Millán Fernández
25/02/2024
La quinta mayoría absoluta del partido fundado por Manuel Fraga Iribarne (quien acuñó para el imaginario la “mayoría natural”) no se forja en el mes previo a la jornada electoral. Muy al contrario, el partido-institución-movimiento cuenta con una tupida red de infantería y cargos intermedios apegados al territorio con presencia en todos los ámbitos de la sociedad civil: en las parroquias católicas, en asociaciones empresariales y vecinales, en las redes de mujeres rurales, en la organización de festejos locales, en las cuadrillas de cazadores, entre las federaciones deportivas o en la totalidad de las estructuras y corporaciones municipales en las que puede desplegar todo el potencial de sus redes clientelares jerarquizadas para asegurar un voto cautivo que todavía existe. En el ámbito de las instituciones autonómicas o provinciales cuenta con fortísima presencia de técnicos y personal funcionarial afecto debidamente situado tras décadas de selección y prácticas endogámicas. Sin excepciones conocidas, los grandes empresarios apoyan por acción u omisión el statu quo en el mejor de los casos.
Todo ello no basta para explicar sus resultados porque no existen explicaciones simples a comportamientos electorales complejos en las sociedades actuales. Factores multicausales convergen a la hora de motivar y determinar el voto de un individuo según nivel de renta, el género, las creencias, el nivel de estudios o cultural, edad, etc. En Galiza, como en cualquier otro lugar, operan también entre otros el método de la tenacidad y el método de autoridad: el primero refiere un sistema de creencias que se va conformando con la transferencia de ciertos conocimientos de generación en generación y explica parcialmente esa motivación. Dos modelos casi antagónicos son muy reconocibles en el país y se han ido conformando de década en década: romper ciertas creencias y prejuicios es posible mediante la acción social y política. El segundo, consiste en la confianza que se deposita en un individuo o grupo al que se respeta y admira y del que se aceptan consejos o sugerencias sin ningún cuestionamiento. Aquí el PPdeG parte con ventaja y una fuerza como el BNG habría de seguir trabajando para ganárselo sin renunciar a la naturaleza crítica y dialéctica de las izquierdas y las propias de sus dinámicas históricas dentro del ámbito nacionalista.
Las teorías conductistas o las provenientes de la economía política como la teoría de la elección racional, que explicarían el voto desde la óptica del propio interés más favorable al elector en un balance coste-beneficio, también ayudan a entender ciertos comportamientos. Otras, como la teoría de la acción racional busca dar respuesta a por qué, cuándo, en dónde y en qué condiciones los individuos podrían tener intereses en común. Es crucial identificarlos y una hercúlea labor micropolítica modificarlos. Según la teoría de la acción colectiva pueden explicarse incentivos grupales selectivos, insatisfacciones y expectativas. Para la teoría de la espiral del silencio existe un efecto carro ganador (o badwagon) que explicaría cambios de decisión en los últimos momentos clave antes de emitir el voto en función de la suposición subjetiva de quién va a ganar: un porcentaje estimable de gente se suma, a última hora, a aquellos que perciben como vencedores (y por eso, a menudo, fallan las encuestas o los últimos días de campaña son muy importantes: dar la sensación de que se va a vencer ayuda a la confirmación de esta hipótesis). Todos estos elementos, cruzados con otros, operan en toda realidad política bajo “reglas democráticas” y por eso se hace capital para las fuerzas opositoras en Galiza seguir conociendo y estudiando a fondo la sociedad; para poder ganársela y rivalizar en mejores condiciones con la fuerza hoy hegemónica pero no tanto: algunas de esas barreras y límites han sido puestas en cuestión en esta última convocatoria.
La pre-campaña y campaña electoral. Donde el miedo venció a la esperanza:
Así pues, pre-campaña y campaña electoral parten de una realidad fáctica a la que habría que añadir un sistema mediático pervertido y perverso que incumple su función social: medios de comunicación privados discrecionalmente subvencionados (La Voz de Galicia, La Región, La Opinión, El Progreso, Faro de Vigo...además de radios y medios de comunicación de masas de la esfera pública estatal) y medios públicos secuestrados y manipulados (RTVG) se proponen, como tarea cotidiana, ejercer de altavoces del gobierno fiscalizando a la oposición. La coherencia discursiva entre ellos, sus creadores de opinión de referencia y el gabinete de intoxicación del PPdeG es altísima y conforma, en gran medida, las mentalidades y un particular sentidiño común: la política autonómica suele desaparecer del foco prioritario de interés a excepción de los Debates sobre o estado de la Autonomía o cuando rutinariamente toca al cabo de cuatro años. Invisibilizar el hecho autonómico, despolitizar cualquier problemática e inocular ideología de la servidumbre (Étienne de La Boétie, 1564) es consigna casi unánime en un ecosistema (des)informativo y deliberativo adulterado por descompensación manifiesta, a excepción de la precaria resistencia desde diarios digitales marginados del regado de dinero público y sostenidos con el esfuerzo militante de sus socios y subscriptores. En tales condiciones se disputa la competición electoral, siempre desigual.
La pre-campaña arrancaba bajo premisa de auto-reproducir una balsa de aceite electoral favorable al convocante aun saltándose la tradicional coincidencia con las elecciones al Parlamento Vasco cuando el foco se diluye, ahondando en la supuesta irrelevancia de lo que aquí elegimos, pues se descuenta por casi todos que siempre pasa lo mismo. Esta elección no-casual de la fecha, coincidente con el Entroido (Carnaval), aventuraba desconexión al ser días reservados a la exaltación de lo gastronómico y lúdico-festivo en buena parte del país a riesgo de que, al incorporar este un originario componente de transgresión irreverente contra lo establecido, se volviese en contra.
Sólo dos partidos tenían la maquinaria puesta a punto y la suficiente motivación para saltar al terreno de juego: el PPdeG de la Galicia que Funciona para retener el gobierno y su principal antagonista, el Bloque Nacionalista Galego (BNG), para alcanzarlo. Uno encabezado por el sucesor designado por Feijóo (Alfonso Rueda) y el segundo liderado por la consolidada y mejor valorada Ana Pontón, en un planteamiento de campaña que perfeccionaba lo aplicado con éxito en el año 2020 y que ya la había situado como cabeza opositora. El PSdeG, que acostumbra cambiar el liderazgo muy a menudo, presentaba para la competición a Jose Ramón Gómez Besteiro a última hora, en una realidad política que suele “premiar” los más estables y reconocibles.
Varios fueron los hitos que marcaron el proceso de confrontación que fué polarizando a la opinión pública y, finalmente, a gran parte de los electores en el día de votación: precedido de un constante trabajo durante años del BNG se llegó a la crisis de los pellets, en donde un vertido de microplásticos contaminantes asoló buena parte de la costa occidental evidenciando la descoordinación entre administraciones autonómica y central (de distinto color) y el modus operandi habitual del PPdeG en este tipo de situaciones: fue sacado a colación el manual completo de la ocultación y la mentira, la propaganda, la responsabilización del adversario o las acusaciones de electoralismo e intento de intimidación y compra de voluntades. Esta gestión despertó indignación en parte de la sociedad al rememorar el catastrófico episodio del petrolero Prestige en noviembre de 2002 (aunque de naturaleza y gravedad distinta) por constatar que, si otra vez tuviese lugar, procederían de igual forma. El incidente provocó la movilización de la gente trabajadora del mar, que utilizó la visibilidad para seguir denunciando el decadente estado del sector. Los tentáculos del partido gobernante recurrieron a los patrones de las cofradías y a las presiones e intimidación laboral que calentaron el clima pre-electoral. Se habían manifestado contradicciones de clase: cínicas acusaciones de electoralismo pese a que, pocos días después, algunos de ellos estuvieron abiertamente presentes en actos del PPdeG. A este panorama se añadió otra gran movilización ciudadana en Santiago de Compostela convocada por la Plataforma en Defensa da Sanidade Pública meses antes del conocimiento de la celebración de las elecciones, lo que nuevamente fue instrumentalizado desde el poder para desviar el fondo de la cuestión y acusar a la oposición de hacer oposición por reclamar soluciones integrales ante el destrozo privatizador y deterioro palmario del Servizo Galego de Saúde.
En tal contexto se anuncia un “sorpresivo” Acordo de Vontades BNG-Anova, fraguado durante meses, que cerraba más de una década de distanciamiento y discrepancias estratégicas entre corrientes ideológico-políticas del soberanismo de izquierdas, incitando una respuesta ampliamente positiva entre las bases nacionalistas que insufló ánimos y vocación de colaboración y apoyo mutuo. La imagen del afectuoso abrazo entre Ana Pontón y el histórico líder nacionalista Xosé Manuel Beiras tuvo un potente significado simbólico contrapuesto a las interminables cuitas internas de la “nueva izquierda” española, en un horizonte de entendimiento fraternal entre diferentes dentro del ámbito soberanista. La campaña había comenzado oficialmente, y las alarmas se encendieron en el cuartel general del PPdeG: al tercer día apareció en escena la convocatoria “urgente” de una rueda de prensa para denunciar un “despiadado ataque a Galicia organizado desde Madrid” por una misteriosa red de bots rusos, chinos y filipinos con conexiones “al servicio de la oposición” para lanzar todo tipo de “bulos y desinformación” en redes sociales contra el gobierno de la comunidad. La secretaria general del PPdeG Paula Prado afirmaba estar estudiando elevar el asunto ante la Fiscalía. Nada más se supo porque, como habitualmente, todo era una ridícula performance y un ejercicio de inventiva amplificado como veraz por los “medios de comunicación”.
La sensación de nerviosismo (aparente) se agravó cuando el candidato a la presidencia Alfonso Rueda no acudió al primer debate electoral organizado por Cadena SER y se maniobró para sí hacerlo al televisado organizado por la corporación de RTVG con la obvia intención de intentar disgregar el voto de las izquierdas al visibilizar el “temido” barullo de un hipotético multipartito conformado por BNG, PSdeG, Sumar y Podemos después del cual el presidente en funciones fué escondido de la estrategia de campaña. Ya no acudió al tercer debate organizado por RTVE, cuando Ana Pontón (BNG) y Gómez-Besteiro (PSdeG) tuvieron la oportunidad de escenificar sintonía para la alternancia y afear la actitud huidiza del presidente ausente. Nada de eso penalizó al Partido Popular: en la “Arcadia Feliz” que funciona, el debate político de propuestas y rendición de cuentas es un lío. Catorce años de neoliberalismo provinciano (Albino Prada) advirtieron al rocoso elector-promedio sobre el engorro de politizar la política, que lo normal es oponerse a la oposición y que hacer electoralismo en periodo electoral representan una afrenta desestabilizadora al natural funcionamiento del país. Haga como yo: no se meta en política. Por algo Alfonso Rueda insistía en los mítines: “Las elecciones no son para echar a nadie ni escoger a nadie, sino para que las cosas sigan funcionando”. En realidad, se aspira a que las propias elecciones se perciban como un trámite cuando no una pérdida de tiempo. Tampoco nada de esto penaliza al Partido Popular, que mantiene su hegemonía relativa sosteniéndose en un sistema de poder semi-feudal donde la cultura de súbdito (G. Almond & S. Verba, 1965) goza de buena salud y ha sido asimilada por parte del cuerpo electoral.
El hito final de campaña se produce al revelarse a la opinión pública la confesión del líder de la oposición española (Feijóo) a un grupo plural de periodistas, reconociendo haber dialogado para la posibilidad de ser investido con el apoyo de Junts y contemplar la concesión de “indultos” dentro de “un plan de reconciliación para Cataluña”. Meses de combate frontal y en las calles contra el gobierno PSOE-Sumar, sostenido en fuerzas favorables a la Ley de Amnistía, parecían cerrarse con tal inesperado gesto: Puigdemont, ETA, Putin, separatismo e incluso Hamás fueron ejes discursivos centrales del PP y prensa afín para evitar hablar de las problemáticas tangibles y cotidianas de los que viven y trabajan en Galiza siendo usados como armas arrojadizas contra BNG y PSOE. Mariano Rajoy lo supo resumir como sólo él sabe: “O gobierna el PP o entran los malos”; en la misma frecuencia Alfonso Rueda animaba a que el BNG invitase a Arnaldo Otegi a participar en algún mitin en Cuspedriños. Queda claro: la cultura de súbdito no penaliza ni las malas artes ni las campañas ponzoñosas pensadas para despertar los bajos instintos antes que la razón. Bien al contrario, sirven para estimular emociones negativas y dar masticado la identificación del peligro real o imaginario: el miedo como eterno operador político. El balance final del PP fueron 9 amonestaciones y 4 expedientes sancionadores de las juntas electorales. El doping no es suficiente, y el árbitro es casero.
Tampoco penalizó la presencia de la presidenta de la Comunidad de Madrid y vocera de la clase dominante del Kilómetro 0, Isabel Díaz Ayuso, que se mostró encantada de poder “seguir paseando por mi Galicia” y “su bahía de Vigo, entre bateas y montes de eucaliptos” a pocas horas de reconocer que la desatención hospitalaria de miles de mayores afectados por el Covid fue lógica porque, total, “se iban a morir igual”. Con la barbarie instalada en el poder, finalmente se premió al virrey en Indias, al ex-virrey en Indias y a la más insigne representante de la necropolítica y del chovinismo centralista español. La campaña bifronte dio resultado: la supuesta base “galleguista” de los populares validó también la estrategia y mensajes supremacistas. Los últimos días sirvieron para anunciar, desde el gobierno, subidas salariales en el Servizo Galego de Saúde, subvenciones a Centros Gallegos en el exterior o activar el ingreso de 550 euros de ayudas a cada mariscador profesional por meses de inactividad debido a la mortalidad masiva de bivalvos: pan para hoy, hambre para mañana.
Frente a lo relatado, se concibió desde el BNG un modelo de campaña diametralmente opuesto: acudir a todos los foros posibles para explicar las propuestas, la repetición de unas ideas-fuerza propositivas articuladas en un elaborado discurso de síntesis y aglutinador centrado fundamentalmente en lo social que identificaba las principales y más acuciantes problemáticas de la ciudadanía expresadas en estudios sociológicos y mediante un liderazgo coral mayoritariamente femenino que apelaba al rescate de los bienes públicos atacados en los últimos años. Una campaña emotiva y elegante sostenida en la credibilidad de una fuerza con larga experiencia de gobierno o co-gobierno en distintas administraciones. La propuesta no fue esencialmente distinta (pero hábilmente mejorada en el plano del márketing político) a la de 2020, ni siquiera en la composición de las candidaturas. Aquella fué comentada pormenorizadamente aquí en el epígrafe “El techo histórico del nacionalismo. Laclau en Galicia”.
En esta ocasión el BNG destacó con altísimo desempeño en una campaña audiovisual profesionalizada y digitalmente segmentada, con elementos innovadores y adaptada también a la creciente realidad urbana. Las “cuestiones identitarias” fueron tratadas con un inteligente discurso integrador y transversal: “hai moitas formas de sentirse galego e todas son necesarias para o cambio”, respecto a minorías migrantes o respecto a la necesidad de enseñar el idioma con igualdad de trato para “poder escoller en liberdade” frente al manido y falsario mantra de la “imposición del gallego”. A estas propuestas conciliadoras respondió el PPdeG con la consabida caricatura de que “los nacionalistas” (siempre otros) serían “lobos con piel de cordero” peligrosamente dogmáticos y que siempre “traen división”.
Acerca de Sumar y Podemos, poco que reseñar en cuanto a su resultado más allá de constatar un persistete fracaso y eventual desaparición como conjeturábamos aquí hace cuatro años, en el apartado “¿Se cierra el círculo que se abrió en Galicia por Galicia? Unidas Podemos, ante un precipicio”, en un proceso que apunta inexorable en sus formulaciones actuales en el conjunto del Estado. Dado el contexto y la realidad electoral ya expresada en 2020 no existían grandes expectativas para ambas formaciones (mucho menos yendo por separado) pese a la insistencia contraria de sus principales responsables gallegos y estatales.
Los resultados electorales
En un contexto global postpandémico que inauguró la “década del caos” e invita al conservadurismo, cuando no a la reacción, podría parecer que nada se movió en términos generales si exceptuamos el espectacular incremento de apoyos al BNG en el campo opositor, y en cierta medida es verdad: con la mayor participación (67,3%) desde la victoria de Feijóo en 2009 (64,4%) el PP obtuvo su quinta mayoría absoluta consecutiva: algo inédito. Y, como casi invariablemente, la diferencia entre gobierno y oposición fué exigua en apoyo porcentual: 47%-47% en 2009, 46%-45% en 2012, 48%-45% en 2016, 48%-43% en 2020 y 47%-46% en 2024.
Lo que más cambia habitualmente es el reparto de equilibrios y escaños en el bloque progresista alternativo como diseccionamos aquí y aquí hace cuatro años, bajo sendos epígrafes titulados “Los resultados electorales” y “El acordeón opositor y sus límites” en donde se desgranan, a su vez, límites del sistema electoral propio y alguno de los factores que habrían de concurrir para aproximar un vuelco electoral en favor de la alternativa.
El PPdeG es pues, como se deduce, una máquina de conseguir votos por todos los medios habidos y por haber: su suelo electoral se produjo en 2005 (en la derrota de Fraga) con más del 45% de apoyos. El dominio es aplastante en la gran mayoría de municipios con menos de 50.000 habitantes, llegando hasta el 56% en los de menos de 5.000. En algunos concellos esas cifras rozan el 70%. Hablamos de una hegemonía absoluta forjada en el absolutismo en aquellos lugares donde la juventud (menores de 35) escasea como agua en el desierto. Y si tienen presencia marginal, se integran en el sistema.
Su base electoral es obstinadamente férrea y refractaria al cambio y, pese a ello, su apoyo salió erosionado entre un 5% y un 10% en una parte muy considerable del territorio. Por el contrario, las fuerzas progresistas superan practicamente siempre a aquellas en localidades de entre 50.000 y 150.000 habitantes siendo, en estas últimas, por amplia mayoría. La subida de apoyos al BNG es generalizada y bastante homogénea, incluso en el rural. Por todo lo anterior y otras cuestiones de reparto de poder en las instituciones locales, la percepción de dominio inapelable sería bastante inexacta: 1 de cada 2 electores no votan PP y 1 de cada 3 lo hacen al BNG. Las izquierdas incrementaron su ventaja en la Galiza urbana y creció también en el rural, pero un PP hipermovilizado se afianzó en poblaciones intermedias (vilas). En las zonas más pujantes económicamente la diferencia entre PP y BNG alcanzó hasta 20 puntos en favor de los primeros.
En cuanto a grupos de edad el BNG resultó hegemónico entre los menores de 44 años, especialmente en el grupo de 18 a 24 (arrasó entre los nuevos votantes) mientras el PPdeG domina en progresión lineal desde los 45 hasta los de más de 75 años. Puede deducirse que este comportamiento, con una demografía envejecida, ayuda per se a la fuerza derechista. Pero también indica un sendero de trabajo a seguir para intentar retener a los primeros en el ámbito del soberanismo de izquierdas. Creer que “el PP es para los viejos: el futuro es el BNG” podría ser un enfoque equívoco ya que un similar reparto por grupos de edad se produjo en la década de los 90´s y/o durante los años diez del nuevo siglo cuando esos grupos apostaron más bien por Alternativa Galega de Esquerda y En Marea. La clave está en cómo retenerlos e implicarlos en la construcción colectiva y la lucha cívica y social. Un reto será cómo enfrentar el voto dual y las abultadas variaciones en el campo progresista en función de si las elecciones son locales, autonómicas o generales: ¿cómo retener el gran caudal de apoyo?
La entrada en el hemiciclo de Democracia Ourensana, con un último escaño a repartir en la circunscripción de Ourense con 15.300 sufragios, presenta una novedad en el sistema político gallego. No existen precedentes recientes de que una fuerza de ámbito provincial (liderada por el histriónico alcalde ourensano Gonzalo Pérez Jácome) obtenga asiento en la cámara representativa. Esta peculiar opción, abiertamente corrupta, conecta con las expresiones del paradigma irracionalista y el auge de las derechas radicales populistas pero también lo hace con fundadas insatisfacciones propias de la conocida como España Vaciada. En este caso canalizadas a través un mensaje antipolítico descastado, antigalleguista y localista que Albert Memmi caracterizaría en “Retrato del colonizado”. El providencial auto-odio pendenciero de su cabeza más visible había sido reflejado ya en el arquetípico Don Celidonio de la obra satírica de la literatura gallega de preguerra “O porco de pé”, de Vicente Risco. Poco constructivo más allá de ruido, y quizás algún escándalo, pueden esperarse de esta agrupación política.
En la siguiente entrega ahondaremos en algunas de las profundas causas estructurales e históricas que operan en la batalla, y también haremos algunas reflexiones acerca del actual estado del soberanismo de izquierdas en un escenario de recomposición del régimen político.
Bibliografía
-Discurso sobre la servidumbre voluntaria, Étienne de La Boétie, 1574.
-El neoliberalismo provinciano de Rueda-Feijóo, Sin Permiso-Albino Prada 2024.
-La Cultura Cívica, G. Almond & S. Verba, 1965.
-Galicia: la noche neoliberal que no cesa y algunas implicaciones (I y II), Sin Permiso-Millán Fernández, 2020.
-Retrato del colonizado, Albert Memmi, 1966.
-O porco de pé, Vicente Risco, 1928.