Sudáfrica: un futuro incierto para el sueño social de Mandela

Mark Aguirre

29/06/2024

Meses antes de las elecciones, en septiembre del año pasado, John Steenhuisen, el líder de Alianza Democrática (AD) reunió a los medios de comunicación para que fuera testigo de la firma de un documento en el que se comprometía a no tener acuerdos con el Congreso Nacional Africano (CNA). Muchos de sus votantes, la mayoría blancos, odian al partido antiracista y socializante de Mandela. Pero en junio, tras las elecciones, Cyril Ramaphosa, el líder del CNA, anunció que John Steenhuisen había aceptado la oferta de formar un gobierno de coalición. ¿Qué había ocurrido para un giro tan dramático? ¿Los intereses empresariales lo impusieron? ¿Tenían miedo que la situación abierta tras las elecciones pudiera desestabilizar Sudáfrica?

Al nuevo gobierno del CNA y AD se sumaron otros pequeños partidos (The Inkatha Freedom Party, the Patriotic Alliance, the Pan Africanist Congress of Azania and GOOD, todos ellos no llegan al 4% de los votos). Cyril Ramaphosa se aseguraba un segundo mandato de Presidente. En Sudáfrica al Presidente de la República lo elige la Asamblea Nacional. La nueva alianza tiene 275 escaños de los 400 que la conforman. Tanto el uMkhonto weSizwe (MK) como el partido Luchadores por la Libertad Económica (EFF) partidos de izquierda que demandan cambios sociales, los dos juntos suman más votos que AD (24.10%), quedaban fuera del gobierno.

A pesar de que Alianza Democrática con el 21.8% de los votos había sido el segundo partido más votado no resulta fácil explicar la elección de Ramaphosa de formar gobierno con la derecha. El CNA es considerado un partido de centro-izquierda. La gran mayoría de los votos perdidos por el CNA (ha perdido el 17.3% con respecto a las anteriores de 2019) no habían ido a AD que solo incrementó sus votos un punto, algo residual, sino a un nuevo partido uMkhonto weSizwe, MK, (La lanza de la nación) formado por el anterior presidente Jacobo Zuma, quien recibió el 14.5% de los votos. Los votos de las nuevas generaciones negras, 9.52%, habían ido al EFF.  El EFF es un partido formado por Julius Malema, un antiguo líder de las juventudes del CNA con quien rompió por mantener un apartheid económico y social heredado del racismo blanco. Exige el reparto de la tierra sin compensaciones. Nacionalizar las minas y poner al Banco Central bajo control del gobierno.

John Steenhuisen es un blanco de 48 años de la ciudad de Durban, en la misma provincia zulú de donde es Zuma. Había sustituido como líder de AD a Mmusi Maimane un negro que dimitió por estar harto de lo que llamó “hostilidad a los negros del partido”. Los orígenes de AD están en un minúsculo partido blanco formado en el año 2000 con referencias antiapartheid, pero con militantes originarios del Partido Nacionalista, el partido que lideró el apartheid, y coloreado con un puñado de una minoría de color. AD se presenta como el partido del sector privado y de los grandes negocios, un firme defensor del neoliberalismo. Acusa a la corrupción y a la mala gestión del CNA del deterioro social y de infraestructuras bien patente en Sudáfrica. La inseguridad (el crimen) y los apagones es lo primero que una encuentra cuando llega. Es visto como el partido de los blancos, alrededor del 20% de una población de 60 millones, el mismo porcentaje de votos que obtiene.

El MK había sido fundado tan solo unos meses antes de las elecciones. Jacobo Zuma, un militante histórico del CNA, había sido acusado con razón de corrupción cuando era Presidente de Sudáfrica. Condenado después a 15 meses de cárcel por negarse a declarar en uno de sus juicios había sido perdonado por el Presidente Ramaphosa, ya entonces su enemigo político. Aunque los jueces no le permitieron ser candidato, su foto pudo estar en las papeletas representando al nuevo partido que había formado tras su salida del CNA al que acusaba de desviarse de sus principios.

Zuma, aunque había roto con el CNA, seguía siendo uno de sus líderes vivos más populares. Había sido ayudante de Mandela cuando éste lideraba la organización armada del Congreso Nacional Africano, el nuevo partido tiene el mismo nombre que ella, uMkhonto weSizwe, y después su líder. Pasó diez años en la prisión de Roben Island, donde Mandela cumplió su condena de 28 años. Por lo menos entre los militantes de la generación que conoció directamente la lucha contra el apartheid, su compromiso eclipsaba una corrupción probada. Sin duda alguna ayudaba la grave situación social que vive Sudáfrica donde la desigualdad, el desempleo y la pobreza son abismales.

Las elecciones fueron vistas como un balance de 30 años de gobierno del Congreso Nacional Africano. El CNA no es un partido liberal, es un movimiento de liberación convertido en partido. Fue establecido como una alianza de sindicatos, el Partido Comunista, líderes locales negros e influyentes líderes de origen indio que luchaban para conquistar derechos políticos y sociales para los negros.  Su apuesta era dar un contenido social no solo liberal a la lucha contra el racismo.

El CNA había interpretado el apartheid como un programa económico del supremacismo blanco para salir a costa de los negros de la gran crisis económica del capitalismo de mitad de siglo XX. Los blancos, entonces tenían toda la economía en sus manos, acudieron a la política supremacista para evitar que se cuestionara su propiedad de las granjas y minas, asegurándose los mejores empleos públicos, y una mano de obra negra barata y disciplinada para sus minas y empresas. Es por eso que Mandela al llegar al poder en 1994 había prometido tierra, empleo, vivienda y educación para cada ciudadano sudafricano blanco o negro. Treinta años después la realidad social de los negros sudafricanos estaban poniendo en duda la promesa del CNA. El voto a la izquierda era un serio aviso de que el CNA se había olvidado de las promesas sociales hechas por Mandela.

¿Por qué entonces Ramaphosa no ha hecho un pacto con los partidos que quieren acabar con las grandes injusticias económicas y sociales que arrastran los negros sudafricanos? ¿Por qué el CNA ha llegado a un acuerdo con AD un partido que defiende los intereses del libre mercado y de las empresas en vez de abrazar reformas sociales que saquen a los negros de la pobreza?

La evolución personal de Cyril Ramaphosa puede ayudar a explicar lo que ha ocurrido con un sector del Congreso Nacional Africano más cerca de los negocios que de los pobres negros. Ramaphosa era uno de los cuadros más jóvenes con futuro cuando Mandela salió de la carcel en 1994 para ocupar la Presidencia del país. Fue quien estuvo a su lado ayudándole con el micrófono cuando este dio su primer mitin de masas tras salir de la cárcel en Ciudad del Cabo. Ramaphosa había ganado su prestigio como un organizador sindical en las minas durante la década de los años ochenta en Johannesburgo cuando la lucha contra el apartheid era especialmente dura. Un activismo que le había llevado varias veces a la cárcel. Se habló de él como el sucesor de Mandela como Presidente, pero al final se impuso Mbeki, quedando a cargo de New Africa Investment, una compañía del partido para potenciar las habilidades empresariales entre los negros.

Lo de formar capitalistas negros había sido una idea de Clive Menell, ya fallecido, un blanco judío cabeza de un conglomerado de minas de oro en Johannesburgo, perteneciente a una rica familia con raíces en el país, quien transformó a Cyril Ramaphosa de un líder sindical en un hombre de negocios. El mismo Clive Menell ofreció su ayuda para forjar a cientos de otros empresarios negros para que la economía dejara de estar en manos exclusivas de los blancos. Ramaphosa fue nombrado por el CNA responsable del proyecto, formando varios grupos para potenciar el apoderamiento negro de la economía.

Años después, la revista Forbes, puso a Ramaphosa dentro de la lista de los 25 hombres más ricos de África. Era propietario de Shanduka Group, una compañía que gestiona su cartera: los McDonald en Sudáfrica, distribuidoras de Coca Cola, inversiones en energía solar, teléfonos móviles y bancos, entre otras empresas. Zuma suele retratar a Ramaphosa como un inversor billonario que representa los intereses de los ricos empresarios blancos. Ramaphosa pertenecía al Consejo Administración de la mina de platino Lonmin cuando 34 de sus mineros fueron asesinados por la policía cuando se manifestaban en Marikana pidiendo un aumento de salario.

Teóricamente el enriquecimiento de Ramaphosa no era en beneficio propio, no había sido una decisión personal la de involucrarse en los negocios, sino una tarea asignada por el CNA para “ennegrecer” una economía en manos de blancos. La acumulación de capital por empresarios negros era parte del proyecto postapartheid. Ramaphosa seguía en el Comite Ejecutivo del CNA, contribuía a los ingresos del partido con sus ganancias y estaba en la lista de futuros Presidentes, como ocurrió.

Pero 30 años después la política de fomentar los negocios de blancos y negros no había dado los resultados esperados. Sudáfrica seguía siendo una sociedad socialmente dividida por el color de la piel. Es fácil de verlo en Johannesburg o Ciudad del Cabo donde la riqueza y pobreza marcan zonas enteras. Los centros lujosos comerciales y los shanytowns se suceden como si hubiera dos países separados con la frontera del dinero. En Sudáfrica el apartheid social está todavía presente.  El Banco Mundial en un informe del año 2022 situaba su legado como uno de los problemas más importantes que hipotecan el futuro. La riqueza seguía en mano de los blancos. Lo mismo ocurría con la propiedad de la tierra.

Según el Banco Mundial Sudáfrica es el país más desigual del mundo. El 10% de la población posee el 80% de la riqueza del país mientras el 90% pose el 20%. Con el desempleo ocurría lo mismo. Hay más desempleo que en los tiempos del apartheid. La tasa oficial es del 32%. Mientras el 10% de los blancos no tienen empleo, el 45% de los negros están en el paro. Hay más jóvenes entre 14-25 años en paro que trabajando o estudiando.  Dos tercios de negros vivían en 2017 por debajo de la línea de pobreza frente al 1% de los blancos. 16 millones de negros sobrevivían en 2023 con ayuda del estado. La clase media negra prometida por Mandela todavía ha crecido, pero no lo ha hecho en números sustantivos. Puede haber tres millones, un número que no llega ni tan quiera al 10% de la población negra.

Es difícil ver con optimismo la decisión tomada por Ramaphosa de formar una coalición con AD. La mayoría de analistas ven un futuro de parálisis política con un gobierno incapaz de tomar decisiones por las contradicciones que encierra. Un partido que ha prometido reformas sociales y otro que se opone.

AD soportará la iniciativa neoliberal de Ramaphosa de privatizar las infraestructuras esenciales para acabar con los apagones o la falta de agua, puede incluso conceder un ingreso básico focalizado que ayude a aliviar la pobreza, pero ha dicho que seguirá oponiéndose al Empoderamiento Económico Negro, una política que incentiva a las empresas a tener propiedad y liderazgo negro, uno de los puntos distintivos como sabemos de la estrategia de Ramaphosa para apoderar económicamente a los negros. Un programa que tiene muchos críticos. Lo ven como una tapadera para enriquecerse la elite del CNA cercana a Ramaphosa.

Lo mismo puede ocurrir en la política hacia Israel y otros elementos del andamiaje de la política exterior del gobierno del CNA. AD niega que Israel esté cometiendo un genocidio como dice el CNA, ha sido crítico con la adhesión al BRIC y ha criticado a Ramaphosa por no condenar a Rusia por lanzar su guerra contra Ucrania.

Hay expertos que prevén un periodo de inestabilidad para Sudáfrica en los próximos años. Interpretan los votos perdidos por el CNA a cuenta del MK como un presagio de movimientos más radicales que reclamen tierra o pidan nacionalizaciones. Los sindicatos (COSATU y SAFTU) han dicho ya que AD en el gobierno plantea una amenaza a los intereses de la clase obrera. Es difícil ver como el nuevo gobierno puede evitar el conflicto social y racial con la misma política económica heredada del apartheid, ahora reforzada con AD en el gobierno, un gobierno acusado de corrupto, que ha hecho de Sudáfrica el país más desigual y con mayor desempleo del mundo.

El miedo de que esta sociedad socialmente dividida se polarice políticamente, algo evitado hasta ahora por las promesas sociales del CNA, se ha disparado con el nuevo gobierno de coalición. Un gobierno CNA-AD rompe toda la lógica de la política desde el fin del apartheid cuando Nelson Mandela se convirtió en el primer Presidente negro en un país lleno de optimismo y prometió sacar a los negros del agujero en que se encontraban. Treinta años después castigado el CNA por sus propios votantes, refugiándose en el partido de los blancos, el país está entrando en una nueva era política de consecuencias desconocidas.

Profesor y periodista, ha residido en Mozambique y Sudáfrica.
Fuente:
www.sinpermiso.info, 29 de junio 2024

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