Marco Revelli
18/12/2005
"No entraba en los cálculos que la gigantesca maquinaria de la manipulación resultara paralizada"
"La retórica del desarrollismo sin argumentos (esa de 'Europa lo quiere' y de 'el progreso pasa por aquí, ¡quitaros de en medio!') se ha disuelto como la nieve en el sol"
CREO QUE AHORA se puede decir. Es más: se debe decir bien alto: Val di Susa ha vencido. Ha vencido en toda línea, tal vez de manera más contundente de lo que perciben los propios protagonistas de la victoria. Ha vencido sobre todo en el plano cultural. En el plano de lo que se llama el "sentir común". En estos meses de pasión, ha derribado de un golpe la percepción del problema. Ha conquistado a una opinión pública habitualmente soñolienta y perezosa, cuya atención han acabado reclamando aquellos "montañeses testarudos", gentes de pocas palabras, con la concreción de razones y verdades inauditas.
Es difícil decir cuándo lo lograron: si con la adhesión verdaderamente unánime del valle entero a la huelga general del 16 de noviembre; o con la civilizadísima y compacta respuesta del día 30, cuando en los prados de Venaus la muchedumbre multicolor ridiculizó la ocupación nocturna por parte de las tropas mercenarias de las excavadoras, manteniendo a distancia a los pretorianos de la CMC [Cooperativa de Muratori e Cementisti, la cooperativa de construcción más importante de Europa]; o después de la agresión de los escuadrones punitivos en la noche del 6 de diciembre, y gracias a la respuesta de todo un territorio ofendido. Lo cierto es que cuando el día 8 regresaron 50.000 personas para retomar los terrenos de los que habían sido desalojados, la retórica del desarrollismo sin argumentos (esa de "Europa lo quiere" y de "el progreso pasa por aquí, quitaros de en medio") se había ya disuelto como la nieve en el sol. Y en la bella fábula de la modernidad hostigada por unos pocos aldeanos egoístamente aferrados al jardín de su casa, pocos creían ya, salvo en las redacciones de los grandes periódicos nacionales y en las sedes de la política de lobbies y cabildeos. Entretanto, pero de verdad entretanto (véase el sondeo del Corriere de la Sera), han comenzado a pensar que el interés general, el "bien común" (no digamos el "interés nacional", que es una antipática expresión), no habita en los palacios de los decisores públicos, desde el Quirinal hasta el Palazzo Lascaris y al Ayuntamiento de Turín, sino que está allá arriba, en aquellas calles y plazas y municipios de montañeses. No entraba en los cálculos que la gigantesca maquinaria de la manipulación resultara paralizada. Ha ocurrido, y eso es un punto firme del que hay que partir.
La Val di Susa ha vencido, además, en el plano social. Sus razones han cobrado firmeza porque han logrado el milagro de dar voz y forma a un territorio entero. Nada de vanguardias restrictas e hirsutas. Nada de lenguajes en jerga. Sino "personas" capaces de ponerse en juego a sí mismas, con el propio lenguaje natural, de movilizar la red de las propias relaciones cotidianas, los sentimientos comunes. Y querría añadir que "serenamente" (también en la rabia, también en la invectiva), como tal vez sólo pueda lograrse fuera de la atmósfera envenenada de las áreas metropolitanas, signadas por el rencor y la frustración: en un "valle", exactamente, en una red de países y aldeas en los que se conoce y reconoce al instante, y no funciona el trabajo inicuo de la comunicación mediática y de la política reducida a símbolos.
Pero la Val di Susa ha vencido finalmente también en el plano político. El más resbaladizo. Más lejano, y más difícil de permear, abroquelado como está en los propios dogmas y en la propia arrogancia. No nos hagamos ilusiones: lo intentarán todo (es su oficio), gobernantes de derecha y (¿futuros?) gobernantes de izquierda, para acabar realizando como sea su proyecto transversal del TAV (tren de alta velocidad). No son gente que se arredre ante razones, por buenas que éstas sean. Tratarán de corromper y de dividir. Tienen dinero y poder de sobras. Pasada la fiesta, tratarán de burlar al santo, y salvado el cabo de las tempestades de los Juegos Olímpicos, volverán a blandir sus big sticks y a remontar el valle con las excavadoras. Maniobrarán con "mesas" y "observatorios" (un deporte que saben practicar estupendamente), con robustas y amplias complicidades en el mundo de los medios de comunicación. Pero el tiempo ganado trabaja para nosotros, a condición de que la Val di Susa sepa salvaguardar el más precioso bien que ha acumulado en estos meses pasados: su propia unidad. Aquella urdimbre hecha de alcaldes, comités y población (incluidos los niños de los centros sociales) que permitido la victoria.
Ese tiempo podrá ser empleado en la consolidación de una adhesión a las razones generales de aquella lucha que hoy se extienda bastante más allá de los confines del valle. No sólo a Turín, en donde el discurso ya ha "triunfado" (como lo prueban los centenares de personas que abarrotaban el sábado pasado la Cámara del Trabajo a favor de la campaña "TAV no", frente a las apenas 40 que a la misma hora atendían a la peroración pro-TAV del alcalde Chiamparino). Y en donde las iniciativas del próximo sábado tienen que ser lo que precisamente se proponen ser: una gran fiesta. Pero también, y sobre todo, en el resto de Italia, en donde los oídos capaces de escuchar y entender son ya tantos. Y en donde se podrán recoger las energías necesarias para seguir resistiendo en primavera.
Marco Revelli es un politólogo y sociólogo turinés de gran reputación académica internacional. Se ha publicado recientemente en España su importante libro Más allá del siglo XX (Barcelona, Viejo Topo, 2004). SinPermiso publicó el pasado día 11 de diciembre otro artículo de Marco Revelli sobre el mismo asunto que el lector interesado puede consultar: La lección de Val di Susa.
Traducción para www.sinpermiso.info : Leonor Març