Stéphanie Wenger
19/12/2015La carrera electoral de Marruecos comenzó en septiembre con las elecciones locales y regionales, y alcanzó su punto álgido el martes 13 de octubre con la elección del presidente de la Cámara de Consejeros, la Cámara Alta del Parlamento. [1] Los 120 representantes elegidos (217 antes de la reforma constitucional de 2011) han nombrado a Hakim Benchemass, del Partido de la Autenticidad y Modernidad (PAM), presidente de la Cámara de Consejeros. Fueron necesarias dos rondas para descartar al oponente de Benchemass, del partido Istiqlal, Abdessamad Kayouh, con el estrecho margen de un voto. Esta ajustada victoria ha permitido a la oposición parlamentaria asumir el control de la Cámara Alta.
Aunque el Partido Istiqlal, partido histórico de la independencia de Marruecos, quedó tercero en las elecciones regionales, obtuvo el mayor número de escaños en la Cámara de Consejeros con un total de veinticuatro. El resultado supuso poco más que un premio de consolación para el partido, que sufrió un gran golpe al perder la ciudad de Fez, el bastión que había dominado tanto tiempo, de la que el secretario general del partido, Hamid Chabat, había sido alcalde desde 2003.
El 8 de octubre, una investigación sobre la «compra de votos» de veintiséis personas, entre ellas diez parlamentarios, seis de los cuales eran miembros del Partido Istiqlal, originó gran controversia en la política marroquí. Según Mohamed Madani, profesor de ciencias políticas en la Universidad Mohamed V, «hay intencionalidad política en la noticia, y el momento en el que llega, víspera de la elección del presidente de la Cámara de Consejeros, un cargo crucial para el partido, no es casual». El profesor Madani agregó que, a raíz de las elecciones, el Partido Istiqlal había anunciado su intención de abandonar la oposición parlamentaria para conceder una «ayuda crítica» al gobierno; «uno empieza a preguntarse si se ha ejercido algún tipo de presión a través del poder judicial para facilitar las cosas al PAM, la segunda fuerza en la Cámara Baja». [2]
¿Votar para qué? ¿Y para quién?
Regresemos al 4 de septiembre en la ciudad de Rabat, en un barrio popular de la antigua medina de la capital. Los votantes atraviesan con asiduidad el portón de una escuela primaria situada al fondo de un callejón. Cuando se le pregunta a quién va a votar, Charaf, ingeniero, encoje los hombros: «No he podido apreciar diferencias entre los programas de los distintos partidos; voy a votar o bien por el Partido de la Autenticidad y la Modernidad (PAM), o por el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), los únicos que disponen de medios para actuar». Fundado en 2008 por uno de los asesores más influyentes de Mohammed VI, el PAM es en la actualidad el principal rival del conservador Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD). Este partido islamista, que ganó las elecciones en 2011, ha liderado la coalición de gobierno desde entonces. Los ataques entre ambos partidos han marcado la campaña, y las declaraciones de votantes como Charaf, que encuentran serias dificultades para distinguir entre los diversos partidos políticos, confirman esta polarización de la vida política sobre la que se ha debatido ampliamente. Khalid Ben Aboud, candidato del PJD en el mencionado distrito, saluda la reforma que apunta a una mayor descentralización del poder, puesto que concede mayores competencias a los consejos regionales: «Nuestro lema es la lucha contra la corrupción y una buena gobernanza a nivel local y regional. Solo una gestión más libre nos permitirá determinar la idoneidad de nuestra elección». Durante las elecciones de 2009, el PJD obtuvo resultados muy pobres, con un escaso cinco por ciento de los votos. Desde 2012, ha tenido el control del gobierno, pero, ¿favorecerá el resultado de las elecciones su balance general? «Estamos ante un desafío histórico y esperamos poder consolidar nuestra posición», afirma Ben Aboud.
Un voto moral
Las últimas elecciones han supuesto un éxito para el PJD, que se ha puesto a la cabeza con 1,5 millones de votos, más del doble de los resultados obtenidos en 2009, y ha recibido 200.000 votos más del PAM. Y aunque el partido islamista quedó tercero a nivel de consejos locales, por detrás del PAM y del Istiqlal, los partidos de izquierdas fueron los principales perdedores de las elecciones. Según Ali Bouabid, director del grupo de expertos Fundación Abderrahim Bouabid, el éxito del PJD es consecuencia de una «usurpación de poder»:
La campaña, centrada principalmente en problemáticas nacionales e ideológicas, se ha polarizado enormemente a causa del duelo entre el PAM y el PJD. Apenas se ha producido debate para valorar a los representantes elegidos. No ha habido ningún voto de protesta en contra del partido en el poder, pese a que así suele ocurrir en todas las elecciones provisionales. El PJD se ha provisto de voces muy diversas, y se proclama como el primer partido urbano.
Además, Bouabid ha destacado un punto importante: la brecha entre los 1,5 millones de votos del PJD y los más de 14 millones de votantes registrados en Marruecos:
La desconfianza generalizada hacia los políticos, que alimenta el abstencionismo, sigue siendo omnipresente. Paradójicamente, también obliga al PJD a poner sobre la mesa sus principios morales. Sin embargo, el PDJ es capaz de ganarse a su electorado tradicional, así como a los votantes que ejercen el voto de castigo y rechazan la escena política actual, que consideran perversa. Parte de la clase política más castigada integra la coalición, y el PJD se alimenta de las debilidades de los demás.
Para el profesor Madani, los resultados obtenidos por el Partido de la Lámpara (un alias para el PDJ, que responde a su insignia de partido) se han recibido con gran sorpresa:
Pese a haber adoptado medidas muy adversas para la clase media, muchos de los integrantes de esta clase han votado por el PJD. El gobierno ha cerrado el camino para la contratación directa de licenciados en situación de desempleo, ha incrementado el precio de la gasolina, ha modificado los términos del Fondo de Indemnización, retrasado la edad de jubilación, etc. Se esperaba que estas decisiones produjeran una reacción violenta. Sin embargo, los votantes conocen el balance del gobierno y el fracaso de la lucha contra la corrupción. Saben que su margen es muy estrecho y ese es el motivo por el que no cargan la culpa solo en él.
En la zona rural, donde los votantes han estado más activos que en ningún otro lugar, el PAM ha sido el partido con mejores resultados. Mounia Bennani-Chraibi, profesor de la Universidad de Lausana, ve en este fenómeno la acentuación de una tendencia y la materialización de dos culturas políticas distintas, atrapadas entre un «partido populista» como el PJD y un «partido de gente notable» como el PAM: «Este último une a los ciudadanos que buscan movilizarse a través de una autoridad social que disponga de su propio material y recursos simbólicos, y sus propias redes. Lo cierto es que tienen más clientes y agentes que activistas auténticos». Según el investigador, el éxito rural se explica por «el hecho de que el PAM se ve como un partido cercano al gobierno, que atrae a las personas más notables de las zonas rurales, o a los “propietarios” de los bastiones electorales, quienes cambian con facilidad de etiqueta política; no se posicionan siguiendo los criterios de las problemáticas nacionales o los programas regionales, lo que les importa es la redistribución de los escasos recursos y su protección».
Alianzas prescritas
El partido islamista obtuvo el mayor número de escaños en los consejos regionales. Aun así, solo ocupó la presidencia en dos regiones frente a las cinco del PAM. Un juego de alianzas ha rectificado los resultados directos de las urnas. «Esto puede explicarse por la ingeniería electoral (sistema de votos, diseño de encuestas...)», arguye Madani, «pero también se debe a que un elevado número de partidos no son autónomos a la hora de formar alianzas. Funcionan según las instrucciones que reciben y están bajo el control administrativo, o a veces incluso los controlan las élites, quienes determinan las reglas administrativas, todo lo cual ha sido ampliamente demostrado». Por tanto, el PJD estaba limitado en su capacidad para lograr un equilibrio aceptable en el palacio: «Las elecciones debían haberse celebrado en 2012, pero se pospusieron para evitar que el PJD arrasara en las provincias, pues acababan de ganar las elecciones legislativas», agrega Madani. Ahora es probable que las elecciones legislativas también orbiten en torno a la confrontación entre el PAM y el PJD.
Khalid Ben Aboud, representante electo del PJD en Rabat a quien se entrevistó el día que se celebraban las elecciones a la presidencia regional, explica:
Resulta paradójico; en términos de votos lideramos toda la región y hemos celebrado alianzas con los partidos estando en mayoría, pero nuestros supuestos aliados no han mantenido su palabra. Es el caso particular de la Reunión Nacional de Independientes (RNI), quienes rechazaron la alianza en Casablanca y casi nos traicionaron en Tetuán... Todo esto representa una ilegitimidad tanto política como ética. Seguro que tendrá repercusiones en la coalición.
Pero Ali Bouabid pone en cuestión esta declaración: «Todos los partidos están de acuerdo con las alianzas, y nadie las pone en entredicho. La coalición de gobierno no ha sacado ninguna conclusión de lo ocurrido; y pese a que el PJD se queja de la conducta del RNI, la situación va a seguir como está. El PJD sigue enmarañado con su actitud moralista sin facilitar propuestas políticas...»
El sur en la línea de fuego
¿Podría la preeminencia de la lógica partidista socavar el impacto de la regionalización? Las reformas llevadas a cabo por el rey Mohammed VI finalmente se consagraron bajo el término de «regionalización avanzada» en el Artículo 1 de la constitución de 2011. Mediante elección directa, a los Consejos Regionales se les ha encomendado competencias importantes y un mayor poder regulatorio. Se ha establecido un fondo solidario y uno de apalancamiento. Las autoridades locales son ahora responsables de la aplicación de los presupuestos. «Este es un proyecto de gran envergadura», reconoce Bouabid. «Se han transferido competencias notables, con recursos importantes, pero el estado también está tratando de introducir el territorialismo mediante la descentralización. El proceso sigue estando bajo su control, pero es cierto que concede cierto margen en comparación con la situación anterior». Por tanto, los gobernadores regionales siguen ejerciendo un papel fundamental.
El regionalismo avanzado podría considerarse como una vía positiva para el plan de autonomía de Marruecos en lo concerniente al disputado territorio de Sáhara Occidental. En el discurso de apertura del Parlamento del 9 de octubre, Mohamed VI recordó la participación electoral en las «provincias del sur».
Si los vecinos experimentan una descentralización mayor, se propiciará un aumento en la participación de la ciudadanía respecto a la gestión de su futuro y el destino de los territorios», explica Ali Bouabid. «Esta cuestión también dependerá de la configuración diplomática. Marruecos no está solo, pero podemos conjeturar que los llamados a una mayor autonomía podrían desvanecerse con el argumento de que ya existe un proceso de regionalización», añade Mohamed Madani.
El analista destaca algunos resultados positivos de la aplicación de esta reforma para el futuro de los territorios meridionales: «Podrían ser positivos si la regionalización viniera de la mano de la democratización; uno puede imaginar que los jóvenes saharauis preferirían verse en este modelo, que estar sujetos a un pequeño estado o incluso a Argelia». Con todo, Madani insiste en que «la reforma plantea la cuestión de la democratización, así como la de la disposición de la monarquía a realizar concesiones: es un problema de separación de poderes».
Notas:
1- NDLR. Sus miembros son elegidos de forma indirecta, durante un periodo de seis años, por los representantes electos de las cámaras profesionales, los empleados, la Confederación General de Empresas de Marruecos y las autoridades locales.
2- La Cámara de Representantes, o «Cámara Baja», se compone de 395 miembros elegidos mediante sufragio universal directo y un sistema de listas proporcional, por un periodo de cinco años.
[Este artículo se ha publicado en colaboración con OrientXXI]