La era de la inseguridad de Astra Taylor

Molly Fischer

26/09/2023

La activista y escritora considera que el capitalismo es una máquina de producir inseguridad.

 

Astra Taylor tiene un currículum que desafía la noción de hacer currículum. Es escritora, directora de documentales y activista y, durante las dos últimas décadas, su intelecto itinerante la ha llevado a recorrer Nueva York en un Volvo con Cornel West (para su documental de 2008 sobre filósofos, "Examined Life"), a entrevistar a refugiados sirios en Grecia (para su película de 2018 "What Is Democracy?") y a hacer giras con la venerada banda de indie-rock "Neutral Milk Hotel" (por amor: el compositor y cantante de la banda, Jeff Mangum, es su marido). Su amplia curiosidad anima su trabajo, y sus compromisos políticos lo afianzan. Es una de las cofundadoras del Debt Collective (Colectivo de la Deuda), una organización que ha estado a la vanguardia del movimiento para cancelar la deuda estudiantil, una causa que tiene especial urgencia en este momento, con los pagos de los préstamos a punto de reanudarse el mes que viene y batallas legales en el horizonte.

Este año, Taylor fue elegida para pronunciar las "Conferencias Massey", una serie de charlas que la "Canadian Broadcasting Corporation (CBC)" ha emitido durante los últimos sesenta y tantos años. Entre los conferenciantes anteriores de Massey se encuentran Northrop Frye, Jane Jacobs y Martin Luther King, Jr. El formato ha evolucionado a lo largo de los años; en la actualidad, las conferencias se imparten en cinco partes en cinco ciudades canadienses, se emiten por la CBC y se publican como libros. Taylor, de cuarenta y tres años, se crió en Estados Unidos pero nació en Canadá, y recuerda haber tenido ejemplares de los libros Massey de Noam Chomsky y Doris Lessing.

Las conferencias de Taylor se publican bajo el título " The Age of Insecurity" ("La era de la inseguridad"). El libro propone la inseguridad como marco para entender una serie de crisis contemporáneas y explora tanto la psicología como la política de nuestros apuros, un poco como "A Paradise Built in Hell" de Rebecca Solnit o "Fear of Falling" de Barbara Ehrenreich. "Hoy en día, muchas de las formas en que tratamos de hacernos a nosotros mismos y a nuestras sociedades más seguras -dinero, propiedades, posesiones, policía, ejército- tienen efectos paradójicos, socavan la propia seguridad que buscamos y aceleran el daño causado a la economía, el clima y la vida de las personas, incluida la nuestra", escribe Taylor. Se basa en trabajos académicos, en su propia experiencia como activista y en su biografía. (Una de sus abuelas era una canadiense contracultural, la otra una libertaria de Arizona, quizá una receta para descendientes ardientemente inconformistas, descaradamente idealistas e inquisitivos. Entre los hermanos de Taylor se encuentra la pintora y estudiosa de los derechos de los discapacitados Sunaura Taylor).

Al día siguiente de pronunciar la primera de sus conferencias, Taylor habló conmigo por videochat desde su habitación de hotel en Winnipeg, donde había estado observando el cielo oscuro por los incendios forestales y visitando a unos amigos de la familia. Nuestra conversación ha sido condensada y editada para mayor claridad.

 

Cuénteme cómo llegó a ver la inseguridad como una forma útil de pensar sobre el momento actual.

Un editor estaba preparando un número de la revista Logic sobre el tema de la seguridad y me sugirió que escribiera algo para el número. Recuerdo que me senté en la mesa de la cocina y dije: "Bueno, ¿qué tal si escribo sobre la inseguridad y sobre el modo en que el capitalismo es una máquina de producir inseguridad? Tendemos a pensar en el capitalismo como un sistema económico orientado a generar riqueza, a concentrar riqueza, a acumular capital, y la desigualdad es una de las dinámicas centrales que dan lugar a la concentración de riqueza y, por otro lado, a la concentración de pobreza. Y todo eso es cierto y muy, muy útil, pero creo que la inseguridad es igual de central pero no se discute ni se reconoce tanto.

Muchas de mis ideas actuales surgen de mi trabajo como activista. Soy una de las cofundadoras del Colectivo de Deudores ("Debt Collective"), que es el sindicato de los deudores. La mayoría de nuestros miembros están endeudados, y no como una empresa de capital riesgo, que utiliza la deuda como palanca. Hablamos de personas que tienen un patrimonio neto negativo, que son pobres. A nivel personal, nuestros miembros quieren alcanzar un mínimo de estabilidad financiera, pero liberarse de la deuda no proporciona seguridad en nuestro sistema actual. Puedes estar saliendo por fin de un agujero financiero, pero sabemos que la gente puede quedar absolutamente devastada por una crisis médica o la pérdida de un empleo, algún gasto imprevisto. La inseguridad te acosa incluso cuando llegas al siguiente nivel.

Me interesa mucho la intersección de lo emocional y lo económico, de lo psicológico y lo político; creo que ese es el espacio en el que todos vivimos realmente. La inseguridad habla de ambos registros. Hablamos de sentirnos inseguros -nos hace pensar en nuestros sentimientos-, pero también podemos hablar de fenómenos socioeconómicos objetivos: inseguridad en la vivienda, inseguridad laboral, inseguridad ecológica, inseguridad alimentaria. Son términos utilizados por sociólogos, por estudiosos; son condiciones materiales reales. El hecho de que la idea de inseguridad tenga esa dualidad me atrae.

 

Como señalas en el libro, "inseguridad" es un término que invita a la solidaridad más que a la oposición o la división.

Siempre intento ampliar la coalición. Nos enfrentamos -y con esto me refiero al gran "nosotros"- a fuerzas atrincheradas increíblemente poderosas que están causando un enorme daño en este mundo. Para tener alguna esperanza de movilizarnos contra las instituciones que se aprovechan de la destrucción de nuestro planeta, vamos a tener que construir un formidable movimiento de masas. Así que necesitamos a todo el mundo. Una cosa que me gusta del concepto de inseguridad es que nos da una base para encontrar puntos en común. Mientras que la desigualdad nos incita a fijarnos en los extremos -pensemos en los multimillonarios frente a los miles de millones de personas que tienen muy poco-, la inseguridad nos incita a mirar de reojo y ver lo que podemos tener en común con la gente, aunque esa gente tenga un poco más que nosotros, o incluso mucho más que nosotros. La desigualdad es importante; es absolutamente importante pensar en esos términos. Pero cuando te das cuenta de que incluso la persona que ha conseguido salir de deudas y reunir el pago inicial de una casa no puede descansar, dada la forma en que está estructurada la economía, esa puede ser la base de la solidaridad.

Puede ser la inseguridad ecológica. Puede ser la inseguridad laboral: los trabajadores de cuello blanco apenas tienen seguridad laboral. Nadie tiene seguridad en la jubilación cuando inviertes en bolsa. Nadie tiene seguridad en la vivienda cuando tu propiedad, que crees tan valiosa, corre el riesgo de inundarse o perder el seguro. Alguien tiene privilegios, entre comillas, pero también le están jodiendo. Mi intención es decir: Oye, mírate a ti mismo en esto. Porque entonces estás luchando por ti mismo y no sólo por compasión hacia los demás. Y creo que eso es realmente esencial. Tenemos que luchar por nuestras propias vidas, aunque seamos relativamente privilegiados, porque todos vivimos en un planeta en llamas.

 

Eso también parece que corta todas las tediosas discusiones que ocurren cuando te desvías para analizar las minucias de los respectivos privilegios de la gente.

Cien por cien. Acabo de ayudar a organizar una asamblea de deudores con unos amigos, y una mujer contó su historia y no paraba de repetir una y otra vez: "Sé que soy privilegiada. Sé que soy privilegiada". Sin embargo, estaba contando una historia en la que había tenido que depender de las tarjetas de crédito durante más de dos décadas -esencialmente, pasando la deuda de una tarjeta de crédito a otra tarjeta de crédito. Así que, en comparación con otras personas de la sala, ella no había experimentado la pobreza más extrema. Pero, ¿es un privilegio depender de tarjetas de crédito que te cobran un veintidós por ciento de interés? No lo sé. Fue uno de esos momentos en los que sentí que eso no ayudaba.

 

¿Hasta qué punto crees que merece la pena que la gente de izquierdas sea consciente de comunicar ideas de una manera que no asuste a los escépticos? ¿Qué parte de eso es útil, en tu opinión, y qué parte se convierte en una distracción?

Creo que gran parte es útil. Si se hace bien, no es una distracción. El reto es cómo comunicar ideas radicales -es decir, ideas que llegan a la raíz de nuestras crisis actuales- de forma que inviten a otras personas a tener una visión del mundo o un conjunto de soluciones diferentes. El Colectivo de la Deuda es una organización radical. Está fundada por personas que son socialistas democráticos sin complejos. Pero no es una organización sólo para personas que tienen esa visión del mundo; es una organización para deudores y sus aliados, y nos esforzamos por hablar a la gente en términos que conecten con su vida cotidiana y sus experiencias diarias.

 

Hablemos de su trabajo con el Colectivo de Deudores. La organización comenzó a raíz de Occupy, cuando formaste parte de un grupo que empezó a desarrollar herramientas para ayudar a las personas endeudadas y concienciar sobre las prácticas abusivas a las que se enfrentaban; por ejemplo, recaudasteis dinero para comprar deudas médicas en el mercado secundario y condonarlas. En los últimos años, la condonación de la deuda estudiantil se ha convertido en una idea cada vez más extendida, culminando en el plan del Presidente Biden de 2022 para condonar hasta veinte mil dólares de deuda a determinados prestatarios. Tengo curiosidad por saber cómo ha sido esa evolución desde tu punto de vista, y qué crees que la ha hecho posible.

Muchas ideas que ahora parecen de sentido común eran en realidad inimaginables hace una década, y no sólo para los conservadores o los liberales convencionales, sino también para la gente de izquierdas. La idea de que el gobierno cancelara la deuda, la idea de que los demócratas fueran, en cierto sentido, el partido de la cancelación de la deuda, era bastante inconcebible hace cinco años. Esto demuestra que incluso si tus ideas son descabelladas para los estándares del momento, si las enfocas de forma estratégica, deliberada y, creo, franca, puedes realmente cambiar el sentido común y cambiar la política. Ahora bien, es obvio que tenemos que protegernos y decir que estamos en una lucha: el Tribunal Supremo asestó un golpe bastante significativo al primer intento de Biden de emitir la cancelación del préstamo. Pero, el Presidente de Estados Unidos, que pasó la mayor parte de su carrera sirviendo a los intereses de la clase acreedora -es decir, fue senador por Delaware, que es la capital de las tarjetas de crédito de Estados Unidos- se ha convertido en el Presidente que sube al escenario defendiendo la condonación de la deuda estudiantil. A veces con dinamismo.

La activista del Colectivo de la Deuda que hay en mí se siente frustrado, porque la Administración Biden cometió muchos errores por el camino. Esto debería estar ya en la puerta y en las cuentas de la gente; no deberíamos tener que estar librando esta batalla. Pero cuando miro más allá y recuerdo cómo era hace cinco o diez años, me sorprende que hayamos llegado tan lejos. Creo que en parte se debe a que somos un grupo de activistas inteligentes, estratégicos y empollones que hemos investigado y hemos ideado muchas estrategias creativas. Pero creo que también se debe a que nos dirigimos a las condiciones reales de la gente, y a esa combinación de lo económico y lo emocional. Para la gente, las deudas no son sólo números en un balance.

Organizamos asambleas de deudores en las que invitamos a la gente a contar sus historias. Incluso las personas que tienen conciencia política de otras cosas, cuando por fin hablan de su precariedad económica y de que lo están haciendo todo bien, han ido a la universidad, han sido buenos, han sido responsables y siguen sin poder salir adelante, es increíblemente angustioso. Parte de la razón por la que creo que nuestro pequeño pero poderoso movimiento ha despegado es porque a la gente se le enseña a no hablar de dinero, a no hablar de sus problemas monetarios, y que, si no son capaces de salir adelante, es culpa suya. Parte de lo que estamos haciendo es decir que eso es mentira. Ahora mismo, nuestra sociedad está estructurada de modo que no tienes más remedio que endeudarte para cubrir tus necesidades básicas.

 

¿Ha notado algún cambio en la forma en que la gente habla y piensa sobre su deuda desde que empezó a hacer este trabajo?

La gente se siente con derecho a la condonación de la deuda!. Es un cambio de conciencia enorme y profundo. He estado paseando y he oído a desconocidos hablar de la condonación de la deuda; a veces me sorprendo de que estas ideas estén ahí fuera.

 

¿Por dónde paseabas?

Estaba caminando por una vía verde en algún lugar de Carolina del Norte. Y esta gente hablaba de la condonación de la deuda. El Colectivo Deuda no es sólo un grupo que lucha contra la deuda de los estudiantes: tenemos campañas centradas en la deuda carcelaria, en la deuda de la vivienda, en la deuda médica. Ahora es mucho más fácil entablar conversaciones sobre la cancelación de ese tipo de deudas. El hecho de que tengamos facturas médicas porque no tenemos asistencia sanitaria universal en Estados Unidos es mucho más fácil de tratar ahora que hace una década.

 

En junio, el Tribunal Supremo anuló el plan original de la Administración Biden para cancelar la deuda estudiantil en virtud de la Ley HEROES. Biden respondió con un nuevo plan, utilizando un mecanismo legal diferente -la Ley de Educación Superior- para cancelar ciertas deudas. Pero se espera que los prestatarios tarden en ver resultados. ¿Y ahora qué? ¿Qué espera?

El Colectivo Deuda está increíblemente animado en este momento. Y creo que tenemos que reivindicar la victoria de que el presidente Biden anunciara un plan de alivio de la deuda, que luego promulgó de forma errónea. La Administración Biden debería haber cancelado automáticamente las deudas de la gente. No necesitaban tener un proceso de solicitud. No necesitaban hacer que la gente solicitara ayuda individualmente. Todo eso era pura apariencia, para que pareciera que estaban filtrando a ese mítico dos o tres por ciento de deudores con mayores ingresos. Pero lo que hicieron, al querer filtrar a los deudores que ganan más de ciento veinticinco mil dólares al año, es dispararse a sí mismos en el pie, porque ganaron tiempo para que los republicanos y sus patrocinadores multimillonarios prepararan estas demandas falsas y de mala fe con jueces simpatizantes.

Es un testamento a la organización que Biden al menos fuera allí y dijera: "Voy a utilizar la Ley de Educación Superior y la autoridad de "compromiso y acuerdo" para cancelar la deuda estudiantil". Podría haber cancelado la deuda estudiantil en ese momento, y en su lugar ha establecido una vez más un proceso bastante burocrático. El Colectivo de la Deuda acaba de lanzar algo llamado la "Herramienta de Liberación de la Deuda Estudiantil", que permite a la gente solicitar individualmente la cancelación de sus préstamos bajo la autoridad exacta que Biden dice ahora que va a utilizar. En la primera semana, quince mil personas enviaron peticiones, y esto va directamente a los altos mandos del Departamento de Educación.

Ahora mismo estamos tratando de jugar la mano que se nos ha repartido y asegurarnos de que los deudores obtienen el alivio que se les prometió, al tiempo que desarrollamos nuestras campañas en estas otras áreas temáticas. Específicamente, estamos trabajando con el "Sindicato de Inquilinos" de Los Ángeles, en California, para construir un movimiento de deudores e inquilinos allí - tenemos algo llamado "el kit de herramientas del poder del inquilino". El Colectivo de Deudores se encarga de responder a una quinta parte de todos los avisos de desahucio del condado de Los Ángeles, que es una zona enorme. Y también estamos preparando algunas estrategias médicas. Siempre estamos intentando analizar el terreno político y averiguar qué podemos hacer. Lo cual es muy importante, porque es fácil volverse cínico y frustrarse.

 

Esto es cambiar un poco de tema, pero creo que mi primer encuentro con tu trabajo fue el artículo que escribiste en n+1 en 2012 sobre tu educación. Vuelves a ese material en "La era de la inseguridad", empezando por la época de tu madre en una escuela experimental canadiense llamada "Carcross" en los años setenta. Los alumnos ayudaban a dirigir el lugar, junto con los profesores y los padres, lo que significaba cocinar y limpiar, pero también dar forma al plan de estudios. ¿Qué sacó tu madre de aquella experiencia y cómo te lo transmitió?

Mi madre sólo estuvo allí un año, pero le causó una gran impresión. Cuando era pequeña, en los años ochenta, siempre nos dio a mis hermanos y a mí la opción de no ir a la escuela y de "desescolarizar", que no es lo mismo que educar en casa. El "homeschooling" es intentar hacer escuela en casa, y el "unschooling" es esta filosofía de aprovechar el deseo innato del niño de aprender. Parte de la premisa de que todos los seres humanos tenemos el deseo de aprender; somos, en palabras de John Holt, animales que aprenden. Así que tuve una experiencia inusual: la mayoría de los niños no pueden elegir si van a la escuela. Tienen que ir a la escuela porque sus padres tienen que trabajar a jornada completa. Mi padre era profesor, mi madre se quedaba en casa, así que teníamos la posibilidad de quedarnos en casa. Y cuando lo hacíamos, no teníamos ninguna pretensión de intentar ir a la escuela en casa. Teníamos la responsabilidad de nuestra propia educación. Bueno, ¿qué te interesa? ¿Qué quieres hacer? ¿Qué te importa? Yo tenía mucho tiempo libre -todo esto era antes de Internet-, mucho tiempo para leer, mucho tiempo para dibujar, mucho tiempo para quedarme mirando las paredes.

De vez en cuando intentaba ir al colegio. Quería hacer amigos, así que iba a la escuela. Pero me dio una perspectiva de ser una verdadera forastera. Porque yo me preguntaba, ¿Qué es la escuela? ¿Por qué está organizada así? ¿Por qué tenemos que sentarnos en nuestros pupitres todos los días? ¿Por qué tengo que preguntar antes de ir al baño? ¿No soy yo quien sabe si necesito ir al baño? Era un gran contraste con mi vida en casa. Y creo que la educación no escolarizada fue un regalo increíble. Ha dado forma a quién soy y a cómo veo las cosas. Tuve el increíble lujo, al igual que mis hermanos, de sumergirme en mis pasiones. Y básicamente hago exactamente lo que hacía cuando tenía diez u once años: escribir tratados sobre males sociales.

 

¿Sobre qué escribías cuando tenías diez u once años?

Tenía un boletín llamado "Kids for Animal Rights and the Environment" (Niños por los derechos de los animales y el medio ambiente). Básicamente, intentaba iniciar una revolución infantil contra los adultos que nos mentían sobre la destrucción del medio ambiente y nos engañaban para que comiéramos carne, y la verdad es que fue una buena lección de activismo. No conocía a muchos niños, pero intentaba reclutarlos para mi fanzine y me decía: "Dios mío, ¿no son todos militantes de los derechos de los animales como yo? Fue mi primera incursión en tratar de, supongo, organizar, y también encontrar el hecho de que la gente no está de acuerdo conmigo. Por eso siempre intento tender puentes. Simplemente pensé: Bueno, los niños, vamos a ser solidarios. Vamos a denunciar las mentiras sobre la agricultura industrial y el hecho de que la capa de ozono está desapareciendo. Y entonces algunos niños pensaban: No nos importa. Yo pensaba: Oh, wow. Tengo que convencer a los niños.

 

¿Cómo lo hiciste? ¿Qué tácticas estabas probando?

Creo que lo que quería era agitprop, imágenes de entornos contaminados y criaturas sufriendo. Y tengo que decir que, cuando finalmente fui al instituto durante unos años, conocí a gente con tantos puntos de vista diferentes, y a gente que me gustaba mucho con perspectivas radicalmente distintas a las mías. Creo que pasé unos diez años de profunda introspección: "Bueno, ¿quién soy yo para decirle a la gente lo que tiene que pensar? ¿Cómo sé que tengo razón? La humildad es una virtud que considero muy importante: ser radical sin ser rígido. Reevaluar e intentar invitar a la gente a entrar en tu visión del mundo y entablar una conversación que, de otro modo, no considerarían si te mostraras demasiado enérgico o demasiado militante o demasiado condescendiente. Soy muy consciente de que mi punto de vista es minoritario, porque sigo teniendo los valores que tenía de pequeña sobre los animales y la Tierra. Y no son la opinión mayoritaria.

La otra gran cosa para el tema "unschooling" es, como escribo en el libro, que fui a la escuela secundaria en Atenas, Georgia, y no pude dejar de reconocer las increíbles disparidades sociales. A algunos niños sólo les daban de comer en la escuela. También había disparidades raciales increíbles: yo iba a una escuela de mayoría negra en Georgia, y en el programa de superdotados había sobre todo niños blancos. Y creo que eso me hizo pensar en quién puede dejar de estudiar.

Aprender es mi mayor placer, y realmente quiero eso para otras personas. La inseguridad te obliga a concebir la educación en términos realmente limitantes. Porque tienes que obtener un rendimiento de la inversión: tienes que conseguir un título que pague tu deuda estudiantil. Esto es algo que el Colectivo Deuda espera hacer más, pero creo que necesitamos hacer una defensa realmente sólida de la educación pública como un derecho para todos. Y no sólo como un derecho a recibir formación laboral para poder tener una carrera decente o una oportunidad de movilidad ascendente, sino como el derecho a aprender. Creo que es una de las citas políticas más reveladoras de la historia de Estados Unidos cuando Ronald Reagan dice que el Estado no debería dedicarse a subvencionar la curiosidad. Mi Estado ideal lo hace, porque creo que seremos mejores personas por ello.

En mis escritos y en mis películas intento dar a la gente una muestra de curiosidad. Algunas personas escriben poemas que te conmueven y te hacen sentir nostalgia, y algunas películas son divertidas o dan miedo o lo que sea. Yo siempre busco la experiencia de la revelación, dar a la gente un atisbo de ese placer intelectual del que creo que estamos hambrientos.

 

En cuanto a la amplitud del trabajo que has realizado, me he dado cuenta de que en la biografía de este libro incluyes haber estado de gira con "Neutral Milk Hotel".

Sí, lo puse en mi biografía porque fueron cuatro años de mi vida. Fue una gran parte. Y, ya sabes, estoy orgullosa de haber estado en "Neutral Milk Hotel". Creo que son una gran banda. Y sí, estoy casada con Jeff Mangum, que era el vocalista, y a quien conocí en Athens, Georgia, donde crecí.

 

¿Qué tocabas?

Tocaba la guitarra, el acordeón y el teclado. Aquí es quizá donde entran en juego los límites de la falta de escolarización: toco muchos instrumentos tan bien que podría enseñarme a mí misma a tocarlos. Así que podría ser una banda punk muy decente de una sola mujer. La música de "Neutral Milk Hotel" es el límite superior de mi capacidad técnica. No hay nada que vaya a hacer en mi vida que me ponga tan nerviosa como tocar un acordeón electrificado en el escenario: es el instrumento más quisquilloso que se puede tocar. Fue una dosis nocturna de terror. Ayer, estaba muy nerviosa antes de la conferencia y pensé: "Esto no es tan malo como tocar ese maldito acordeón".

La otra cosa es, ya sabes, esto es lo que soy. No soy una profesora. No soy una persona que ha tenido un único camino lineal o que se centra en un dominio. Simplemente, hago todas estas cosas y sigo mi instinto. Lo digo en parte para ser sincera y, espero, como una forma de impulsar a los demás para que hagan lo que quieran.

 

es redactora en The New Yorker. Su trabajo ha aparecido en Bookforum, n+1, New York Times Book Review y New York, donde también fue redactora en The Cut y presentadora del podcast "The Cut on Tuesdays".
Fuente:
The New Yorker, 24 de setiembre de 2023
Traducción:
Antoni Soy Casals

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