Trump: el acoso como forma de gobernar

Adam Tooze

08/02/2025

El embate de las primeras semanas de la presidencia de Trump ha sido intenso. Incluso hacer una lista de los puntos de ataque es agotador y desmoralizante.

En algún momento de los últimos días comencé a pensar mucho en el acoso como modo de poder.

¿Qué es lo que caracteriza el acoso como forma de gobernar?

El poder del acoso no es lo mismo que el autoritarismo, la tiranía, la dictadura o la represión.

El acoso implica el uso del poder para humillar, así como para intimidar, herir o coaccionar.

El acoso es transgresor y excesivo. Va más allá de la policía, el castigo o la coerción convencionales y, sin embargo, también es menos. Es menos intencional e instrumental que otras formas de poder. Al final, la repetición de momentos de humillación puede ser un fin en sí mismo.

En un mundo de caudillismo, el acoso puede ser el modus operandi normal.

En un mundo de orden, el acoso no puede persistir a menos que sea tolerado o autorizado por otros modos de poder más estables y legítimos.

El acoso es violento, pero no es el comportamiento de un amo o un héroe.

En la formulación clásica de la dialéctica “amo-esclavo” (parafraseando aquí a Kojève/Hegel), la lucha por el reconocimiento entre los dos protagonistas es una lucha a muerte. Ambos necesitan algo (reconocimiento) y se lo exigen al otro. El que está dispuesto a arriesgar su existencia emerge como amo, mientras que el que elige la vida, termina como esclavo. Esta conclusión es inestable porque el amo quiere el reconocimiento de un par y el esclavo no es un par. Por su parte, el esclavo ha renunciado a su derecho al reconocimiento. La solución clásica es que los esclavos, a través de su trabajo, emerjan como los verdaderos sujetos de la historia, usurpando colectivamente el papel del amo.

El acoso puede considerarse una forma degenerada de esta dialéctica.

Se me ocurren dos opciones:

*El acoso puede adoptar la forma de esclavos frustrados que se meten con sus compañeros sin desafiar la jerarquía básica.

*O puede implicar un amo aburrido y sádico que decide recrear el momento de sumisión, aunque el asunto ya se haya decidido hace mucho tiempo.

En cualquiera de las dos formas, el acoso es violento y dramático, pero no hace avanzar el proceso histórico.

El acoso no crea un nuevo orden, sino que ataca, amenaza y destruye las cosas existentes.

Como forma transgresora de poder, el acoso no conoce sus límites. No tiene una medida o un plan predeterminados. Comienza con una burla y puede terminar acosando a alguien hasta la muerte.

Y, sin embargo, la intención del acoso no es asesinar. El acoso inflige daño. Algunas víctimas pueden no sobrevivir. Pero el propósito principal del acoso no es matar. Después de todo, el acosador necesita a su víctima.

En este sentido también, el acoso es una forma secundaria de poder. El acoso no sólo necesita permisividad, sino también víctimas.

El acoso es una actividad social. El acosador tiene víctimas y un acosador exitoso tiene seguidores. El acosador está entre nosotros.

Y, sin embargo, a pesar de ser social, la naturaleza del acoso es que no exige rendición de cuentas y es irresponsable.

Parte del estrés de vivir con el acoso es que uno termina dedicando una cantidad desmesurada de energía mental y emocional a anticipar el próximo ataque caprichoso.

En el repertorio convencional del poder, el análogo más cercano al acoso es la guerra psicológica. Funciona desestabilizando y desgastando a sus víctimas.

Las operaciones psicológicas se organizan al servicio de objetivos más amplios, como la contrainsurgencia. No en vano son el terreno clásico de la teoría de la conspiración.

La pregunta en el caso de la presidencia de Trump es cuánto es instrumental y cuánto del acoso no es nada más que eso, un fin en sí mismo.

ocupa la cátedra Shelby Cullom Davis de Historia en la Universidad de Columbia y es director del Instituto Europeo. En 2019, la revista Foreign Policy lo nombró uno de los principales Pensadores Globales de la década. Su último libro es "Shutdown: How Covid Shook the World's Economy".
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Traducción:
G. Buster

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