Sal de frutas para la indigestión corporativa: una revisión crítica de la propuesta política del Sindicat de Llogateres

Marina Parés

20/10/2023

Esta nueva aportación pretende continuar el hilo de debates que captaron la atención del movimiento por la vivienda catalán a finales del curso pasado. Por orden de aparición, se empezó con la celebración eufórica de Jaime Palomera de la Ley Vivienda[1] y se siguió con la respuesta crítica a tal posición desde el Movimiento Socialista[2]. A ésta, Aldo Reverte contestó con una defensa del Sindicat de Llogateres y una crítica al Movimiento Socialista[3], a la que la compañera Karla Pisano respondió con un corto pero incisivo hilo en Twitter[4]. Un intercambio vivo y rico que nos permite entender con mayor profundidad los elementos políticos que se están disputando ahora mismo en la lucha por la vivienda catalana.

A pesar de defender en su artículo que no comparte la necesidad de comenzar un debate de fondo en el seno del movimiento, y dar todos los rodeos posibles para disfrazar su propia postura como neutral en la heterogeneidad del movimiento, Aldo Reverte realiza en su artículo una exposición bastante extensa de los planteamientos políticos del Sindicat de Llogateres. Celebramos esta exposición, pues ya sea criticándonos o explicándose a sí mismos, nos permite entender y ahondar en las limitaciones de su propuesta política.

Desarrollaremos nuestra crítica a través de tres limitaciones principales, relacionadas entre ellas: el análisis parcial y economicista del conflicto con la vivienda, la concepción neutral del estado burgués y la confusión de la autonomía sindical con la independencia política del proletariado.

 

Lectura parcial y economicista del conflicto con la vivienda

Del análisis que Aldo realiza sobre la naturaleza del conflicto actual por la vivienda, destaca la situación de exclusión del sujeto inquilino y la relación de explotación que sufre dicho sujeto a partir de la extracción de la renda. Además, debido al “traslado del conflicto con la vivienda de la propiedad al alquiler” a partir del ciclo rentista de 2013, afirma que la población inquilina crece, por lo que es una tarea estratégica articularla contra el rentismo. Esta centralidad de la problemática del alquiler no se enmarca en un análisis más amplio de las determinaciones generales del modo de producción capitalista, marco de análisis que critica por “ideal y abstracto”, por lo que su aplicación no permite comprender claramente la realidad.

Pues bien, justamente por no partir del análisis que la crítica a la economía política ofrece, Aldo describe la problemática de la vivienda de una forma parcial, quedándose en una descripción superficial del problema que no va más allá de su apariencia. Problematizando el ciclo rentista, y no la forma social que adopta la vivienda en el capitalismo como mercancía, no solo no cuestiona la esencia del problema, sino que lo naturaliza y lo reproduce. Así, las líneas estratégicas que se deducen de tal análisis no se dirigen a la abolición misma de la propiedad privada capitalista, cosa que respondería a los intereses de todo el proletariado. En cambio, estas se dirigen a paliar una de las muchas manifestaciones del conflicto de clases respecto la vivienda (el alquiler), respondiendo a los intereses de un sector concreto del proletariado (las inquilinas).

Por otro lado, este análisis superficial cae en otra limitación. Escindiendo esta manifestación concreta del conflicto de clases de su raíz fundamental (la contradicción capital-trabajo), se pierde de vista su conexión con el resto de manifestaciones del conflicto y la escala internacional en la que éste se desarrolla. Por ejemplo, no forman parte de su análisis y estrategia el conflicto con las ocupaciones, las hipotecas o la infravivienda, pero tampoco cuestiones como la devaluación general de los salarios o la criminalización hacia los sectores más devaluados del proletariado.

Por lo tanto, se cae en el error de plantear la posibilidad de su superación aislada, territorializada, sin la resolución del resto de problemáticas que causa la explotación capitalista. Es decir, sin la necesidad de superar el sistema capitalista en su totalidad. Por lo tanto, plantean una lucha económica concreta desconectada de la lucha política que intrínsecamente requiere para realizarse: la superación revolucionaria de la sociedad de clases. Una lucha económica que en consecuencia reproducirá la relación social capitalista, o si más no será inofensiva ante la reproducción de sus fundamentos. Antes de vulgarizar el uso de la crítica a la economía política y tacharlo de determinismo económico, harían bien de analizar el posible economicismo de su estrategia, la posibilidad real de su materialización y el acriticismo de su análisis de coyuntura respecto el papel y capacidad de la socialdemocracia parlamentaria en el desarrollo del problema de la vivienda.

Esta escisión entre economía y política, planteando la lucha sindical en términos únicamente económicos (la regulación de los precios de la vivienda, la regulación de las prácticas especulativas...), les permite además presentarse como sindicato “libre” de línea política y defender la autonomía sindical frente a organizaciones políticas, justamente por esta escisión. Pero dicha neutralidad estratégica no existe. Quien niegue tener un posicionamiento estratégico, irremediablemente asume de forma más o menos consciente el hegemónico: el del movimiento social subsidiario a la socialdemocracia parlamentaria.

Desde las posturas comunistas hemos visto la necesidad de superar esta escisión entre economía y política, estableciendo las mediaciones necesarias para que las luchas por el salario apunten a la superación del capitalismo. Es la diferencia entre la lucha por la mejora de las condiciones de las inquilinas y la lucha por el acceso universal a la  vivienda. Y concretamos: universal en el sentido de “para todo el proletariado”, y no solo para una fracción de éste. Hacemos esta aclaración porque la forma en la que Aldo utiliza en su artículo el término “universal” deja mucho que desear, en tanto que defiende extender las victorias sindicales a “todas las inquilinas”, pero no al conjunto de la clase trabajadora. Esta es otra de las limitaciones a las que lleva el análisis parcial del Sindicat de Llogateres: la fragmentación del proletariado en varios sujetos, dificultando su articulación unitaria, y el abandono de sus intereses universales en favor de la defensa de los intereses parciales de la clase media en proceso de proletarización.

Dice mucho del corporativismo de una propuesta política afirmar que “el rasgo característico que ha guiado al Sindicat (...) ha sido una búsqueda por la "universalidad" en las reformas impulsadas, a fin de descentrar la cuestión de la vulnerabilidad, que en general consideramos que opera contra la constitución de sujetos políticos amplios de transformación”. Este planteamiento dista mucho del del Movimiento Socialista, que afirma que el sujeto a articular, capaz de realizar la superación de la sociedad capitalista, es el proletariado. Éste es el único sujeto que puede hacer universalizables sus intereses como clase, pues su realización efectiva implica la superación del capitalismo.

¿A qué responde pues centrar la atención a un solo estrato de la clase trabajadora y a sus intereses parciales? Pues como Aldo mismo explica, a desarrollar un sindicalismo alrededor del conflicto entre inquilinas y la patronal inmobiliaria para “aportar en la reconfiguración política de las clases trabajadoras del país”. Es decir, para ganar capacidad mediadora hacia el estado y conseguir mayores concesiones para este sujeto parcial, pero no para la rearticulación de la clase trabajadora como sujeto universal.

Este planteamiento se enmarca en la coyuntura de empeoramiento generalizado de las condiciones de vida del proletariado, que se concreta principalmente de dos formas desde la perspectiva de la vivienda: por un lado, sectores cada vez mayores del proletariado verán imposibilitado su acceso a una vivienda de calidad; por el otro, los sectores más excluidos de éste no solo se enfrentaran a la total exclusión del mercado inmobiliario, sino también a la criminalización cada vez mayor de sus formas de vida, debido al giro autoritario antiproletario generalizado. Es desde este análisis que remarcamos la importancia de trabajar para la unidad del proletariado, más allá del conflicto por el que se organice. Por lo tanto, incluso más allá del conflicto con la vivienda.

¿O es que, por el contrario, Llogateres tienen pensado cómo trabajar más allá del sujeto inquilino y hacerlo para el conjunto del proletariado? No lo creemos, después que afirmen que “el Sindicat de Llogateres no aspira a representar a la totalidad de la clase trabajadora”. No ponemos en duda que parte de los intereses inmediatos del proletariado más excluido se incluyan en las demandas de Llogateres. Lo que criticamos es que estos intereses se incluyan de manera subordinada, de una forma que se acepten y naturalicen los fundamentos de su dominación. Es el caso de despriorizar o dejar fuera del programa político cuestiones como la calidad de la vivienda: dicho programa no cuestiona en ningún momento que existan, según la posición de clase, condiciones habitacionales que pueden ir de la miseria más absoluta hasta el lujo. Y más allá de esto, la estrategia de Llogateres de unir fuerzas con otras luchas más allá de la vivienda no les permite superar tampoco esta limitación: la suma de intereses parciales e inmediatos no solo no lleva a la enunciación de unos intereses universales, sino que conlleva un marco de actuación conjunto limitado al corto plazo por las contradicciones de dichos intereses parciales entre sí.

Que no se confunda: no estamos haciendo una crítica moral a la decisión de no representar a la totalidad de la clase trabajadora, y por lo tanto de no tener por objetivo la construcción del proletariado revolucionario. Solo apuntamos a la necesidad entonces del Sindicat de Llogateres de ser honestas consigo mismas y reconocer que no tienen una apuesta dirigida a la superación de la totalidad capitalista, sino a conseguir mejores condiciones de vida para un estrato del proletariado en la coyuntura económica actual. De poco sirve defender que esto no se asemeja en ningún caso al sindicalismo de concertación: puede no tener un marco jurídico formal, ni estar integrado en el régimen político (aún), pero cumple su misma función en tanto que su planteamiento como lucha económica parcial no plantea una superación de la condición proletaria, sino su reproducción. Si no, habría una argumentación clara sobre por qué es necesario, como aportación al proceso revolucionario, constituir a las inquilinas como sujeto político propio. Y no es el caso. 

 

Concepción neutral del estado burgués

Pasemos a una de las cuestiones que más se comentan del Sindicat de Llogateres: su relación con las instituciones. Es como mínimo curioso que a pesar de la prioridad que dan a esta línea de intervención, como organización no hayan debatido en profundidad sobre qué es el Estado y la relación entre la institución, el partido y el movimiento. Desde la inocencia podríamos pasarlo por alto, pero una vez más, parece que no concretar las conexiones entre la lucha económica y la lucha política es la zona de confort de Llogateres.

En cualquier caso, esta falta de profundización se plasma en su artículo con dos conceptualizaciones distintas y contradictorias de lo que es el Estado. Mientras se empieza definiéndolo como “capitalista colectivo”, después se describe como “terreno para la disputa”, pues explica Aldo que en el Estado se representa y traslada el conflicto social entre la clase capitalista y las trabajadoras. ¿En qué quedamos? Por su apuesta por la reforma y la falta de una mediación entre ésta y la construcción del Socialismo, parece que es más lo segundo que no lo primero. En todo caso, estas dos conceptualizaciones del Estado muestran las contradicciones entre las distintas corrientes políticas que conviven en el seno del Sindicat de Llogateres: por un lado, la posicionada principalmente hacia el trabajo sindical; y por el otro, la posicionada hacia la presión institucional.

Como hemos dicho más arriba, no existen posiciones neutrales en cómo analizamos la sociedad en la que vivimos. Y todo posicionamiento tiene consecuencias políticas. La consecuencia política de entender el Estado burgués como terreno neutral y privilegiado de disputa del poder a la burguesía, y no como herramienta de representación de los intereses de ésta misma, es dirigir la acumulación de fuerzas a la incidencia en dicho terreno, en lugar de dirigirla a la construcción de un poder político independiente de los intereses burgueses. Por lo tanto, implica subordinar nuestras reivindicaciones al programa de la reforma.

En ningún caso el Estado podrá desmercantilizar totalmente la vivienda, acabar con la especulación inmobiliaria o garantizar unas condiciones de vida digna para todo el proletariado. Porque va en contra de su propio motivo de existencia y capacidad. Y eso implica que las energías, si se quieren poner en favor de la emancipación total de la humanidad, no se pueden poner en la reforma legislativa de una forma desconectada del fortalecimiento de la organización independiente del proletariado.

¿Implica eso que esta organización independiente del proletariado nunca impulsará ninguna reforma legislativa? Por supuesto que no. La diferencia entre lo que propone el Sindicat de Llogateres y lo que plantea la estrategia socialista es que estas reformas se inscriban en una estrategia más amplia dirigida a la superación de la sociedad de clases, a la abolición total de la propiedad privada y del Estado. Una estrategia basada en un proceso de acumulación de fuerzas que se traduce, en el momento actual, en la rearticulación del proletariado como sujeto revolucionario universal y la lucha cultural por la socialización del programa comunista entre las masas. Esta es la estrategia a la que llamamos el Proceso Socialista.

Y en el marco de esta estrategia, la reforma legislativa enfocada en la mejora de las capacidades políticas y organizativas de la organización independiente del proletariado es una herramienta que debemos saber utilizar. Por ejemplo, luchar por blindar nuestras organizaciones ante el contexto actual de criminalización y pérdida de libertades políticas del proletariado nos permitiría construir con mayor eficacia dicha organización independiente. Pero el foco de la acción debe seguir aquí, y no en la reforma como fin en sí mismo.

En cambio, al plantear la lucha sindical como lucha puramente económica, en ausencia de mediaciones que la conecten con esta lucha por el Socialismo, la reforma legislativa pasa a ser una herramienta reformista. Sería el ejemplo de conseguir el reconocimiento de nuestros sindicatos como agentes mediadores en el conflicto con la propiedad, bajo el arbitrio del Estado y su marco de derecho actual, sin plantear un cuestionamiento de los fundamentos burgueses de dicho marco (como la propiedad privada) ni conectarlo con una estrategia concreta de rearticulación del proletariado revolucionario. Sí, con tal reforma conseguiríamos una mayor eficacia sindical, pero a cambio de ni cuestionar ni pretender superar el tablero de juego en el que nos situamos. Pese a intentarlo, el Sindicat de Llogateres no solo no puede confrontar la crítica que se les hace de seguir una estrategia de subordinación a la socialdemocracia parlamentaria, sino que en su intento de defenderse se retratan aún más, afirmando que la escisión entre medios y fines es un “pecado menos grave” que el hecho de no aportar tácticas sindicales nuevas a partir de las tesis socialistas.

Es aquí cuando el Movimiento Socialista propone la Autodefensa Socialista como herramienta de intervención en las luchas salariales. Esta herramienta se basa en conectar estas necesidades inmediatas y intereses parcializados con la lucha por la emancipación del proletariado, vinculando la mejora de nuestras condiciones de vida con la necesidad de una acumulación de fuerzas mayor como sujeto revolucionario.

Por lo tanto, esto no se trata de proponer nuevas y creativas prácticas sindicales (cuestión que no negamos que sea necesaria), sino de dotar las luchas salariales de una función acorde a nuestros fines políticos. La Autodefensa Socialista nos permite establecer que las luchas salariales, dentro de un proceso determinado de acumulación de fuerzas, deben tener tanto un contenido como una forma comunista. Aquí otra diferencia con Llogateres: no planteamos una acumulación de fuerzas en abstracto y reducida al conflicto por la vivienda, sino una acumulación organizativamente concretada como movimiento político, a partir de los distintos conflictos económicos, que prefigure el Partido Comunista de masas.

Y esto, por mucho que se esfuerce Aldo en caricaturizarnos como izquierdistas, reduciéndolo al absurdo, como si planteáramos “hacer lo mismo pero haciendo propaganda comunista”, es cualitativamente distinto a lo que llevamos haciendo en el movimiento por la vivienda estos últimos años, y a lo que proponen des del Sindicat de Llogateres. La necesidad de dar un salto cualitativo en el movimiento por la vivienda no es solo una cuestión de mejora táctica. Y es una necesidad que no solo identificamos las militantes comunistas. Son muchas las militantes de vivienda que llevan años partiéndose la cara para conseguir construir un proyecto político emancipador a partir del conflicto con la vivienda, y que hartas de darse contra una pared, buscan cómo ir más allá de este conflicto.

Lo que tenemos claro es que no queremos repetir los balances políticos de los últimos ciclos de lucha del movimiento. Ejemplos son el periodo que va del nacimiento de la PAH a la alcaldía de Ada Colau en Barcelona y los años posteriores de resaca del movimiento, o el auge de los sindicatos de vivienda a partir de 2018 y el pico máximo de conflicto en 2019, seguidos de la iniciativa de regulación del alquiler de ERC primero, y más recientemente, de la aprobación de la Ley Vivienda. En los dos casos, el esquema es similar: en los momentos que más ha movilizado y repercutido en la sociedad el movimiento por la vivienda, han surgido candidaturas electorales de izquierdas o reformas legislativas promovidas por los partidos parlamentarios que se disponían a vehicular y asimilar, en términos institucionales, las fuerzas desplegadas. Los resultados han sido leyes o gobiernos que no han modificado las condiciones de vida del proletariado ni han dado al movimiento un mejor margen de lucha y organización. Ni siquiera han actuado como dique de contención a la avalancha de desahucios.

Por contra, después de estos momentos en los que hemos ondeado la bandera de “las grandes victorias del movimiento”, lo que hemos sufrido ha sido desmobilización, despolitización y, en la actualidad, aumento de la represión y el desplazamiento reaccionario de todos los marcos de opinión. Despolitización porque las “grandes conquistas” se quedan en nada en la práctica, produciendo confusión sobre las causas del problema así como frustración ante la incapacidad de la socialdemocracia. Y desmovilización social porque para cuando se demuestra el fracaso de tales reformas, la organización de la clase trabajadora ha sido barrida bajo las lógicas institucionales.

Éstos han sido ciclos de lucha de grandes aprendizajes sin los que muchas no estaríamos donde estamos. Pero justamente por esto, uno de los mayores aprendizajes a extraer es que si el contenido y la forma que damos al conflicto es reformista, supeditado a los intereses burgueses, su resultado será reproducir con impotencia nuestras condiciones de miseria sin obtener a cambio mayores capacidades de lucha como proletariado. Es nuestra tarea pues no seguir reproduciendo esta inercia.

 

Confusión de la autonomía sindical con la independencia política del proletariado

Como hemos dicho, no tenemos críticas morales a nadie, sino críticas políticas. Por eso es relevante, llegados a este punto, cuestionar la defensa que Aldo realiza de la independencia de clase que tiene el Sindicat de Llogateres, teniendo en cuenta lo que implica esta afirmación respecto a qué objetivos responden sus planteamientos políticos. Para hacerlo, clarificaremos primero la postura del Movimiento Socialista respecto qué significa la independencia política del proletariado.

Esta clarificación pasa por las siguientes preguntas: ¿Qué intereses estamos persiguiendo con nuestras luchas? ¿De quién son estos intereses? ¿A qué objetivos responden? Es aquí cuando entender la clase como sujeto político y no como sujeto sociológico es importante. No es tan importante para tener independencia política que un espacio o una lucha esté protagonizada solamente por personas proletarias, que se organizan más o menos espontáneamente para defender sus intereses inmediatos en un conflicto. Lo políticamente relevante es que los intereses que se defienden en esa lucha no puedan resolverse dentro del capitalismo. Esto es, que estos intereses sean incompatibles con la reproducción del sistema capitalista, no subordinados a sus requerimientos. Independientes, en resumen, de los intereses de la burguesía por reproducir su posición de poder.

Es por eso que defendemos que la independencia política del proletariado es la que se consigue cuando los intereses que se defienden únicamente son realizables con la superación de toda opresión, es decir, a través de la superación del capitalismo. Por lo tanto, intereses revolucionarios. Es por eso que no defendemos empoderar y reproducir uno de los múltiples sujetos parciales que el modo de producción capitalista produce (como las inquilinas, o las ocupas), sino construir políticamente a través del conflicto a la clase revolucionaria que aspire a su propia abolición con el fin del sistema de clases. Es la independencia política del proletariado que desarrolla las estrategias políticas y escoge las tácticas de lucha respondiendo únicamente a estos objetivos, y a los de nadie más.

Y aquí es cuando el Sindicat de Llogateres muestra una nueva limitación política, cuando reivindica que ellas gozan de independencia como organización en tanto que el conflicto que articulan es un “conflicto inequívocamente proletario”, son soberanas en su discusión y elaboración de la propuesta política y en tanto que tienen independencia económica. Estos son elementos constitutivos de la autonomía organizativa como sindicato, pero eso no implica que la organización tenga independencia ideológica y estratégica respecto la cosmovisión burguesa del mundo, puesto que sus aspiraciones y mediaciones organizativas no se conectan con la destrucción de dicho sistema en su totalidad.

 

Juntos pero no revueltos: la llamada a la unidad organizativa desde el rechazo a la unidad estratégica

Para finalizar, lanzaremos una valoración de la propuesta que más inmediatamente el Sindicat de Llogateres está impulsando en el contexto de la celebración del 2n Congrés d’Habitatge de Catalunya: la confederación sindical.

En consonancia a los argumentos planteados más arriba, con los que afirmamos que los planteamientos del Sindicat de Llogateres parten de una escisión entre economía y política, en el artículo defienden que “la clase es el denso conjunto de instituciones populares que podamos construir, reconocer y entretejer”, a la vez que se entienden las organizaciones políticas con exterioridad a dicha clase, pues se dice que estas deben establecer una ”relación democrática con los movimientos en los que participan”. Este es el marco desde el que plantean su propuesta, desde esta heterogeneidad presuntamente sin principios ni estrategia política definidos ni concretados, porque eso, en todo caso, es cosa de las organizaciones políticas, y no de los sindicatos, que deben ser espacios políticamente neutrales. Desde las posiciones comunistas no solo rechazamos este marco, sino que afirmamos que en la lucha de clases no puede existir tal neutralidad política.

Pues bien, ¿cuáles son las limitaciones políticas de generar una estructura organizativa que no responda con coherencia a unos planteamientos estratégicos definidos y concretos? ¿Qué implica realizar esta unidad organizativa sin una unidad estratégica como fundamento que propone el Sindicat de Llogateres con su confederación sindical? En una situación así, la obligación de conciliar estrategias distintas se traduce en hacer un programa de mínimos y con vacíos de concreción que no permite el desarrollo de ninguna de dichas estrategias por completo. Esto es, condenarnos a la mediocridad política, no poder testar las diferentes propuestas mediante la práctica, limitarnos al debate táctico y encontrarnos periódicamente en reformulaciones de nuestro programa. Pero es más, la coordinación sobre fundamentos no estratégicos no es una coordinación sobre un vacío, como ya hemos defendido, sino sobre la prevalencia del sentido común de lo que es hacer política actualmente: el paradigma del movimiento social subordinado a la socialdemocracia parlamentaria. Esta es la inercia que llevamos reproduciendo como movimiento por la vivienda y que debemos superar.

Mientras tanto, esta propuesta organizativa del Sindicat de Llogateres parece responder más bien a la voluntad de imponer su estrategia al resto del movimiento por la vivienda que no a la de plantear una solución política a sus necesidades actuales. Sospechamos eso también cuando se muestran tan críticos con la clarificación y avance de los planteamientos comunistas en el seno del movimiento, que ponen en cuestión la neutralidad política de su sindicato.

Es por eso que la militancia comunista llevamos meses revindicando la necesidad de afrontar estos debates estratégicos de fondo. Celebramos que, antes de haberlos tenido, Aldo reconozca de antemano que “existe una pluralidad” de posicionamientos políticos respecto la función de la lucha por la vivienda en relación a un proyecto revolucionario. Esto nos ahorra tiempo y refuerza nuestra posición que no podemos generar una unidad organizativa que parta de dicha inconcreción estratégica. Y no por purismo, pues no se trata de un desacuerdo sobre pequeños detalles tácticos. La cuestión está en que se trata de planteamientos estratégicos sobre los que no existen posiciones neutrales, por lo que es imperativo posicionarse claramente para plantear una práctica política coherente y, sobre todo, consciente.

Es ahí cuando defendemos la necesidad de clarificación y puesta en práctica de las distintas estrategias políticas que hay sobre la mesa, para poder ponerlas a prueba y someterlas a crítica. En este proceso seguiremos encontrándonos, como hemos hecho hasta ahora, debatiendo políticamente desde las diferentes posturas, sin negar la posibilidad de encuentro cuando el enemigo común nos golpee o sea nuestro turno golpearlo. Nos encontraréis dispuestas a trabajar conjuntamente para que la lucha por la vivienda contribuya a la articulación del proceso revolucionario. Sentimos decepcionar: no somos las sectarias que nos dicen ser.

 

Militante de Movimiento Socialista y del movimiento por la vivienda.
Fuente:
Sin Permiso, 20/10/2023

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