¿Vance o Walz? El debate por la vicepresidencia norteamericana (Dossier)

Harold Meyerson

Moustafa Bayoumi

Ben Davis

Lloyd Green

Arwa Mahdawi

Bhaskar Sunkara

LaTosha Brown

13/10/2024

La cambiante historia revisionista de J.D. Vance

Harold Meyerson

La mayor revelación del debate vicepresidencial de anoche [1 de octubre] se produjo al final, en un discurso de cierre sin precedentes, el de J.D. Vance. Sin precedentes, porque Vance ni siquiera mencionó a Donald Trump hasta su frase final. En su lugar, dedicó casi el total de sus dos minutos asignados a atacar a Kamala Harris.

Esa omisión dejó clara, si es que no lo estaba ya, la estrategia de los republicanos y de Vance para la noche: jugar con los votantes indecisos, que no son, por definición, fans de Trump, creando la ilusión de una candidatura republicana afable, razonable y dispuesta al compromiso (o, en el caso de Vance, un J.D. Vance afable, razonable y dispuesto al compromiso). Hagamos que el debate gire en torno a los pecados, casi todos imaginarios, de Kamala Harris, y desde luego no en torno a las verdades sobre Donald Trump. Si es posible, alejemos por completo el debate de Trump. Cuando Tim Walz cite palabras de Trump, distorsionémoslas para que signifiquen otra cosa. Cuando mencione los hechos de Trump, neguémoslos por completo.

Esto requirió un poco de revisionismo histórico con esteroides por parte de Vance. Según Vance, Trump no trató repetidamente de derogar el Obamacare, sino que lo mejoró. Trump no presidió el declive del empleo en el sector manufacturero, sino que lo recuperó. En cuanto al propio Vance, nunca apoyó la prohibición del aborto en todo el país; por el contrario, ha llegado a comprender que los republicanos tienen sencillamente que trabajar más para ganarse la confianza de las mujeres.

En ese momento, tendría Walz que haber sugerido al menos que la primera forma de hacerlo sería apoyar la reinstauración de Roe versus Wade [la sentencia que permitió el aborto en los EE.UU.], y debería haberle preguntado a Vance si lo apoyaba. Como mínimo, podría haber mencionado el brutal desdén de Vance por las mujeres sin hijos. Y no lo hizo.

A lo largo de buena parte del debate, sobre todo durante la primera hora, Walz se mostró incapaz de contrarrestar el diluvio de falsedades que expuso Vance, a pesar de su descaro a lo Goebbels. La única falacia que contrarrestó, enérgica y eficazmente, llegó justo antes de la conclusión del debate, cuando Vance argumentó que Trump había permitido el traspaso pacífico del poder...el 20 de enero, omitiendo lo que Trump hizo antes y después, el 6 de enero.

Al igual que Harris utilizó sus dotes de fiscal para destrozar a Donald Trump durante su debate, Vance utilizó sus propias habilidades de argumentación jurídica para burlar a Walz, que estaba claramente desacostumbrado a lidiar con una ofuscación tan hábil, sobre todo cuando se expresaba en el tono dulce, para una sola velada, de Vance. Vance era Hyde disfrazado de Jekyll, mientras que nada en el historial de Walz le había preparado para arrancarle esa máscara.

Incluso cuando Vance no cambiaba de forma y mentía, se las arreglaba para presentar algunos argumentos memorablemente ridículos. Atribuyó la escasez nacional de viviendas asequibles no sólo a la presencia de inmigrantes, sino también al elevado precio de la gasolina (que reduce la renta discrecional de los estadounidenses), resultado de la falta de entusiasmo de Harris por los combustibles fósiles (aunque el país haya producido niveles récord de petróleo y gas durante la presidencia de Biden). A menudo, la respuesta adecuada al ridículo es el ridículo, pero el ridículo no formaba parte del arsenal retórico o caracterológico de Walz anoche, aunque el hecho de que llamara «raros» a Trump y al movimiento MAGA demuestra que puede estar a la altura de las circunstancias, si bien no, por desgracia, en el escenario de un debate.

¿Hubo alguna parte del debate de anoche que influyera en los votantes indecisos? Lo dudo mucho. Al parecer, Vance se dirigió a los votantes que podrían dejarse influir por la idea de que al menos parte de una segunda administración de Trump podría quedar tan domesticada como parecía estarlo Vance anoche. Por otra parte, se refirió específicamente a los apoyos que Robert Kennedy Jr. y Tulsi Gabbard le han trasladado a Trump, un tiro perdido en la oscuridad para el voto de los chalados.

Sin embargo, nunca me quedó claro a quién se dirigía exactamente Walz. Su carta de presentación era su decencia, pero no estoy seguro de que el puñado de votantes aún indecisos se convenza de votar a Harris por ese motivo.

Pero hay que tener en cuenta que el debate Harris-Trump no tuvo ningún efecto importante en la posición de los candidatos en las encuestas, a pesar de que las encuestas han mostrado que la mayoría de los norteamericanos que lo vieron creyeron que Harris se había impuesto ampliamente en la velada. El debate de anoche tendrá aún menos efecto que eso, aunque ciertamente validó la evaluación de mi colega Bob Kuttner de que J.D. Vance es un manipulador con labia y peligroso. 

 

Vance o Walz: ¿quién se impuso en el debate?

 

«Un encuentro civilizado sin un ganador aplastante»

Moustafa Bayoumi

La primera pregunta que se formuló a los candidatos a la vicepresidencia en su debate fue francamente descabellada: «¿Apoyaría o se opondría a un ataque preventivo de Israel contra Irán?». La inmensa mayoría del mundo está esperando que los Estados Unidos ejerzan un verdadero liderazgo mundial y traiga, como mínimo, una calma temporal a la región del Mediterráneo oriental. Pero, al parecer, la CBS consideró más sensato preguntar a los candidatos si apoyaban una escalada de la guerra ahora o más adelante.

Los candidatos se echaron la culpa unos a otros antes de decantarse básicamente por la misma respuesta. Y ese fue básicamente el leitmotiv de este debate bastante extraño: nosotros, dos candidatos diametralmente opuestos ante ustedes, estamos en realidad de acuerdo en muchas cosas, hasta en lo completamente diferentes que somos.

Es probable que este debate quede registrado como un encuentro mayoritariamente educado sin un ganador abrumador. A lo largo de la contienda, el republicano J.D. Vance se mostró tan hábil como el abogado de un director general, emitiendo una energía casi de vendedor de aceite de serpiente, mientras que el demócrata Tim Walz se mostraba previsiblemente campechano, exudando un aire de osito de peluche demasiado charlatán. Pero en lo esencial, ambos coincidieron en varios puntos, desde la necesidad de reforzar nuestros pasos fronterizos (a expensas de los legítimos solicitantes de asilo) hasta la promoción de viviendas asequibles o la protección de la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible [Obamacare].

No obstante, surgieron diferencias significativas, la más importante de las cuales se refería a la salud reproductiva. Mientras Walz hablaba con fuerza de la necesidad de proteger el derecho al aborto, Vance encontraba formas de culpar discretamente a los inmigrantes de la violencia armada, la inseguridad fronteriza y la escasez de vivienda.

Pero el debate quedará olvidado la semana que viene, sólo sea porque el mundo es actualmente un polvorín, y nadie parece dispuesto a desafiar a estos dos candidatos en lo que respecta a buscar un camino real hacia la paz, la justicia y la seguridad para todos.

 

«Vance consiguió que el trumpismo extremista sonara moderado y razonable»

Ben Davis

Los debates vicepresidenciales rara vez afectan a las elecciones o mueven a los votantes. Aun de acuerdo con esos criterios, éste no supuso ningún acontecimiento. Vance y Walz parecían competir entre sí en cuanto a lo amables y simpáticos que podían llegar a ser, y cada uno evitó lanzarse golpes donde obviamente podrían haber caído. Vance estuvo ágil, aunque zalamero, demostrando su experiencia como polemista y abogado. Walz se mostró nervioso al principio, pero se calmó una vez que las preguntas se dirigieron hacia terrenos en los que se centra como gobernador, como la vivienda y la agricultura.

Uno de los aspectos más notables del debate fue el del marco establecido por los moderadores, obedientemente aceptado por los candidatos. Se dio por sentado que las guerras de Israel en Gaza y Líbano y sus ambiciones expansionistas son moralmente justas. Se dio por sentado que los Estados Unidos deben mantener una política exterior belicosa en Oriente Medio. Se dio por sentado que los inmigrantes perjudican la economía y propagan la delincuencia. Los moderadores formularon incluso una pregunta en torno a la idea de que la construcción de nuevas viviendas podría ser perjudicial para la economía. Que estas ideas se consideren imparciales y no partidistas es una señal extremadamente sombría para el futuro próximo del país.

Lo segundo más destacable es lo que las posiciones y la retórica de Vance dicen sobre el partido republicano. Vance consideró que su principal tarea era dar forma a las ideas de Trump, a menudo disparatadas y motivadas por motivos totalmente personales, como un programa político coherente y explicable. Pero Vance fue más allá de explicar los comentarios de Trump, presentando el trumpismo como ideología a escala real, y no sólo como algo explicado por el Claremont Institute y la Heritage Foundation y dirigida a los oscuros rincones de Internet.

Este proyecto -nacionalismo, proteccionismo, chovinismo del bienestar y una especie de conservadurismo social que suena a comunitarismo- fracasó hace dos años con candidatos como Blake Masters o el propio Vance. Vance fue capaz de maniobrar para que sonara casi moderado y razonable. No habló de tasas de natalidad ni del tamño del cráneo. Hasta su escandalosa defensa del intento de golpe de Trump estab formulada redactada en un lenguaje suave y orientado al compromiso. Esto resulta insidioso, pues en casi todas las respuestas que dio la premisa central seguía siendo que los estadounidenses blancos están viéndose por un otro nebuloso.

 

«90 minutos que no moverán la aguja»

Lloyd Green

Walz y Vance se enfrentaron durante 90 minutos olvidables. El debate probablemente no moverá la aguja, pero puede hacer que Kamala Harris y Donald Trump se sientan vindicados en su selección de compañeros de candidatura. Vance vehiculó una versión más inteligente y disciplinada de su futuro jefe. Blanqueó el 6 de enero y la ausencia de Mike Pence en el escenario. Tiempos hubo en los que el senador por Ohio comparaba a su compañero de candidatura con Hitler, pero ya no.

Walz fue más claro y apasionado cuando se trató del aborto y la sanidad. A este respecto, enmarcó sabiamente el aborto como cuestión de autonomía personal entre una mujer y su médico. Vance no pudo huir de la decisión del Tribunal Supremo en el caso Dobbs. El día de las elecciones, suprimir Roe versus Wade puede costarle la victoria al partido republicano.

En cuanto a la sanidad, la línea de Trump acerca de los «conceptos para un plan» no morirá. Walz también le recordó a Vance que una vez tachó al 45º presidente como alguien no apto para el cargo. En cualquier caso, la biografía en miniatura de Vance probablemente atrajo a los votantes de cuello azul sin títulos de cuatro años. Además, convirtió la adicción de su madre en una historia de superación y redención personal. Las apuestas daban a Vance como ganador de la noche.

Al final, Walz y Vance ofrecieron poco material para que se burlaran de ellos los programas nocturnos de entrevistas o el SNL [Saturday Night Live, espacio satírico televisivo]. El debate giró más en torno a medidas políticas que a los personajes. La carrera sigue empatada a falta de 35 días.

 

«Trump y Vance pueden ser los últimos en reír»

Arwa Mahdawi

La noche empezó con una explosión de uranio, con los moderadores de la CBS preguntando a los candidatos si se comprometerían a un ataque preventivo de Israel contra Irán. Como pregunta inicial, dice mucho de lo belicistas que son incluso los sectores «razonables» de la sociedad norteamericanos. ¿Por qué no preguntar a los candidatos cómo reducirían la crisis? ¿Por qué lanzarse directamente a provocar a ambos candidatos para que apoyen una guerra nuclear catastrófica?

Vance y Walz hicieron todo lo posible por evitar responder a esta pregunta y, en su lugar, desgranaron sus temas de conversación favoritos; Vance empezó a cantar loas a su madre, que era drogadicta. Trump, por su parte, empezó a ponerse atómico en Truth Social [su red social]. «¡Ambas jóvenes han sido presentadoras extremadamente parciales!». escribía  Trump en su red social a los dos minutos de comenzar el debate.

Mientras Trump se comportaba como siempre, desquiciado y sexista, Vance resultaba sorprendentemente normal. En un vistazo sólo superficial, fue el claro ganador de la noche. Se ha hecho mucho hincapié (y con razón) en los puntos de vista estrambóticos y misóginos de Vance. En medio de todo eso, podemos olvidarnos de lo hábil y pulido que puede resultar, y ciertamente nos lo recordó en este debate.

¿Y Walz, por otra parte? Ah, vaya. La prepración de comunicación del gobernador de Minnesota había conseguido evidentemente despojarle de todo el encanto del Medio Oeste. No era el adorable y empático entrenador de instituto que hemos llegado a conocer. Walz mejoró luego a lo largo de la velada – sobre todo cuando le apretó a Vance acerca de si Trump perdió las elecciones de 2020, una pregunta que Vance esquivó - pero fue en gran parte robótico y sin encanto, un hombre fuera de lugar.

Vale, los debates de los vicepresidentes no suelen tener muchas repercusiones en las elecciones. Pero esto ha sido una especie de llamada de atención. La campaña Trump-Vance puede parecer una broma, pero existe una posibilidad muy real de que en noviembre rían los últimos.

 

«La actuación de Vance ha sido algo mejor»

Bhaskar Sunkara

Hemos recorrido un largo camino desde los libertarios años 90, cuando tanto los nuevos demócratas de Bill Clinton como el partido republicano de Bob Dole creían firmemente en el libre comercio, cuando los puestos de trabajo en el sector manufacturero no podían preocuparles menos y se ponían de acuerdo en la reducción del Estado del bienestar.

Por el contrario, acabamos de asistir a un debate vicepresidencial en el que ambos candidatos han puesto como ejemplo positivo la Finlandia socialdemócrata; Walz se ha declarado «hombre de sindicatos»; y Vance ha destacado las preocupaciones básicas de millones de norteamericanos. Los candidatos se esforzaron repetidamente por identificar áreas de acuerdo en temas como la vivienda y el cuidado de los niños.

Por supuesto, también hubo en el debate mucho bipartidismo que no podía gustar: el belicismo hacia Irán, el apoyo servil a Israel, la falta de voluntad de los candidatos para decir que los Estados Unidos es una nación de inmigrantes que crean mucho más valor para nuestra nación del que se llevan.

Sin embargo, ambos aspirantes dieron lo mejor de sí al hablar de asuntos internos. Vance habló del deshilachado sueño americano, de la rabia económica y de la pérdida de esperanza en muchas comunidades. Pero sus soluciones -política industrial, fabricación de manufacturas, producción nacional de energía- sonaban cercanas al programa que Joe Biden emprendió una vez en el cargo. Vance elogió a los «demócratas de cuello azul» que le encumbraron -dando a entender que los republicanos son hoy el verdadero partido de la clase trabajadora-, pero casi todos los demócratas han apoyado el programa de Biden, respaldado por los sindicatos, y casi ningún republicano.

El mayor problema para Vance, que en general tuvo un desempeño ligeramente mejor, con menos tropiezos que Walz, es que tiene que vincular sus ideas a las contradicciones del programa económico de Trump y su legado de recortes de impuestos a los multimillonarios. Cuando Trump se presentó por primera vez a las elecciones, Vance le llamó hiperbólicamente «el Hitler de América». Cuando Trump dejó el cargo, Vance se acercó más al blanco, llamándole en privado «falso populista».

Vincularse a una posible administración destinada a ofrecer nada más que desregulación, mala gestión y dádivas para los ricos hace que Vance sea también ese tipo de populista.

 

«Vance ha sido un camaleón»

LaTosha Brown

El debate puso de relieve un marcado contraste entre Walz y Vance. Walz desempeñó el papel de «entrenador», aportando recibos, compartiendo soluciones prácticas y demostrando verdadera experiencia a la hora de abordar problemas acuciantes. Walz demostró que sabe gobernar, apoyando firmemente la visión de Kamala Harris y centrándose en ofrecer beneficios tangibles a los norteamericanos de a pie. Sus explicaciones fundamentadas y su trayectoria demostrada lo pintaron como un líder firme y digno de confianza, dispuesto a resolver problemas, no sólo a ganar discusiones.

Por otro lado, J.D. Vance hizo honor a su reputación de camaleón. Cambió de postura a lo largo del debate para resultar más aceptable. En un momento dado, mintió rotundamente al afirmar que nunca había apoyado la prohibición del aborto, una afirmación que contradecía sus acciones pasadas. Se negó a dar una respuesta clara sobre quién ganó las elecciones de 2020 y restó importancia a la insurrección del 6 de enero como mera protesta. En palabras de Walz, la respuesta de Vance fue una «no-respuesta condenatoria».

Vance parecía cortado por el mismo patrón que Donald Trump: dispuesto a decir cualquier cosa para ganar, sin que le importe la verdad. El debate dejó claro la elección a la que se enfrentan los votantes: entre Walz, cuya autenticidad y firme liderazgo reflejan su disposición a gobernar, y Vance, cuya evasiva muestra una fijación con el poder por encima de los principios.

veterano periodista de la revista The American Prospect, de la que fue director, ofició durante varios años de columnista del diario The Washington Post. Considerado por la revista The Atlantic Monthly como uno de los cincuenta comentaristas más influyentes de Norteamérica, Meyerson ha pertenecido a los Democratic Socialists of America, de cuyo Comité Político Nacional fue vicepresidente.
columnista de la edición norteamericana del diario The Guardian, es profesor de Inglés en el Brooklyn College de la City University of New York (CUNY). Autor de “How Does It Feel To Be a Problem?: Being Young and Arab in America?” [“¿Qué tal sienta ser un problema?: Ser joven y árabe en Norteamérica”], ha sido coeditor de “The Selected Works of Edward Said (1966-2006)” y colaborador de medios como The New York Times, New York Magazine, The Daily Beast, The Nation, CNN.com, The London Review of Books, The National, The Chronicle of Higher Education o The Progressive,
analista de datos políticos en Washington D.C., trabajó en el equipo de datos de la campaña de Bernie Sanders en 2020 y es miembro activo de los Democratic Socialists of America.
abogado radicado en Nueva York, trabajó en el Departamento de Justicia de los EE.UU. entre 1990 y 1992.
periodista y publicitaria británica de origen palestino radicada en Nueva York, estudió en la Universidad de Oxford y en la Facultad de Derecho de la Universidad BPP. Es columnista del diario londinense The Guardian.
presidente de The Nation, es editor fundador de Jacobin, columnista de la edición norteamericana de The Guardian y autor de “The Socialist Manifesto: The Case for Radical Politics in An Era of Extreme Inequalities”.
activista, estratega política y cantante de jazz, es cofundadora de Black Voters Matter, gestiona TruthSpeaks Consulting, Inc., firma asesora de iniciativas de filantropía en Atlanta, (Georgia) y es directora de proyectos de Grantmakers for Southern Progress.
Fuente:
The American Prospect, 2 de octubre de 2024; The Guardian, 2 de octubre de 2024
Temática: 
Traducción:
Lucas Antón

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