Adelheid von Saldern
Jaume Raventós
Daniel Raventós
28/07/2024
¿Quién nos protege ante el derrumbamiento? El proletariado armado
Una crítica histórico-científica al libro sobre la república de Weimar de Arthur Rosenberg. Así se podría resumir en una frase el capítulo 8 —el segundo que ofrecemos en SP, el primero aquí— del libro Arthur Rosenberg zwischen Alter Geschichte und Zeitgeschichte, Politik und politischer Bildung, (Arthur Rosenberg, entre la historia antigua y la historia contemporánea, la política y la formación política), y subtitulado “Klassische” Antike und moderne Demokratie (Antigüedad clásica y democracia moderna). El libro es un conjunto de artículos de diferentes autores y autoras alrededor de la obra y el pensamiento de Rosenberg principalmente, pero también incluye capítulos con contenidos que dan nombre al subtítulo. Se publicó en 1986 en la editorial Muster-Schmidt de Gotinga.
La autora del texto, la historiadora alemana Adelheid von Saldern, analiza algunos aspectos de las fases que considera más importantes de la historia de la república de Weimar y la interpretación que hace Rosenberg de las mismas. Y lo hace con impecable rigor. Donde Rosenberg se equivocaba —a la luz de los resultados de las investigaciones de los años 80 del siglo pasado sobre el tema, cuando fue escrito el texto— la autora lo expone y critica sin contemplaciones. Pero también reconoce en el libro de Rosenberg lo que permanece como explicaciones válidas según las evidencias empíricas o porque no se ha visto superado por mejores argumentos.
Por lo tanto, es un texto en el que no se encontrarán críticas a la “Historia” de Rosenberg por defender posiciones de más o menos izquierda, o por si estaba más o menos en línea con el bolchevismo o por cuestionar el rumbo de la Liga Espartaco o por sus discrepancias con las posiciones de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht en determinados momentos de los primeros días del período revolucionario, o incluso por cuestionar la misma naturaleza de la revolución alemana, que según él de socialista tenía poco, por poner algunos ejemplos en los que se puede caer y malinterpretar a Rosenberg si no se lee su historia de Weimar con la mente alejada de dogmas. Sus descripciones de las políticas de los distintos gobiernos de Weimar son clarísimas. Valgan dos ejemplos referidos al primer gobierno de Weimar de noviembre de 1918. Sobre la política económica: “no tenía ninguna política económica y [el gobierno] se limitaba a dejar que las cosas siguieran su curso” (p. 330 de la edición castellana de Verso). Y dejar que las cosas sigan su curso no parece ser la manera más efectiva de dirigir una revolución, lo que motiva, entre otros factores, la caracterización aludida de Rosenberg sobre lo poco socialista que era esta revolución. Sobre la política militar: “Toda revolución seria que brota de las masas populares crea también una fuerza militar propia”. (…) “Esto es lo que ocurrió en la gran revolución inglesa, en la gran revolución francesa y en la gran revolución rusa. Pero la revolución alemana, es decir, el levantamiento de unos políticos socialistas necesitados de paz, no produjo ningún Cromwell, ningún Carnot y ningún Trotsky”. (…) En cambio, los hombres de este gobierno “ni siquiera creían que pudieran traer las tropas a casa sin la ayuda de los generales imperiales” (p. 331 y 332).
Fue militante y temporalmente dirigente del ala “ultraizquierdista” del KPD, pero eso no influyó especialmente en sus análisis e interpretaciones de la historia. La rigurosidad histórico-científica la aprendió en la escuela del helenismo alemán —de la que fue un destacado miembro— de comienzos del siglo XX. Su maestro, el reputado helenista y políticamente muy reaccionario Eduard Meyer, fue “quien le transmitió una concepción del desarrollo de los acontecimientos históricos de grandes y largos períodos. Rosenberg, historiador de la antigüedad, trató de distanciarse de los acontecimientos y de las personas que tomaban parte en ellos y seguir líneas concretas en el transcurso de un proceso histórico, para poder establecer la continuidad que se ha puesto de manifiesto en la historia de los partidos políticos alemanes en su relación con los grupos dominantes en el transcurso de 50 a 60 años”, como dice el editor, escritor y publicista alemán Kurt Kersten en la introducción a la primera compilación de los dos libros de Rosenberg que comprenden su historia de Alemania desde 1871 hasta 1930 y que la editorial Verso ha editado recientemente y traducido por primera vez al castellano con el título Origen e Historia de la República alemana.
Al hablar del tratamiento de largos períodos históricos, viene a colación el comentario del editor de Geschichte der deutschen Sozialdemokratie (Historia de la socialdemocracia alemana) —que abarca de 1830 a 1891— de Franz Mehring en su introducción a la edición de 1960: “Emprendió aquí el primer intento de una obra monumental de historia que utiliza el método del materialismo histórico y tiene como objeto de investigación la historia del movimiento obrero. Hasta entonces, el materialismo histórico sólo se había aplicado a periodos más breves de la historia. Mehring logró un avance verdaderamente pionero en la ciencia histórica marxista al emprender la penetración científica con el nuevo método en grandes secciones de la historia que aún no habían sido trabajadas por otros marxistas”. Rosenberg, quien también pasó por la “escuela” de Franz Mehring, también escribe para explicar lo que sucedió en el periodo de la república de Weimar fundamentándose en el materialismo histórico. Es significativo que el historiador alemán y primer biógrafo de Rosenberg Helmut Schachenmayer titulara su obra de 1964 Arthur Rosenberg als vertreter des historischen Materialismus (Arthur Rosenberg como defensor del materialismo histórico). La lucha de clases, como dice la autora del texto que sigue, es su base teórica. Alguien podrá objetar que “fundamentarse en el materialismo histórico” es algo que han intentado muchísimos autores que se han autodefinido como marxistas. Y es verdad. Sin ir más lejos, toda la producción histórica estalinista, no caracterizada por su fidelidad a los hechos ni, en consecuencia, a la pretensión de verdad, así lo reclamaba. Rosenberg, en claro contraste, lo hace con una competencia envidiable.
La historiografía de Rosenberg no ha sido nunca del gusto de ninguna corriente de la izquierda, ya no digamos la estalinista. Su interpretación de los hechos del periodo de Weimar no defiende líneas ideológicas o partidistas y huye de los tópicos y la mitificación de mucha de la historiografía oficial sobre aquella época, aunque fue “una de las mentes más brillantes que pasó por el KPD” —como militante, como miembro de la ejecutiva de la Komintern y como diputado en el Reichstag— en palabras de Antoni Domènech. Con respecto a esto, cabe destacar el comentario del mismo Rosenberg en su introducción a su “Origen de la República alemana” recogido en la biografía de Schachenmayer: "Escribí este libro sin tener en cuenta ninguna opinión partidista ni ningún prestigio partidista... Al escribir este libro, siempre vi un solo enemigo ante mí: la leyenda histórica, independientemente de si procedía de la "derecha" o de la "izquierda". Rosenberg, dice Schachenmayer, no se cansó de afirmar su imparcialidad en todas sus obras posteriores. "La tarea que intento resolver aquí es científica y no partidista" (...). El historiador del movimiento obrero alemán y especialista en los consejos obreros revolucionarios alemanes, Ralph Hoffrogge, en un artículo publicado en estas páginas en el que, entre otras cosas, se quejaba de la tergiversación de la historiografía oficial sobre los hechos y los grandes nombres de la revolución alemana, destaca a Rosenberg por hacer “un análisis marxista independiente de la revolución de noviembre y sus consecuencias”.
Rosenberg escribió todas sus obras de historia moderna después de abandonar la militancia política. Fue durante el periodo militante en el KPD cuando sí se pronunció a favor de una línea política partidista y la mantuvo convencido. Su antigua camarada y dirigente del ala “ultraizquierdista” del KPD, Ruth Fischer, afirma —según Schachenmayer — que cuando Rosenberg se unió al KPD junto con algunos centenares de miles de militantes del USPD como resultado de la escisión en este partido en 1920, “(...) no se identificó ideológicamente dentro del movimiento socialista ni con el grupo de los partidarios de Rosa Luxemburg ni con el de partidarios de Paul Levi. Si alguna escuela seguía Rosenberg era la de Lenin”. Escribe Schachenmayer: “(...) Se había convertido en partidario de Lenin, a quien es posible que solo conociera de nombre antes de la Revolución Rusa de 1917. El bolchevismo le parecía ahora la dirección socialista que ‘... más ortodoxa y estrictamente revitalizaba la vieja doctrina marxista’. En su opinión, la lucha revolucionaria final por el socialismo había comenzado”.
Y fue un ferviente militante “ultraizquierdista” revolucionario y leninista hasta 1927, cuando abandonó el KPD después de ver como, por un lado, las condiciones para la revolución en Alemania se habían esfumado después del “octubre” fallido de 1923 y con la posterior estabilización que trajo el Plan Dawes y, por otro, por la “bolchevización” del KPD, es decir, la obediencia a Moscú, así como por su crítica a la línea de la misma Komintern tras el XIV congreso bolchevique, que dio inicio a la concepción estalinista del “socialismo en un solo país”. Como dice Schachenmayer: “Sólo unas semanas más tarde [del Congreso del KPD de Essen en 1927] estaba firmemente convencido de que el bolchevismo y la línea dominante del KPD no perseguían los intereses del proletariado mundial, sino los del ‘Estado ruso’”. Hizo su renuncia con una carta dirigida al comité central del KPD y otra, similar, a Stalin. Reproducimos una parte de la primera: “El total derrumbe de la política de la Komintern en China inmediatamente después de la grave derrota [de la huelga general] en Inglaterra [1926] exige una revisión de la forma organizativa del movimiento obrero internacional. Cada vez es más claro que las incesantes derrotas de la III Internacional no pueden explicarse por causas externas, sino que estamos en presencia de un error de fondo del sistema. (…) Por otro lado, la Komintern no puede estorbar a la política de la Rusia soviética. Así, surgen contradicciones insostenibles. Y de esas contradicciones nacen las constantes oscilaciones tácticas, los errores y las derrotas.” (...) El gran viraje de la política interna rusa en el XIV Congreso de los bolcheviques [celebrado en diciembre de 1925] tendría que haber llevado lógicamente a la disolución de la III Internacional. (...) Los hábiles estadistas que hoy conducen la Rusia soviética (...) se percatan —la cosa no ofrece duda— de que la ulterior existencia de la Komintern daña seriamente, ya a la Rusia soviética, ya a los obreros de los demás países. Pero se hallan aún tan prisioneros de la ideología de ayer, que no pueden dar el paso necesario. (...) Después de Essen y después de Shangai, sólo se puede representar la línea de la Komintern engañando conscientemente a los trabajadores alemanes. Porque no puedo prestarme a tal engaño, anuncio aquí mi salida del Partido Comunista de Alemania”.
Pero no por todo ello Rosenberg deja de ser un “hijo de su tiempo” —como se verá en el texto que presentamos de Adelheid von Saldern— en algunas de sus concepciones sobre determinados hechos y momentos de la política de la época. Algunas afirmaciones y concepciones de Rosenberg no son válidas actualmente según la autora, porque la investigación posterior las ha refutado a partir de los nuevos datos e investigaciones disponibles. Ni sus biógrafos, ni sus amigos, ni los historiadores que lo han estudiado, aun alabando su originalidad y su rigor histórico, han dejado nunca de calificarlo de intelectualmente contradictorio, provocador o impulsivo. Quedémonos con las aportaciones de su historia de la república de Weimar que aún hoy son válidas, útiles y sugerentes y recordando que su “Historia” sigue siendo considerada, como la autora afirma, una de las obras fundamentales para explicar aquel periodo de la historia de Alemania. Jaume Raventós y Daniel Raventós
¿Sigue teniendo validez actualmente la Historia de la República de Weimar de Arthur Rosenberg?
La Historia de la República de Weimar de Arthur Rosenberg tiene una larga historia. El libro apareció por primera vez en Karlsbad en 1935. Pronto se tradujo a muchos idiomas, señal del gran interés que despertó[1]. Registró una fuerte resonancia especialmente en Inglaterra y Estados Unidos. En Alemania fue al principio prácticamente desconocido. Hasta 1955 no se publicó por fin aquí [2]. Sin embargo, el gran éxito en la Alemania de Adenauer aún tardaría en llegar. Hubo que esperar hasta los años sesenta, sobre todo en relación con el movimiento estudiantil y la investigación sobre los consejos obreros, para que la pelota empezara a rodar y no ha dejado de hacerlo desde entonces. El movimiento estudiantil acabó, más o menos, desapareciendo, pero el libro no. En 1980 se contó la vigésima edición. Evidentemente es una especie de bestseller, pero sin haber sido gestionado de ninguna manera en particular. Así pues, debe de haber algo en el libro que explique su gran éxito. A continuación, nos ocuparemos de ello y nos preguntaremos por qué - a pesar de las publicaciones más recientes - es evidente que este libro sigue sin considerarse anticuado. Para ello, analizaremos su estilo de presentación (I) y sus consideraciones teóricas (II), así como algunas de sus afirmaciones historiográficas sobre la República de Weimar (III).
I. El modo de presentación
Es bien sabido que hay libros que tienen éxito porque el autor descubre y analiza nuevas fuentes. Sin embargo, esto no es aplicable al "libro de Weimar" de Rosenberg. Las fuentes utilizadas por Rosenberg no tienen nada de extraordinario en sí [3]. La situación es diferente con el modo de presentación de Rosenberg. En ello se encuentra sin duda una clave para explicar su éxito. Por esta razón, a continuación se destacan algunos componentes:
1. En primer lugar, hay que mencionar la brevedad de la presentación. El libro consta de 226 páginas, incluidas las notas. De ellas, unas 90 páginas tratan de la revolución, incluida la Asamblea Nacional, quedando 136 páginas para la historia de los años siguientes. Por tanto, el lector no corre peligro de cansarse.
2. El éxito de Rosenberg se debe también en gran parte a su lenguaje sencillo, fácil de entender, aunque claro, insistente y rico en imágenes. Escribe de forma comprensible, incluso para aquellos que no se han dedicado con el a menudo complicado transcurso de la historia de la República de Weimar. Por ejemplo, trata de expresar la relación de las clases medias con la República de Weimar con las siguientes palabras: "En los años 1924 a 1928, las clases medias alemanas, así como los empleados y funcionarios que pertenecían a los partidos burgueses, toleraron en general la República [4]. Con la escueta expresión "tolerar", Rosenberg capta acertadamente la situación y la actitud política de amplios sectores de las clases medias de la época (impotencia política, reservas ante la República, conducta expectante, etc.) [5].
3. La fuerza de Rosenberg reside también en ir directamente al grano de los análisis, hacer afirmaciones significativas y desbrozar caminos en el bosque. Por ejemplo, caracteriza la formación del gobierno de Fehrenbach tras las elecciones de junio de 1920 de la siguiente manera: "La contrarrevolución capitalista tomaba ya posesión del gobierno" [6]. Aludía al hecho de que tres ministros del liberal de derechas Partido Popular Alemán se habían incorporado al gabinete. Ciertamente, esta forma de caracterizar el gabinete de Fehrenbach será considerada por algunos lectores como exagerada y sesgada,[7] pero nadie negará que esta breve descripción de un gobierno relativamente efímero se queda fácilmente grabada en la memoria. Proporciona una orientación inicial y un interés por seguir rebuscando acerca de las políticas concretas seguidas por un gabinete caracterizado de este modo.
4. Rosenberg no cae en la simple caracterización de blanco o negro. No está ciego de un ojo -a diferencia de algunos de sus epígonos-, incluso allí donde puede haberle resultado difícil como pensador políticamente partidista. Por ejemplo, no tiene pelos en la lengua cuando admite que las organizaciones obreras habían sufrido tres grandes derrotas sólo hasta 1924, a saber, en las luchas de enero a mayo de 1919, por el resultado del putsch de Kapp y por la inflación. Rosenberg no critica con tanta dureza a ninguna agrupación política como a los partidos de la clase obrera, el MSPD [Mehrheitssozialdemokratische Partei Deutschlands, el USPD [Unabhängige Sozialdemokratische Partei Deutschlands] y el KPD [Kommunistische Partei Deutschlands]. Descubre implacablemente sus errores, de los que, a diferencia de muchos de sus epígonos, no sólo imputa a los dirigentes de los partidos [8].
5. Rosenberg, además, cautiva al lector con un medio clásico de presentación: las comparaciones. Estas no pretenden transmitir conocimientos más profundos del contenido. Por ejemplo, compara el escándalo Sklarek [9] en su significado para la caída de la República de Weimar con la importancia que tuvo en su día el escándalo del collar de la reina María Antonieta para el hundimiento de la monarquía francesa [10]. Asimismo, Rosenberg busca en vano un Bolingbroke o un Metternich entre los vencedores de Versalles [11]. En otro contexto, compara los Freikorps posteriores a 1918 con aquellos del año 1813 y subraya las diferencias. En 1813, "el rey Federico Guillermo III y su corte temblaban ante la radicalidad de sus propias milicias", mientras que en la época de la República de Weimar los Freikorps respiraban el "espíritu de la contrarrevolución" [12].
Así pues, las comparaciones de Rosenberg tienen sobre todo la función de hacer más comprensible y memorable para el lector lo nuevo que intenta exponer, poniendo de relieve las semejanzas y diferencias con lo ya conocido[13].
6. Sin embargo, Rosenberg no sólo trabaja frecuentemente con comparaciones, sino que también reflexiona junto con el lector sobre posibles alternativas en la historia, especialmente en el contexto de la historia de la revolución que se tratará más adelante. En cambio, otros dos ejemplos pueden servir para aclarar lo dicho hasta aquí. Rosenberg se pregunta sin reparos, por ejemplo, qué habría ocurrido si el Tratado de Rappallo de 1920, el tratado entre Alemania y la Unión Soviética, no se hubiera cerrado en 1920, sino en diciembre de 1918, es decir, antes del gobierno revolucionario. Según Rosenberg, esto podría haber dado a la política interior y exterior de Alemania "un giro diferente" [14]. En otro contexto, Rosenberg se pregunta qué habría pasado si la Reichsbanner - la organización republicana de masas próxima al SPD - hubiera existido desde 1919 en lugar de crearse en 1924: entonces los Freikorps habrían sido "superficiales", y todo el calvario de la República alemana podría haberse evitado" [15].
Sobre todo los lectores jóvenes, quienes suelen tener un acercamiento voluntarista a la política y a la historia, pueden sentirse interpelados por las repetidas muestras de alternativas concebibles y estimularse a pensar de forma creativa. Ciertamente, sólo los verdaderos análisis estructurales y de procesos pueden explicar por qué ciertos desarrollos se han impuesto y otros no. Y en tales análisis debe residir siempre el énfasis principal del trabajo del historiador. Sin embargo, no hay que olvidar que señalar posibles vías de actuación alternativas también debe tener su lugar en la historiografía, es decir, la "fantasía histórica" -dentro de ciertos límites- está totalmente justificada y es útil. Es probable que Rosenberg pensara de forma similar al respecto; al menos, procede en consecuencia sin descuidar el análisis de la realidad histórica.
7. Rosenberg escribe una historia política. Incluso en los lugares en los que habla del desarrollo económico y social, sus observaciones siguen centradas en el proceso político. Es indiscutible que hoy, gracias a investigaciones recientes, [este texto se terminó de escribir en junio de 1983 NdT.] tenemos muchos más conocimientos sobre las estructuras económicas, los intereses y los desarrollos de este periodo de los que en el libro de Rosenberg se hacen evidentes [16]. Lo mismo cabe decir de las cuestiones histórico- sociales [17]. (Aunque todavía queda mucho por investigar en este campo, así como en el histórico- cotidiano). Lo que parece una carencia en la obra de Rosenberg desde el punto de vista del estado actual de la investigación y de los intereses de investigación de hoy no tiene, sin embargo, un efecto negativo en la forma de presentación. Al contrario: su estudio está redactado de forma sumamente apasionante.
II Consideraciones teóricas
El historiador Berding ha criticado a Rosenberg porque sus obras adolecerían "de falta de sofisticación y autodefinición teórica y metodológica"[18]. Berding explica: "La existencia de ámbitos sociales de autonomía relativa exige la aplicación de diferentes métodos de autonomía relativa. Cuando se trata de aclarar el contexto de la política económica, no se puede prescindir de las teorías desarrolladas en las ciencias económicas, ni de los instrumentos analíticos de la sociología cuando se trata de relacionar entre sí las estructuras sociales y los acontecimientos políticos". Semejantes críticas a Rosenberg no convencen. ¿Qué historiador de la generación de Rosenberg cumplía con esta pretensión ni que fuera parcialmente? Es más, ¿qué historiador de la generación de Rosenberg se ocupó en realidad de los grupos sociales y de la interdependencia de la economía y la política? También hay que preguntarse si las teorías y los instrumentos analíticos de la economía y la sociología como tales son adecuados de antemano para explicar las constelaciones sociales y los desarrollos en su conjunto de manera óptima. Este optimismo generalizado sobre los métodos difícilmente puede justificarse. Por último, cabe preguntarse cómo se ven bajo esta perspectiva nuestros relatos generales más recientes sobre el periodo de Weimar. Me vienen a la mente Heiber, Schwarz, Dederke, Tormin, Schulze, Schulz o el trabajo más antiguo de Eyck [19]. En este aspecto, Rosenberg no tiene por qué temer a las comparaciones.
Aunque Rosenberg no toma prestada la teoría de las disciplinas vecinas, esto no significa que su historiografía carezca de supuestos teóricos básicos. Puesto que en realidad no los presenta al lector, sino que los oculta en el texto. Esto vale sobre todo por la convicción de Rosenberg de que la historia es una historia de luchas de clases. No justifica esta concepción, sino que escribe de acuerdo con ella. En el centro de su interés está, por tanto, el análisis de las relaciones de clase en el tiempo. Este es el hilo conductor que atraviesa todo su libro, elaborado con una tensión interna y una densa presentación que no tienen rival.
Sobre la base de esta premisa básica, giran otras consideraciones teóricas -en consonancia con el tema del estudio- en torno a la estabilidad e inestabilidad de las democracias parlamentarias en las sociedades capitalistas industriales. Rosenberg desarrolla consideraciones de este tipo mediante el análisis de procesos empíricos, como si concediera gran importancia a combinar empiria y teoría y mantuviera el grado de abstracción de sus procesos de pensamiento teórico lo más bajo posible. Sólo el lector atento detectará tales pasajes. He aquí sólo algunos:
Rosenberg, por ejemplo, medita -casi como de paso- sobre los peligros a los que está expuesta una democracia parlamentaria e indica la dirección de la política que podría reducir tal peligro: "Sólo si el ritmo de la vida parlamentaria coincide con el de las demás fuerzas sociales (militares, poderes económicos) puede funcionar realmente una democracia" [20].
Es este un problema que también da que pensar a los lectores de hoy. Por lo demás, el final de la República de Weimar también muestra lo poco capaz que es una democracia parlamentaria de soportar una gran crisis social sin una "base social".
Sin embargo, Rosenberg va un paso más allá reflexionando sobre la naturaleza de los procesos de la política social en las sociedades capitalistas industrializadas, precisamente un tema de gran actualidad, sobre todo hoy en día. En este contexto, acusa a los comisarios del pueblo del período revolucionario de haber tenido muy poco en cuenta el hecho por el que "la política social nunca puede flotar por sí misma como una cosa en el vacío, sino que su éxito depende de la situación general de la economía. Las más geniales disposiciones en política social no sirven de nada si, por ejemplo, los empresarios no son lo suficientemente ricos para asumir los costes de la política social, o si el Estado es demasiado pobre para cumplir con sus obligaciones de política social, o si los rápidos saltos de la inflación devalúan en la mano el salario del trabajador, o incluso si el poder político del Estado es conquistado por fuerzas enemigas de los trabajadores y perforan a su antojo los artículos de la política social"[21]. A la inversa, esto también servía para las fases económicas ascendentes. Al fin y al cabo, fue un gobierno del bloque burgués el que logró un gran avance en política social en 1927, a saber, la introducción del seguro de desempleo. "El gobierno del bloque burgués no fue tan regresivo en cuestiones sociales como cabía esperar. En un signo de prosperidad general, los partidos burgueses y los empresarios estaban dispuestos a dar a los trabajadores una modesta parte de la bendición del dólar" [22].
Cualquiera que, como Rosenberg, se plantee preguntas sobre el margen de acción de la democracia parlamentaria no puede evitar confrontar el movimiento obrero con estas cuestiones, especialmente aquella parte del movimiento obrero para la que el parlamento constituye el centro de la acción política. Quien no se deje engañar - por lo más bien apresuradas que suenan las observaciones de Rosenberg - sobre la seriedad de la afirmación, reconocerá en sus consideraciones sobre el SPD problemas fundamentales del reformismo que aún hoy merece la pena discutir [23].
Según él: "El SPD no había logrado sus éxitos desde 1924 porque opusiera el socialismo al orden social capitalista, sino precisamente al revés, porque afirmaba la forma dada del capitalismo alemán y sólo aspiraba a ventajas para los trabajadores en el marco de este orden capitalista. Sin embargo, un partido socialista llega a un callejón sin salida peligroso cuando se ve obligado a compartir la responsabilidad del orden social capitalista en tiempos de crisis. Mientras todo iba bien en Alemania, los electores votaban a favor del Plan Dawes y del SPD, pero cuando llegara una nueva crisis, ¿sería capaz el partido de cambiar de rumbo rápidamente y retomar la lucha contra el sistema capitalista?" [24].
III Afirmaciones historiográficas
Esta parte se centra en la cuestión de cómo se mantiene la historiografía de Rosenberg a la luz de las investigaciones recientes, qué impulsos de investigación se le deben y si han cambiado los criterios de valoración o hasta qué punto. Esto se mostrará, por un lado, con la apreciación de Rosenberg sobre la política exterior alemana y, por otro, se analiza su exposición de la evolución interna de la República de Weimar, para lo cual las explicaciones se concentrarán, debido a la necesaria brevedad, en las tres fases relacionadas de desarrollo más importantes del periodo de Weimar (revolución de 1918/19, año de crisis 1923, gran crisis de 1929 a 1933).
1. La política exterior alemana
La visión de Rosenberg sobre el estallido de la Primera Guerra Mundial es problemática. Rosenberg habla de "naturalezas básicamente pacíficas" [25] en relación con Guillermo II y el canciller del Reich Bethmann-Hollweg. También es cuestionable - lo cual hay que agradecer a las investigaciones de Fritz Fischer y sus alumnos [26] - cuando Rosenberg afirma que Alemania fue arrastrada a la Primera Guerra Mundial; también es cuestionable cuando Rosenberg no oculta que la política exterior alemana estuvo afectada por "errores pavorosos"[27]. Por último, también es cuestionable cuando Rosenberg habla de la culpa política, pero no moral, de Alemania por la guerra [28].
Declaraciones problemáticas similares se refieren al Tratado de Versalles, aunque en consonancia con los resultados de investigaciones recientes, Rosenberg cree que probablemente no había alternativa a la firma del tratado de paz [29]. Sin embargo - y aquí se le ve como un hijo de su tiempo - califica las nuevas regulaciones en el Este de sencillamente "inaceptables" [30].
Por consiguiente, los juicios de valor de Rosenberg sobre la política exterior alemana durante el periodo de Weimar ya no pueden aceptarse hoy en día. En contraste con los estándares de valores actuales, Rosenberg parte de un punto de vista fuertemente orientado a lo nacional. El hecho de que el ministro de Asuntos Exteriores del Reich, Stresemann, se esforzara por revisar las fronteras orientales, aunque no por medios militares, es totalmente aceptable para Rosenberg [31]. En otro momento, Rosenberg afirma que el pueblo alemán era en muchos aspectos superior al polaco en términos de energía [32], un comentario que probablemente no esté totalmente libre de acentos chovinistas culturales. Basándose en su postura de orientación nacional, Rosenberg acusa entonces sistemáticamente al SPD de no haber sido capaz de "hacerse con el liderazgo de la recién formada oposición nacional a la Entente en Alemania" [33]. Rosenberg busca en vano un "programa nacional vivo de los socialistas" [34], remitiéndose a Marx, Engels y Lassalle. Entre los socialdemócratas echa de menos un "frente decididamente nacional frente a la Entente" [35], una "política verdaderamente nacional" [36]. Rosenberg cree ante todo que si la política exterior del SPD hubiera estado determinada por intereses nacionales, las masas no habrían corrido tanto tras los partidos de derechas [37]. Sin embargo, desde la perspectiva actual, ésta es una acusación muy cuestionable que Rosenberg hace aquí al SPD, en la medida en que - para el SPD en este ámbito - propaga una política de adaptación muy peligrosa prácticamente sin final, cuya legitimidad histórica y temporal concreta ya no puede transmitirnos hoy tras las experiencias del fascismo y la Segunda Guerra Mundial.
Rosenberg tampoco tenía el pacifismo en mente[38]. Un tono crítico resuena cuando juzga así el anhelo de paz de las masas que dio origen a la revolución: "Desde el principio, la agitación republicana tendió a subrayar el mantenimiento de la paz a cualquier precio y a cultivar la repulsión a la guerra"[39]. En otro lugar dice: "El sentimiento pacifista de los republicanos alemanes también les impidió adoptar un frente nacional firme frente a la Entente, porque temían demasiado que una lucha enérgica en la política exterior contradijera el principio de paz y reconciliación" [40].
Rosenberg incluso polemizó contra la entrada de Alemania en la Sociedad de Naciones, argumentando que era un instrumento de poder del capital francés[41].
Sin embargo, también hay que recordar que Rosenberg no estaba solo en absoluto con esta postura de orientación nacional en aquel momento, sino que esta posición estaba bastante extendida entre los historiadores alemanes de la época. Hermann Oncken, por ejemplo, negó retrospectivamente que Alemania hubiera perseguido tendencias hegemónicas antes y durante la Primera Guerra Mundial[42]. Aunque muchos otros historiadores pensaban y escribían de forma similar a Rosenberg, una no puede dejar de darse cuenta de que el libro de Rosenberg necesita una revisión de acuerdo con nuestros estándares actuales de valores en este ámbito[43].
2. Años de revolución y de crisis
a) La revolución de 1918/19[44]
Es indiscutible que con sus comentarios sobre la revolución de 1918/19, Rosenberg ha dado un gran impulso a la extremadamente fértil investigación sobre los consejos de finales de los años sesenta y principios de los setenta. Su apreciación de los consejos tiene un efecto especialmente estimulante.
No los consideraba subvertidos por los bolcheviques, - como había sido la opinión general hasta entonces - sino órganos democrático-radicales con ambiciones en parte socialistas. Los estímulos de Rosenberg produjeron sin duda un salto cualitativo de la República Federal en la investigación de la revolución del que aún hoy nos aprovechamos. Su visión de los consejos y, por tanto, de las posibilidades potenciales de acción durante el periodo revolucionario ha sido corroborada empíricamente[45]. Hoy en día, la mayor parte del mundo académico rechaza la opinión hasta entonces predominante de que en aquella época sólo se había ofrecido la alternativa "bolchevismo o República de Weimar", sino que existe un consenso general[46] de que se podrían haber llevado a cabo más reformas sociales de las que realmente se produjeron. Esto es válido sobre todo para la sustitución de funcionarios en la judicatura y la administración, así como para la democratización del ejército, a pesar de las contraestrategias de las viejas élites políticas.
Sin embargo, el propio Rosenberg tiende a subestimar las contraestrategias de las viejas élites políticas durante la revolución de 1918/19. Investigaciones recientes en particular han mostrado alguna cosa al respecto[47]. Si bien por un lado Rosenberg subestima las contraestrategias de las viejas élites políticas, por otro probablemente sobrestima las simpatías de las clases medias por los objetivos del movimiento obrero. Si, como supone Rosenberg, "incluso las clases medias habrían sido arrastradas" con el movimiento obrero si este hubiera procedido de manera consecuente hacia el socialismo, tal afirmación está fuera de la crítica académica, pues está formulada como una esperanza política, pero no está precisamente respaldada por investigaciones empíricas recientes en este ámbito. Trabajos más recientes sobre este tema, como el de Winkler sobre los artesanos o el de von Albertin, Schumacher y Flemming sobre los campesinos, apuntan en la dirección contraria[48]. Sólo los trabajadores de cuello blanco -asalariados como los obreros- participaron al menos en parte[49]. Sin embargo, cuando Michael Stürmer, en su reciente opinión, afirma que una transformación socialista de la sociedad alemana durante la revolución de 1918/19 sólo se habría logrado a través de una sangrienta guerra civil -de darse el caso- me parece exagerada[50], porque la constelación de fuerzas políticas al comienzo de la revolución era probablemente más favorable de lo que Stürmer considera, suponiendo que la dirección socialdemócrata mayoritaria y sindical hubiera actuado en esa dirección.
Por lo tanto, si bien nunca cabe esperar un juicio empíricamente garantizado e inequívoco en lo que respecta a la evaluación de las posibilidades de una revolución, la cosa parece de otra manera cuando se trata de la afirmación de Rosenberg por la que en 1918/19 tuvo lugar "la más caprichosa de todas las revoluciones"[51], en tanto que no fue una revolución en sí misma. Rosenberg constata en concreto de forma errónea que "Alemania como entidad política siguió siendo después del 10 de noviembre de 1918 la misma que ya era desde octubre del mismo año: un Estado democrático-burgués". Resulta cuando menos ambiguo que Rosenberg califique la revolución como una de las más extrañas de todas las revoluciones por la siguiente razón: "Las masas que estaban detrás de la mayoría del Reichstag se rebelaron contra el gobierno de Max von Baden, es decir, en realidad contra ellas mismas"[52]. Rosenberg pasa por alto aquí varias cosas que han sido destacadas en investigaciones más recientes. Sobrevalora el grado de reforma de las condiciones alcanzado con la entrada en vigor de la nueva constitución del príncipe Max von Baden en octubre de 1918. La parlamentarización de la constitución imperial, largamente esperada, en cambio, quedó sobre el papel. La decisión tomada autónomamente por los militares sobre la partida de la Flota de Alta Mar, por ejemplo, muestra la escasa influencia del gobierno en cuestiones importantes[53]. El ejército, el poder judicial y la administración se asumieron esencialmente sin cambios. Tampoco se tocó la constitución social. Curiosamente, Rosenberg sobrestima aquí el poder del Reichstag[54]. Infravalora el proceso revolucionario elemental de noviembre y diciembre de 1918, cuando los consejos de obreros y soldados surgieron como setas por todas partes y quisieron cambiar la situación[55]. Al menos una parte de los consejos quería introducir algo más que una democracia parlamentaria, aunque no podían alcanzar este objetivo. Aunque Rosenberg hace especial hincapié en este aspecto, la revolución sigue resultándole extrañamente - de manera sorprendente- asombrosa.
b) el año de la crisis: 1923
En su valoración global de esta fase, Rosenberg llega a una tesis general que todavía hoy desafía a la investigación histórica. En su opinión, "nunca hubo en la historia moderna de Alemania un periodo tan favorable para una revolución socialista como el verano de 1923"[56]. Rosenberg argumenta que la creación de un gobierno obrero habría sido posible en aquel momento porque existía y estaba dispuesto un enorme movimiento de masas, el requisito previo más importante para ello. Este movimiento de masas se caracterizaba por el hecho de que en su mayoría ya no seguía al SPD, sino al KPD[57]. Rosenberg culpa del desarrollo finalmente diferente que terminó sin revolución a la dirección del KPD en torno a Brandler, la cual, durante muchos meses de 1923, había sostenido la opinión según la cual, al cabo de algún tiempo, el gobierno de Cuno se habría desmoronado, por lo que tras ello los socialdemócratas volverían a tomar el timón y, a su vez, se verían obligados por las circunstancias a formar un gobierno obrero con los comunistas y los sindicatos cristianos. Rosenberg criticó la percepción de Brandler. No era el objetivo lo que estaba mal, dijo, sino la elección del camino para llegar a él. Porque en un país "sacudido por una terrible crisis revolucionaria, como Alemania en 1923, la transición al poder de una clase a otra no puede realizarse de esta manera tan cómoda"[58].
Aunque tal afirmación es tan provocadora como su tesis sobre el margen de maniobra en la revolución de 1918/19, hasta ahora no ha partido de ella ningún impulso de investigación comparable[59]. Por lo tanto, en la actualidad sólo se pueden decir cosas muy provisionales. El politólogo Ossip Flechtheim en particular, ha formulado reservas sobre la tesis de Rosenberg. Duda de que la oportunidad de una revolución socialista fuera realmente tan grande como supone Rosenberg; también cuestiona que la innegable afluencia de trabajadores a los comunistas significara que éstos realmente estuvieran dispuestos a luchar[60]. Además, en la literatura[61] se encuentra la reflexión que sugiere que las clases medias ya no estaban dispuestas a ponerse del lado de la clase obrera después de haber sufrido derrotas tan importantes[62].
La impresión general es que, aunque se formulan dudas razonables contra la provocadora tesis de Rosenberg, éstas no son en absoluto suficientes para refutarla de forma convincente.
3 El final del periodo de Weimar y el ascenso del fascismo
Sin desarrollar una teoría del fascismo, Rosenberg -de nuevo bastante de pasada- relaciona el fascismo con el capitalismo. Esto llama a la acción desde el principio a muchos historiadores, como Berding[63]. Todavía no hay consenso en la ciencia histórica sobre la cuestión fundamental de si el "capitalismo en crisis" debe considerarse la causa principal de la solución fascista o si fueron principalmente las corrientes, tendencias y grupos sociales premodernos y cuasi feudales los que llevaron al fascismo al poder en Alemania en particular[64]. (No se trata de una cuestión de lo uno o lo otro, sino más bien de la importancia que uno atribuye a la respectiva cadena causal). Esta cuestión probablemente seguirá siendo controvertida mientras exista el capitalismo. Las agudas disputas entre Turner y Stegmann[65], por ejemplo, fueron impresionantes en este contexto. En esta situación, sólo cabe adoptar una posición, tratar de fundamentarla, retomar los resultados de la investigación empírica y responder críticamente a los contraargumentos. Aunque en nuestra opinión, a la explicación de Rosenberg sobre el fascismo no debería hacerse una crítica general, en algunos aspectos es ciertamente apropiada.
Sobre todo, hay que criticar el hecho de que Rosenberg -como muchos otros contemporáneos- no reconociera nada nuevo básicamente en la toma del poder por parte de Hitler. En este contexto, dice: "El propio libro prueba que tenía razón al poner el límite de mi exposición en 1930," - Rosenberg escribió esto en noviembre de 1934 en la emigración, es decir, en libertad - "pues considerado desde el punto de vista del desarrollo histórico, enero de 1933 no trajo en principio nada nuevo a Alemania, sino que sólo permitió que surgieran con extraordinaria dureza las mismas tendencias que ya habían sido decisivas desde los decretos de emergencia de Brüning de 1930"[66]. Rosenberg revela así que, al igual que muchos de sus antiguos camaradas de partido, hizo hincapié en los elementos de continuidad de forma incompleta. Evidentemente, Rosenberg no reconoció la nueva cualidad que distinguía decisivamente al "fascismo en el poder" de los regímenes semidictatoriales, los gabinetes presidenciales de Brüning a Schleicher, lo cual resultaba realmente asombroso para una persona de pensamiento tan crítico, que además experimentó de primera mano esta nueva cualidad del régimen al verse obligada a emigrar.
Rosenberg se dedica también a la cuestión de por qué, a fin de cuentas, llegó el fascismo. Escribe: "En un país como Alemania, donde casi tres cuartas partes de los votantes pertenecen a la población trabajadora, una mayoría parlamentaria burguesa sólo es posible si los partidos capitalistas parecen populares y hacen todas las promesas posibles a las masas pobres. Si en el Reichstag se hubiera querido aplicar una legislación extremadamente capitalista utilizando los medios de la democracia legal, el gobierno no sólo habría tenido en contra la oposición del SPD y el KPD: muchos diputados de los partidos burgueses también habrían tenido reservas a la hora de presentar al electorado una legislación abiertamente antipopular. La dictadura era necesaria en Alemania, no sólo por el SPD y el KPD, sino también por los nacionalsocialistas de izquierdas y los obreros cristianos. Si la dictadura eliminó a los marxistas, también liberó a los amos capitalistas de cualquier miramiento hacia las corrientes populares dentro de sus propios partidos"[67].
Rosenberg llega aquí al meollo de la cuestión cuando señala que la dictadura se hizo necesaria porque, en vista de la crisis económica, ya no era posible ninguna política popular más, sino que se hizo necesaria una "legislación capitalista extrema"[68]. Sin embargo, el enfoque explicativo de Rosenberg sigue siendo extrañamente débil, probablemente porque es incapaz de mostrar al lector la profundidad de la crisis a partir de la cual "los capitalistas" desarrollaron sus diversos conceptos de solución de la crisis[69]. Al no hacerlo, al hablar más de "capitalistas" que de "capitalismo", sus explicaciones adquieren un tinte ligeramente voluntarista. Así lo indica también su afirmación por la que los empresarios alemanes estaban inclinados a "servirse del instrumento de la república democrática mientras pudieran beneficiarse de él, pero con la misma rapidez podían volver a abandonar la constitución democrática si les parecía un obstáculo"[70].
Sin embargo, investigaciones recientes han demostrado que la hostilidad hacia la República por parte de sectores de la industria no fue en un primer momento consecuencia de la crisis económica, sino que, al menos en ciertos sectores, ya había surgido de forma agresiva antes de 1929. Sobre ello hay que mencionar en particular el conflicto del hierro del Ruhr de 1928. La hostilidad hacia la república, por lo tanto, se desarrolló en paralelo al desplazamiento en el equilibrio de clases a favor de los empresarios que se produjo tras la inflación de 1923[71], pero luego alcanzó un nuevo grado durante la crisis económica.
Lo que tampoco está tan claro en la obra de Rosenberg como en algunas de las investigaciones más recientes, especialmente en la investigación sobre la RDA[72], es la identificación de diversos grupos industriales y sus diferentes intereses, donde se otorga un peso particular a la industria pesada, por un lado, y a la industria exportadora y de productos manufacturados, por otro. Aunque la clasificación de los grandes consorcios como IG Farben con sus intereses mixtos, así como la clasificación de los bancos en un esquema de este tipo, sigue planteando grandes dificultades y exige acrobacias científicas, por lo que el valor heurístico de la llamada teoría de los grupos monopolísticos sigue siendo limitado. Así, el llamamiento implícito en la teoría de los grupos monopolísticos a dilucidar las diferencias en los intereses industriales es ciertamente útil y debería estimular la realización de estudios específicos por empresas, sectores y regiones. Habría que elaborar las condiciones específicas de producción y reproducción de cada capital para hacer más explicables ciertos comportamientos políticos, incluida la influencia de grupos de empresarios en los gobiernos presidenciales[73], sin perder de vista la necesidad de reconsolidar la economía capitalista en su conjunto.
Así pues, si bien la obra de Rosenberg no proporciona ningún impulso decisivo en lo que respecta al necesario tratamiento de los intereses de los diversos grupos industriales, Rosenberg es muy fértil y actual en otro ámbito. Se refiere a los intentos de unión de las diversas agrupaciones y partidos burgueses al final del periodo de Weimar y su fracaso[74]. El fracaso de todos los movimientos de unión de la burguesía no nacionalsocialista reviste un gran interés en la investigación reciente porque en este caso se muestra que, evidentemente, ya no era posible debido a la gravedad de la crisis económica, es decir, invertir la fuerte fraccionalización de la burguesía no nacionalsocialista (piénsese en las numerosas escisiones de partidos y en los vanos intentos de reagrupación[75]) y volver a unirla bajo una bandera antidemocrática, antiparlamentaria y antisocialdemócrata (pero no bajo una bandera de signo nacionalsocialista)[76]. Por el contrario, los nacionalsocialistas tuvieron finalmente más éxito en sus esfuerzos para agruparse, en los que el puesto de Schacht y el círculo en torno al experto económico nazi Keppler desempeñaron un papel decisivo. Los que no se decantaron claramente por los nacionalsocialistas acabaron más o menos paralizados políticamente en su oposición a una solución hitleriana. Ciertamente, la investigación empírica sobre este punto en particular todavía no se encuentra hoy en un nivel satisfactorio - especialmente en lo que respecta a la clarificación de los diferentes intereses de la política comercial exterior[77]-, pero en general está más avanzada que en la época de Rosenberg, destacando una vez más que Rosenberg ya reconocía la importancia fundamental del fracaso de los esfuerzos para agruparse de los no nacionalsocialistas en aquella época[78].
IV. Resumen
Estas consideraciones han pretendido mostrar, a modo de ejemplo, que incluso quienes comparten la posición básica de Rosenberg aplican criterios distintos o llegan a conclusiones diferentes hoy en día a la hora de valorar líneas o fases básicas decisivas de la historia de la República de Weimar. Esto sirve sobre todo para su visión histórica en lo que respecta a la orientación nacional. El libro de Rosenberg simplemente no es atemporal en sus afirmaciones concretas. Pero como quiera que sea de dura la crítica en los detalles, también se debe subrayar con igual énfasis que este libro es un gran logro, o, mejor dicho, un gran esbozo de la historia de la República de Weimar. Este juicio positivo se dirige sobre todo a la comparación con las demás presentaciones de conjunto de este periodo existentes en la actualidad. Pero el libro de Rosenberg sigue teniendo validez actualmente y merece la pena leerlo también por otras razones. Por un lado, las premisas básicas y los planteamientos teóricos de Rosenberg aún no han sido enviados al archivo de la historia, sino que siguen ocupándonos (teniendo en cuenta las circunstancias cambiantes). Por otro lado, el libro de Rosenberg representa un gran reto para el lector, en la medida en que se ve obligado a abordar las estructuras básicas y los cursos fundamentales del desarrollo, y no de muchos pormenores y una gran cantidad de conocimientos específicos. Lo cual evidentemente es una necesidad para muchos lectores. Por tanto, podemos atrevernos a predecir: El libro seguirá siendo muy leído y discutido por ahora[79].
[1] H. Berding: Arthur Rosenberg. En: Deutsche Historiker, ed. por H-U. Wehler, Gotinga 1973.
[2] El libro se publicó junto con el tratado sobre el periodo que va hasta 1918 bajo el título "Entstehung und Geschichte der Weimarer Republik", Frankfurt 1955. Las citas siguientse se basan en la edición de 1972 (13ª ed., Frankfurt a. M.). (En lo sucesivo citado como "Historia". Nota del editor)
[3] La fuente importante, los documentos de la Comisión de Investigación del Reichstag sobre las causas del colapso alemán en la Primera Guerra Mundial, se utilizó principalmente en el tratado de Rosenberg sobre los años anteriores a 1918. Rosenberg utilizó las siguientes fuentes para la Historia de la República de Weimar: Las actas del Consejo de los Comisarios del Pueblo para el periodo revolucionario; las obras de Stresemann para los años 1923 a 1929 (se trata de una colección de notas y documentos que se pudieron imprimir en tres volúmenes en 1932/33); notas del embajador británico en Berlín Lord D'Abernon; impresos y actas de las reuniones de las comisiones de investigación del Reichstag; Rosenberg también analizó revistas (Die Gesellschaft, Der Klassenkampf, Vorwärts); además, actas de congresos de partido y el tratamiento de la literatura contemporánea.
[4] A. Rosenberg: Historia ... op. cit., p. 171.
[5] Sobre la situación de las clases medias después de 1924, véase H.A. Winkler: Mittelstand, Demokratie und Nationalsozialismus. Die politische Entwicklung von Handwerk und Kleinhandel in der Weimarer Republik, Colonia 1972; M. Schumacher: Mittelstandsfront und Republik 1919 bis 1933. Die Wirtschaftspartei -Reichspartei des deutschen Miltelstandes 1919 bis 1933 ( Beiträge zur Geschichte des Parlamentarismus und der politischen Parteien, Bd. 44), Bonn-Bad Godesberg 1972; J. Kocka: Zur Problematik der deutschen Angestellten von 1914 bis 1933. En: H. Mommsen et al. (eds.), Industrielles System und politische Entwicklung in der Weimarer Republik, Düsseldorf 1974. pp.792-811 .
[6] A. Rosenberg, op. cit. p. 102.
[7] Schachenmayer, aunque en relación con otras afirmaciones de Rosenberg. H. Schachenmayer: Arthur Rosenberg als Vertreter des historischen Materialismus. Wiesbaden 1964, p. 145.
[8] Rosenberg escribe, por ejemplo "También esta vez sería completamente erróneo responsabilizar personalmente a dirigentes individuales de las desgracias de la socialdemocracia de 1929 a 1933" (p. 201) y justifica este punto de vista de la siguiente manera: "El ala derecha dirigente del partido no contaba en absoluto con hombres tan destacados que hubieran podido imponer su voluntad a las masas [...]. Sea lo que sea que se piense de la política de la mayoría del partido socialista, en cualquier caso era la política de una amplio sector de la clase obrera alemana, explicada históricamente por la historia del desarrollo del proletariado alemán" (p. 201 y ss.).
[9] El escándalo Sklarek se refería a un asunto de sobornos en Berlín en el que jugó un papel un abrigo de piel para la mujer del alcalde. Más detalles en: E. Eyck, Geschichte der Weimarer Republik, vol. 2, 2ª ed., Erlenbach-Zurich 1959. Erlenbach-Zurich 1959, p. 316s.
[10] Cf. Rosenberg, op. cit. p. 201.
[11] Ibídem, p. 100, p. 102.
[12] Ibídem, p. 131 y ss.
[13] Sin embargo, es evidente que Rosenberg tiene en mente al lector culto.
[14] A. Rosenbeg, op. cit., p. 111. La mejor visión de conjunto de la política exterior en el periodo de Weimar la ofrece H. Graml: Europa zwischen den Kriegen. En: Deutsche Geschichte seit dem Ersten Weltkrieg (Veröffentlichung des Instituts für Zeitgeschichte), vol. 1, Stuttgart 1971.
[15] A. Rosenberg, op. cit. p. 179.
[16] No es posible presentar aquí toda la literatura reciente sobre teoría económica. En su lugar, dos libros son especialmente dignos de mención: B. Weisbrod: Schwerindustrie in der Weimarer Republik, Interessenpolitik zwischen Stabilisierung und Krise, Wuppertal 1978; G.D. Feldman/H. Homburg: Industrie und Inflation. Studien und Dokumente zur Politik der deutschen Unternehmer, 1916 bis 1923, Hamburgo 1977. Sin embargo, el estado de la investigación sobre teoría económica para el periodo de Weimar sigue siendo bastante insatisfactorio. La mejor introducción al nuevo estado de la investigación sobre la República de Weimar -con especial consideración del aspecto económico- la ofrece Michael Geyer: Partikulare Interessen und "Ökonomisierung der Politik" - neuere Arbeiten zur Weimarer Republik. En: SOWI. Sozialwissenschaftliche Informationen für Unterricht und Studium, 9. Jg., H. 1, Stuttgart 1980, pp.40-46.
[17] De los relativamente pocos trabajos más recientes sobre historia social, el de EC Schöck: Arbeitslosigkeit und Rationalisierung. Die Lage der Arbeiter und die kommunistische Gewerkschaftspolitik 1920 bis 28, Frankfurt 1977. Comparativamente, se está investigando mucho la situación de la mujer en el periodo de Weimar; por ejemplo, Frauengruppe Faschismusforschung: Mutterkreuz und Arbeitsbuch. Zur Geschichte der Frauen in der Weimarer Republik und im Nationalsozialismus, Frankfurt 1981.
[18] Sobre esto y lo que sigue, H. Berding, op. cit. p. 464.
[19] W Tormin (ed.) Die Weimarer Republik, Hannover 1962; K. Dederke: Reich und Republik Deutschland 1917 bis 1933, Stuttgart 1969; A Schwarz: Die Weimarer Republik (separata de: Brandt/Meyer/Just: Handbuch der deutschen Geschichte, vol. 4), Constanza 1958; K. Buchheim: Die Weimarer Republik. Grundlagen und politische Entwicklungen, Munich 1960; H. Heiber: Die Republik von Weimar (dtv-Weltgeschichte des 20. Jahrhunderts), Munich 1966; H. Herzfeld: Die Weimarer Republik, Frankfurt 1966; K.-D. Bracher Die Auflösung der Weimarer Republik. Eine Studie zum Problem des Machtverfalls in der Demokratie, 4ª ed., Villingen 1964; H Schulze: Weimar-Deutschland 1917-1933 (Die Deutschen und ihre Nation) o O., s.f.; G. Schulz :Deutschland seit dem Ersten Weltkrieg (1918 bis 1945) (Deutsche Geschichte Vol. 10), 2ª ed. Göttingen 1982; E Eyck: Geschichte der Weimarer Republik, 2 vols., 3ª ed., Zurich/Stuttgart 1962. Zurich/Stuttgart 1962.
[20] A. Rosenberg, op. cit. p. 13.
[21] Ibídem, p. 29 y ss.
[22] Ibídem, p. 174.
[23] Sobre esto B. Blanke:Sozialdemokratie und Gesellschaftskrise. Hypothesen zu einer sozialwissenschaftlichen Reformismustheorie. En: W. Luthardt (ed.), Sozialdemokratische Arbeiterbewegung und Weimarer Republik. Materialien zur gesellschaftlichen Entwicklung 1927 bis 1933, vol. 2, Frankfurt 1978, pp. 380-408.
[24] A. Rosenberg, op. cit. p. 177.
[25] Ibídem, p. 92.
[26] F. Fischer: Griff nach der Weltmacht . Die Kriegszielpolitik des kaiserlichen Deutschland (1914/18), Düsseldorf 1961.
[27] A. Rosenberg, op. cit. p. 92.
[28] Ibídem, p. 93.
[29] Ibídem, p. 81.
[30] Ibídem, p. 82.
[31] Ibídem, p. 163. Sobre la política exterior de Stresemann, véase H. Graml, op. cit. p. 336 y ss. Rosenberg valoró la Ostpolitik [política hacia el Este] de Stresemann de forma más favorable que en la actualidad. Escribe: "Cuanto más fuerte se hacía Alemania en las relaciones internacionales, más se debilitaba Polonia, y entonces tuvo que llegar el momento en que Polonia aceptó un compromiso que, a cambio de cualquier otra concesión, devolvía Danzig y el corredor a Alemania [...]" (p. 163). Y Rosenberg valora el planteamiento de Stresemann, el cual hoy nos parece cuestionable, de la siguiente manera: "No se pueden plantear objeciones sustanciales contra estas reflexiones políticas de Stresemann en sentido estricto, sino sólo contra el contexto económico global al que pertenece la política de Stresemann" (p. 163). Rosenberg se refiere a la dependencia de Alemania del capital financiero occidental a través del Plan Dawes. Kritisch zu Stresemanns Außenpolitik: W. Weidenfeld, Gustav Stresemann. Der Mythos vom engagierten Europäer. En: Geschichte in Wissenschaft und Unterricht, 24º volumen, nº 12, Stuttgart 1973, pp. 740-750.
[32]A. Rosenberg, op. cit., p. 101.
[33] Ibídem, p. 92.
[34] Ibid.
[35] Ibid, p. 94.
[36] Ibid, p. 125.
[37] Ibid, p. 94.
[38] K. Holl/Wette (ed.) Pazifismus in der Weimarer Republik, Paderborn 1981.
[39] A. Rosenberg, op. cit. p. 93.
[40] Ibid, p. 94.
[41] F.L. Carsten. Arthur Rosenberg, Ancient Historian into Leading Communist. En: Journal of Contemporary History 8, 1973, H. 1, p.67.
[42] H. Oncken: Nation und Geschichte. Reden und Aufsätze 1919-1935, Berlín 1935, p. 510 y ss. Más recientemente, B. Faulenbach: Ideologie des deutschen Weges. Die deutsche Geschichte in der Historiographie zwischen Kaiserreich und Nationalsozialismus, Múnich 1980, esp. pp. 76 y ss. y H. Schleier: Die bürgerliche Deutsche Geschichtsschreibung der Weimarer Republik, Berlín (DDR) 1975, esp. pp. 68 y ss.
[43] Sin embargo, recientemente se ha vuelto a discutir la relación de la izquierda con la cuestión nacional. Véase al respecto P. Brandt/G. Minnerup: Die deutsche Frage, Problemskizze und Thesen. En Prokla. Zeitschrift für politische Ökonomie und sozialistische Politik, vol. 12, núm. 47, Berlín 1982, pp. 91-118.
[44] Para la concepción de Rosenberg sobre el curso y las posibilidades de la revolución, véase como primera visión de conjunto H Schachenmayer, op. cit. p. 142
[45] Entre las obras relevantes sobre la revolución de 1918/19 se encuentran E. Kolb: Die Arbeiterräte in der deutschen Innenpolitik 1918 bis 1919, Düsseldorf; P. v. Oertzen: Betriebsräte in der Novemberrevolution. Eine politikwissenschaftliche Untersuchung über Ideen, Gehalt und Struktur der betrieblichen und wirtschaftlichen Arbeiterräte in der deutschen Revolution 1918/19, Düsseldorf 1963; U. Kluge Soldatenräte und Revolution. Studien zur Militärpolitik in Deutschland 1918/19, Gotinga 1975. Representativos de la investigación regional en este campo son: Reinhard Rürup, Arbeiter- und Soldatenräte im rheinisch/westfälischen Industriegebiet. Studien zur Geschichte der Revolution 1918/19, Wuppertal 1975. Al contrario que Rosenberg, la mayoría de los historiadores alemanes que enseñaban en la época no veían con buenos ojos el nuevo comienzo de 1918/19. Friedrich Meinecke fue el más abierto, aunque sólo temporalmente. Aceptó 1918/19 como un nuevo comienzo. Sin embargo, ya en 1925, como supuesto "republicano racional", inició un "retroceso al Estado histórico" cuando quiso reducir de nuevo el contenido democrático de la Constitución en el sentido de una "dictadura de la confianza". W. Besson: Friedrich Meinecke und die Weimarer Republik. Zum Verhältnis von Geschichtsschreibung und Politik. En: Vierteljahreshefte für Zeitgeschichte, 7 Jg. H.2, Stuttgart 1959, p. 124 y ss.; Werner Schneider: Die Deutsche Demokratische Partei in der Weimarer Republik 1924 bis 1930, Munich 1978, p. 143.
[46] Véase también, por ejemplo, B. Moore: Ungerechtigkeit. Die sozialen Ursachen von Unterordnung und Widerstand, Frankfurt 1982 (edición alemana), p. 518 y ss. Recientemente, sin embargo, ha habido tendencias - probablemente llevadas por el viento a favor del giro político general en la República Federal (que tarde o temprano también suele contagiar a la ciencia histórica) - a revisar los puntos de vista sobre la revolución de 1918/19 basados en las concepciones de Rosenberg - las cuales han sido generalmente aceptadas durante años - en favor del punto de vista original, aunque vistiéndolo con un atuendo moderno en parte. E. Jesse/H. Köhler: Die deutsche Revolution 1918/19 im Wandel der historischen Forschung. En: Aus Politik und Zeitgeschichte. Suplemento del semanario "Das Parlament", B45/78 (11.11.) Bonn 1978. Queda por ver cuánto terreno ganará esta vieja-nueva visión. La mejor y más reciente introducción al debate actual sobre la revolución alemana la ofrece R. Rürup: Demokratische Revolution und "dritter Weg". En: Geschichte und Gesellschaft. Zeitschrift für Historische Sozialwissenschaft, 9. Jg., H.2, Göttingen 1983, pp. 278-301. También U. Kluge: Die deutsche Revolution 1918/19. Staat, Politik und Gesellschaft zwischen Weltkrieg und Kapp-Putsch, Frankfurt/M. 1985.
[47] Al respecto, véase más recientemente J. Flemming: Landwirtschaftliche Interessen und Demokratie. Ländliche Gesellschaft, Agrarverbände und Staat 1890 bis 1925, Bonn 1978; M. Schumacher: Land und Politik. Eine Untersuchung über politische Parteien und agrarische Interessen 1914 bis 1923 (Beiträge zur Geschichte des Parlamentarismus und der politischen Parteien, Vol. 65), Düsseldorf 1978; L. Albertin: Liberalismus und Demokratie am Anfang der Weimarer Republik (Beiträge zur Geschichte des Parlamentarismus und der politischen Parteien, Vol. 45), Düsseldorf 1972.
[48] H.A. Winkler, op. cit. p. 65 ss; L. Albertin, op. cit. p. 122 ss, M. Schumacher, op. cit. p. ej. 197, J. Flemming, op. cit. p. 257.
[49] J. Kocka: Zur Problematik der deutschen Angestellten 1914-1933, op. cit., p. 795; ibídem: Die Angestellten in der deutschen Geschichte 1850-1980, Gotinga 1981, pp. 146 ss.
[50] M. Stürmer: Weimar oder die Last der Vergangenheit - Aufstieg und Fall der ersten Republik als Problem der Forschung. En: ibid. (ed.), Die Weimarer Republik. Belagerte Civitas (Neue Wissenschaftliche Bibliothek) vol. 1127, Königstein/Ts., 1980, p. 19. - Básicamente, la cuestión trataba de si es posible - y en caso afirmativo, en qué medida - que la clase obrera y las clases medias se unan en países capitalistas altamente desarrollados con una política de clases medias activa durante mucho tiempo y una ideología de clases medias eficaz. Véase también el estudio de A. v. Saldern: Mittelstand im "Dritten Reich". Handwerker, Einzelhändler, Bauern, Fráncfort 1979, esp. p. 16 y ss., p. 198 y ss.
[51] A. Rosenberg: Die Entstehung der Weimarer Republik, 13ª ed. Fráncfort 1971, p. 224 (en lo sucesivo citado como "Entstehung", ed.).
[52] Ibid.
[53] Al respecto, véase la instructiva introducción de R. Rürup: Probleme der Revolution in Deutschland 1918/19 (Institut für europäische Geschichte Mainz, Vorträge Nr. 50), Wiesbaden 1968, p. 13 y ss.; por lo demás, Rosenberg, Entstehung, p. 233.
[54] A. Rosenberg: Historia, op. cit. p. 5.
[55] Esto parece extraño para un historiador de orientación marxista; cf. FL Carsten, op. cit. p. 70.
[56] A. Rosenberg, Geschichte, op. cit. p. 135.
[57] Ibídem, p. 136 y ss.
[58] Ibídem, p. 138.
[59] En cambio, actualmente se tratan la actitud de los trabajadores socialdemócratas y comunistas durante la gran crisis de 1929 y siguientes. Para una introducción reciente, véase A. Dorpalen: SPD und KPD in der Endphase der Weimarer Republik. En: Vierteljahreshefte für Zeitgeschichte, 31. Jg., H. 1, Stuttgart 1983, pp. 77-108. Por lo que respecta al periodo de inflación, hay que hacer referencia a un gran proyecto actualmente en curso. Cf. O. Büsch y G.D. Feldman: Historische Prozesse der deutschen Inflation 1914 bis 1924, Berlín 1978; G.D. Feldman et al. (eds.): Die deutsche Inflation. Eine Zwischenbilanz, Berlín, Nueva York 1982. Dado que la idea central de la investigación es multidimensional, también podemos esperar encontrar explicaciones a las preguntas aquí planteadas. Esto vale al menos para el análisis de las condiciones de vida de los trabajadores. Sobre la evolución negativa de los salarios reales durante el periodo hiperinflacionista, véanse además de Rosenberg (Geschichte, op. cit., p. 129 y ss.), también G. Bry: Wages in Germany 1941 to 1945, Princeton 1960, p. 234; C.-L. Holtfrerich: Die deutsche Inflation 1914 bis 1923. Ursachen und Folgen in internationaler Perspektive, Berlín, Nueva York 1980, p. 244 y ss.
[60] O.K. Flechtheim: Die KPD in der Weimarer Republik, Fráncfort 1969, basado en el viejo trabajo de F. Borkenau: European Communism, Nueva York 1953. Aún más escéptico es W. T. Angress: Stillborn Revolution - die Kampfzeit der KPD 1921 bis 1923, Wiener Neustadt 1973 (reimpresión), p. 394. Angress señala con razón la incertidumbre de las fuentes. Sin embargo, Feldman/Homburg hablan de disturbios laborales, en parte encarnizados. G.D. Feldman/H. Homburg:Industrie und Inflation. Studien und Dokumente zur Politik der deutschen Unternehmer 1916-1923 ( Historische Perspektiven Vol. 5), Hamburgo 1977, p. 155 ss., p. 159. Holtfrerich constata incluso -sin explicitarlo- un "potencial revolucionario" (C.-L. Holtfrerich, op. cit., p. 330).
[61] Véase F. Borkenau: The Communist International, Londres 1938.
[62] También la cuestión de qué factores provocaron la caída del canciller del Reich Cuno en agosto de 1923 sigue siendo objeto de disputa todavía hoy en la investigación. Rosenberg, apoyado posteriormente por Flechtheim, atribuye el derrocamiento principalmente a una moción correspondiente del KPD en el Reichstag y a la huelga general. Angress considera esto simplemente una distorsión de la historia y caracteriza como factor desencadenante de la caída del gobierno el hecho de que el SPD hubiera retirado su confianza al gobierno de Cuno. Rosenberg, Geschichte, op. cit. p. 409; O.K. Flechtheim, op. cit. p. 89; W T. Angress, op. cit. O, p. 406; de forma similar Feldman/Homburg, op. cit. p. 142.
[63] H. Berding, op. cit. p. 464s.
[64] Para una discusión de principios sobre la "nueva izquierda", véase H.A. Winkler: Die "neue Linke" und der Faschismus. Para una crítica a las teorías neomarxistas sobre el nacionalsocialismo. En: Revolution, Staat, Faschismus. Zur Revision des historischen Materialismus, Göttingen 1978, esp. p.77.
[65]H.A. Turner jr.: Faschismus und Kapitalismus in Deutschland. Studien zum Verhältnis zwischen Nationalsozialismus und Wirtschaft, Göttingen 1972, del mismo: Großunternehmertum und Nationalsozialismus 1930 bis 1933, en: Historische Zeitschrift 221, 1975; Dirk Stegmann: Kapitalismus und Faschismus in Deutschland, 1929-1934.Thesen und Materialien zur Restituierung des Primats der Großindustrie zwischen Weltwirtschaftskrise und Beginn der Rüstungskonjunktur; en: Gesellschaft. Beiträge zur Marxschen Theorie, vol. 6, Frankfurt 1976, pp. 19-75.
[66] Prefacio de Rosenberg para la edición de 1935.
[67] A. Rosenberg: Historia, op. cit. p. 205.
[68] La necesidad de romper todas las organizaciones también ha sido subrayada recientemente por Mason en: TW. Mason, Die Bändigung der Arbeiterklasse im nationalsozialistischen Deutschland. En: C. Sachse et al, Angst, Belohnung, Zucht und Ordnung . Herrschaftsmechanismen im Nationalsozialismus, Opladen 1982, p. 33.
[69] Sobre esto, véase el estimulante estudio de A. Sohn-Rethel Ökonomie und Klassenstruktur des deutschen Faschismus, Frankfurt 1973; también N. Kadritzke: Faschismus und Krise Zum Verhältnis von Politik und Ökonomie im Nationalsozialismus, Frankfurt 1976; E. Hennig: Thesen zur deutschen Sozial- und Wirtschaftsgeschichte 1933 bis 1938, Frankfurt 1973; del mismo: Bürgerliche Gesellschaft und Faschismus in Deutschland, Fráncfort 1977.
[70] A. Rosenberg Geschichte, op. cit. p. 170.
[71] Esto es el resultado del importante estudio de Weisbrod, op. cit. Krohn: Stabilisierung und ökonomische Interessen. Die Finanzpolitik des Deutschen Reiches 1923 bis 1927 (Studien zur modernen Geschichte, Vol. 13) Düsseldorf 1974.
[72] Véase sobre todo K. Gossweiler: Ökonomie und Politik in Deutschland 1914 bis 1932, Berlín 1971; E Czichon: Wer verhalf Hitler zur Macht? Der Anteil der deutschen Industrie an der Zerstörung der Weimarer Republik, Colonia 1967; también E. Hennig: Monopolgruppentheorie in der DDR, en: Leviathan. Zeitschrift für Sozialwissenschaft, 1. Jg, H. 1, Düsseldorf 1973, p. 135 y ss.
[73] En este contexto, la evaluación de la política económica y financiera de Brüning ha llevado recientemente - probablemente no por casualidad - a un acalorado debate. Véase: K. Borchardt, Zwangslagen und Handlungsspielräume in der großen Wirtschaftskrise der frühen 30er Jahre: Zur Revision des überlieferten Geschichtsbildes, en: Jahrbuch der Bayerischen Akademie der Wissenschaften 1979, Munich 1979; C.-D. Krohn: "Ökonomische Zwangslagen" und das Scheitern der Weimarer Republik. Sobre el análisis de Knut Borchardt de la economía alemana en los años veinte, en: Geschichte und Gesellschaft. Zeitschrift für Historische Sozialwissenschaft. 8. Jg, Gotinga 1982, pp. 415-426; C.-L. Holtfrerich: Alternativen zu Brünings Wirtschaftspolitik in der Weltwirtschaftskrise ( Frankfurter Historische Vorträge H. 9), Wiesbaden 1982. Cf. también la continuación de la polémica en: Geschichte und Gesellschaft. Zeitschrift für Historische Sozialwissenschaft. 11 Jg., H. 3, Gotinga 1985, pp. 273-377.
[74] Con respecto a esto, sobre todo Stegmann, op. cit. p. 37 y ss.; LE Jones: Sammlung oder Zersplitterung. Die Bestrebungen zur Bildung einer neuen Mittelpartei in der Endphase der Weimarer Repbulik 1930 bis 1933, en: Vierteljahreshefte für Zeitgeschichte, 25. Jg., H. 3, Stuttgart 1977, pp. 265-304.
[75] Ibid., Cf. también el antiguo trabajo: E. Matthias/R. Morsey: Das Ende der Parteien 1933, Düsseldorf 1960. Sobre el intento de escindir el ala Strasser del NSDAP y los esfuerzos por formar un frente transversal (Querfront) bajo el gobierno de Schleicher, véase el reciente e informativo estudio de A. Schildt: Militärdiktatur mit Massenbasis? Die Querfrontkonzeption der Reichswehrführung um General Schleicher am Ende der Weimarer Republik, Frankfurt 1981.
[76] Sobre esto, véase el estimulante estudio de Abraham, cuyo capítulo decisivo se titula: "In Search of a Viable Bloc", en: D. Abraham, The Collapse of the Weimar Republic. Political Economy and Crisis, Princeton 1981, p. 281 y ss.
[77] A este respecto Stegmann, op. cit., p. 45 ss; para una valoración diferente del puesto de Schacht, véase R. Neebe: Großindustrie, Staat und NSDAP 1930 bis 1933. Paul Silverberg und der Reichsverband der deutschen Industrie in der Krise der Weimarer Republik (Kritische Studien zur Geschichtswissenschaft, vol. 45), Gotinga 1981, p. 122 ss. Las disputas sobre política comercial necesitan urgentemente una revisión. Por el momento, véase D. Petzina: Hauptprobleme der deutschen Wirtschaftspolitik 1932/33. En: Vierteljahresheft für Zeitgeschichte 15, 1967, p. 18 y ss., A. Sohn-Rethel, op. cit. p. 78 y ss.
[78] Sin embargo, Rosenberg descuidó la conexión entre el fracaso de los esfuerzos de unión burgueses no nacionalsocialistas y la cuestión del rearme. Sobre esto y recientemente M. Geyer: Aufrüstung oder Sicherheit. Die Reichswehr in der Krise der Machtpolitik 1934 bis 1936, Wiesbaden, 1980; por lo demás, fundamentalmente: A Sohn-Rethel, op. cit.
[79] Durante el periodo de Weimar, Rosenberg era un marginado entre los historiadores. Incluso el círculo democrático-republicano de profesores universitarios -el llamado Círculo de Weimar- no quería saber nada de Rosenberg, y mucho menos de Eckart Kehr, Hermann Heller y Veit Valentin. El libro de Rosenberg sobre el surgimiento de la República de Weimar fue sin duda reconocido, pero hasta ahí llegó. H. Döring: Der Weimarer Kreis. Studien zum politischen Bewußtsein verfassungstreuer Hochschullehrer in der Weimarer Republik, Meisenheim 1975, p. 232, p. 142. De los historiadores actuales debe reproducirse la opinión de Angress, quien, aunque adopta una postura diferente a la de Rosenberg en muchos puntos, considera que la "Historia de la República de Weimar" de Rosenberg es "aún hoy una de las interpretaciones más plausibles y estimulantes de las circunstancias en las que surgió la república y del papel desempeñado por la clase obrera alemana". (Angress, op. cit., p 528)
Adelheid von Saldern