Michel Aglietta
19/08/2005El periódico L'Expansion entrevista al economista Michel Aglietta(*)
La economía mundial funciona ahora según las leyes del capitalismo financiero, fundado en un postulado simple: la empresa debe ser dirigida únicamente de acuerdo al interés de sus accionistas. En su opinión, este principio es peligroso, ¿por qué?
De entrada este principio es menos natural de lo que parece. Este dogma se forjó en Estados Unidos en los años setenta, en favor del aceleramiento de la inflación, que inició un largo periodo de baja de la Bolsa. Toda una corriente de pensamiento se dedicó a criticar el funcionamiento de las empresas de la época fordista. Éstas se decía estaban organizadas como administraciones, con patrones rígidos y gastos generales considerables. Una parte de las ganancias era absorbida por los gastos frenando el desarrollo del capitalismo y la remuneración de los pequeños accionistas, demasiado dispersos para hacerse escuchar por los patrones que dirigían su empresa según su voluntad. El objetivo consistía en recuperarlas para restaurar el derecho de los accionistas. Este movimiento creció a fines de los años ochenta, cuando las primeras cartas de gobernancia, bajo la influencia de juristas, abogados y fondos de pensión, fueron codificadas. Con los otros inversionistas institucionales, éstos jugaron un papel central en la promoción del valor para el accionista. Cuidadosos de rentabilizar al máximo los títulos en su posesión, aprovecharon su peso creciente en los mercados de capitales para reforzar sus exigencias hacia los dirigentes de sociedad. Partiendo de Estados Unidos, esta lógica se difundió progresivamente al resto del mundo.
Parece normal que el accionista, que a pesar de todo corre riesgos poniendo sus ahorros en una empresa, intervenga en la manera en que ésta es dirigida....
El problema es que los accionistas, lejos de retomar el poder, ¡lo han perdido! Los dispositivos de control forjados por las cartas de gobernancia, por ejemplo las opciones-stock, han sido fácilmente evadidos gracias a mecanismos financieros inventados por los bancos de negocios. Mecanismos destinados a enriquecer a una élite que comprende a los patrones e intermediarios de la cadena de información financiera, de los gabinetes de auditoría a las agencias de notaría. De otra parte el objetivo de los fondos de pensión, vueltos los intermediarios principales entre los accionistas y las empresas, ¡no es precisamente el mezclarse en la gestión de empresas! Es administrar lo mejor posible el ahorro de sus clientes diversificando sus carteras para aprovechar permanentemente las oportunidades más rentables. Controlar las sociedades, por tanto, no quiere decir otra cosa que comprar o vender sus acciones. En los años noventa, la euforia financiera creó una coalición entre dirigentes de sociedades y accionistas, en un proceso de enriquecimiento mutuo. Mientras que antes los dirigentes buscaban maximizar el crecimiento a largo plazo de su empresa, ellos han privilegiado la maximización a corto plazo de su inversión bursátil, ¡lo que es muy diferente! Con mucho más ánimo en tanto que sus remuneraciones estaban directamente indexadas sobre el valor financiero de la empresa. Y con tanto menos control de parte de los accionistas en tanto éstos estaban desbordados por la elevación de los índices bursátiles. Esta búsqueda desenfrenada de rentabilidad en nombre del accionista ha sido el verdadero motor de los excesos financieros de éstos últimos años, que han desatado una doble crisis: una crisis de gobernancia, marcada por las quiebras fraudulentas de Enron, WorldCom o Parmalat, y una crisis financiera causada por el estallido de la burbuja financiera.
¿Cómo se relacionan estas dos crisis?
Contrariamente a lo que se escucha frecuentemente, no hubo crecimiento irracional de los mercados de un lado y proliferación brutal de patrones deshonestos del otro. La realidad es que la dictadura de la Bolsa sobre el gobierno de las empresas está estrechamente imbricada con la sofisticación y la multiplicación de productos financieros para crear la peligrosa ilusión de una desaparición de los riesgos y de una mayor eficacia económica. De otra parte, como por azar, esta revolución de la ingeniería financiera comenzó a principios de los ochenta, en ese momento incluso por la elevación de la inflación al otro lado del Atlántico. Para contenerla, la Reserva Federal americana dobló en algunos meses sus tasas de interés. Desde entonces, las empresas han tenido que buscar desarrollarse de otro modo que por la vía de un crédito que se volvió demasiado costoso. Eso desató la liberalización, que se ha traducido en un boom de fusiones y adquisiciones y en la creación de una multitud de nuevos mercados financieros. En ese momento, los riesgos financieros estaban concentrados sobre todo en los bancos. Pero la emergencia de la informática ha trastocado la gestión de estos riesgos permitiendo la creación de bases de datos considerables, completados por los bancos y las agencias de notaría. La antigua noción global de riesgo ha podido así ser descompuesta en una multitud de riesgos básicos.
Pero esta gestión más fina y más científica de riesgos, haciendo al sistema financiero más resistente, es de cualquier modo un progreso capaz de evitar crisis graves....
Esto es sólo parcialmente cierto. Ahora, los riesgos pueden ser transferidos de un mercado financiero al otro, y se encuentran diseminados en una multitud de inversionistas, lo que crea un tejido de interdependencia mucho más denso que antes. El problema es que los mercados financieros en general, y las Bolsas en particular, están sujetos a fluctuaciones muy fuertes, mucho más fuertes de lo que indican las teorías académicas. La variación de las Bolsas sigue ciclos muy marcados, con excesos que pueden durar de tres a cinco años. Comportamientos mansos son observados frecuentemente, después de periodos de innovación o de choques económicos mayores, fuentes de incertidumbre. El inconveniente es que estos ciclos financieros son considerablemente amplificados por las estrechas interdependencias entre los diferentes mercados financieros. Y como los dirigentes de empresa buscan aprovechar altas valorizaciones en las fases de euforia financiera, los balances se encuentran totalmente desestabilizados cuando los mercados vuelven a su cauce. En WorldCom y Enron, es cuando la burbuja ha estallado que la crisis de gobernancia se ha revelado.
Para luchar contra este tipo de excesos, las autoridades americanas decidieron en julio de 2002, con la Ley Sarbanes-Oxley, reforzar la legislación para castigar a los fraudulentos. ¿Estas medidas serán eficaces?
El objetivo de la administración americana es claro: se trata de reincorporar al Estado en el juego endureciendo las reglas de control. Eso significa armar de dientes judiciales las cartas de gobernancia, esperando que ello bastará para disuadir los comportamientos deshonestos, considerados los únicos responsables de la crisis de gobernancia. Pero eso significa simplemente querer moralizar el sistema, sin poner en cuestión la lógica perversa de la dictadura de la Bolsa. En Francia, la ley sobre la seguridad financiera y los reportes Viénot et Bouton son del mismo género. En términos generales, la legislación quiere reforzar la regulación de las diferentes profesiones de la cadena de información financiera: analistas, auditores o gabinetes de consejo. En la situación actual, la circulación de información sobre los mercados financieros sigue siendo muy imperfecta.
¿Las nuevas normas contables van a atenuar la inestabilidad de los mercados financieros?
¡Más bien con ellas se corre el riesgo de precipitar nuevas catástrofes! Las nuevas normas IFRS hacen triunfar la visión financiera de la empresa, aquella de la inmediatez de la opinión y de la descomposición de la empresa en activos evaluables separadamente y fácilmente liquidables. Esta filosofía se opone a la concepción de la empresa como una entidad que transmite progresivamente el valor de sus activos en sus productos por sus ventas. De ello resulta que las ganancias o las pérdidas no son un resultado solamente de las ventas realizadas y de los gastos comprometidos, sino también de las variaciones en los mercados, reflejos de opiniones colectivas extremadamente cambiantes y a menudo superficiales. La inestabilidad financiera va así a transmitirse al corazón de la economía vía las cuentas de las empresas, en lugar de permanecer acantonada en el seno de la esfera financiera.
¿El capitalismo francés se enfrenta a los mismos problemas que el capitalismo norteamericano?
Francia vive hoy en un sistema híbrido. Ha sido influida más tarde por el capitalismo financiero y la dictadura del accionista. Grosso modo, a partir de la mitad de los años noventa, cuando grandes grupos financieros, como Axa, que estaban en el centro de los bloques de control de un número importante de grandes empresas, se incorporaron en la lógica americana. Ellos estimaron entonces que no tenían ya interés en mantener núcleos estables de accionistas en el Hexágono. Partes enteras del capitalismo francés pasaron entonces a manos de los inversionistas institucionales americanos. Pero muchos industriales franceses continúan oponiéndose a esta visión, y piensan que puede aprovecharse la mundialización rechazando esta lógica financiera.
¿Hay verdaderamente otras alternativas posibles?
Por supuesto. Primero hay que poner en cuestión la teoría del accionista todo poderoso. La empresa debe ser repensada no como un objeto de propiedad, sino como una entidad que coordina una pluralidad de competencias motivada por un interés colectivo. Es la base de la economía social de mercado tal y como es practicada hoy en los países escandinavos. Eso no impide a las empresas ser competitivas e innovadoras. Todos deben contribuir en la definición del interés colectivo: los dirigentes de la sociedad, los accionistas, pero también los asalariados, los clientes, los abastecedores....Por ejemplo en el seno del consejo de administración, que debe ser la instancia mediadora de todos los intereses. Ese sería un verdadero avance democrático, que debería igualmente extenderse a la gestión del ahorro colectivo. Centrada más en objetivos de largo plazo ésta contribuiría a reducir la inestabilidad de los mercados financieros. Es solamente bajo estas condiciones que será posible reconducir el capitalismo contemporáneo en la senda del progreso social.
Traducción para www.sinpermiso.info: Rhina Roux
Michel Aglietta, profesor en la Universidad París-X de Nanterre, es un especialista en economía monetaria internacional, mundialmente reconocido por sus trabajos sobre el funcionamiento de los mercados financieros. Fundador de la Escuela de la Regulación, ha llamado la atención en muchas obras sobre las fallas del sistema financiero. Después de, entre otros, Regulación y crisis del capitalismo (1976) y La violencia de la moneda (1984), publica ahora en ediciones Albin Michel, con su colega Antoine Rebérioux, Derivas del capitalismo financiero.