Larry Elliott
17/10/2010La tendencia del desempleo es un ejemplo del modo en que se ha trastocado la ortodoxia económica en la recesión global.
La ortodoxia económica ha quedado cabeza abajo durante la Gran Recesión de los últimos tres años. Librados a sus propios medios, los mercados han demostrado que no eran ni racionales ni estables. No aportan como por milagro soluciones perfectas.
El desempleo es un ejemplo que viene al caso. De acuerdo con la teoría neoliberal, aquellos países que dispusieran de los mercados laborales más flexibles encontrarían de lo más fácil adaptarse a un entorno más desafiante, mientras que los países que insistieran en subvencionar a sus trabajadores sufrirían las consecuencias de haber sido blandos.
Pues no es así como ha funcionado. Hay, según las estimaciones, 210 millones de desempleados en todo el planeta, un aumento de 30 millones desde 2007. El mayor incremento lo han sufrido en los Estados Unidos, tierra de la cultura del te-cojo-y-te-largo, y España, que desarrolló un mercado de trabajo de dos velocidades en el que los trabajadores temporales disfrutaban de menos derechos que sus compañeros a tiempo completo. El paro juvenil se ha doblado en España hasta el punto de alcanzar casi el 40%.
Por contraposición, en Alemania y Noruega dos países de fuerte implantación sindical y larga tradición de negociación colectiva la tasa de desempleo apenas se ha movido.
El desempeño británico sin empleo cae entre los dos extremos. La tasa de paro aumentó, aunque no llegó a tanto como en los EE.UU. y España, ni casi a tanto como en las recesiones de las décadas de 1980 y 90. Los trabajadores se tragaron las congelaciones salariales y a menudo los recortes salariales, mientras el gobierno se gastaba los dineros en inserción laboral, sobre todo en la dirigida a jóvenes y parados de larga duración. Pese a las presiones de los sindicatos, no obstante, el Partido Laborista estuvo en contra de la subvención directa de puestos de trabajo, un programa que en Alemania era en buena medida responsable de haber impedido el aumento del desempleo.
La experiencia de pasadas recesiones nos muestra que el legado de los últimos tres años será duradero. El desempleo a temprana edad puede dejar cicatrices permanentes; hay estudios norteamericanos que demuestran que quienes son despedidos durante una recesión sufrirán pérdidas en su salario aunque consigan reincorporarse al mercado de trabajo. Acaban en puestos peor pagados y ganan menos que los que tienen la suerte de mantener su empleo. 15 o 20 años después estas pérdidas llegan hasta a un 20% de media.
Pero existen también costes sociales de más envergadura. La pérdida de empleo repercute señaladamente sobre la salud, y la tasa de mortalidad de quienes pierden su trabajo es significativamente más alta que la de quienes lo conservan. Hay una pérdida media de la esperanza de vida de de uno a un año y medio. Los niños sufren cuando se despide a sus padres: tienen más probabilidad de fracaso escolar y tienden, como media, a ganar menos que los hijos de quienes siguen trabajando.
Los costes a largo plazo del reciente aumento del desempleo amenazan con ser graves. Un reciente trabajo de Carmen y Vincent Reinhart, After the Fall, [1] afirma que después de conmociones económicas especialmente profundas tales como la Gran Depresión, la estanflación de la década de 1970 y la actual crisis hace bastante más falta que se recupere el crecimiento y el empleo.
La próxima semana [el 13 de septiembre], el Fondo Monetario Internacional y la Organización Internacional del Trabajo organizan un congreso en Oslo para discutir las formas de enfrentarse a la amenaza de una recuperación lenta y sin creación de puestos de trabajo. Ambos organismos han preparado conjuntamente una parte de un documento [2] para la reunión, y la aportación del FMI es una especie de bofetada en el rostro del gobierno de coalición británico.
Muy repudiado como encarnación del consenso de Washington, el FMI ha atravesado una suerte de renovación intelectual bajo la dirección de Dominique Strauss-Kahn, y se parece más a la institución originalmente concebida por Keynes en los años 40. Ha sido radical en sus propuestas de aumentar los impuestos a los bancos, mientras que su enfoque respecto al desempleo es también progresista de forma estimulante.
El informe conjunto se centra en dos asuntos: el FMI se ocupa de la inmediata crisis del empleo y la OIT se concentra en la necesidad de levantar un marco orientado al empleo para un crecimiento fuerte, sostenible y equilibrado.
Con bastante claridad, el FMI cree que los gobiernos deberían ser cautelosos a la hora de retirar el apoyo al crecimiento. "La recuperación de la demanda agregada es la mejor cura para el desempleo" afirma, y añade: "Como estrategia general, los países más avanzados no deberían hacer más estricta su política fiscal antes de 2011, dado que tensarla antes podría minar la recuperación".
Hace notar que en los países desarrollados, durante las últimas tres décadas, hacer más estricta la política fiscal (elevando los impuestos o recortando el gasto) en un 1% de la producción nacional ha elevado la tasa de desempleo en un 0.3 %. Respaldando el precavido enfoque del laborismo, advierte el FMI: "Por consiguiente, una consolidación excesivamente rigurosa sofocaría una demanda interna todavía débil. Un objetivo fiscal que exige demasiado y demasiado pronto puede dañar la economía y con ello las perspectivas de éxito del objetivo fiscal mismo".
El FMI avisa de que es preciso mostrar especial cautela cuando todos los países contemplan apretarse el cinturón simultáneamente, citando estudios que muestran que la pérdida de la producción a causa del recorte de gastos puede doblarse en estas circunstancias.
Afirma que "esto sugiere que, al igual que se coordinó el estímulo fiscal en todos los países durante la Gran Recesión gracias al G-20 y otros foros, el proceso de consolidación fiscal se beneficiaría también de cierta coordinación".
Si bien el estudio del FMI proporciona una recomendación general en lugar de singularizar país por país, señala dos aspectos pertinentes en el actual debate sobre la política económica del Reino Unido. El primero es la preocupación que expresa por los planes de austeridad dominados por el recorte de gastos que como sucede en el caso del Reino Unido han conducido a una creciente desigualdad en los países desarrollados.
"Los planes fiscales deberían ser justos", señala el estudio. "Debería haber medidas concretas para proteger a los más vulnerables de los efectos de la consolidación".
El informe del mes pasado del Instituto de Estudios Fiscales sobre el presupuesto de urgencia de Osborne era concluyente a este respecto: las medidas anunciadas en junio sacudirían más duramente a las rentas más bajas.
El segundo punto se refiere a la decisión de la coalición una de sus primera actuaciones de eliminar las subvenciones a la contratación, tales como el Future Jobs Fund [Fondo de Empleo Futuro] para los jóvenes sin trabajo. Si bien el FMI tiene sus dudas acerca el uso indiscriminado y permanente de subsidios al desempleo, afirma que éstos tienen su papel en las recesiones profundas. Cualquier ineficiencia causada por el hecho de permitir a los patronos comportamientos oportunistas o dar empleo a gente a la que habrían contratado de todos modos es más probable que suponga un coste menor que el del desempleo permanente.
Pero disponer de las políticas adecuadas para crear empleo constituye sólo la mitad de la tarea. Tal como advierte el documento de la OIT, uno de los factores que contribuyeron a provocar la crisis de 2007 fue la creciente desigualdad. "En algunos países, y sobre todo en los EE.UU., el incremento aumento de la desigualdad puede haber llevado a aumentar el endeudamiento del sector de la vivienda, siendo por tanto un factor importante que explica la crisis de la hipotecas subprime", declara. "El consumo se vio impulsado por tasas de interés periódicamente muy bajas y productos financieros que han alentado un elevado grado de endeudamiento".
Es esta una certera descripción de la tendencia de los últimos 30 años, en los que el trabajo ha ido adquiriendo una parte cada vez menor de la producción nacional. La concentración de riqueza en lo más alto, los ataques a los sindicatos y la merma de la protección social, todas estas cosas han contribuido a una mayor desigualdad e inestabilidad.
El mensaje que transmiten estos dos documentos es el siguiente: los riesgos de afianzar niveles altos de desempleo dan a entender que la política económica debería enfocarse hacia el crecimiento. Habría que evitar caer en el fetichismo de la austeridad y deberían conservarse las medidas cuya guía son los grupos vulnerables de trabajadores. Además de todo esto, los gobiernos deberían impulsar el aumento del salario mínimo, ofrecer protección social y animar a una negociación colectiva con la implicación de sindicatos fuertes.
En otras palabras, es preciso arrojar a la basura el dogma de derechas que ha dominado el pensamiento económico de los últimos treinta años y del que el gobierno del Reino Unido, por lo que a esto respecta, sigue todavía prisionero.
Notas: [1] After the Fall, [Después de la caída] Carmen M. Reinhart University of Maryland, NBER and CEPR Vincent R. Reinhart The American Enterprise Institute http://www.kansascityfed.org/publicat/sympos/2010/2010-08-17-reinhart.pdf [2] The Challenges of Growth, Employment and Social Cohesion, Joint ILO-IMF Conference with the office of the Prime Minister of Norway. [Desafíos del crecimiento, el empleo y la cohesión social. Conferencia conjunta OIT-FMI en colaboración con el Primer Ministro de Noruega.] Toda la información en www.osloconference2010.org
Larry Elliott dirige la sección de economía del diario británico The Guardian y es coautor, junto a Dan Atkinson, de The Gods That Failed: How the Financial Elite Have Gambled Away Our Futures (Vintage) [Divinidades fallidas: Cómo la élite financiera se ha jugado nuestro futuro]
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón