Mauro Trotta
10/04/2017Renato De Fusco es profesor emérito de Historia de la Arquitectura en la Universidad Federico II de Nápoles. Un factor particular parece ligar los numerosos escritos por él publicados en el curso de los años: el hecho de que presente tantos motivos de interés también para quien no está particularmente metido en las cuestiones arquitectónicas puras.
No se trata en este caso de querer hacer divulgación de la disciplina, sino más bien de ofrecer una mirada amplia que, aunque permanezca dentro del contexto histórico-arquitectónico, haga surgir cuestiones, temas, problemáticas interesantes y csautivadoras también para quien no es arquitecto. Baste pensar, a este propósito, en la comparación establecida en sus ensayos a partir de los años 70 del pasado siglo entre historiografía arquitectónica y estructuralismo o el intento de delinear una teoría semiótica de la arquitectura. Una mirada, entonces, siempre penetrante y en condiciones de ofrecer interpretaciones iluminadoras de edificios, construcciones, obras. Como en el caso del análisis de la Rotonda palladiana o de Sant’Ivo alla Sapienza, por dar sólo algún ejemplo.
Tales características se encuentran límpidamente intactas en el último trabajo publicado por De Fusco junto a Alberto Termino, titulado Company town in Europa dal XVI al XX secolo (Franco Angeli edizioni, 144 páginas, 19 euros) y dedicado, precisamente, a esos «asentamientos de naturaleza industrial nacidos para conciliar las exigencias de unir casa y trabajo en un único centro habitado funcional para los intereses del empresario y de los del obrero, según las ideas que se encuentran en la base de la iniciativa empresarial».
El libro, tras haber delimitado el propio objeto desde el punto de vista del tiempo, del espacio y de su definición, se presenta como un análisis a fondo de los antecedentes – como los beguinatos, la Fuggerei de Augsburgo o el asentamiento manufacturero y agrícola de San Leucio, cerca de Caserta – y de las auténticas y verdaderas Company Towns surgidas en Europa con la Revolución Industrial.
No faltan, naturalmente, las experiencias más conocidas, como New Lanark, de Owen, o el Falansterio de Fourier, o las colonias Krupp en Essen, pero se encuentran tambien experiencias menos conocidas, o incluso ignotas, al menos para quien no es experto en la materia, como el Familisterio de Godin, o Saltaire, cerca de Leeds.
El discurso serpentea entre análisis arquitectónicos y urbanísticos, exigencias de racionalización, paternalismo e intentos de control inspirados en el Panopticon de Jeremy Bentham. No faltan comparaciones con el resto, la mayoría, de la clase obrera excluida de esas experiencias, con la guía del famoso análisis engelsiano sobre el proletariado inglés.
Lo que aparece no son las figuras de arquitectos y proyectistas sino las de los empresarios, verdaderos artífices de esos lugares residenciales. Pero sobre todo las “Company Towns” confirman que son, según la tesis enunciada al comienzo por los autores, una suerte de «historia menor» dentro de la Arquitectura, una intersección compleja y fundamental, «una ocasión quizás irrepetible» en la que se entrelazan muchos factores como «el problema de los pobres, la cuestión de las viviendas, la religión, el paternalismo, el asistencialismo, el capitalismo, los resultados de la Revolución Industrial, la utopía, la lucha de clases, el urbanismo, la arqueología industrial».