Torsten Bell
08/05/2021
Nuestros padres no van simplemente envejeciendo, se están convirtiendo en algo cada vez más importante para nosotros. Financieramente, quiero decir. Determinan cada vez más no sólo nuestra niñez sino la riqueza de nuestra edad adulta. Muchas investigaciones muestran de qué manera la renta o educación de los padres afecta a nuestras ganancias y cómo los ricos compran literalmente la educación de sus hijos.
Nuevos trabajos de la London School of Economics muestran que el hecho de que tus padres sean propietarios o no de una vivienda se convirtió en algo de mayor importancia entre 2000 y 2015 para determinar si podías subirte a la escalera de la propiedad. La investigación de la Resolution Foundation concluyó que, en la década de 1990, los treintañeros cuyos padres tenían propiedades gozaban del doble de probabilidades de ser propietarios de vivienda que aquellos cuyos padres no, pero desde mediados de la década de 2000, la probabilidad era tres veces mayor.
Se trata de una cuestión de gran importancia para el modo en que la sociedad funciona, sobre todo cuando la riqueza es más importante en la Gran Bretaña del siglo XXI (habiendo aumentado de tres a siete veces la renta nacional desde los años 80). Esto es lo que hay tras el crecimiento de “el banco de mami y papi” y la multiplicación por dos de las herencias en las últimas dos décadas.
La izquierda debería preocuparse por las crecientes diferencias de riqueza y recordar que la desigualdad de la riqueza es el doble de elevada que la desigualdad de ingresos. La derecha debería reconocer que las afirmaciones de que somos una meritocracia resultan una broma cuando el “éxito” lo deermina el balance bancario de tus padres. ¿Qué podemos hacer frente a esto? Elegir cuidadosamente a nuestros padres.