Benjamin Ivry
Sante Lesti
11/01/2023¿Cuál es el historial del papa Benedicto respecto a los judíos?
Benjamin Ivry
El Pontífice dijo que creía en la coexistencia de judíos y cristianos, pero tardó bastante en llegar a ese punto.
Cuando el anterior pontífice, Benedicto XVI, falleció la víspera de Año Nuevo a los 95 años, el papa Francisco lo elogió por ser, entre otras cosas, una persona “amable” (gentile en italiano).
Parafraseando a Blanche Dubois en Un tranvía llamado deseo, ¿tienen que depender siempre los judíos de la amabilidad de los papas?
Nacido Joseph Aloisius Ratzinger en Marktl, en la Alta Baviera, Benedicto ingresó en las Juventudes Hitlerianas del partido nazi a los 14 años, aunque los historiadores no se ponen de acuerdo sobre si su afiliación fue obligatoria o voluntaria. Mucho menos publicitado sería su reclutamiento a los 16 años para tareas antiaéreas en Múnich y su posterior incorporación, a los 21, al ejército nazi.
Según declaró a uno de sus biógrafos, su servicio en Infantería fue “relativamente inofensivo”, ya que nunca se le envió al frente ni disparó un solo tiro. Aun así, Benedicto se mostró reticente en lo tocante a enfrentarse de modo personal al nazismo, sobre todo en comparación con su predecesor, el Papa Juan Pablo II, que hablaba a menudo de la ocupación alemana de su Polonia natal.
Incluso durante una visita en 2009 al Yad Vashem, el monumento oficial de Israel a las víctimas del Holocausto, los comentarios de Benedicto fueron vagos y superficiales, omitiendo cualquier element autobiográfico o mención siquiera de los alemanes y los nazis, por no hablar de la colaboración de la Iglesia en el Holocausto o la aniquilación de los judíos europeos.
Peor aún, Benedicto se negó a poner un pie en el museo del Yad Vashem, porque se le informó de que contenía una exposición crítica con las acciones –y las inacciones– durante el Holocausto de uno de sus predecesores, el papa Pío XII. Mientras los historiadores siguen debatiendo la respuesta de Pío XII a la aniquilación de los judíos de Europa, Benedicto ha defendido con firmeza la política vaticana de ensalzarlo. Benedicto hizo lo mismo durante años como jefe de Juan Pablo II de la Congregación Vaticana para la Doctrina de la Fe. Este organismo sancionaba a monjas norteamericanas y a otros católicos que se oponían a la doctrina ultraconservadora de la Iglesia.
Durante estos años de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la prensa internacional empezó a llamar al entonces cardenal Ratzinger con apodos poco halagüeños como “el rottweiler de Dios” y “el pastor alemán”. Aunque de modales suaves en sus encuentros personales, lo que puede haber inspirado optimismo entre los líderes judíos que se entrevistaban con él, Benedicto se mostró excesivamente decidido en su agenda reaccionaria. Aceleró el proceso de canonización del papa Pío XII, a pesar de las protestas.
Mantuvo inflexiblemente sus puntos de vista religiosos a lo largo de toda su carrera. En 1987, durante la pandemia del SIDA, Benedicto afirmó con vehemencia que la Iglesia católica debía rechazar el uso del preservativo como prevención frente a la transmisión vírica; los preservativos causarían el SIDA, declaró, por la “facilitación del mal”. Dos décadas más tarde, otro tipo de idea preconcebida se trasladó a la doctrina de la Iglesia de una forma que, para algunos, recordaba a los oscuros días del antisemitismo europeo.
En 2007, Benedicto XVI publicó Summorum Pontificum (“De los Sumos Pontífices”), una carta apostólica que establecía normas para la celebración de la misa tradicional en latín. En ella se reinstauraba una oración del Viernes Santo que había quedado obsoleta y que contenía referencias abiertamente antisemitas a la “ceguera” y la “obscuridad” de los judíos como personas que aún no se habían convertido a la presunta fe única válida, el cristianismo.
Tras las protestas de las organizaciones judías, el papa Benedicto hizo revisar la oración ofensiva, eliminando las referencias a la “ceguera” y la “obscuridad” de los judíos. La polémica, sin embargo, continuó.
En 2009, el Papa Benedicto levantó la excomunión de cuatro obispos de la Sociedad de San Pío X (SSPX), un grupo que rechazaba todo diálogo interreligioso con el judaísmo, sosteniendo que los judíos habían matado a Jesús e intentaban apoderarse del mundo.
Uno de estos obispos indultados, Richard Williamson, de Buckinghamshire (Inglaterra), opinó durante una emisión de la televisión sueca que en el Holocausto habán muerto menos de 300.000 judíos y que los nazis nunca utilizaron cámaras de gas, lo que provocó que un tribunal alemán le condenara por negación del Holocausto. El Vaticano respondió que el Papa Benedicto “desconocía” las opiniones de Williamson cuando levantó la excomunión como gesto de “acercamiento” para fomentar el diálogo y la buena voluntad.
El Times de Londres informó de otras intervenciones del obispo Williamson en 2009, cuando insinuó que los judíos eran unos mentirosos emocionales en lo que respecta al Holocausto. Prueba de ello podía encontrarse en la película musical The Sound of Music [Sonrisas y lágrimas] que Williamson consideraba un “fango que pudre el alma” porque pone “la simpatía y la diversión en lugar de la autoridad y las normas” y, por tanto, “invita al desorden entre padres e hijos”.
Dejando a un lado la maldad de Rodgers & Hammerstein [autores del musical antedicho], el teólogo Ambrose Mong sugirió que Benedicto acariciaba creencias más serias expresadas en su libro de 1999 Many Religions, One Covenant: Israel, the Church and the World (Muchas religiones, una alianza: Israel, la Iglesia y el mundo), según el cual el cristianismo “completa” el judaísmo y los judíos pueden cumplir únicamente su herencia “haciéndose cristianos”.
Sólo en su libro de 2011, Jesús de Nazaret, se reformuló un poco el punto de vista de Benedicto. Aunque seguía estando seguro de que el judaísmo se completaba en el cristianismo y quedaba eclipsado por él, Benedicto consideraba que no había que gastar energías en intentar convertir a los judíos; era mejor aceptar el judaísmo y el cristianismo como confesiones complementarias.
Benedicto tardó hasta 2011 en llegar a estas conclusiones. Este progreso extremadamente pausado, si es que fue un progreso, así como algunas de las posturas que aún defendía, siguen preocupando a algunos observadores judíos. Su biógrafo John L. Allen señaló que la postura teológica de Benedicto, “que para los cristianos, la historia y las escrituras judías alcanzan su plenitud sólo en Cristo, resulta profundamente ofensiva para algunos judíos y ha sido tachada de ser una forma de 'antisemitismo teológico' por algunos estudiosos”.
Benedicto expresó estas convicciones mucho antes de convertirse en papa. En una entrevista concedida en 1987 al periódico italiano Il Sabato, el entonces cardenal Ratzinger manifestó una primera versión de la misma opinión de que la única manera de que los judíos pudieran ser fieles a su herencia era convirtiéndose al cristianismo. Aludió a Edith Stein, una filósofa judía alemana que se hizo monja carmelita.
A Stein la canonizaron como mártir y santa de la Iglesia católica tras ser asesinada en el campo de concentración de Auschwitz en 1942. Para Benedicto, al “encontrar la fe en Cristo, [Stein] entró en la plena herencia de Abraham... Se volvió hacia su herencia judía para poseer una herencia nueva y diversa. Pero al entrar en unidad con Cristo, entró en el corazón mismo del judaísmo”.
Aunque se sucedieron los desmentidos pro forma y las alegaciones de citas erróneas, el rabino Wolfe Kelman, líder del judaísmo conservador norteamercano, y originario de Austria, observó que, como hablante nativo del alemán, tenía claro que el mensaje del entonces cardenal Ratzinger era que “el ideal para los judíos estriba en hacerse cristianos”.
Tal vez el problema fuera, como explicó el historiador religioso Karma Ben-Johanan, que “a diferencia de Juan Pablo II, Ratzinger no tenía una relación personal especial con los judíos”. Tampoco sus puntos de vista sobre el judaísmo cambiaron esencialmente después de convertirse en Papa, aunque Ben-Johanan agregó: “sus diferentes sombreros requerían, sin embargo, a menudo que discutiera el asunto de diferentes maneras”.
En fecha tan reciente como 2018, Benedicto levantó ampollas con un artículo que mostraba, según el teólogo católico alemán Michael Böhnke, una “comprensión problemática del judaísmo, e ignoraba el sufrimiento que los cristianos habían infligido a los judíos”. El entonces ex Papa Benedicto seguía sugiriendo que los cristianos tenían una misión, que implicaba la conversión, respecto a los judíos, en lugar del mero diálogo.
El Vaticano insistió en su respuesta en que debía existir diálogo entre judíos y cristianos, acerca de si Jesús era el Hijo de Dios. Y así continuaron resonando las paradojas del legado del papa Benedicto a través de sus opiniones dogmáticas sobre la comunicación interreligiosa. Tal vez, como dijo el Hamlet de Shakespeare, Benedicto podría mostrar “un poco más de parentela, y un poco menos de gentileza”.
Fuente: Forward, 4 de enero de 2023
El primer Papa global se despide del último Papa eurocéntrico. Entrevista con Sante Lesti
Sante Lesti
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la cuestión de las raíces cristianas de Europa ha cobrado cada vez más importancia en el magisterio de la Iglesia. Pío XII ya decía que la nueva Europa en construcción debía seguir el modelo de la cristiandad medieval. Sin embargo, fue Juan Pablo II quien revivió con fuerza el tema y llevó adelante la enseñanza de sus predecesores.
El Papa Ratzinger también siguió la misma trayectoria. Ya al elegir llamarse Benedicto XVI (el nombre del Papa que había calificado la Primera Guerra Mundial de "matanza inútil", pero también, quizá lo más importante, el primer santo patrón de Europa), subrayó la centralidad del Viejo Continente en el programa de su pontificado. Sin embargo, hubo algunas diferencias significativas entre los distintos pontífices.
El historiador Sante Lesti, de la Scuola Normale Superiore de Pisa, ha concluido recientemente un proyecto de investigación sobre la cuestión de las raíces cristianas de Europa. Le entrevista Alessandro Santagata para el diario il manifesto.
¿Cuándo y cómo tomó forma la reflexión de Ratzinger sobre las raíces cristianas del continente europeo?
A partir de los años setenta, Ratzinger empezó a concebir Europa como una realidad cultural, espiritual y no sólo geográfica; como un lugar de encuentro entre el Dios de Israel y el pensamiento griego clásico. En su opinión, el cristianismo era la síntesis que configuraba la historia del continente. Como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, promovió la idea de las raíces cristianas del continente, pero también la de los orígenes europeos del cristianismo, que, según él, había alcanzado su forma más elevada en Europa. De este modo, llega a defender algo así como la supremacía del cristianismo de origen latino sobre el cristianismo oriental.
¿En qué se diferencia la concepción de Europa de Benedicto XVI de la de su predecesor?
Un aspecto que me parece importante es la desvinculación entre la idea de Europa y la de la Europa de las naciones, que ya no tienen para él la misma centralidad que tenían para Wojtyla. Además, mientras que el Papa polaco concebía la historia en términos de providencia divina, Benedicto XVI la enfocaba desde un punto de vista filosófico: como la historia de una civilización construida en el encuentro entre la fe y la razón. Ambos creían que el alejamiento de las sociedades de los preceptos de la Iglesia representaba la razón de su crisis, tanto identitaria como cultural y geopolítica.
En una famosa conferencia en Subiaco en 2005, pocas semanas antes de su elección al papado, Ratzinger argumentó que la controversia sobre la inclusión de las raíces cristianas en la Constitución Europea representaba la última etapa del conflicto entre la cultura cristiana y la Ilustración. Los grupos de reflexión de derechas también se pronunciaron en apoyo de su opinión. ¿Cuáles eran, pues, las implicaciones políticas de la visión del Papa?
En aquella ocasión, Ratzinger afirmó la necesidad de que Europa reconociera el cristianismo como fuente de su orientación y base de su identidad. Sin embargo, al sugerir que los europeos deberían vivir "como si" Dios existiera, el Papa renunció de hecho a la perspectiva utópica de una conversión masiva de los ciudadanos y las instituciones al cristianismo. En cierto sentido, en ese punto se mostró más "político" que su predecesor y más interesado en buscar un terreno concreto desde el que promover su punto de vista.
¿Y la campaña de los "valores no negociables"? ¿Por qué se considera tan importante?
Es crucial porque permite al Papa especificar cuáles deben ser las prioridades políticas de la Santa Sede. En su intervención en un congreso patrocinado por el Partido Popular Europeo en 2006, enumeró tres de ellas: la "protección de la vida en todas sus fases" (la lucha contra la contracepción, el aborto, la reproducción asistida y la eutanasia); la "promoción de la familia natural" (la lucha contra la equiparación de las uniones homosexuales con el matrimonio); y "la protección del derecho de los padres a educar a sus hijos" (el apoyo a las escuelas católicas privadas). Destacaría, sin embargo, que los principios relacionados con la biopolítica católica prevalecieron por encima de todo.
Con la toma de posesión del Papa Francisco, la agenda de la Iglesia ha cambiado. ¿Qué consecuencias puede tener esto en su forma de hablar de Europa?
Benedicto XVI fue el último Papa eurocéntrico; Bergoglio, en cambio, está reconociendo que el mundo es un sistema interconectado. Sin embargo, sería un error afirmar que la Santa Sede ha abandonado su campaña a favor de las raíces cristianas. Está en marcha un replanteamiento. Sin duda, las prioridades han cambiado, y la batalla por los principios no negociables ya no es la estrella guía. En cambio, en los discursos del Papa sobre Europa se da mucho más espacio a la acogida de los migrantes, la solidaridad social y la protección del medio ambiente.
En 2016, con motivo del Premio Carlomagno, el Papa Francisco pronunció un discurso que fue innovador en varios sentidos. ¿Cómo cambió también la reflexión en este proceso?
En ese discurso, Bergoglio rechazó por primera vez cualquier visión exclusivista de la idea de Europa. Esto significaba que, para el Papa, la cultura del continente ya no tenía una única raíz. Para Francisco, "la identidad de Europa es, y siempre ha sido, una identidad dinámica y multicultural". También en su contenido fue un discurso radical: atacó la "cultura del despilfarro" y cuestionó el individualismo del mercado. Sin embargo, el Papa volvió a proponer después una visión más tradicional. Corresponderá al futuro de su pontificado, o a su sucesor, elegir qué camino tomar.
Fuentte: il manifesto global, 9 de enero de 2023.