Seminario de filosofía en Buenos Aires

Antoni Domènech

13/04/2008

Con el título de Filosofía proverbial (Ideas filosóficas ínsitas en el refranero castellano), la redacción de SinPermiso en Buenos Aires y el Centro de Investigaciones Filosóficas (C.I.F.) organizan un seminario de filosofía dirigido por Antoni Domènech. Reproducimos a continuación la presentación y el programa de ese seminario, que se desarrollará en cuatro sesiones –la primera, el próximo sábado 19 de abril de 11h a 14h—en los locales del C.I.F. (C/ Miñones, 2073). Para inscribirse y averiguar las condiciones de inscripción, es preciso dirigirse a la  señora Cecilia Lastra (cifrlf@mail.retina.ar).

El problema de la accesibilidad de la reflexión filosófica plantea la cuestión de si la filosofía puede ser “popular” –si todo el mundo podría tener acceso a ella en principio, sin más trámite que un cierto entrenamiento intelectual y sin mayor base de partida que un cociente normal de inteligencia: exactamente igual que la ciencia empírica—, o bien si, como ha creído una larga línea de pensamiento que en la filosofía contemporánea va de cierto Hegel hasta Heidegger y sus epígonos, la reflexión filosófica está intrínseca y esencialmente reservada a unos cuantos elegidos.

Si la filosofía es en buena medida lidia con nuestras propias, y a menudo, lábiles e incongruas intuiciones –“psicomaquia”— sobre el bien y el mal, sobre la justificación de nuestras acciones, sobre la justificación de nuestras creencias, sobre lo que es socialmente justo, sobre el problema de las otras mentes o sobre los modos de existencia de la realidad, entonces se plantea la pregunta: ¿tiene todo el mundo un diálogo de Platón bullendo en la cabeza, según famosamente elogiara Whitehead el talento filosófico natural de Bertrand Russell? ¿Y si todos lo tienen potencialmente, están también todos en condiciones de ser educados o entrenados para desarrollarlo cumplidamente?

La pregunta es eminentemente filosófica, y ha cosechado las más dispares respuestas. Como muestra –mera muestra—, estas de Austin y del Hegel más del gusto de Heidegger:

*  “Nuestro común patrimonio de palabras incorpora todas las distinciones que los hombres han encontrado dignas de ser trazadas, así como los vínculos que han considerado dignos de establecer, en el curso de muchas generaciones: con toda seguridad tienen que resultar más abundantes, más pertinentes –puesto que han pasado la dilatada prueba de la supervivencia del más apto—, y desde luego más sutiles, al menos en cuestiones cotidiana y razonablemente prácticas, que cualesquiera que ustedes o yo pudiéramos llegar a excogitar cualquier buen día en nuestros gabinetes.” [J.L Austin, “A plea for excuses”, en Philosophical Papers, 2ª edición, Londres, Oxford University Press, 1970, pág. 182.]

* “Es la filosofía, conforme a su naturaleza, algo esotérico; ni de por sí hecha para la plebe, ni susceptible de hacerse accesible a la plebe. Sólo es filosofía, en la medida en que se contrapone directamente al entendimiento, y así, y a mayor abundamiento, al sano sentido común humano, entendido como limitación local y temporal de una generación humana; respecto de ese sentido común, el mundo de la filosofía es, en y por sí, un mundo trastocado.” [Hegel: “Über das Wesen der philosophischen Kritik überhaupt“ (1802), en Theorie-Werkausgabe, vol. 2, Jenaer Schriften, Frankfurt, Suhrkamp Verlag, 1970, pág. 182.]

Ya se ve que ambas posiciones extremas resultan difíciles de sostener. Para justificar su fe en la sabiduría de la lengua cotidiana, Austin tiene que apelar por lo pronto a una teoría académica muy alejada de la vida cognitiva popular, como es la de la selección natural de aptitudes. Y Hegel mismo matizó inmediatamente su posición en un paso que Heidegger, tan aficionado a este texto del joven Hegel, significativamente, no cita nunca: “Porque la filosofía tiene, desde luego, que admitir la posibilidad de que el pueblo se eleve hasta ella; lo que ella no puede, empero, es rebajarse hasta el pueblo [Ibid., pág. 183).

Los refranes populares y los dichos y sentencias que han terminado por popularizarse (aun sin traer su origen en el pueblo llano) ofrecen una oportunidad interesante para seguir esa discusión que es de todos los tiempos, pero que arranca con un sesgo particular en la Era Moderna con la rotunda declaración de humildad epistémica democrática de Galileo Galilei: “Jamás en mi vida he encontrado a un hombre tan ignorante como para que no pudiera aprender algo de él”. Es lo que se propone el presente Seminario, que se organizará en 4 Sesiones:

En la Primera Sesión [Sábado, 19 abril 2008], se discutirá el problema general de la accesibilidad de la filosofía, y el peculiar status de la misma como pensamiento no directo, sino reflejo. En ese contexto, y desde esa perspectiva, se discutirá el posible valor filosófico de los refranes populares en general, y de los de la lengua castellana en particular, especialmente rica en dichos sentenciosos de indudable calado filosófico (“No hay tonto bueno”; “Lo poco espanta y lo mucho amansa”; “A cada malo, su día malo”; “Afición ciega razón”; “No hay mejor espejo que el amigo viejo”), a veces comparables en laconismo y hondura al de algunos celebrados apotegmas filosóficos de la lengua griega (“Páthos, máthos”). Hay que recordar que ya Aristóteles supo servirse con gran talento y sentido de la oportunidad de la sabiduría proverbial popular, y en general, de la indagación paremiológica; y no hay que olvidar tampoco, en el otro extremo de consideraciones que aquí interesan, que el propio refranero –desde luego, el castellano— es sabiamente escéptico respecto de su propio valer: “Refranes y sustos, hay para todos los gustos”.

La Segunda Sesión [Sábado, 26 abril 2008] estará dedicada a refranes valorativos de acciones. Refranes en los que se reflejan dilemas filosóficos tras los que aparentemente se hallan intuiciones incongruas, como el dilema consecuencialismo/deontologismo (“No por el huevo, sino por el fuero”), el dilema deontologismo/autotelismo (“Primero la obligación, y luego la devoción”; “Quien hace lo que quiere, no hace lo que debe”), el dilema consecuencialismo/autotelismo (“Virtudes hacen señales”) o el dilema teoría/práctica (“Bien predica, quien bien vive”; “A Dios rogando y con el mazo dando”; “La cruz en los pechos y el diablo en los hechos”; “Obras son amores y no buenas razones”). Son interesantes también en este capítulo los refranes que expresan sentenciosamente la habitual perplejidad que sentimos ante el colapso de la acción intencional (“Al necio, del diestro; al loco, del cabestro”; “Cuando el necio es acordado, el mercado es ya pasado”; “Al loco y al toro, déjales el coso”; “Contra fortuna, no vale arte ninguna”; “El hombre propone y Dios dispone”; “Del fuego te guardarás, y del mal hombre no podrás”; “El mal que no tiene cura, es locura”; “Necio es quien piensa que otro no piensa”), así como la visión popular de la acción intencional racional (“Pensar muchas, y hacer una”).

La Tercera Sesión [Sábado, 3 de mayo 2008] estará dedicada a refranes valorativos de emociones como la culpa y, sobre todo, la vergüenza (“Más vale vergüenza en rostro, que mancilla en corazón”; “Qué bonita es la vergüenza, mucho vale y poco cuesta”; ), como la venganza (“Un agravio consentido, otro venido”; “En contienda, ponte rienda”) o la desconfianza epistémica (“Para hilar una mentira, siempre hace falta madeja”; “Quien todo lo niega, todo lo confiesa”, versión castiza del clásico “Excusatio non petita, acusatio manifesta”). Y de acciones intencionales dominadas por emociones, como todo el complejo de refranes que refieren a la envidia y a la incapacidad de admirar a otros, o directamente (“Al hierro el orín, y la envidia al ruin”; “Envidia del vivo, de los muertos olvido”; “Es flaca la envidia, porque muerde y no come” –Quevedo—; "La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual" –Unamuno—); o, en forma más interesante aún, indirectamente (“Desde que te erré, nunca más te quise”; “Si el cuerdo no errase, el necio reventaría”; “Amanse su saña, quien por sí mismo se engaña”; “Doblada es la maldad, que es so celo de amistad”; “El mal tiene conhorte, y el bien no hay quien lo soporte”; “Morir por tener, sufrir por valer”; “No hay mayor mal que el descontento de cada cual”).  

La Cuarta Sesión  [Sábado, 10 de mayo 2008] estará dedicada a refranes valorativos de acciones y/o emociones insertas en marcos sociales o institucionales objetivos o suprapersonales: estructuras relacionales de clase (“Quien sabe de señor, sabe de dolor”; “Quien a otro sirve, no es libre”; “Quien a dos señores ha de servir, al uno ha de mentir”; “Ruego de grande, fuerza es que te hace”; “Ruin señor, ruin servidor”; “A más servir, menos valer”; “Buena fama, hurto encubre”; “No te hagas mandador, donde no fueres señor”; “Quien a vil sirve con devoción, vileza saca por galardón”), valoración de las distintas clases sociales (“A quien no tiene nada, nada le espanta”; “Pobreza no es vileza”; “A rico no debas, y a pobre no prometas”; “De rico a soberbio, no hay palmo entero”; “No hay peor cuña que la de la propia madera”; “Contra peón hecho dama, no para pieza en tabla”; “Ni pidas a quien pidió, ni sirvas a quien sirvió”; “Quien ha oficio, ha beneficio”), actitud ante la institución eclesiástica (“Ni buen fraile por amigo, ni malo por enemigo”; “Uñas de gato y hábitos de beato”; “Fraile que pide por Dios, pide por dos”; “La cruz en los hechos y el diablo en los pechos”), ante la institución matrimonial (“Vánse los amores, quedan los dolores”; “Matrimonio ni señorío no quiere furia ni brío”) o familiar (“Sobre padre no hay compadre”; “Ira de hermanos, ira de diablos”; “Quien de los suyos se aleja, Dios le deja”; “Mientras en mi casa estoy, rey me soy”; “Madre pía, daño cría”), ante la acción colectiva (“El uno por el otro, la casa sin barrer”; “Quien sirve a común, sirve a ningún”; “Obra de común, obra de ningún”; “Quien parte y reparte, se queda la mejor parte”), ante la institución de la justicia (“Necios y porfiados hacen ricos a letrados”; “Hecha la ley, hecha la trampa”; “Quien a uno castiga, a ciento hostiga”; “Do fuerza viene, derecho se pierde”), las instituciones de autoridad en general (“Di tu razón, y no señales autor”; “Donde hay patrón, no manda marinero”; “El mandar no quiere par”; “Do quieren reyes, allá van leyes”; “Gloria vana, florece y no grana”) o ante problemas relacionales históricamente emergentes, como los específicamente fideicomitentes (“Obreros a no ver, dineros a perder”; “Del bueno no fiar, y al malo echar”) o como el poder del dinero (“Dádivas quebrantan peñas”; “No hay cerradura donde es oro la ganzúa”) y de la competición económica pura (El buen paño, en el arca se vende”).

Antoni Domènech es el Editor general de SINPERMISO.

Fuente:
sin permiso, 13 de abril de 2008
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