Italia: Lo que le falta al centro-izquierda es una amplia base popular

Massimiliano Smeriglio

13/10/2024

Parece haberse disipado la «amplia alianza» entre las fuerzas de la oposición, después de las idas y venidas con los nombramientos para los puestos de dirección de la RAI, pero sobre todo después de que algunos hayan guardado silencio sobre la escalada militar en curso en el Líbano. Las alianzas electorales para Emilia y Umbría son positivas; sin embargo, hay malas noticias desde Liguria, con Renzi como venenoso caballo de Troya.

Los partidos parecen centrados en sus propios equilibrios internos, y nadie trabaja en lanzar un proyecto común de movilización que pueda desarrollar una propuesta alternativa. Las movilizaciones contra la autonomía diferenciada no son suficientes. Lo que hace falta es claridad sobre la paz.

También hace falta generosidad (el resultado del conjunto de la alianza es más importante que los resultados individuales de quienes la componen) y estar dispuestos a renunciar a la soberanía, pero no vemos rastro de ninguna de las dos cosas.

La derecha tiene una idea de cómo debe ser un partido: centrado en el líder, orientado a los referendos, televisado, enfocado a las redes sociales, y que gire en torno a un núcleo duro de fieles. Esta noción elimina la idea de cuerpos intermedios, de organización a escala territorial. La izquierda ha tomado prestado el mismo modelo y lo ha puesto en práctica, reforzando la sala de control a escala nacional que se aglutina en torno al líder de turno. Hay poco debate interno, pocos lugares para hacer trabajo común, y las primarias prácticamente han desaparecido. Los giros vienen de arriba. Es un patrón que recorre todo el sistema político, con muy pocas excepciones. La diferencia es que la derecha se nutre de la noción de liderazgo mesiánico, mientras que la izquierda sin pueblo se esfuerza por perseguir su razón básica de existir: ganar para cambiar el país.

El Frente Popular francés -una alianza insumisa y beligerante- tiene, sin embargo, un centro de estudios y una plataforma de consulta con 400.000 miembros. En Italia, el manual de Prodi 1996 -la «fábrica de programas»- y el de Prodi 2006, que puso el centro en las primarias, parecen un recuerdo muy lejano.

Mientras tanto, Meloni no hace más que reforzar su posición. Su hombre, Fitto, supervisará los recursos del Fondo de Cohesión y la vicepresidencia de la Comisión Europea, y desempeñará un papel importante en una Comisión impulsada por el Partido Popular Europeo y el apoyo conservador.

La situación es cada vez más estable, con una primera ministra que se adhiere a afinidades tecnocráticas y pregona el informe Draghi. Meloni, neoliberal, belicista y atlantista, encaja perfectamente en el equipo dirigente de la Unión y en su giro a la derecha. Permanecen las grandes cuestiones en torno a la identidad: los derechos civiles y humanos, su aversión a los migrantes, su hostilidad hacia el mundo LGBTQ y la autodeterminación de las mujeres, las ideas de [Giuseppe] Valditara [Ministro de Educación del Gobierno Meloni] sobre la educación y el giro violento del proyecto de ley Piantedosi [la Ley de Seguridad, DDL 1660] (quedará todo criminalizado: los cortes de carreteras, las huelgas, las protestas en las cárceles y los centros de repatriación de migrantes, las ocupaciones de propiedades, etc.).

No es fascismo, pero sí un giro autoritario capaz de apoyar políticas neoliberales, como ya ha ocurrido en Francia, Alemania, Reino Unido y España. Mientras tanto, Forza Italia, marcada por el legado de Berlusconi y Pascale, está desplegando un juego diferente, impulsada por el manual del grupo Mediaset-Gedi: con sus acercamientos encubiertos al PD, Forza Italia está blanqueando los impulsos de ultraderecha entre el Gobierno. Tajani está haciendo lo mismo, con el respaldo europeo de Von der Leyen y Draghi, así como de la Confindustria [la patronal italiana] y los mayores grupos económicos del país.

En este contexto, las ambiciones de gobierno de los progresistas corren el riesgo de estrellarse y arder. Meloni parece creíble a los ojos de los ciudadanos y fiable para las élites europeas.

Ampliar el campo, infundirle vida, dar cabida a movimientos, cumbres, intelectuales, someter el programa a debate público es la única oportunidad de sacudir la situación y crear esperanza para quienes no se rinden a la derecha, al neoliberalismo, a la guerra, especialmente a la escalada de muerte que se está produciendo en Oriente Medio. ¿Cómo se construye un programa? ¿Qué postura adoptar ante la guerra, las armas, Palestina, la redistribución de los recursos, el bienestar? ¿Quién decidirá? ¿Los líderes de los partidos en una sala llena de humo? ¿Alguien cree de verdad que eso vaya a ser suficiente?

La derecha explota el «sentido común», mientras que el centro-izquierda marcha bajo la bandera de «políticas sensatas». En su lugar, debería dirigirse directamente a quienes ya no actúan con «sensatez», ir más allá del resentimiento y la desilusión y preguntarles cómo quieren vivir y qué desean. Esta debería ser nuestra mayor ambición: organizar una gran invasión pacífica del campo político.

Las violaciones del derecho internacional, los ataques aéreos, la OTAN, el nuevo orden de Israel, la economía de guerra: estos son los temas en los que se van a dirimir las diferencias entre la izquierda y la derecha.

Una gran manifestación pacifista y unitaria podría ser la respuesta a la tragedia loca y asesina en la que está inmerso Occidente. Es lo que hace falta para dar pruebas de la existencia de una fuerza dispuesta a luchar contra el abismo hacia el que nos precipitamos.

europarlamentario desde 2019 por Alleanza Verdi Sinistra (AVS), ha sido diputado del Parlamento italiano, vicepresidente de la región del Lazio y presidente del municipio Roma 8. Profesor de diversas universidades, es autor de diversas novelas y ensayos, así como colaborador y editorialista del diario “il manifesto”.
Fuente:
il manifesto, 5 de octubre de 2024
Traducción:
Lucas Antón

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