Manuel Aguilar Mora
11/03/2023“Hay más democracia actualmente en México que en Estados Unidos [de América]”, dijo Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en la mañanera del 28 de febrero, sólo dos días después que el país se había cimbrado con las manifestaciones de protesta más grandes realizadas contra la política electoral propuesta por el presidente de México, el llamado Plan B, ya aprobado por el Congreso legislativo que tiene como objetivo desmantelar el actual sistema nacional electoral (INE) para sustituirlo por un régimen controlado por el partido gobernante Morena (Movimiento de Regeneración Nacional). Cientos de miles de personas, en efecto, salieron a la calle el 26 de febrero en más de cien poblaciones, grandes y pequeñas, movilizaciones cuya cúspide fue la gigantesca manifestación-mitin de centenares de miles de personas en la Ciudad de México que abarrotaron la plaza nacional mayor del país, el Zócalo y sus calles aledañas.
El injerencismo estadounidense
En su declaración comparando las democracias de EE.UU y México AMLO fue tajante pero inconsistente. Contestaba así a las críticas que sólo horas después de las grandes movilizaciones de protesta había hecho un vocero del gobierno de Joe Biden cuando declaró que la administración de Washington seguía muy de cerca las protestas multitudinarias contra el Plan B de la reforma electoral obradorista y sostuvo que aun cuando respeta la soberanía de su vecino del sur, favorece la existencia de instituciones electorales no partidistas y un sistema judicial independiente en México y en el resto del mundo.
López Obrador reviró de inmediato en su mañanera del día siguiente con la declaración arriba citada afirmando la “superioridad” de la democracia mexicana con respecto a la estadounidense. Lanzó a continuación un rosario de críticas a la que llamó “tradicional política intervencionista, injerencista del país vecino que se inmiscuye en asuntos que no le corresponden” y enfatizaba que “en México existe más democracia que en Estados Unidos en donde gobierna”, dijo él, “una poderosa oligarquía” y para no desaprovechar el viaje señaló la inconsecuencia de la crítica del gobierno de Biden que no ha actuado ni intervenido contra el golpe de Estado en Perú y en donde su embajadora ha actuado como asesora de los golpistas. Intervencionismo que si ha hecho AMLO quien ha defendido públicamente al derrocado presidente Castillo y llamado públicamente ”pelele de la oligarquía” a la presidenta peruana Dina Boluarte. Como acostumbra, AMLO despliega un doble rasero a su conveniencia, su intervencionismo sería, por supuesto según él, muy diferente a la “tradicional política injerencista” de los presidentes estadounidenses.
Precisamente en la madrugada del 26 de febrero los medios informaron de la matanza de cinco jóvenes desarmados, impunemente ejecutados sin motivos evidentes por una brigada de soldados en Nuevo Laredo, una ciudad “hermana” de Laredo, Texas, en la frontera norte en el estado de Tamaulipas. El informe forense señaló que los cuerpos tenían entre uno y doce impactos de armas de fuego. Pasaron cuatro días después de ocurridos estos hechos para que AMLO se refiriera a ellos en la mañanera del 1º de marzo. Afirmó él: “si los militares resultan responsables serán castigados […] Debe quedar muy claro que este no es el gobierno de Fox o de Calderón, no es mátalos en caliente, aquí se respetan los derechos humanos de verdad”. En efecto los soldados han sido detenidos trasladados a la Ciudad de México en donde será juzgados.
La creciente violencia
Sólo cinco días después, el 3 de marzo, en otra ciudad fronteriza también de Tamaulipas, Matamoros, “hermana” de Brownsville, Texas, ocurría otro hecho violento cuyo trascendencia desbordó las fronteras de México y afectó también a EE.UU. Cuatro ciudadanos estadounidenses fueron secuestrados. Después de que se dio a conocer la información del secuestro se tardaron dos días para que las autoridades mexicanas, primero las estatales y después el propio AMLO, se refirieran a los hechos y fue hasta el 7 de marzo que el gobernador informó que dos de ellos estaban muertos y los otros con vida, aunque una, la mujer del grupo, gravemente herida. Una versión comenzó a circular según la cual fueron víctimas de una confusión pues habían sido considerados como narcotraficantes haitianos. El FBI hizo público los hechos, ofreció recompensas para encontrar a los culpables y como era de esperarse el asunto de inmediato se convirtió en un grave escándalo que ha afectado a las difíciles relaciones entre los dos países. La atmósfera violenta y envenenada de la situación en la frontera es patente. También el 3 de marzo el Wall Street Journal, publicaba un artículo de William Barr el ex procurador en el gobierno de Trump en donde afirma que el narcoterrorismo mexicano es como el ISIS y que los estadounidenses muertos por las drogas (en especial el fentanilo producido en los laboratorios de la sierra de Chihuahua, Durango y Sinaloa) son ya tan numerosos como los muertos en la Segunda Guerra Mundial. Haciendo eco de propuestas de representantes republicanos, Barr también considera necesaria la intervención militar de EE.UU. para “ayudar” a los militares y policías mexicanos en su combate contra los narcotraficantes
Ambos gobiernos tienen sus propias versiones e interpretaciones y hasta el momento de escribir estas líneas han llegado a un tácito acuerdo: los voceros de Biden han declarado que los militares no intervendrán y el gobierno mexicano investigará y se compromete a encontrar a los culpables, informando de todo al de Washington, el cual por su parte como siempre será un colaborador en esa tarea.
Esta situación de violencia de la actividad de los cárteles mexicanos se está convirtiendo en un tema de la política de relaciones exteriores de ambos países de la más alta importancia como lo muestran los casos del general Cienfuegos y sobre todo de Genaro García Luna, al cual nos referiremos abajo. Se perfila como un caso parecido al del muro fronterizo de Trump, es decir, en un tema central, “una piñata”, de las campañas electorales del año próximo, ante todo para los republicanos.
La polarización creciente
Este ambiente de desconfianza mutua creciente derivado de las fricciones también crecientes en la política de ambos países es el trasfondo del exabrupto inaudito excepcional en la relación diplomática con Estados Unidos. AMLO se había esforzado por conservar esta relación lo más estable y sin fricciones posibles. Por ejemplo, con Trump adoptó un discreto silencio rayano en el servilismo a pesar de las crudas groserías antimexicanas trumpianas que acompañaron su decisión de construir el muro fronterizo. En fin, ¿cómo entender este por completo inusual comentario de AMLO en su conversación concentrada en asuntos cotidianos de la realpolitik nacional, ajenos a cualquier reflexión internacionalista, histórica o teórica? Esta crítica de un presidente mexicano, en abierta polémica con representantes del régimen político de EE.UU. es inédita e inaudita y no se entiende sin comprender la situación de polarización en los medios políticos en general y que repercute directamente en la conducta del presidente mexicano. Así se explica que esté adoptando una actitud cada vez más tensa y ríspida con sus oponentes. En este año habrá pruebas importantes para lograr imponer su meta de restauración de un régimen autoritario en las elecciones de Coahuila y el Estado de México, el más grande del país y aumentan las fricciones sobre todo en plena recta final hacia las mayores elecciones presidenciales de la historia de México de junio de 2024 las cuales serán determinantes en muy alto grado del curso histórico que tomará el país. Unas elecciones decisivas cuya perspectiva es que el oficialismo es el gran favorito, lo que parece contradecir la exasperación e irritabilidad que expresa cada vez más frecuentemente el presidente. Tal vez él comprenda mejor las condiciones tan complejas de una situación en las que están en el tapete con igual chance las posibilidades de lograr o impedir sus propósitos. Es esta la fuente de muchos conflictos y desafíos en los marcos del propio estado y ante todo en la sociedad de México.
El clima dominante en los cuatro años transcurridos del gobierno obradorista ha sido caracterizado por los esfuerzos y planes políticos restauradores del tradicional autoritarismo mexicano. La pregunta clave se reduce pues a ¿estamos ante el regreso del PRI?
La erosión del apoyo a AMLO
La actual polarización y oposición cada vez mayor que se está dando al nivel nacional con respecto a los objetivos continuistas evidentes de AMLO de seguir siendo el jefe máximo de la política, aunque deje de ser (si en efecto así sucede) el presidente, es una oposición que se da en los marcos de pugnas interburguesas cada vez más tensas y candentes, pero que están tomando una trascendente dimensión nacional uno de cuyos efectos más notables es la erosión del apoyo masivo al obradorismo, muy evidente en las multitudinarias concentraciones en las plazas y en las marchas en las calles de cientos de miles de personas contrarias al Plan B y a otras expresiones políticas obradoristas. Una gran mayoría de esos mexicanos y mexicanas que han participado en las gigantescas jornadas multitudinarias tanto del 13 de noviembre como del 26 de febrero, en especial en la Ciudad de México, fueron partidarios y votaron por AMLO en 2018. Son personas de ambos sexos de edad mediana y madura, pocos jóvenes, y de sectores clasemedieros, pero también de trabajadores. Ya en las elecciones para diputados de 2021 se apreció esa erosión mayor del apoyo de los habitantes de la Ciudad de México a AMLO cuando la mitad de las votaciones favorecieron a la oposición que asumió el control de más de la mitad de las alcaldías capitalinas. Lo que las grandes manifestaciones recientes anuncian es claramente un desgaste del obradorismo ante tantas pifias y promesas sin cumplir de sus gobiernos, tanto el federal como los estatales. También representan en especial una creciente insatisfacción por el curso elegido de darle a los militares las grandes parcelas de poder no sólo político sino cada vez más de carácter económico que está convirtiendo a la intervención militar en los negocios en poderosa fuente de privilegios y de la fiel acompañante de éstos que es la corrupción.
La lucha por la democracia
El comentario del presidente comparando los sistemas políticos democráticos de México y EE.UU. fue, como se ha dicho, una argumentación excepcional en las conferencias y declaraciones de AMLO producida por la evolución cada vez más conflictiva de la lucha política en el país y sus derivaciones externas, las cuales se resienten ante todo en el país vecino del norte cuya presencia como factor político fundamental en México es axiomático.
Preservar la democracia, mantenerla lo más viva posible ante la grave y profunda crisis por la que atraviesa no sólo en México sino en todo el mundo, incluso en EE.UU. es una prioridad política. Como se vio mundialmente y se vivió dramáticamente en este país el intento de golpe de estado del presidente Donald Trump en enero de 2021 demostró que la más antigua república democrática de la historia no está blindada de la decadencia de los regímenes democráticos que presenciamos al nivel internacional.
Lo sucedido en 2020-21 en EE.UU. fue causa para un recordatorio de los orígenes históricos y de las grietas que aquejan a la democracia burguesa e imperialista (pues no existen las democracias sin adjetivos) surgida hace más de dos siglos con la independencia de las trece colonias inglesas en América del norte marcada con el estigma de la esclavitud que la acompañó durante su primer siglo de existencia. Esclavitud cuya eliminación exigió el pago del exorbitante precio de una sangrienta guerra civil que le costó la vida a Abraham Lincoln asesinado por un fanático sólo días después de haber declarado la victoria sobre el poder de los esclavistas del sur. Se impuso así la democracia de una burguesía que se convirtió en la más rica y poderosa del mundo en el siglo XX pero que todavía hoy en pleno siglo XXI, mantiene anacronismos heredados del siglo XVIII como el colegio electoral de representantes estatales que sigue siendo la institución cuasi feudal que decide el resultado final de las elecciones presidenciales en lugar de la votación popular nacional, lo que ha producido los anacronismos como los de George W. Bush y Donald Trump que son investidos como ocupantes de la Casa Blanca a pesar de tener millones de votos menos que los candidatos competidores del partido de oposición.
Como corresponde a todas las sociedades capitalistas la evolución de los estados es el reflejo de los niveles alcanzados de la lucha de clases. Las burguesías más ricas tienen recursos económicos que les permiten mantener regímenes políticos más democráticos. Las burguesías imperialistas, las más ricas del planeta, históricamente mantuvieron regímenes democráticos relativamente estables en Europa occidental y en otros pocos lugares del mundo. La burguesía imperialista más rica y poderosa de todas, la estadounidense, logró durante todo el siglo XX una estabilidad sustentada en la existencia de los dos partidos hegemónicos, el Demócrata y el Republicano, de los grandes capitalistas a través de los cuales mantuvieron una permanente estabilidad social. Fue también el sistema democrático que sustentó al imperialismo estadounidense que se convirtió en el policía mundial reprimiendo con intervenciones militares y de todo tipo los anhelos de liberación nacional y emancipación de las luchas populares de todos los continentes, empezando por su control geopolítico del Caribe y de Centro y Sur América, la región en la cual comenzó a poner en práctica sus métodos imperialistas de intervención y dominación a fines del siglo XIX, que después extendió a todo el mundo..
El totalitarismo mexicano
Ante el atroz historial (anti)democrático del gobierno imperialista estadounidense no es difícil relativamente hablando hacer comparaciones políticas que muestren situaciones menos desfavorables. Siendo presidente del país sureño vecino del Coloso del Norte, el primero que sufrió históricamente los efectos del expansionismo estadounidense, AMLO conoce esta historia. Por eso su declaración es deliberadamente inconsecuente pues al mismo tiempo que señala que “actualmente” hay factores que hacen “superior a la democracia mexicana” con respecto a la estadounidense, impulsa una reforma electoral cuyos objetivos son recortar y/o desaparecer drásticamente lo obtenido y logrado por México en materia de democracia. Veamos.
Durante más de un siglo México no tuvo una “democracia-burguesa” capaz de compararse con la del vecino del norte. De hecho, el pueblo de México durante más de un siglo vivió bajo una dictadura. Sólo hasta el inicio del siglo XXI la historia de México comenzó a presenciar la implantación de una débil, raquítica, casi de parodia democracia que por supuesto era clasista, burguesa.
Con el triunfo de la Reforma de Benito Juárez, México logró finalmente superar el legado semifeudal de la colonia española. Durante los primeros 50 años de la República Mexicana dominados por un dictador esperpéntico como Santa Anna, el país atravesó por crisis terribles como las guerras contra las invasiones extranjeras, primero contra EE,UU. y después contra el imperio bonapartista de Napoleón III que estuvieron a punto de desaparecerlo como nación. La Nueva España fue superada con la Restauración de la República liberal en 1867 sólo para caer en una nueva dictadura que se iniciaría con el propio Juárez y que se consolidaría con el otro jefe liberal que lo sucedió Porfirio Díaz. El porfiriato se extendió durante tres décadas hasta provocar la Revolución de 1910-19 cuya principal consecuencia fue la instauración de un gobierno diferente al derrocado porfiriato, pero también autoritario. Surgió un nuevo tipo de autoritarismo, el bonapartismo mexicano, forjado por los generales victoriosos sobre los ejércitos rebeldes de los campesinos lidereados por Villa y Zapata. Fueron dichos caudillos militares encabezados por Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles que a través de un golpe militar contra Venustiano Carranza tomaron el poder, quienes pusieron los cimientos del partido oficial creado por el estado postrevolucionario, el Partido Nacional Revolucionario (PNR) en 1929, partido que en 1946 cambió de nombre adoptando el de Partido Revolucionario Institucional (PRI) con el que se hizo famoso.
El priato bonapartista fue un régimen de partido único de facto que implantó la dictadura más larga del siglo XX. Ejecutando las típicas maniobras que caracterizan los métodos bonapartistas, usurpando el prestigio revolucionario instauró una dictadura perfecta en la cual formalmente cada cuatro años primero y después cada seis se realizaban “elecciones democráticas” que de hecho eran farsas en las que el presidente en funciones designaba a su sucesor que de 1920 hasta 1994 siempre fue el candidato presidencial victorioso. El maquillaje “democrático” incluía a partidos peleles y cuando surgían verdaderas oposiciones políticas se recurría al fraude descarado. Durante el priato las elecciones fueron controladas y organizadas por una Comisión Federal Electoral (CFE) integrada por su presidente (el secretario de Gobernación en funciones), los representantes de la mayoría de las Cámaras de Diputados y Senadores y de los partidos. La mayoría priista estaba siempre asegurada. Con el control corporativo de las organizaciones populares y sus victorias electorales garantizadas, el priato dominante durante prácticamente todo el siglo XX impuso un régimen cuasi totalitario.
La vida política fue hegemonizada completamente por el priismo. La lucha popular durante esos años tuvo como principal objetivo precisamente conseguir la democracia en movilizaciones masivas en los periodos electorales y protagonizadas por diferentes sectores sociales. Sin duda la jornada por la democrática más importante en ese largo periodo de luchas fue la del Movimiento estudiantil popular de 1968, cuyo trágico destino final en la masacre de Tlatelolco fue sin embargo la señal del inicio de una larga agonía del priato que duró más de dos décadas. Su final llegó con la insurrección neozapatista indígena del EZLN en Chiapas y los acontecimientos extraordinarios que detonaron el año clave de 1994. Uno de tales acontecimientos, fundamental y decisivo para la quiebra del régimen priista fue la desaparición de la CFE y la fundación del organismo ciudadano autónomo electoral, el Instituto Nacional Electoral (IFE), transformado en el actual INE.
Así, de modo por completo imprevisto se adoptó en México a fines del siglo XX un sistema electoral que le quitó al gobierno el control y organización de las elecciones al nivel nacional. En Estados Unidos nunca ha existido algo parecido.
El PRIAN
El quiebre del régimen priista fue un acontecimiento histórico en el cual incidieron diversos factores, siendo los dos más importantes en primer lugar, la insurrección neozapatista que recibió el apoyo y la solidaridad de amplísimos, mayoritarios sectores populares. Y en segundo lugar las consecuencias de tal poderosa fuerza en la política de los amos del país, quienes asesorados por su socio mayor en Washington recurrieron a un rapidísimo control de daños y se decidió que el priato debía irse.
Se improvisó un proyecto de bipartidismo integrado por el propio PRI y el partido burgués histórico que desde 1939, sin haber sido competidor del poder, actuó como un factor de presión y testimonial de fuerzas burguesas tradicionales, el Partido de Acción Nacional (PAN). Así surgió el PRIAN como fueron conocidos las tres administraciones del 2000 al 2018 que gobernaron al país, del 2000 al 2012 encabezadas por presidentes panistas (Vicente Fox y Felipe Calderón) y del 2012 al 2018 por uno priista (Peña Nieto).
Precisamente la existencia del INE y antes del IFE, es el factor que explica en gran medida los triunfos electorales habidos desde el 2000 correspondientes a los diversos partidos, en especial las victorias en las elecciones presidenciales que durante tres ocasiones permitieron la victoria de candidatos presidenciales de oposición: primero en el 2000, después en el 2012 y, ante todo, en el 2018 con el triunfo abrumador de AMLO.
El conflicto con el INE
Como toda parte integrante de un estado burgués el INE es una institución que necesariamente comparte las características que definen a las instituciones estatales de la sociedad capitalista vigente. Sin tener las dimensiones de los poderes estatales fundamentales, ciertamente en sus estructuras se encuentran muchas de las características esenciales que definen los procedimientos y las conductas de los miembros de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Tiene que perfeccionar sus estructuras y métodos y son reprochables los montos de honorarios tan grandes de los consejeros dirigentes, también es insultante que su secretario ejecutivo se haya enquistado por más de catorce años como pieza administrativa clave y las posturas de sus voceros pueden ser criticables e incluso intolerables. Pero en todas las instancias del estado existen todos esas imperfecciones y excesos, incluso a veces en mayores proporciones. No es eso exactamente lo que ha impulsado a AMLO y a Morena a tratar de desaparecer al INE, sino su calidad de institución relativamente autónoma e independiente.
El enfrentamiento de AMLO con el INE es parecido al que lo ha enfrentado con la judicatura. Y también son iguales los rasgos de cinismo que despliegan los políticos gubernamentales en dichos conflictos. AMLO propuso una candidata a presidenta de la Suprema Corte de Justicia que fue rechazada por haber plagiado su tesis de licenciatura y ahora se sabe que también plagió su tesis de doctorado. La propuesta de AMLO fue rechazada.
El escándalo fue mayúsculo y de hecho sigue pues la jueza no ha renunciado a su puesto. Pero por su parte AMLO, después de haber fracasado en su intento de imponer como presidenta de la Corte a esa notoria y corrupta jueza , ahora despotrica contra toda la judicatura acusándola de ser una institución corrupta.
O sea, no hay nada nuevo ni sorprendente en la situación de desigualdad, opresión, mentira, crimen y corrupción en prevaleciente bajo todos los signos de los grupos dominantes en el capitalismo dominante. Una situación que a pesar de la logorrea presidencial se mantiene casi intacta tal y como estaba con los gobiernos precedentes. superándose. Los muertos por enfrentamientos. dolosos durante los cuatro años que van del gobierno obradorista ya alcanzan a los habidos durante todo el gobierno de Peña Nieto, sigue vigente la estadística del horror de diez feminicidios diarios, los familiares de los 43 estudiantes de Ayotzinapa comienzan a desesperarse y algunos ya quieren romper públicamente con el gobierno incapaz de decirle claramente lo que sucedió con sus hijos.
Es evidente que no estamos en un paraíso pero si estamos a tiempo de tomar en cuenta las notorias advertencias que señalan factores que tienden a empeorar la situación y a luchar contra ellos para impedir como sea que México regrese al purgatorio del bonapartismo autoritario para no hablar incluso del infierno del militarismo e incluso de la barbarie fascista.
El narcoestado mexicano
Precisamente sólo días antes de las espectaculares movilizaciones del 26 de febrero se vivió otro acontecimiento que también cimbró al país. Fue el juicio realizado en Brooklin a Genaro García Luna en el que el jurado lo encontró culpable de haber colaborado como cómplice de los cárteles de la droga. García Luna fue un poderosísimo policía y secretario de estado de los gobiernos panistas de Fox y ante todo de Calderón. El veredicto ha sido tremendo pues es la primera evidencia tajante de un alto funcionario gubernamental mexicano que ha sido juzgado, en EE,UU, y no en México y encontrado culpable de complicidad con la delincuencia de los narcotraficantes. No sólo fue de todas las confianzas de presidentes mexicanos, sino que recibió las seguridades de las agencias estadounidenses, la CIA, la DEA. el FBI y el Interpol, con recursos enormes en pesos y en dólares, habiendo sido y considerado el zar de la lucha contra el narco practicada durante veinte años. La tremebunda y peligrosa realidad que este caso representa llevó al propio AMLO a declarar que durante el gobierno de Calderón el gobierno de México se convirtió en el fundamento de un narcoestado. Se dieron enormes provocaciones por parte de voceros del gobierno que llegaron a declarar y propagandizar que las grandes manifestaciones del 26 de febrero se organizaban para…¡defender a García Luna!
La cuestión de la lucha contra el narcotráfico está vinculada de forma directa con la política exterior de México y, para decirlo más precisamente, con las relaciones con Estados Unidos. El asunto de García Luna, de los demás capos narcos y su violencia, como se ha visto con los acontecimientos de Matamoros se está convirtiendo en un tema de la vida cotidiana, de la política de los estadounidenses. Los grupos imperialistas más reaccionarios e intervencionistas de ambos partidos dominantes presionan al gobierno de Joe Biden para que adopte una postura más dura con respecto a lo que ellos llaman “los cárteles narcoterroristas”. Se vislumbra en el próximo futuro un endurecimiento del gobierno de Washington con respecto a sus relaciones con México ya sea que sigan en la Casa Blanca los demócratas o triunfen los republicanos en 2024.
El desafío democrático
Estamos ante perspectivas en las que priva la incertidumbre no sólo en México sino a nivel mundial. Vivimos momentos cruciales en los que el aceleramiento de las crisis políticas, económicas, sanitarias, del medio ambiente y bélicas que nos afectan a todos, también nos obligan a la más consciente intervención política. Las grandes movilizaciones de los últimos días son la demostración de una creciente concientización popular. Hay ciudadanía, hay masas en movimiento y la tendencia es que crecerán, serán cada vez más amplias y profundas. La tarea es la forja del nuevo o nuevos liderazgos que la situación exige. Las dos figuras principales que intervinieron como oradores el 26 de febrero, un antiguo y corrupto ministro de la Suprema Corte y una periodista de notoria raigambre priista no podrán ser parte de esa dirección que se está forjando en el seno de esos miles de hombres y mujeres que no han sido simpatizantes ni del PRI ni del PAN y cuyo atractivo para ellos es nulo. Es entre ellos que surgirá el nuevo liderazgo.
Una de las características centrales de la situación actual tanto en México como a nivel mundial es el protagonismo contradictorio de las fuerzas sociales revolucionarias. Pero la riqueza de las movilizaciones sociales del 13 de noviembre, del 26 de febrero a las que no es posible dejar de agregar las caudalosas manifestaciones de las mujeres el 8 de marzo que también reventaron las plazas de decenas de ciudades empezando por el Zócalo de la Ciudad de México, no cayeron del cielo. De una forma u otra están vinculadas históricamente a esa trayectoria de luchas populares que se han dado en ese largo periodo contra el antidemocrático sistema dominante antes descrito. De hecho, los orígenes del obradorismo precisamente están en esa trayectoria y explican sus triunfos del 2018, los cuales están siendo atrevida y desvergonzadamente traicionados con su política de restauración autoritaria emprendida inmediatamente después de esa victoria arrolladora que llevó a AMLO y su familia a habitar en el Palacio Nacional.
Las perspectivas
Los acontecimientos de los últimos meses señalan que estamos ante un periodo lleno de tareas y posibilidades democráticas y que nada está escrito y decidido. Qué las luchas que anuncian esas movilizaciones decidirán el rumbo del país. El regreso del autoritarismo en México no será fácil. De hecho, estamos a tiempo de impedirlo.
Morena es un partido profunda y estructuralmente antidemocrático, por su caudillismo, por su oportunismo completamente burgués y por su intolerancia. Hay obradoristas que no esconden su profundo antidemocratismo cuando dicen abiertamente que “su democracia es una democracia sin conservadores”. Es decir, aspiran a sociedades totalitarias. AMLO ha evaluado en 25 millones los conservadores nacionales, tales obradoristas ¿los mandarán al exilio o a gulags mexicanos?
La sociedad emancipada y democrática es una sociedad libertaria en la que caben todos, pues es la expresión del anhelo de hacer realidad la fraternidad y la solidaridad entre los pueblos. Las experiencias históricas nos señalan que cuando los procesos emancipadores y libertarios pierden su esencia democrática popular, se burocratizan produciéndose terribles contrarrevoluciones. Surgieron así las espantosas experiencias del estalinismo en la antigua URSS, del maoísmo en China y también en América Latina se han dado las experiencias de la burocratización de la revolución cubana y más recientemente las experiencias impresentables de la Venezuela de Maduro y la transformación de la Nicaragua sandinista en el actual horroroso gobierno de Daniel Ortega y su esposa.
Los movimientos sociales insurgentes, rebeldes y revolucionarios actualmente presentes en México son independientes de los partidos, tanto de Morena como del bloque de la oposición burguesa nucleado alrededor del PAN-PRI-PRD. Su lucha política no tiene todavía una expresión partidaria propia, es esa su principal debilidad. Esa debilidad es especialmente notoria al nivel electoral por eso es necesario mantener intransigentemente la independencia de ambos campos burgueses, el obradorista y el del PAN-PRI-PRD. No obstante eso no significa que se eluda la participación en las elecciones, cuestión que representa un gran desafío en el cual la respuesta que den al mismo los diversos agrupamientos socialistas actuantes hoy en día será muy importantes. Y ante todo preservar viva la lucha en las calles, en los lugares de trabajo, en los recintos escolares y en los barrios por los objetivos clasistas, feministas, defensores del medio ambiente, contra las guerras y por la solidaridad internacionalista
Las victorias y las derrotas del pasado de los movimientos sociales nos son absolutamente pertinentes. Y hay una lección fundamental que podemos sintetizar así: no puede haber lucha social radical, rebelde y/o revolucionaria sin democracia. La superación de los males, los vicios, la desigualdad, la opresión, la mentira, la corrupción y los crímenes de toda sociedad clasista, como lo es la capitalista, es imposible sin la democracia popular, de la mayoría del pueblo, los trabajadores, los campesinos, los maestros, los estudiantes, las mujeres y todos los demás sectores oprimidos. Por eso para todos ellos en su lucha considerar la defensa de todos los espacios democráticos por mínimos que sean es fundamental. Es la premisa para nuevas y mayores conquistas democráticas, para el surgimiento de un México libertario, emancipado, igualitario, feminista, cuidador del medio ambiente e internacionalista.