Ofer Cassif, diputado israelí antisionista: «No me rendiré jamás». Entrevista

Ofer Cassif

07/12/2024

A principios de este mes, la Knesset [el Parlamento de Israel] identificó un «patrón sistémico de actuación» en Ofer Cassif. El parlamentario judío, que ha representado como diputado a la coalición Hadash, liderada por los comunistas, desde 2019, se vio investigado por el «comité de ética» debido a su apoyo al caso contra el gobierno israelí presentado por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), y por referirse como «luchadores por la libertad» a los palestinos que resisten a las fuerzas de ocupación israelíes en Cisjordania

Al final, los colegas de Cassif en ese comité de dudoso título lo declararon culpable de «alentar el derramamiento de sangre contra soldados [israelíes]», así como de «socavar la capacidad del Estado de Israel» para contrarrestar las acusaciones de genocidio. Su suspensión durante seis meses no ha sido más que el último intento de los políticos israelíes por amordazarle; una iniciativa sin precedentes para destituirle a principios de este año fracasó por un puñado de votos, mientras que en octubre de 2023 fue suspendido durante 45 días.

Los árbitros de la «ética» en el Parlamento israelí tenían razón en lo que toca a Cassif y su «patrón sistémico de actuación». A lo largo de toda su vida adulta, este hombre de 59 años no ha dudado nunca en oponerse a la ocupación y el sometimiento del pueblo palestino, siendo el primer soldado israelí que se negó a servir durante la Primera Intifada, algo por lo que cumplió cuatro penas de cárcel.

Ahora, en una gira europea en la que habló ante grandes multitudes en la Marx Memorial Library de Londres y en la YMCA de la India el pasado fin de semana, Marcus Barnett, adjunto a la dirección de Tribune, se reunió con Cassif para hablar sobre la caída de Israel al fascismo, la actual represión contra los socialistas en Israel y los recursos propios de los que extraer esperanza.

Marcus Barnett - En primer lugar, Ofer, me gustaría empezar hablando de tus antecedentes. Naciste en Rishon LeZion a principios de la década de 1960 y creciste en el seno de una familia sionista laborista. Completaste tu servicio nacional en la [Brigada] Nahal [unidad militar formada por miembros, pero en 1987, durante la Primera Intifada, rechazó sus órdenes de llamada a filas por motivos políticos.

Tal como has comentado, nací en una familia sionista laborista clásica: mis padres, mis abuelos, todos ellos. Mi padre era activista laborista. Cuando empecé a desarrollar mi conciencia social, me di cuenta de que mis opiniones estaban más a la izquierda. No estaban exactamente bien formadas ni manifestadas -sólo tenía 14 años o así-. A los 15, me uní al movimiento juvenil de izquierdas. Primero, me uní a Sheli [el Campo de Izquierda]. Luego me uní a Hashomer Hatzair, el movimiento juvenil considerado más izquierdista.

El movimiento juvenil «marxista-sionista»…

Sí, algo así, 'marxista-sionista'. Ahora entiendo que hay una contradicción en los términos. Pero cuando tenía 15 o 16 años, yo no lo sabía. Así que me encontré allí. Durante mi servicio militar, estuve en la [Brigada] Nahal [unidad compuesta por miembros de organizaciones juveniles sionistas y kibutz, nuevos inmigrantes y voluntarios extranjeros], un grupo que combina el servicio militar con el trabajo en un kibutz. También estuve en parte en la brigada de paracaidistas. A lo largo de mi servicio militar, me fui inclinando gradualmente más hacia la izquierda.

Después de mi servicio militar, fui a la universidad para conseguir mi primer título, cuando comenzó la Primera Intifada. Me llamaron como reservista para servir en Gaza, y me negué. Fui el primer refusenik [objetor] encarcelado durante la Primera Intifada. Cuando me soltaron, entré en Hadash -el frente democrático por la paz y la igualdad, que forma parte de una coalición encuadrada en el Partido Comunista- y comencé este proceso de ruptura con el lavado de cerebro sionista.

Me considero víctima de un lavado de cerebro durante toda mi juventud y mi infancia. Llegué al punto de comprender que existe una inmensa contradicción entre el socialismo, el humanismo y el sionismo. Decidí que mi camino debía ser socialista y humanista, y no sionista, que no bastaba con no ser sionista, sino que tenía que ser antisionista y oponerme activamente a la ideología y la práctica del sionismo, dadas mis creencias socialistas básicas.

Me metieron en la cárcel tres veces más, así que, en total, cuatro veces por lo mismo, por negarme a servir en los territorios ocupados. Antes de que tuvieran la oportunidad de encarcelarme de nuevo, acepté una oferta para realizar un doctorado en Inglaterra.

Por esa época, también te invitaron a trabajar como asistente parlamentario de Meir Vilner, una figura única en el movimiento comunista mundial y en la historia de Israel.

Eso sucedió durante la Primera Intifada. Fue hacia el final de su carrera política como miembro de la Knesset, aunque siguiera después con sus actividades políticas. Trabajé con él durante un año solamente, justo antes del derrumbe de la Unión Soviética, cuando todo era un caos. Cambiaron muchas cosas para los movimientos comunistas y socialistas del mundo entero, también en el Partido Comunista de Israel, y eso fue muy duro para nuestros camaradas. Hubo divisiones e intrigas, lo cual era natural después de semejante terremoto.

Pero trabajar con Meir fue sin duda algo fascinante, sobre todo para una persona joven: yo tenía 22 o 23 años. Fue algo muy emotivo. Fue emocionante trabajar con alguien con tanta historia, porque había vivido tantos acontecimientos históricos. Ya andaba por ahí antes de la creación del Estado de Israel. Fue diputado de la Knesset desde 1948.

Meir conoció a muchas figuras importantes, buenas y malas. Conoció a líderes comunistas de todo el mundo. Conocía a líderes israelíes, sionistas, a los que obviamente guardamos rencor, pero cuyo influjo, aun así, no se puede ignorar. Hablar con él, escuchar relatos sobre la historia que vivió personalmente, fue algo fascinante. Forma parte de mis experiencias predilectas; creo que la única experiencia que la ha superado ha sido vivir con mi mujer.

Menudo espaldarazo. He querido mencionar a Meir Vilner porque era la encarnación de una presencia antirracista y antisionista en la política israelí, la cual, pese a no haber llegado nunca a tener una influencia masiva, parece haber sido objeto de una tolerancia mayor que la que reciben voces similares en el Israel de hoy. En los últimos años se ha producido un cambio sísmico en la sociedad israelí, que parece presa de una manía genocida.

No sólo te lo puedes creer, sino que deberías decirlo si lo que te gusta decir la verdad. Por desgracia, me han suspendido de la Knesset por decir la verdad. Pero es muy lamentable que esa sea la verdad.

No es que antes fuera fácil; el propio Meir Vilner resultó gravemente herido en un intento de asesinarle por oponerse a la ocupación de 1967 y pedir la creación inmediata de un Estado palestino. Le apuñalaron. Y el juez, me acuerdo, afirmó en el juicio de la persona que intentó asesinar a Meir que [Vilner] tuvo suerte de que el cuchillo no le desgarrara el pulmón.

Así que Meir y otros camaradas siempre estuvieron gravemente amenazados. No diría yo que pasaran necesariamente una época mucho más fácil que la nuestra. Pero a nivel macro, sí, es otra cosa. Es importante recalcar que Hadash es el único movimiento parlamentario que ha persistido en una asociación judeo-palestina real y profunda, algo que hoy en día es aún menos popular, entre otras cosas por las secuelas de la masacre del 7 de octubre perpetrada por Hamás.

¿Hasta qué punto es intensa la represión contra la izquierda en estos momentos?

Nos persiguen a diario. Hace poco, la policía cerró durante diez horas el club de Hadash en Haifa para impedirnos proyectar una película y celebrar una reunión contra el genocidio. En los primeros meses del genocidio, era totalmente ilegal celebrar manifestaciones en ciudades y pueblos palestinos dentro de Israel; no hablo de los territorios ocupados, sino dentro de Israel, estaba totalmente prohibido. Muchos compañeros han sido detenidos e interrogados únicamente por sus publicaciones y tuits en las redes sociales. Ha habido personas que han perdido su trabajo y estudiantes que se han visto expulsados simplemente por expresar su oposición al genocidio.

Y esto es la punta del iceberg. Hay un próximo proyecto de ley que prohibirá a Hadash y a otros partidos árabes participar en las elecciones, lo que significa que el 20 % de los ciudadanos de Israel no tendrá una lista a la que poder votar. Es importante subrayar la abolición de los derechos básicos de ser elegido, pero también la abolición de los derechos de voto de una quinta parte de la población de Israel.

De modo que también dentro de Israel se está produciendo un proceso cada vez más exitoso para convertir Israel en una dictadura fascista. Ya estamos en ello. Acabo de mencionar una ley, pero hay muchos otros proyectos de ley; hay una lista de más de 100 proyectos de ley y leyes que van a eliminar cualquier atisbo de potencial democrático.

Somos el objetivo principal porque si hay algo que temen Netanyahu, sus ministros y los fascistas -si hay una causa que les aterroriza más que la resistencia palestina- es la asociación entre judíos y palestinos. Quieren destruir esa causa como parte de la destrucción de los palestinos como pueblo, eliminar todos los derechos civiles y convertir Israel en una dictadura definitiva.

La razón por la que me suspenden a mí antes que a mis compañeros es porque soy el único judío que es diputado de la Knesset con Hadash, que es una coalición. Pero como soy el único judío entre cinco, me han tenido en el punto de mira especialmente por eso.

En términos de la sociedad israelí en general, mucha gente parecía estar atenta en Occidente al reciente intento de huelga general, y muchos estaban dispuestos a hacer la generosa afirmación de que se trataba de una especie de levantamiento masivo contra Netanyahu. Pero no parece que haya llegado a ninguna parte, lo cual plantea preguntas incómodas sobre el potencial de la sociedad civil israelí.

Sobre esto tengo dos cosas que decir. En primer lugar, la mayoría de los trabajadores israelíes carecen de organización. Hay una historia ingente que llevaría horas explicar, pero la historia de la clase trabajadora en Israel resulta bastante deprimente porque el Histadrut, el mayor de los llamados sindicatos, siempre fue no sólo sionista, sino que se dedicó mucho más construir la nación que a la lucha de clases.

Hasta la década de 1960, los árabes no podían ser miembros del Histadrut. Tras la creación del Estado de Israel, los palestinos que no fueron deportados u obligados a huir de las masacres eran ciudadanos de Israel, si bien hasta 1966 bajo gobierno militar, pero no se les permitía afiliarse a la Histadrut.

Menciono todo esto como trasfondo para entender por qué el Histadrut, como organización reaccionaria, no ha hecho nada contra el golpe fascista que el gobierno ha estado persiguiendo antes incluso del 7 de octubre. Bajo el azucarado término de «reforma judicial», Netanyahu deseaba transformar Israel en una dictadura fascista. Eso no suponía un fin en sí mismo; era un medio para llevar a cabo un plan de [el ministro de extrema derecha Bezalel] Smotrich para anexionar, expulsar, dominar y asesinar al pueblo palestino en los territorios ocupados.

Así que en realidad no hicieron nada contra el golpe. Tardaron meses y meses en convocar la huelga. Al cabo de unas horas, tuvieron que parar porque se lo ordenaron los tribunales: de acuerdo con las leyes israelíes, las organizaciones de trabajadores sólo pueden hacer huelga por motivos directamente relacionados con las condiciones de trabajo. Una vez que Histadrut anunció que iba a hacer huelga por el golpe, la negligencia del gobierno y el sacrificio de los rehenes, se volvió ilegal. Por eso, el tribunal les ordenó que la suspendieran. Resultó un fiasco premeditado.

Si no puede ejercerse una presión eficaz por parte de los trabajadores organizados, y si lo que parece ser un flujo ilimitado de ayuda norteamericana que llega a Israel puede aliviar problemas importantes como el colapso financiero del puerto de Eilat, ¿qué visión podemos tener de cualquier cambio potencial? ¿De dónde van a salir los recursos para cualquier futura ruptura?

Ha de haber una combinación de tres elementos. En primer lugar, tenemos manifestaciones en todo el país todo el tiempo. Antes del 7 de octubre, eran contra el golpe. Después, empezaron a ser no contra el genocidio, sino contra la política del gobierno respecto a los rehenes, porque esos rehenes se han visto sacrificados a sabiendas por Netanyahu y su gobierno.

Desde un principio, en estas grandes manifestaciones -especialmente por el sacrificio de los rehenes- en el Partido Comunista, en Hadash y en el movimiento contra el genocidio hemos exhibido consignas que piden la liberación de los rehenes, pero al mismo tiempo denominan la situación actual en Gaza como debería denominarse: como genocidio.

Pedimos que se detenga, no sólo porque sea la única forma de liberar a los rehenes, aunque es algo que apoyamos. Mantenemos estrechas relaciones con algunas de las familias de los rehenes, con algunos asesinados. No con todas, por supuesto, pero muchas son bastante cercanas a nosotros políticamente. Antes incluso del 7 de octubre, algunas de las víctimas tenían vínculos con Hadash y al movimiento contra la ocupación. Algunos amigos personales míos vinculados a nosotros fueron asesinados por Hamás.

Por eso nos hace falta ver a mucha más gente en las calles. Todos los sábados por la noche, a veces entre semana, hay miles de manifestantes en todo el país. Necesitamos millones, pero algunos tienen miedo: hay gente que ha perdido su trabajo, ha perdido su plaza de estudiante o se ha enfrentado a la violencia policial por participar en estas luchas.

El segundo elemento es que necesitamos presión internacional. Las órdenes de detención de la Corte Penal Internacional (CPI) son un gran paso adelante, es algo inmensamente importante. La mayor parte de la oposición se puso del lado de Netanyahu, incluidas las llamadas alternativas a Netanyahu: se alinearon con él contra la CPI y la comunidad internacional.

Hadash es el único que ha emitido explícitamente una declaración pública en apoyo de la CPI. Personalmente, he publicado en las redes sociales que apoyo a la CPI y que podría cambiar las cosas si los Estados que se supone que deben respetar la decisión de la CPI lo hicieran. Necesitamos que la comunidad internacional presione al gobierno israelí para que ponga fin al genocidio, libere a los rehenes, reconstruya Gaza y ponga fin a la ocupación, y establezca un Estado palestino independiente. Eso es imprescindible.

El tercer elemento es disponer de una verdadera oposición parlamentaria, algo que no existe actualmente. Aparte de nosotros, no hay oposición. No son únicamente los fascistas fanáticos de la oposición, como [Avigdor] Lieberman, no son tan sólo individuos armados que a veces están muy cerca de las ideas fascistas. También están los cobardes que tienen miedo de desafiar al gobierno genocida porque temen ser impopulares, liderados por los archicobardes [Yair] Lapid y [Benny] Gantz, que son asimismo, debo decirlo, básicamente derechistas.No me gustaría decir que son fascistas, pero son derechistas y cobardes.

Necesitamos esos tres elementos. Dadas las circunstancias, el elemento más fácil es la presión internacional. Si hay una verdadera presión internacional, por ejemplo, boicoteando a Israel, dejando de armar a Israel, respetando la decisión de la CPI, si eso se respeta, eso influirá definitivamente en la situación actual, y puede reducir la desesperación de los israelíes que apoyan el campo contrario al genocidio.

En Hadash ya hemos conseguido formar una coalición que incluye a más de 60 organizaciones contra la ocupación, contra la guerra, a favor de la paz y de los derechos humanos. Pero necesitamos a la comunidad internacional. Si no contamos con un verdadero apoyo internacional, tarde o temprano perderemos. No se trata sólo de que el genocidio y el número de muertos entre los palestinos vaya a ser aún mayor., sino de que existe el riesgo de una guerra regional, y un grave riesgo de guerra civil dentro de Israel y ríos de sangre en las calles de Israel. Eso es sólo cuestión de tiempo.

Esta parece ser una preocupación que está surgiendo: que la trayectoria actual de Israel es tan volátil que existe la posibilidad de degenere en un conflicto interno. No era difícil de considerar al ver las recientes escenas de turbas de israelíes armados enfrentándose físicamente a los militares por lo que era, esencialmente, el derecho a violar a presos palestinos.

Permítame empezar diciendo que en Israel ya no hay policía. Por supuesto, la policía, como cualquier otra institución, sirve a la clase dirigente. Pero, sin embargo, tuvo antaño la pretensión de servir al pueblo. Los altos mandos, y especialmente el alto comisionado de la policía, están totalmente comprometidos con el gobierno en general y con Itamar Ben-Gvir, el ministro ultrafascista y racista de la llamada «seguridad nacional». Es gente fiel y están comprometidos con él en persona. Esto no quiere decir que todos los policías sean unos fascistas. Pero, en tanto que organización, ya no le es útil al público. Sirve al gobierno y a Ben-Gvir.

Le daré dos ejemplos: usted ya ha mencionado uno de ellos. La agitación no se debió a que hubiera soldados israelíes que torturasen a detenidos palestinos, porque eso ocurre todo el tiempo. Hubo un incidente concreto de una persona palestina que fue violada por soldados israelíes y resultó gravemente herida. La policía militar se puso a investigar, cosa que no hace normalmente, y entraron en una base militar para detener a los sospechosos. Cuando llegaron allí, los compañeros de los sospechosos intentaron impedir que la policía militar se los llevara. Por si fuera poco, una turba fascista entró en la base, y entre ellos al menos un ministro y miembros de la Knesset, para sumarse a esos soldados y atacar a los policías militares.

Los policías militares de esta base llamaron a la policía para que les ayudara. La policía no acudió; posteriormente, un periódico descubrió que no fueron porque la secretaria de Ben-Gvir les dijo que no lo hicieran.

Sacrificaron a soldados israelíes para proteger a presuntos violadores. El mismo día, otra turba –acompañada una vez más por miembros de la Knesset- trató de invadir el tribunal militar para atacar a quienes investigaban a los sospechosos, quizás incluso para ponerlos en libertad.

Una vez más, la policía no acudió hasta que era demasiado tarde. Eso demuestra la actitud fascista de esa milicia llamada policía israelí.

¿Por qué fascismo? Uno de los expertos académicos más importantes sobre fascismo es mi antiguo profesor Ze'ev Sternhell, que escribió una vez que «el fascismo no empieza cuando las gentes empiezan a dispararse unos a otros, empieza cuando el estamento de poder del Estado empieza a discriminar a la izquierda en comparación con la derecha». Quienes están vinculados a los fascistas pueden hacer lo que les venga en gana. No hay ley.

Es una invasión casi natural de la mentalidad de ocupación que pasa de los territorios palestinos ocupados al Estado de Israel; lo que acabo de mencionar ha ocurrido una y otra vez en Cisjordania. Cuando los colonos atacan o incluso matan a los palestinos, la policía no investiga, no detiene, sólo en incidentes muy raros. Ahora, sobre quienes invadieron esas bases militares en Israel hace unos meses, no hay todavía ninguna investigación ni ha habido una sola detención.  

Por otro lado, la misma policía ataca brutalmente a los manifestantes contrarios al gobierno que se oponen al genocidio. Probablemente sea Einav Zangauker la líder más célebre de las familias de los rehenes, una mujer impresionante, que era en principio partidaria de Netanyahu, por cierto. Ya no. Es una mujer muy simpática, inteligente y valiente, a la que admiro.

Ella y su hija son blanco intencionado de la policía en cada manifestación. A su hija la persiguieron a caballo, la detuvieron y golpearon, al igual que a muchos otros manifestantes y muchas otras familias de los rehenes. Compárese este trato con el que da la policía a las turbas derechistas que irrumpen en bases militares.

Mi suspensión de la Knesset supone otro nivel más. Me han suspendido durante seis meses por alzar la voz. Se suponía que gozaba de inmunidad. Se supone que represento a un conjunto enorme de gente. No han logrado destituirme, les faltaron cuatro votos. Necesitaban 90, tenían 86, para una moción ilegal, según el asesor jurídico tanto de la Knesset como del gobierno.

Aun así, votaron en mi contra. Una vez que fracasaron en su intento de destituirme, me suspendieron por llamar al genocidio como debe llamarse y por firmar una petición en apoyo del recurso sudafricano ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ).

Esta es la situación en Israel: junto al genocidio, la limpieza étnica, los crímenes de guerra, las atrocidades, la ocupación y la persecución de los palestinos en sus territorios, también se está fortaleciendo el fascismo en Israel mediante la legislación y la persecución de los ciudadanos, deteniendo a la gente, golpeándola, etc. Israel está al borde de un régimen fascista en toda regla.

¿Qué es lo que te aporta esperanza?

Una cita de Antonio Gramsci que intento adoptar como lema es que un socialista debe aferrarse al pesimismo del intelecto junto al optimismo de la voluntad. No es un lema abstracto, sino una guía real. Es muy fácil sentirse muy desesperanzado, pero es un privilegio que no podemos permitirnos.

Cuando abro los ojos por la mañana, tengo un profundo sentimiento de desesperación y pesimismo. Pero tardo unos segundos en despertarme, literal y metafóricamente, y seguir adelante con nuestra lucha. No podemos hacer otra cosa.

A título más personal, yo no comparo la situación actual de Gaza con el Holocausto. Sí la comparo con lo que ocurrió en Alemania durante la década de 1930, pero en absoluto con lo que ocurría durante la década de 1940. Y espero no tener motivos para comparar ambas cosas en el futuro.

Pero en la familia de mis abuelos por parte de madre fueron todos masacrados por los nazis. Los mataron a todos. No sobrevivió nadie más aparte de mis abuelos, que abandonaron Polonia antes de la guerra. A menudo me pregunto qué habría pasado si hubiera habido mucha más gente que se hubiera manifestado en contra de aquellos crímenes. Quizás podrían haber salvado a millones de personas, incluida mi familia.

Es casi una herencia personal, como si me hablara la familia de mis abuelos. No aporta esperanzas, pero sí motivación para luchar, con todos los precios que tengo que pagar. Sencillamente, no puedo hacer otra cosa. Es un mandato socialista y humano, pero también es un mandato familiar, si se quiere.

Pero tengo esperanza, porque creo que vamos a cambiar las cosas. No sé si estaré aquí para verlo. Pero sé que vamos a triunfar. No es una esperanza abstracta o infantil, es algo que he aprendido de la Historia. ¿Se habría creído alguien que Nelson Mandela se convertiría en presidente de Sudáfrica sólo unos meses antes? ¿Se habría creído alguien en aquel entonces que el Ku Klux Klan del Sur Profundo de Estados Unidos podría quedar reducido a casi nada?

Se han producido tantos cambios que nadie podía creerlo. Así que eso forma parte de mi esperanza. Pero si no luchamos, no tenemos esperanza, porque el cambio no vendrá automáticamente de la nada. Llegará si continuamos y ampliamos nuestra justa lucha, basada en estos tres principios que he mencionado antes. Esa es mi esperanza.

La sociedad israelí es también la mía, y yo quiero que mi sociedad sea justa. Esto forma parte de la lucha. Quieren silenciarnos, y silenciarme a mí en particular, porque ellos no lo desean. Nos tachan de antiisraelíes, de antisemitas, y a mí personalmente, de judío que se odia a sí mismo. Todas esas mentiras se deben a que quieren silenciarnos. Y quieren perseguirnos porque no quieren que digamos la verdad para hacerle enmiendas a la realidad. Yo no me rendiré jamás.

diputado en la Knesset de la formación política Hadash desde abril de 2019, actualmente suspendido de sus funciones por denunciar el genocidio palestino en la cámara. Estudió Filosofía en la Universidad Hebrea de Jerusalén y se doctoró en Filosofía Política en la London School of Economics con una tesis “Sobre nacionalismo y democracia. Un análisis maxista”, que completó con una estancia postdoctoral en la Universidad de Columbia. Enseña además Ciencias Políticas en la Universidad de Tel Aviv y en el Sapir Academic College.
Fuente:
Tribune, 28 de noviembre de 2024
Temática: 
Traducción:
Lucas Antón

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