Àngel Ferrero
29/05/2011
«Muertos... muertos... ancianos y todavía calientes. ¡Toda una curiosidad! ¡LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL en todo su esplendor! ¡35 países contendientes directa o indirectamente! ¿Has visto las cifras?... ¿Un recuento histórico para el mañana? ¡10.000.000 de muertos! ¿Cuántos años de esperanza de vida quedaron atrapados en el fango? ¿Cuántos huérfanos? ¿Y mutilados? ¿Y viudas? Sólo en Francia fueron 930 hectáreas de cementerio. Buena tierra para la remolacha, pero sólo con cruces plantadas. Si todos los muertos franceses desfilaran a fila de cuatro el 14 de julio, haría falta al menos 6 días y cinco noches antes de que el último llegara a pasar... ¡12 distritos, 2.907 municipios, 485.000 hectáreas forestales, 1.923.000 hectáreas de tierra fértil devastada! ¡794.000 casas e inmuebles, 9.332 fábricas y 8.333 obras de arte destruidas, es decir, 71.000.000 m3 de escombros! Sería necesarios 330.000 m3 para cubrir los 780 km de trincheras del frente... ¿Y el coste de cañones, obuses y demás porquerías? ¡Dos billones y medio de francos en oro! Por ese precio, cada habitante de Europa sin contar a los rusos habría podido percibir una pequeña casa de cuatro habitaciones...» Este monólogo interior, sobre la imagen del rostro de un soldado francés en estado de shock, corresponde al último capítulo de La guerra de las trincheras 1914-1918 (Barcelona, Norma, 2009), uno de los mejores cómics del anarquista francés Jacques Tardi sobre la Primera Guerra Mundial.
«Creo que estos acontecimientos son muy afortunados, los llevo esperando hace cuarenta años. Francia se rehace, y en mi opinión, no podía rehacerse sino mediante la guerra, que la purifica», dijo el obispo Alfred Baudrillart en Le Matin, el 16 de agosto de 1914. El clero francés era de la opinión de que, si Jesús viviera, empuñaría un fusil francés para disparar a los alemanes, quienes, a su vez, al otro lado de la tierra de nadie, creían tener a «Goethe en los tambores, Nietzsche con mochila, Jesús en las trincheras.» [1] Kultur contra civilisation; la desaparición de los imperios alemán, austro-húngaro y otomano; miles de desplazados; nuevos estados, y con ellos, nuevas fronteras; el genocidio armenio; el descrédito absoluto del Estado y de la Iglesia; la crisis interna de la socialdemocracia. Las fuerzas del siglo XIX habían terminado su recorrido y se habían agotado. Ya lo dijo Eric Hobsbawm: con la Primera Guerra Mundial empieza de veras el siglo XX. La Gran Guerra trajo consigo nuevos horrores nunca antes vistos en el continente: las alambradas de espino, la ametralladora, el gas tóxico, el bombardeo aéreo, el tanque, el lanzallamas. Sus consecuencias sociales inmediatas fueron la revolución bolchevique de 1917 en Rusia, la revolución de noviembre de 1918 en Alemania, la guerra civil en Finlandia entre rojos y blancos en 1918 y la proclamación de la República de consejos húngara en 1919. El cierre en falso de aquella guerra que se quiso para terminar con todas las guerras, y muy especialmente los términos draconianos impuestos a Alemania en el Tratado de Versalles denunciados por John M. Keynes en su clásico Las consecuencias económicas de la paz (1919), abonaron el terreno para un conflicto que habría de superar con creces al anterior.
Los nombres de Verdún, Galípoli o Marne no nos dicen mucho ya. Sin embargo, la cantante británica PJ Harvey ha decidido retomar este capítulo de la historia contemporánea para su último disco, Let England Shake (Island Records, 2011) presentado el sábado pasado en el Primavera Sound, un lugar poco adecuado para presentar un disco de estas características y tender vasos comunicantes entre la Primera Guerra Mundial y los conflictos bélicos de nuestra era.
La guerra ha sido ciertamente un tema muy transitado por el arte y la literatura, pero casi siempre, no es necesario insistir en ello, desde la glorificación de sus estrategas y caudillos, y nunca desde el padecimiento de los soldados y de la población civil, al menos hasta Los desastres de la guerra de Goya inspirado en Les Grandes Misères de la guerre, los aguafuertes de Jacques Callot sobre la Guerra de los Treinta Años, citado por la cantante de Dorset junto a T.S. Eliot y Harold Pinter como una de las principales fuentes de inspiración para el disco. Si la experiencia del soldado en la guerra es difícilmente representable, más aún lo es en la música contemporánea, más allá piezas sinfónicas como la Obertura de 1812 de Tchaikovsky cuya estructura musical narra la derrota de los ejércitos napoleónicos en la batalla de Borodino y del género de la canción protesta. Sabido es que Theodor W. Adorno intentó escribir una sociología de la música y nadie más capacitado que él para la tarea y se rompió los dientes en el intento.
Del octavo disco de PJ Harvey puede decirse algo parecido de lo que Jonathan Jones ha escrito a propósito de la obra de Michael Fay. La guerra, escribe Jones, «es casi siempre un tema demasiado fácil para el artista. La violencia que nos horroriza es espectacular. Las heridas son chocantes y grotescas. La fotografía es el medio a través del cual vemos por lo común la guerra [ ] la cámara es brutal. Puede mostrar un cuerpo calcinado, pero no la emoción del fotógrafo que lo ve. [ ] El dibujo es diferente. Un buen artista que dibuja un cuerpo herido registra no sólo la carne cicatrizada, sino las emociones inherentes en el acto mismo de dibujar y en el encuentro humano entre el artista y el sujeto retratado.» [2] (Interesantemente, PJ Harvey contactó con el fotógrafo Seamus Murphy después de ver su exposición A Darkness Visible para que le hablase de sus experiencias en Afganistán; la colaboración creció al punto de convertirse Murphy en el encargado de las fotografías y vídeos promocionales.) Let England Shake, que se aleja de la inmediatez política de la canción protesta y con ello adquiere una universalidad que de otro modo no tendría (Written On The Forehead, ¿nos habla de los Dardanelos o de Irak? ¿O quizá de ambas cosas?), funciona con imágenes evocadoras y efectivas, como es el caso de The Glorious Land:
«How is our glorious country ploughed? / Not by iron ploughs / Our lands is ploughed by tanks and feet, / Feet / Marching [ ] How is our glorious country sown? / Not with wheat and corn. / How is our glorious land bestowed? / What is the glorious fruit of our land? / Its fruit is deformed children. / What is the glorious fruit of our land?/ Its fruit is orphaned children.»
(¿Cómo se está arando nuestro glorioso país? / No con arados de hierro / Nuestro país está siendo arado por tanques y pies, / Pies / Marchando [ ] ¿Cómo se está sembrando nuestro país? / No con trigo y maíz / ¿Qué se le está dando a nuestro glorioso país? / ¿Cuál es el glorioso fruto de nuestro país? / Su fruto son niños deformes. / ¿Cuál es el glorioso fruto de nuestro país? / Su fruto son niños huérfanos.)
O en The Colour of The Earth:
«Louis was my dearest friend / Fighting in the ANZAC trench / Louis ran forward from the line / I never saw him again / Later in the dark / I thought I heard Louis' voice / Calling for his mother, then me / But I couldn't get to him / He's still up on that hill / 20 years on that hill / Nothing more than a pile of bones / But I think of him still / If I was asked I'd tell The colour of the earth that day / It was dull and browny red / The colour of blood, I'd say.»
(Louis era mi mejor amigo / en el combate en la trinchera con los ANZAC [acrónimo de Australian and New Zealand Corps] / Louis se avanzó a la línea / nunca lo volví a ver / Después en la oscuridad / Creí oír la voz de Louis / Llamando a su madre, después a mí / Pero no podía llegar hasta él / Aún sigue en aquella colina / veinte años en aquella colina / Un montón de huesos, nada más / pero aún pienso en él / si me preguntasen diría / que el color de la tierra aquel día / era apagado y rojo oscuro / el color de la sangre, diría.)
Let England Shake grabado en colaboración con John Parish durante cinco semanas en una pequeña parroquia de Dorset será con toda seguridad uno de los mejores discos del 2011. A sus 42 años, PJ Harvey ha conseguido no sólo que canciones de varios estilos funcionen independientemente y, a la vez, como un todo con sentido algo conseguido, si bien en registros muy diferentes, por The Clash en London Calling (1979) o Billy Bragg en The Internationale (1990), sino reunir, como ha escrito Dorian Linskey, un material que es «experimental en su concepción, pero simple en su ejecución, con melodías directamente emocionales y una interpretación deliberadamente rudimentaria»,[3] apoyándose en el uso de la voz, las guitarras y, notablemente, la autoarpa, que había empleado ya en Uh Huh Her (Island Records, 2004) y White Chalk (Island Records, 2007). PJ Harvey, célebre por su capacidad para reinventarse tanto musical como estéticamente en las fotografías de promoción y conciertos aparece con un largo traje de color blanco o negro y tocada con un penacho de plumas, es capaz de tomar tanto del folclore británico evitando sus lugares comunes (The Last Living Rose, The Colour Of The Earth) como recurrir a citas musicales ya sea directamente, en forma de sample, en Written in the forehead con un fragmento de Blood & Fire (1970) de Niney The Observer; o irónica e indirectamente, en The Words That Maketh Murder, con una línea de Summertime Blues (1958) de Eddie Cochran (I'm gonna take my problem to the United Nations). Para el disco PJ Harvey emplea un tono vocal más elevado del habitual, con resultados extraordinarios en la hermosamente triste On Battleship Hill, en referencia a una batalla de la campaña de Galípoli en la que perdieron la vida más de 8.700 soldados del Imperio británico y 14.200 soldados turcos.
Habrá quien eche en falta una denuncia política más directa. Pero el arte no es no debería ser un simple vehículo al servicio de la política. Entre l'art pour l'art y la consigna siempre hay espacio para algo más, como Heine aconsejaba en su poema Die Tendenz (La tendencia):
Blase, schmettre, donnre täglich / Bis der letzte Dränger flieht / Singe nur in dieser Richtung, / Aber halte deine Dichtung / Nur so allgemein als möglich.
(¡Toca, suena, atruena a diario / hasta que no haya opresores! / Canta sólo en tal sentido, / pero mantén tu poesía / lo más general que puedas.) [4]
Notas
[1] George Grosz, El arte y la sociedad burguesa, en George Grosz, Erwin Piscator y Bertolt Brecht, Arte y Sociedad (Buenos Aires, Caldén, 1979), pp. 14-35. [2] Jonathan Jones, Michael Fay's sketches of war capture more than just scarred flesh. The Guardian, 21 de marzo de 2011. [3] Dorian Linskey, PJ Harvey review Troxy, London. The Guardian, 28 de febrero de 2011. [4] Heinrich Heine, Radikal. Una antología. 50 poemas críticos, satíricos, rebeldes o revolucionarios (Madrid, Hiperión, 2008), p. 55. Traducción de Jesús Munárriz.
Àngel Ferrero es un crítico cultural que colabora habitualmente en SinPermiso con traducciones y artículos propios.