Militarismo, rearme y tambores de guerra en Europa. Dossier

Francesco Strazzari

Tommaso Di Francesco

Sebastiano Canetta

Anna Maria Merlo

25/02/2024

La ilusión bélica de Occidente

Francesco Strazzari

He aquí el anunciado Zeitenwende: la transición al nuevo tiempo. El canciller alemán Scholtz y el ministro de Defensa Pistorius con elegantes abrigos negros, acompañados por el primer ministro danés Frederiksen: hunden sus palas en la tierra desnuda e inauguran la nueva fábrica Rheinmetall de munición de artillería.

El objetivo proclamado, un millón de piezas en manos ucranianas para marzo, es un espejismo: tras decenas de miles de muertos, Adviivka cae y cada vez luchamos con menos recursos. Las minas y los drones rusos han congelado la iniciativa de Kiev, confinándola a la batalla en el Mar Negro.

Mientras tanto, Rheinmetall ha obtenido pedidos por valor de 10.000 millones: desde que los tanques rusos invadieron Ucrania, el valor de las acciones se ha incrementado más del doble. El secretario general de la OTAN, [Jens] Stoltenberg, señala con el dedo los retrasos del Congreso estadounidense.

Y anuncia un millón de drones y nuevas minas para las defensas ucranianas. Pero el candidato Donald Trump tiene cada vez más ganas de empezar a desmantelar de nuevo la Alianza, mientras Tucker Carlson alaba a Putin y la dolce vita moscovita, y en las cárceles rusas del Ártico devuelven muerto al opositor jefe Navalni. En Occidente, Alemania, Reino Unido y Japón entran en recesión.

La Conferencia de Seguridad de Múnich se inauguró con unas encuestas que muestran que el 87% de los ciudadanos de la UE están a favor de la defensa europea. Fue precisamente en Múnich, en 2007, donde Putin expuso las bases del revisionismo ruso.

Hoy ha recibido una resonante ovación Zelenski, que llegó con un acuerdo bilateral con Londres en el bolsillo, y pasó a firmarlo en París y Berlín (no en Roma). En la sustancial afasia sobre la guerra contra Gaza, mientras Israel bombardea a los palestinos en la barrera entre la Franja y el Sinaí egipcio -un ominoso anuncio de la nueva Nakba-, Alemania habla con Francia de compartir el paraguas nuclear y de incorporar a Turquía -hasta ahora excluida por su coqueteo con los [sistemas de defensa antiaérea] S-400 rusos- a la iniciativa del escudo antimisiles continental: 17 países, incluidos las neutrales Austria y Suiza. Francia es fundamental, porque el sistema no será íntegramente made in Europa, sino que incluirá el Patriot estadounidense y el Arrow israelí.

Los países europeos gastan ahora 380.000 millones de dólares en defensa: eran 230.000 millones en 2014, el año de la invasión de Crimea. Ursula von der Leyen declara que la UE impulsará su industria de defensa, como hizo con las vacunas y el gas: gastará más en pedidos europeos, en lugar de comprar a terceros países, como los EE. UU.

Se esperan resistencias por parte de algunas capitales, pero el camino está marcado. El propio Draghi, además, se ha mostrado confiado en caso de victoria de la derecha en las europeas: una vez en el Gobierno, no podrán negar que la europeización de la defensa es imperativa y conveniente.

Sin embargo, el propio Stoltenberg, el 31 de enero, señaló con franqueza a la Heritage Foundation que más OTAN significa más mercado para la industria militar norteamericana: prueba de ello es que los aliados atlánticos se han comprometido a comprar armas norteamericanas por valor de 120.000 millones en los dos últimos años. Misiles para el Reino Unido, Finlandia y Lituania, tanques para Polonia y Rumanía, y F-35 para todos los demás: así que "la OTAN es un buen negocio para los Estados Unidos".

En Múnich, la vicepresidenta norteamericana, Kamala Harris, denunció las fallidas ideologías del aislacionismo y el autoritarismo que están desestabilizando el mundo. Reivindicó la importancia del liderazgo de Washington, situando a la OTAN en el centro, y advirtió en contra del riesgo de que un futuro presidente norteamericano abandone a sus aliados para apaciguar dictaduras.

Los EE. UU. cuentan desde hace tiempo con una fuerza espacial, y recelan de las pruebas antisatélite realizadas por otras potencias con lanzamientos de misiles balísticos.

Prohibida por todos los tratados, la militarización del espacio es un escenario realista, sea cual sea el peso de las especulaciones en Washington en torno al supuesto proyecto ruso de arma atómica en el espacio.

Aunque una deflagración nuclear fuera de la atmósfera tendría efectos indiscriminados poco adecuados para el cálculo estratégico, lo cierto es que los costes y beneficios de proyectar tecnología en el espacio están cambiando rápidamente, a medida que dependemos cada vez más de las vulnerables redes de satélites, desde las infraestructuras civiles hasta los sistemas de alerta de misiles nucleares.

En su interconexión con los datos y la comunicación, los satélites también desempeñan un papel decisivo en la guerra, como demuestra el imperio de Elon Musk: de la geopolítica a la astropolítica hay ahora un paso corto, sobre todo si nos saltamos los tratados de control de armamento.

Un número creciente de políticos y expertos se moviliza para frenar el miedo abogando por un nuevo aumento del gasto militar, en nombre del si vis pacem para bellum. Un escenario que es casi una profesión de fe, en el que la democracia la defendida por fuerzas de progreso que votan indiscriminadamente a favor de los créditos de guerra, gobiernan derechas nacionalistas ablandadas por la necesidad de defender el bloque occidental, mientras que las muchas contradicciones sociales, económicas y políticas que surgen serían con el tiempo reabsorbidas por el justo curso de la Historia.

Un argumento que se rinde a una visión puramente geopolítica y esencialista de Occidente, perdiendo su capacidad de ver las transformaciones globales, las dinámicas de deshumanización que nos atraviesan y el horizonte de la sostenibilidad.

No se discuta qué modelo de defensa. Ignórense los fundamentos empíricos sobre los que se ha construido históricamente la paz (pensemos en el final de la Guerra Fría), que no se encuentran en la pura competencia por el rearme y en la aún más esquiva "victoria" en la confrontación militar, indirecta o directa, sino en la capacidad de gestionar transformaciones contradictorias, de producir consensos y oportunidades para muchos.

Si quieres la paz, prepara la paz.

il manifesto global, 18 de febrero de 2024

 

Vuelve el Dr. Strangelove, y esta vez no es una película

Tommaso Di Francesco

¿Se acuerdan de la extraordinaria y distópica película de Stanley Kubrick Dr. Strangelove? [¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú] No es exagerado decir que estamos viviendo en ella. Formamos parte del guión y del escenario de luces brillantes sobre las capitales europeas y los puntos de lanzamiento de misiles. Sin embargo, sólo somos actores, no protagonistas, y no podemos más que temer que todo acabe con la misma conclusión tragicómica.

Hablamos de la deriva militarista de toda Europa, que ahora está adquiriendo un carácter pro-nuclear general, con la situación sin precedentes de Alemania, con el Ministro de Finanzas Lindner, y ahora también los militares de Polonia, reflexionando sobre la necesidad concreta de dotarse de disuasión nuclear. Francia ya tiene armas nucleares, y también el Reino Unido, ahora fuera de la Unión.

Bastó con que Donald Trump reiterase su postura aislacionista norteamericana en plena campaña para las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, con su provocadora declaración de que "animaría [a Rusia] a hacerle lo que le diera la gana" a cualquier país de la OTAN que no "pagara las facturas", para que se produjera un estallido de reacciones gubernamentales desde el Viejo Continente, todas dispuestos a demostrar que sus países eran militarmente capaces de valerse por sí mismos, con la consiguiente carrera por ver quién tiene más potencia de fuego. Todo ello con el objetivo declarado de "duplicar": es decir, el gasto tanto en defensa europea como en la Alianza Atlántica.

En resumen, un paso del bienestar [welfare] a la guerra [warfare]. Teniendo en cuenta el hecho de que, en los últimos nueve años, desde 2014, los Estados europeos, además de Canadá han aumentado sus presupuestos militares en nada menos que 600.000 millones de euros, y que en 2024 la mayoría de los países de la OTAN destinarán al menos el 2% a defensa (con países "virtuosos" como Polonia ya casi en el 4% y la Alemania del canciller Scholz destinando ya 100.000 millones de euros a defensa). Por no hablar de la decisión de la UE de tomar fondos incluso Next Generation para suministrar armas para la guerra en Ucrania.

El secretario de la Alianza Atlántica, Stoltenberg, se mostró maravillosamente adaptable, como de costumbre: empezó dándole la razón a Trump ("las críticas... no versan principalmente sobre la OTAN, se refieren a los aliados de la OTAN que no gastan lo suficiente en la OTAN. Y ese es un punto válido") y luego declaró con orgullo que "hay una enorme diferencia, y los aliados europeos han dado realmente un paso adelante." Y es cierto: de hecho, ya estamos siguiendo la agenda de Trump -resulte o no elegido-, pues la Unión Europea ya ha decidido sobre nada menos que 41.000 millones de euros en ayuda militar a Ucrania, precisamente porque teme el advenimiento del magnate aislacionista a la presidencia de los Estados Unidos. A la preocupación se sumó la noticia, también desde los Estados Unidos, de que el presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, el republicano Mike Turner, ha pedido al presidente Joe Biden que haga pública "una grave amenaza para la seguridad nacional", la cual, según la CNN y Reuters, tiene que ver con armas nucleares rusas de alto secreto ubicadas en el espacio (se desconocen más detalles).

La declaración pública de Turner fue probablemente una estratagema para tratar de resolver la espinosa cuestión de cómo conseguir los votos bipartidistas necesarios para enviar muchas decenas de miles de millones en nuevo armamento a Ucrania - Turner forma parte del frente republicano favorable a Ucrania - pero también una prueba de lo que parece ser una cuestión real. A saber, que, en esta dinámica de precipitación hacia la guerra, asoma la perspectiva plausible de que la disuasión nuclear de una potencia nuclear como Rusia -aunque lo niegue públicamente- esté evolucionando hacia cabezas nucleares situadas en el espacio, más allá de las "ordinarias" terrestres y navales. En resumen, del tan cacareado escudo espacial de Reagan a las cabezas nucleares en órbita terrestre de Putin.

Ni que decir tiene que esta perspectiva sólo es más realista si se tiene en cuenta el hecho de que existe un conflicto armado en Europa que enfrenta a un país que dispone de bombas atómicas, Rusia, con Ucrania, que no las tiene, y que todavía quiere entrar en la OTAN (aunque el presidente norteamericano ha dicho que no hasta ahora). La alianza militar participa en esta guerra de forma cada vez más directa con inteligencia y suministros de guerra. Pero aparte de la OTAN, Ucrania -como todo el mundo tiende a olvidar- depende militarmente de los Estados Unidos, que ya tiene al menos un centenar de bombas atómicas repartidas por toda Europa, desde Italia hasta Bélgica y Alemania.

Estoy convencido de que éste no es el camino: que, si la paz y nuestro futuro mismo están amenazados, debido a las condiciones de feroz guerra de trincheras que ahora salpica también al suelo ruso, la única posibilidad es rebobinar la cinta de los diez años de conflicto -desde el Maidán de 2014, Crimea, la guerra civil por el Donbás y los dos años transcurridos desde la agresión de Putin el 24 de febrero de 2022- y encontrar términos para las negociaciones, sin buscar una "victoria" ni en el caso de Kiev ni en el de Moscú, la cual es una perspectiva imposible, como han demostrado estos dos años de derramamiento de sangre. ¿Cuál es la otra opción?

La otra opción es que la perspectiva de un enfrentamiento nuclear en Europa sea inevitable, una confrontación desigual, con los miles de cabezas nucleares rusas operativas frente a los cientos de Francia y el Reino Unido. O, tal como propuso un ministro israelí del gobierno de Netanyahu, ¿por qué excluir también la solución nuclear para los palestinos de Gaza? En ese punto, se trata sencillamente de lo que todo el mundo está haciendo.

Y nuestros líderes europeos parecen estar diciéndonos que "nos preparemos para la guerra", a medida que nos acercamos a las elecciones europeas. ¿Serán las elecciones del Día Siguiente? El Dr. Strangelove ha vuelto. Y ya no se trata sólo de una película.

il manifesto global, 21 de febrero de 2024

 

Alemania aumenta la producción de armas, con las armas nucleares sobre la mesa

Sebastiano Canetta

El canciller Olaf Scholz, siempre acusado de dar largas a cualquier decisión clave y de sopesar cada palabra pronunciada en público, tiene las ideas claras sobre la nueva vocación de Alemania: industria bélica y defensa atómica para proteger no a la socialdemocracia alemana, sino "nuestros valores occidentales". Está dispuesto a perseguirlos a toda costa, impulsando un proyecto de ley económica de varios miles de millones de euros, a lomos de un país ya asfixiado por la recesión, y asumiendo el precio electoral que pagará su partido, que se ha hundido hasta el tercer puesto en las encuestas tras los democristianos y los nacionalistas fascistas, y sólo ligeramente por delante de los Verdes.

Sin embargo, el giro hacia la guerra en Berlín es un hecho: "Necesitamos que la producción de armas funcione en nuestras fábricas a pleno rendimiento. Debemos centrarnos en la fabricación de toda la munición necesaria", subrayó Scholz, esbozando los dos objetivos principales: seguir suministrando armas a la cada vez más tambaleante capacidad militar ucraniana y preparar a la Bundeswehr de modo que esté lista para el combate en 2025, año en el que el ministro de Defensa alemán prevé un "posible ataque ruso a la OTAN".

No habrá desescalada, pues. No hay grandes disensiones en el seno del SPD, sólo el ligero refunfuño de aquellos a quienes no les ha gustado el cuestionable momento del anuncio, próximo a las elecciones europeas. "¿Nos traerá votos el miedo?"…ésa es la persistente duda que inquieta a algunos dirigentes socialdemócratas; por lo demás, parecen haberse alineado plenamente tras la transformación de Alemania en una gigantesca trinchera de protección del "mundo libre", después de que Scholz esbozara (por primera vez explícitamente) el nuevo discurso de defensa de los "valores occidentales", marcando el nuevo rumbo inmutable de la "locomotora" alemana.

Sin embargo, desde un punto de vista estrictamente militar, la primera potencia económica de Europa sigue en un estado tan ruinoso que difícilmente se podría haber imaginado. El Financial Times ha publicado imágenes que documentan el estado cada vez más lamentable de las fuerzas armadas alemanas, a pesar de la colosal inversión de 100.000 millones de euros del fondo creado por Scholz. La Bundeswehr está "en muchos aspectos hasta peor equipada de lo que estaba antes de la invasión rusa de Ucrania", debido a la guerra de desgaste en la que primero fueron a parar a Kiev los mohosos vehículos blindados heredados de la RDA, luego las versiones obsoletas de los tanques Leopard-2 y finalmente se exigieron los escasos y caros sistemas de última generación vitales para cualquier ejército.

"Precisamente por eso, debemos acelerar ahora el programa de rearme", comentó el ministro de Defensa del SPD, Boris Pistorius, mientras se fotografiaba en la carcasa de un tanque en la fábrica Rheinmetall junto al canciller Scholz. Parece una competición entre líderes, o al menos así lo vio el ministro de Finanzas, Christian Lindner, secretario del FDP, que optó por superar a ambos, elevando la alerta de seguridad al máximo nivel de terror: "No podemos excluir que tengamos que equiparnos con nuestra propia bomba atómica... Cada país tiene que asumir su parte en la defensa común". A la principal candidata del FDP a las elecciones europeas, Marie-Agnes Strack-Zimmermann, no le gustaron sus palabras, pero sólo porque no cree que deba hablarse en público del paraguas nuclear por razones de seguridad.

Sin embargo, la principal candidata del SPD, Katarina Barley, coincide en todo con Lindner. Está convencida de que es necesario continuar las conversaciones más o menos confidenciales con Francia destinadas a compartir el paraguas atómico de Macron, especialmente ahora que Europa está en peligro con la [posible] elección de Trump en los Estados Unidos. En su opinión, las declaraciones sobre la OTAN son una invitación a crear un paraguas atómico europeo: "En el camino hacia un ejército europeo, esto también podría convertirse en un problema".

También hablan abiertamente de bombas nucleares en la vecina Polonia, donde los generales acaban de reiterar la necesidad de trasladar parte de la disuasión nuclear a sus bases aéreas. La distancia entre Varsovia y Berlín se está derritiendo, como demuestra el sonoro fin de la frialdad en las relaciones diplomáticas polaco-alemanas y el inicio de una cooperación activa, incluso en el ámbito militar, como demuestran los planes que están presentando Scholz y el primer ministro polaco, Donald Tusk.

il manifesto global, 20 de febrero de 2024

 

Sin paz a la vista: Europa y la OTAN corren a rearmarse

Anna Maria Merlo

El mundo avanza a marchas forzadas hacia el rearme. Europa está en plena efervescencia, temerosa de las amenazas rusas, mientras Putin pone a prueba la estabilidad de la OTAN. En las últimas semanas, han aumentado las advertencias de los líderes de los países europeos, desde Dinamarca hasta Alemania y los países bálticos, que hablan de grandes riesgos de guerra en los próximos años, mientras crece la preocupación por Rusia, ahora en plena "economía de guerra".

Los países europeos están firmando nuevos acuerdos bilaterales de seguridad con Ucrania para intentar hacer frente a las vacilaciones de los Estados Unidos en un momento en el que Kiev está pasando apuros. Se aclaran los compromisos de entrega de armas, municiones, misiles y ahora aviones, con unos 60 F-16 prometidos a Zelenski por los europeos. Se están formando varias "coaliciones" especializadas (en drones, artillería, etc.) con países líderes para coordinar la ayuda militar. Entre ellos figuran miembros de la UE, pero también el Reino Unido, que en cuestiones militares está prácticamente con un pie dentro de la Unión.

Existe la promesa de un aumento del gasto militar por parte de los países europeos de la OTAN, en respuesta al riesgo de desvinculación de los Estados Unidos tras las declaraciones de Donald Trump contra los miembros que "no pagan" -ampliamente condenadas como "irresponsables"- y el bloqueo en el Congreso norteamericano de los 66.000 millones de dólares de ayuda a Ucrania. Se habla de abrir un centro de entrenamiento OTAN-Ucrania en Polonia. De cara al futuro, se está debatiendo la posibilidad de contar con un comisario de Defensa en la próxima Comisión Europea; la actual presidenta, Ursula von der Leyen (que está considerando presentarse de nuevo), ha aceptado que el PPE impulse esta iniciativa. Para la UE, la posibilidad de una autonomía estratégica -aún no claramente definida- ya no es descartada ni siquiera por los países más estrechamente vinculados al paraguas nuclear norteamericana.

El "Mecanismo Europeo para la Paz" (nuevo instrumento extrapresupuestario al servicio de la política europea de Defensa) se activa ahora en favor de Ucrania, aunque sigue habiendo obstáculos en el Consejo en este frente y hay retrasos en el millón de municiones prometido para este año. En enero, la UE aprobó una ayuda económica de 50.000 millones de euros en cuatro años (mientras que el Banco Mundial calcula que Ucrania necesitará 450.000 millones para la reconstrucción).

El jueves, los ministros de Defensa de la OTAN se reunieron en Bruselas. También se invitó a Ucrania, que está en lista de espera para convertirse en miembro. El viernes, el presidente Volodimir Zelenski tenía previsto estar en Berlín y después en París, para firmar un acuerdo bilateral de seguridad con Francia. Se trata de la formalización de un compromiso contraído por el G-7 en la cumbre de la OTAN celebrada en Vilna en 2023 para apoyar a Kiev. A él se sumaron otros países, 25 en total, según el cual cada país debe establecer a nivel nacional el alcance del apoyo militar, su duración y otras formas de ayuda, como financiera, económica o tecnológica. Durante el fin de semana, la Conferencia de Seguridad de Múnich, en su 60 aniversario, debatirá sobre las dos grandes guerras en curso, la de Ucrania y la de Gaza.

Tras el acuerdo bilateral entre el Reino Unido y Kiev el 12 de enero, el viernes se preveían condiciones más claras por parte de Alemania y, lo que es más importante, la firma de un acuerdo bilateral de seguridad en París. Londres ha destinado otros 2.500 millones de libras para ayuda militar a Ucrania en 2024 (después de 2.300 millones tanto en 2022 como en 2023), mientras que Berlín promete 8.000 millones sólo este año (acaba de abrir una nueva fábrica de municiones en Baja Sajonia). Francia no ha dado detalles de su apoyo, pero tras las críticas del instituto IFW de Kiel sobre la escasa contribución de París, se disponía a dar más información el viernes sobre el equipamiento militar, un aumento previsto de 40 misiles SCALP, más artillería móvil Caesar, sistemas de defensa antiaérea Crotal, lanzamisiles y misiles antitanque. Francia, que ya ha puesto su industria militar en modo "economía de guerra", va a ponerse a la cabeza de la "coalición de artillería" (aumentando la producción de obuses 255 y Caesars), además de la defensa aérea, especialmente para la formación de pilotos.

El jueves, la OTAN prometió a Ucrania un millón de “drones”; se está creando un grupo de "aliados", con el liderazgo de Gran Bretaña y Letonia (que incluye también a Suecia, que pronto será miembro, así como a Dinamarca, Alemania, Lituania, Estonia y los Países Bajos). Dinamarca se ha comprometido a entregar 19 F-16 a Kiev en el segundo trimestre de este año; se espera que Holanda entregue 42, pero aún no ha fijado un plazo.

En respuesta a las declaraciones de Trump, el secretario de la OTAN, Jens Stoltenberg, señaló el jueves que, de los 31 países de la Alianza, 18 han cumplido ya el compromiso de destinar al menos el 2% del PIB a gasto militar. Alemania se unirá a este club este año; Francia lo hará en 2025. En 2022, sólo 7 países habían alcanzado este compromiso.

En la actualidad, Polonia es el país que más gasta en el ejército (3,9%) y tiene el mayor ejército de la UE. Los países bálticos, Hungría, la República Checa, Rumanía, Grecia y Finlandia se sitúan entre el 2% y el 3%, Italia en el 1,46% y España por debajo del 1%. Alemania está en línea con los compromisos de la OTAN, ya que ha aumentado el gasto militar por primera vez desde 1992 (que fue del 3% durante la Guerra Fría).

A pesar de este aumento del gasto, Europa teme no poder defender a Ucrania si se agota la contribución norteamericana.

il manifesto global, 20 de febrero de 2024

Francesco Strazzari, profesor de Relaciones Internacionales en la Scuola Universitaria Superiore Sant'Anna de Pisa, se doctoró en el Instituto Universitario Europeo de Florencia y ha sido docente en las universidades de Bolonia, Amsterdam y Johns Hopkins, así como en el Instituto Noruego de Asuntos Internacionales (NOPI) de Oslo.
Tommaso Di Francesco, veterano periodista romano, fue codirector entre 2014 y 2023, junto a Norma Rangeri, del diario “il manifesto”. Poeta epigramático y satírico, es también autor de novelas y cuentos, y compilador de diversas antologías literarias.
Sebastiano Canetta, periodista independiente y colaborador del diario il manifesto, ha publicado, junto a Ernesto Milanesi, varios libros de investigación sobre asuntos político-económicos italianos, como “Pesci in barile. Romanzo sul sistema degli «eletti»” (Manifestolibri, 2005), “Cosa Loro. I Serenissimi della Compagnia delle Opere” (Manifestolibri 2011) y “LegaLand. Miti e Realtà del Nord Est (Esplorazioni)” (Manifestolibri, 2010).
Anna Maria Merlo, licenciada en Filosofía y doctorada en Historia de la Economía, es corresponsal de il manifesto en Francia desde 1988. Es también veterana colaboradora de Il Messagero y de Il Giornale dell'Arte, y autora, junto a Antonio Sciotto, de "La rivoluzione precaria" (Ediesse, 2006).
Fuente:
il manifesto global, 20 de febrero de 2024
Traducción:
Lucas Antón

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