La hora del Corán

Giuliana Sgrena

12/03/2006

 

Si Italia fuese un país laico, aboliría la hora de religión. No sólo no lo hará, sino que podría introducir incluso la enseñanza de la religión islámica. Una cuestión de par condicio. El conocimiento del Corán por parte de todos los estudiantes podría ser un modo de llegar a conocer al otro, vista la presencia cada vez más consistente de los musulmanes en nuestro país. Y la propuesta sería aceptable, si la hora de religión se ocupara de la historia de las religiones –de todas, no sólo de las que gozan de mayor poder contractual—, no en adoctrinamientos. Pero precisamente por eso bastarían las horas de historia, visto que cada vez más en los libros de texto las guerras son presentadas como “guerras de religión”. Lo cierto es, empero, que la historia no puede ser enseñada por docentes de religión impuestos por la curia. Mas el problema está viciado de origen: el reconocimiento de los musulmanes que viven en Italia –o en Francia, o en cualquier otro país— sobre la base de la pertenencia religiosa, en vez de sobre el principio de ciudadanía. Por esta vía salen reforzadas las organizaciones más radicales y extremistas, que hacen valer la propia presencia en el territorio para asumir la representación de la entera comunidad musulmana de creyentes y no creyentes. De hecho, sólo una ínfima minoría (se dice que el 5%) frecuenta las mezquitas, el control de las cuales se le reconoce en gran parte al UCOII [Unión de las Comunidades y Organizaciones Islámicas de Italia], mientras que los otros musulmanes se reconocen en los valores laicos y en la Constitución italiana, y si tienen alguna fe, la profesan como opción individual. Lo que de hecho exigen es la enseñanza del árabe en la escuela, el cual, además de ser la lengua del “libro” (Corán), puede tener un uso mucho más amplio. Reconocer la identidad de un ciudadano sobre la exclusiva base de la propia pertenencia religiosa trae consigo la alternativa entre exclusión o afiliación a las organizaciones religiosas, obsequiando entonces a éstas últimas con la capacidad para controlar a sus propios “fieles”, hasta llegar a importar dictados religiosos (en las costumbres, en la enseñanza, etc.) Italia no es un país laico, pero no podemos renunciar a que pueda llegar a serlo.

Giuliana Sgrena se hizo mundialmente famosa hace ahora un año cuando, corresponsal en Bagdad del cotidiano comunista italiano Il Manifesto, fue secuestrada en por grupos de la resistencia iraquí, y liberada un mes más tarde en un rocambolesco y aun poco aclarado episodio que entrañó la muerte, a manos de soldados norteamericanos, del funcionario de los servicios secretos italianos que habría obtenido los secuestradores la liberación de la veterana periodista y militante de la izquierda italiana.

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Fuente:
Il Manifesto, 9 marzo 2006

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