decir, no tienen mucho valor intelectual, pero sí entienden la presión. La cuestión es si la gente de a pie –tú y yo– queremos un cambio. La última encuesta realizada al respecto en la Unión Europea evidenció que el 64% de la ciudadanía europea votaría a favor de una renta básica. 

Es en parte por ello que en este libro miro al futuro, tratando de dar continuidad a lo llevado a cabo hasta ahora. Date cuenta que tanto el prólogo como el epílogo lo escriben dos viejos defensores de la renta básica -Daniel Raventós y Guy Standing-. Este libro es una continuación del trabajo realizado por muchas personas que, durante décadas en las que defender la renta básica era como predicar en el desierto, han ido nutriendo el concepto de renta básica.

Tras la II Guerra Mundial, la idea de renta básica –cuyo rastreo histórico te lleva hasta el s. XVI– se abandona en favor de modelos condicionados en los que la asistencia pública se brinda solo a quien puede demostrar que se encuentra en una situación “de necesidad”. Esto genera una idea individualista y patriarcal del Estado del Bienestar, en el cual recibir ayuda es penalizado y estigmatizado. ¿Cuáles son las consecuencias de esta evolución?

Las consecuencias son claras porque, lo que realmente diferencia a los programas de rentas mínimas y a la renta básica, es su diferente concepción expresada en términos de libertad. Las rentas mínimas ayudan a las personas una vez éstas han “fracasado” y esta asistencia ex post conduce irremediablemente a una pérdida de libertad. La renta básica, no obstante, actúa ex ante, garantizando a toda la población la existencia material de entrada y, por lo tanto, aumenta la libertad efectiva para la inmensa mayoría de la población no estrictamente rica. Una persona no puede ser libre si no tiene su existencia material garantizada.

“Aún hoy en día, la mayoría de los países de la OCDE mantienen las cuantías de sus rentas mínimas por debajo del umbral de la pobreza, imposibilitando de facto que las familias que reciben estas prestaciones superen esta barrera”, una afirmación que respaldas con datos incontestables. ¿Qué dice eso del diseño y el objetivo de las rentas mínimas?

¡Ojalá tuviera una respuesta que no me hiciera sentir absoluto desprecio por algunos gobernantes! Es un despropósito. En el caso de España, en 2020, la cobertura de la renta mínima se situaba en el 28% de la renta mediana de los ingresos a nivel nacional. Si el 60% es el umbral de la pobreza y el 40% es el umbral de pobreza severa, podéis haceros una idea de lo que significa el 28%.

En el libro, te refieres a esta instrumentalización de las rentas mínimas por parte de las administraciones estatales como algo que obliga a las personas beneficiarias a “desnudarse” y las convierte en “sumisas suplicantes”. ¿Por qué la elección de una terminología tan llamativa, tan sonora?

Porque es la verdad. A veces usamos palabras biensonantes que consiguen esconder la cruda realidad. Pero la realidad está ahí, nos guste o no. Y yo, en este libro, quería contar lo que conozco, por duro que suene. Cualquiera que haya conocido las tripas del sistema administrativo se habrá dado cuenta de que el laberinto burocrático de la Administración es un sistema demoníaco lleno de callejones sin salida.

El resultado de esto -sin contar con el coste de administración que este control supone- es que las personas que lo necesitan no consigan hacer uso de los derechos que tienen. El Ingreso Mínimo Vital, por ejemplo, no consigue llegar al 92% de la población más vulnerable. Se pueden cambiar las palabras, pero no la realidad.

¿Qué papel juega el discurso de las “paguitas” en todo esto?

A quien hable de “paguitas” le recomendaría que acompañara a una persona a los servicios sociales y viera lo idílico de la situación. “Paguita” es lo que reciben todos los meses los multipropietarios de la economía rentista o las bonificaciones a los grandes patrimonios y las grandes herencias.

Este estigma social tiene su nacimiento en el establecimiento en nuestra sociedad de un modelo meritocrático basado en una supuesta promoción de las personas según su mérito y no según su origen social, riqueza o sistema de relaciones. Este modelo meritocrático, que permite legitimar la desigualdad que se da en nuestra sociedad por parte de quienes dan forma a las reglas económicas, sociales y políticas, ha asentado las bases para la creación de un discurso de odio, juicio y rechazo al pobre.

En un modelo de sociedad trabajocentrista, las rentas mínimas son vistas como un instrumento que corrige cualquier desviación que disienta con el camino marcado por los designios del mercado laboral. ¿Cabe la implantación de una renta básica sin haber roto la incuestionabilidad de ese modelo? 

Yo creo que ese modelo lleva años siendo cuestionado. Las personas cada vez estamos más decididas a trabajar para vivir y no a vivir para trabajar. Diría que hay dos aspectos clave que nos van a hacer avanzar hacia este nuevo paradigma social. En primer lugar, la evolución del mercado laboral. Parecería lógico pensar que, si el mercado laboral es incapaz de garantizar empleo de calidad para todas las personas, habrá que garantizarles la subsistencia, independientemente del mercado. 

Estamos en un momento en el que podemos aprovechar el aumento de la productividad con el fin de conseguir ampliar el tiempo libre de la gran mayoría social. Tenemos la oportunidad de repartir el trabajo existente –el remunerado y el no remunerado– para que todas las personas podamos vivir vidas más dignas, más nuestras y más equilibradas. 

En segundo lugar, la crisis ecológica. Debemos buscar un equilibrio entre la economía y los límites del planeta. Si uno de los objetivos para luchar contra la crisis climática es que no exista un gran crecimiento agregado –o incluso un decrecimiento– y limitarnos, en la medida de los posible, a la utilización de los recursos que el planeta es capaz de (re)generar, la única forma de reducir las desigualdades y evitar una mayor polarización en la sociedad es mediante una redistribución de los recursos existentes.

Uno de los aspectos más relevantes del libro tiene que ver con los estudios de viabilidad de la renta básica que ofreces en él, no solo demostrando que es una medida perfectamente posible, sino proponiendo vías realistas para avanzar hacia el objetivo. ¿Podrías explicar brevemente en qué consisten las seis reformas fiscales sobre las que se sustentaría la financiación de una renta básica en España?

La reforma fiscal -basada en los cálculos de Arcarons, Raventós y Torrens- se basa en liquidaciones del IRPF. Siendo consciente de que puede que no sea lo más justo, sí es lo más sencillo y de esta forma conseguimos demostrar su viabilidad económica. Las seis características de la reforma en el IRPF serían integrar la base del ahorro en la base general -eliminando el modelo dual de gravamen-, eliminar las compensaciones entre rendimientos, eliminar los mínimos personales y familiares, eliminar todas las reducciones de la base, eliminar todas las deducciones de la cuota y establecer un tipo único en el IRPF combinado con la transferencia de renta básica.

Y me gustaría recalcar que existen otras muchas formas de recaudar dinero que pudieran utilizarse para su financiación. Ponernos al mismo nivel promedio que la Unión Europea en cuanto impuestos ambientales supondría incrementar la recaudación en unos 8.000 millones de euros. Establecer, por ejemplo, un tipo promedio de un 1% sobre la propiedad y la riqueza reportaría 10.000 millones de euros anuales mientras que, un impuesto a las transacciones financieras en el Estado español podría recaudar por encima de los 5.000 millones de euros. Si, por el contrario, se decidiera eliminar las deducciones del impuesto de sociedades y fijar un impuesto de tipo único del 35% como hace unos años, las arcas públicas ingresarían más de 13.000 millones de euros adicionales por este concepto. Y qué decir del fraude fiscal. Teniendo en cuenta que el fraude fiscal en el Estado español se estima por encima del 20% del PIB, reducirlo a niveles de otros países europeos -cercano al 15% del PIB- supondría incrementar la recaudación anual entre 20.000 y 30.000 millones de euros.

Si quisiéramos establecer un impuesto a la riqueza que permitiera mitigar algunos de los nocivos efectos de la desigualdad de, digamos, un 10% a la decila de mayor riqueza de la población del Estado español -sin contar la vivienda habitual, por muy lujosa que ésta pudiera ser-, estaríamos hablando de la posibilidad de obtener más de 96.000 millones de euros. Lo que supone mucho más dinero de lo destinado anualmente a pagar las pensiones de jubilación. Vamos, que riqueza hay. Lo que está es mal repartida.

La idea de un tipo único del 49% en el IRPF asusta de primeras, pero la realidad es que, tras aplicarlo en los modelos trabajados para el libro, resulta en una medida sorprendentemente progresiva. ¿Cómo traducirías al lenguaje común el funcionamiento de este tipo único?

Es cierto que la aplicación de un tipo proporcional como el que se propone puede ser altamente regresivo en la situación previa a establecer una renta básica. Sin embargo, al combinarlo con la transferencia de renta básica -la cual está exenta de IRPF-, lo convierte en altamente progresivo, tal y como se evidencia. Si bien todas las personas recibiríamos la renta básica -por definición-, no significa que todas veamos nuestra situación mejorada. Mientras las ocho decilas más pobres de la población saldrían beneficiadas en términos económicos -creo que como sociedad ganaríamos en conjunto-, las dos decilas más ricas deberían contribuir un poco más de lo que hacen en la actualidad. Al final, la renta básica, no es sino una redistribución de la riqueza que permite garantizar la existencia material de todas las personas.

Uno de los hilos conductores del libro es la relación que haces entre la concentración de riquezas y el dominio –dominium, lo llamas– en términos de poder político, mediático, ideológico. ¿Puede existir democracia en un contexto de desigualdad extrema como el actual?

No. Durante las últimas décadas, gran parte de la atención política y académica se ha centrado exclusivamente en estudiar y tratar de aminorar la pobreza extrema. Sin embargo, ésta solo es una fracción de la ecuación de la desigualdad. La otra gran fracción, que pasado mucho más desapercibida, es la concentración extrema de la riqueza.

Quienes somos partidarios de la libertad republicana defendemos que no puede existir libertad para la mayoría social cuando la riqueza está distribuida de una forma tan desigual que permite a unos pocos privilegiados ejercer el dominium e imponer su concepción privada de la buena vida.

David Harvey, teórico social marxista, dijo recientemente en una entrevista concedida a Jacobin lo siguiente: “En Silicon Valley quieren una renta básica universal para que la gente tenga suficiente dinero para pagar Netflix, eso es todo. ¿Qué mundo es ese? Hablamos de una distopía”. ¿Existe el riesgo de que el neoliberalismo coopte una medida como la renta básica?

Para preguntarnos si una renta básica es de derechas o de izquierdas tenemos que observar cómo se financia. La derecha quiere hacerlo en detrimento del Estado del Bienestar, cogiendo toda su estructura –pensiones, educación, sanidad, etc.– para hacerla paquetitos y darle a cada uno su parte. ¿Qué pasa?, que luego no habrá sanidad ni educación gratuitas. Por otro lado, la izquierda entiende que la renta básica debe ser compatible con el Estado del Bienestar. Los estudios que aparecen reflejados en el libro demuestran que su financiación no detrae ni un solo euro del Estado del Bienestar, de lo que se recaudaba anteriormente. Es una redistribución de la riqueza del 20% más rico al 80% restante. Se puede decir que es un servicio público más.

Desde un enfoque de género, la renta básica tendría un impacto enorme en la lucha de las mujeres por su emancipación. Tanto es así, que has decidido dedicar un apartado específicamente a la denominada “crisis de cuidados”. Con un mercado laboral tan claramente patriarcal, ¿no depender del empleo es condición de posibilidad para avanzar hacia la liberación de la mujer?

No depender del empleo es condición para avanzar hacia la liberación de las personas en general. Indudablemente, una renta básica dotaría de mayor libertad y de un mayor poder de negociación a la clase trabajadora a la hora de aceptar o rechazar un empleo, porque las personas tendrían la posibilidad de no verse obligadas a aceptar trabajos de mierda. Y, como dices, quienes más pueden ver mejorada su relación de fuerzas son las personas que sufren mayor precariedad el mercado laboral: mujeres y jóvenes.

Desde la advertencia que hace Raventós en el prólogo, previendo que a “ciertas izquierdas” no les va a gustar tu libro, me he preguntado si habéis notado reticencias hacia la renta básica desde ese fundamentalismo obrerista tan en boga últimamente.

Siempre ha habido un sector de la izquierda al que no le ha gustado la filosofía de la renta básica. Es un sector que tiene muy grabado a fuego el “te ganarás el pan con el sudor de tu frente”, y nosotros entendemos que esto no debe ser así. cualquiera debe tener la existencia material garantizada por el mero hecho de ser persona y no por tener un empleo. 

También hay cierto sector de la izquierda –llamémosle más trabajista– que, a veces, parece que no entiende que el mundo está cambiando. Y cuando el mundo ya no es capaz de dar respuesta a algunos problemas bajo las teorías que ellos presentan, lo que hacen es echarle la culpa al mundo, en vez de darse cuenta de que es precisamente su inmovilismo el que impide que una izquierda más amplia consigamos avanzar en conjunto. 

Terminamos con la cita de Arthur C. Clarke que encabeza tus conclusiones: “Cada nueva idea pasa por tres fases. Primera: es una locura, no me haga perder el tiempo. Segunda: es posible, pero no vale la pena. Tercera: ¡ya dije desde el principio que era una buena idea!”. ¿Dónde está la renta básica?

Yo creo que estamos en la segunda ahora mismo: “Es posible, pero no vale la pena”. ¿Por qué?, porque la renta básica exige la movilización de grandes recursos económicos y hay muchas reticencias al respecto. Aunque con la pandemia ha ido cambiando un poco, el discurso neoliberal todavía está muy presente en nuestro imaginario colectivo, ver los impuestos básicamente como un robo legal. Aquí falta mucha voluntad política. Quizá es el momento de analizar ese absurdo que muestra que cuanto más alejado estás del poder, mayor es tu apoyo a la renta básica. Un apoyo que parece que, como el agua en su punto de ebullición, empieza a evaporarse a medida que se van tocando posiciones de poder. 

 

(Una versión más reducida de esta entrevista se publicó el 2 de diciembre en https://www.ctxt.es/es/20211201/Politica/37957/Jules-Bollain-renta-basic...)

es doctor en economía, profesor de la Universidad de Mondragón y miembro de la Red Renta Básica.
Fuente:
www.sinpoermiso.info, 5-12-2021 y https://www.ctxt.es/es/20211201/Politica/37957/Jules-Bollain-renta-basica-libertad-trabajadores-Estado-bienestar.htm

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