José Manuel Fernández (1945-2022): Uno de los imprescindibles

Gaspar Llamazares

Rafa Fernández

Gustavo Buster

03/12/2022

Hay hombres que luchan un día y son buenos.
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos.
Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.

Bertolt Brecht

 

 

José Manuel Fernández: Elogio del militante discreto

Gaspar Llamazares

Acabo de recibir la inesperada y fatal noticia del fallecimiento del compañero y también amigo José Manuel Fernández, y todavía es el día de hoy que no lo acabo de asimilar. Su entusiasmo y su vitalidad hacían de él, para muchos de nosotros, un ser casi eterno.

Mi primer pensamiento ha sido para su mujer Teresa y su hija Lorena, a quienes él tanto quería.

José Manuel es el ejemplo de militante de comunista y de trabajador incansable y sobre todo una gran persona.

Tuve la suerte de conocerlo primero en el PCE y luego cuando era secretario del grupo de IU en el parlamento europeo al lado de Alonso Puerta y de Laura González. Después de mi elección como coordinador y portavoz aceptó acompañarme en la dirección del grupo parlamentario del Congreso de los Diputados hasta hacerse imprescindible. Lo fue sobre todo por su capacidad de organización, pero con el tiempo también como referencia y aportación de toda una generación y de su cultura militante.

Compartí con él la dirección del grupo parlamentario de IU/ICV, como casi siempre en tiempos ingratos, en los que el intenso trabajo y los magros resultados electorales transcurrieron cada uno por su lado.

José Manuel simbolizaba para mí la seguridad de que a pesar de un nuevo fracaso electoral, con su presencia seria y al tiempo amable, todo seguiría funcionando.

Por eso siento que se va con él la parte más intensa de mi vida política y al tiempo se queda conmigo otra parte no menos importante de la suya que no olvidaré. Él mismo destacaba su participación en tejer el 'No a la guerra' y en la elaboración de la primera ley de memoria histórica.

Era el hijo de la generación de la guerra civil, que después de la derrota de la República sufrió la represión y la cárcel, entre otros en el penal de Burgos, y que luego fue acosada y empujada al exilio, en su caso en Bélgica.

Muy pronto se incorporó a la juventud comunista en la emigración y luego se licenció en física atómica, pero nunca abandonó su preocupación por las humanidades ni dudó en responder a la llamada militante de la dirección del PCE en París.

Militante y luego dirigente curtido en la lucha antifranquista en la emigración y precisamente por ello un convencido europeísta, demócrata, de talante integrador y eurocomunista. Es el exponente de la generosidad y la modestia militante de toda una generación de comunistas españoles.

Para él la reconciliación y el eurocomunismo, como luego el proyecto de Izquierda Unida eran mucho más que una política de alianzas o una estrategia política, formaban parte de sus convicciones más arraigadas y también de su propio carácter.

Por eso, cuando en estos días he escuchado en la radio la valoración negativa de mis compatriotas sobre la política, y aunque haya razones para ella, no deja de parecerme totalmente injusta con los partidos y sobre todo con sus militantes.

En paralelo con su dedicación parlamentaria, fue un alcalde comprometido con sus vecinos y por ello con la memoria histórica en Bustarviejo, y solo por nuestras eternas peleas no le dimos más tiempo para culminar su obra.

Porque para José Manuel la memoria histórica, la Transición y la acción política cotidiana no solo no eran contradictorias, sino la expresión de una lucha por la justicia, la paz y la libertad. Sin embargo, ahora vivimos un tiempo en que el nacional populismo pretende conjugar el agua y el aceite de la patrimonialización de la Constitución con el anticomunismo, olvidando con ello la autoría de ambas por los luchadores antifranquistas.

Él siempre estuvo convencido de la bondad del ser humano, por eso partía de una actitud de confianza y tenía una fe inquebrantable en el progreso. Asimismo era capaz de ver lo mejor en los momentos peores de nuestras divisiones fratricidas en la izquierda. Quizá por eso nunca le dio importancia a esa parte tan humana y tan política de la ambición, la vanidad, la conspiración y el interés personal que muchas veces nos envenenan.

José Manuel ha sido un hombre tan amable como serio y discreto, pero además con un profundo sentido del humor, sin duda herencia de la retranca asturiana de su familia y de sus primeros pasos en Luarca y en la cuenca minera.

Lo comprobamos en cada café y en cada comida del grupo parlamentario.

En resumen, José Manuel Fernández: un hombre con causa, conciencia y amabilidad. Difícil llegar a más.

 

José Manuel Fernández, un breve retrato político y personal

Rafa Fernández

José Manuel Fernández, camarada, compañero y amigo, ha fallecido pero nos ha dejado un legado imborrable: un firme y permanente compromiso de lucha por la libertad, la democracia y el socialismo, mantenido hasta el último aliento. En estas breves líneas, escritas al calor de la impresión suscitada por su muerte, haré un resumen de su rico y fructífero historial político y relataré sucintamente mi recuerdo personal del compañero con el que he compartido durante más de quince años una activa y diaria militancia en la Asamblea de Técnicos y Profesionales de Izquierda Unida de Madrid, militancia que nos permitió conocernos también más allá de lo político.  

José Manuel, nacido en Luarca, Asturias, pasó su infancia como miembro de una familia represaliada por el franquismo (su padre estuvo condenado a muerte y permaneció catorce años en la cárcel de Burgos, la famosa “Universidad Popular” de tantos militantes antifranquistas), marchó al exilio familiar en Bélgica y en su juventud se incorporó a las filas del PCE, iniciando un largo e intenso historial político, primero en Bélgica y más tarde en España, que le llevó a ser elegido alcalde del pueblo donde residía (Bustarviejo, en la Comunidad de Madrid) en la candidatura conjunta de Izquierda Unida-PSOE, cargo que ejerció durante dos legislaturas, de 2004 a 2011.

Fue siempre un convencido europeísta y durante muchos años ejerció labores de coordinación en los Grupos de IU en el Parlamento Europeo y en el Congreso de los Diputados con el rigor y la exigencia que eran su marca personal. Como militante muy activo por la memoria democrática fue impulsor y presidente de la Asociación para la Memoria Histórica Los Barracones, dedicada a la conservación del destacamento penal franquista situado en las afueras de Bustarviejo en el que se alojaba la mano de obra esclava, fundamentalmente presos republicanos, que llevaba a cabo en durísimas condiciones trabajos civiles de construcción de tendidos ferroviarios, presas de pantanos, carreteras, etc. Estaba especialmente orgulloso de esta iniciativa.

José Manuel y yo, de orígenes sociales y políticos muy diferenciados (él de la clase obrera vencida, yo de la pequeña burguesía provincial que se creía vencedora; él de temprana militancia de izquierdas, yo incorporado casi de niño a las Falanges Juveniles de Franco), pertenecíamos a una generación políticamente comprometida que empieza a despedirse de la vida, tempranamente en casos como el suyo, y que vivió los cruciales años setenta en su plenitud juvenil desde una entusiasta militancia comunista en el “Partido”, esa fuerza política que no necesitaba apellidos. Compartimos, sin conocernos, los enormes logros y las grandes desilusiones de aquellos años, entre ellas el injusto y sorprendentemente escaso resultado electoral del Partido en las primeras elecciones legislativas de 1977.

Compartimos también el convencimiento de que la estrategia del PCE era la correcta para esa etapa histórica y de que el llamado eurocomunismo no era una claudicación ideológica sino la adecuación del ideario marxista-leninista a un entorno europeo desarrollado en el que se había hecho imposible la conquista del socialismo por un partido de tipo bolchevique, aguerrido y cohesionado, conquista que solo era posible por vías democráticas que incorporasen a una amplia mayoría social. Compartimos, por último, nuestra falta de aprecio por los modelos burocráticos de los países del socialismo real y nuestra admiración por la teoría y la práctica de matriz gramsciana que encarnaba un PCI en la cumbre entonces de su influencia interna y externa.

No fue ajeno (no podía serlo) a las turbulencias políticas de la última década, con la aparición de fuerzas políticas que causaron un terremoto en la izquierda alternativa en general y fuertes turbulencias en Izquierda Unida en particular. No ocultó jamás sus opiniones, fuertemente críticas hacia determinadas decisiones, pero mantuvo hasta el final su militancia y su convicción de que el entendimiento entre las fuerzas progresistas y la unidad de la izquierda alternativa son condiciones indispensables para el progreso de la democracia en nuestro país, que consideraba amenazada por el avance de la derecha reaccionaria en lo político y en lo cultural.     

He escrito antes que José Manuel era riguroso y exigente en su trabajo y en su militancia, a la vez que extremadamente cordial y correcto en su trato, y ese rigor se hacía evidente en sus intervenciones en todo tipo de reuniones, caracterizadas por una sólida argumentación y una bien trabada estructura. Su cordialidad le permitía superar con éxito, casi siempre, las perturbaciones personales que la discrepancia política partidista suele acarrear a menudo, por desgracia. Y, como he apuntado antes, José Manuel ha sido testigo de muchas durante sus sesenta años de militancia.

Su paso por la vida y por la política nos ha dejado un ejemplo a quienes le hemos conocido.

Vayan mis sinceras condolencias a su familia, amigos, camaradas y compañeros.  

Que la tierra te sea leve, querido camarada, compañero y amigo.

Posdata. En 2021 José Manuel grabó un video relatando su vida, video que, más allá de su valioso contenido político, es una lección personal de humanismo y de lealtad a unas convicciones, por lo que recomiendo vivamente su visionado. Está disponible en https://youtu.be/cQAoWYfKwII

 

Panegírico de un hombre bueno

Gustavo Buster

Solo hay que ver el video en el que José Manuel Fernández cuenta su vida para comprender que alguien capaz de hacer  tan fácil una existencia a contrapelo del franquismo tenía que ser una persona extraordinaria. Las primeras palabras ya lo anuncian: “cuando nací me encontré con una situación tremenda en Luarca, puesto que mi padre estaba en la cárcel y mi madre alimentaba a sus dos hijos con el producto de la venta de leche por las casas y el estraperlo…”

Podría ser el inicio de una vida de picaresca del siglo de oro español. Pero también de la vida ejemplar de un místico que viese la luz en 1963, con la muerte de su padre y de Julian Grimau, haciendo que este físico nuclear recriado en el exilio de Lieja se afiliase a las Juventudes Comunistas. Todo lo que sigue es tan excepcional que solo el haberlo conocido y tratado lo hace plausible. José Manuel atravesó los años más duros de la represión franquista, los debates más ásperos del antifranquismo, la frustración de la transición e incluso el desprecio del legado que él encarnaba por quienes acabarían siendo sus herederos como un hombre bueno, incapaz no ya de pensar mal de nadie, sino más importante, de hacer mal a alguien.

A pesar de que no era el único, no había tampoco tantos como él. Porque además de ser un hombre bueno, fue un hombre práctico que supo dar ejemplo y organizar el trabajo de los demás, dar todos los días un paso en la dirección de la democracia y la defensa de los derechos de los oprimidos, recuperar el recuerdo de los ausentes y mantener viva la esperanza de la auto-liberación consciente de las clases trabajadoras.

Si este panegírico puede parecer exagerado, ruego al lector que repase los dos artículo que público en Sin Permiso: “La colaboración de España y EE.UU. en el golpe de estado de Venezuela de 2002” y “Neruda y el Winnipeg, el barco de la esperanza”, o en la revista Nuestra Historia, “Un sitio histórico: el destacamento penal de Bustarviejo”. El primero es un ejemplo de la minuciosidad de su trabajo de investigación como coordinador del grupo parlamentario de Izquierda Unida, que marcaría todas las iniciativas parlamentarias de aquel período. En una correlación de fuerzas mucho más desfavorable que la actual, su perseverancia, entre otras, supuso una continua presión a la izquierda del Gobierno Zapatero frente a una derecha que, tras los atentados de Atocha y perder las elecciones, iniciaba un giro reaccionario que se prolonga hasta hoy.

Para José Manuel, que se había educado políticamente en las versiones sucesivas del eurocomunismo, la nueva situación abierta en el 2004 suponía una oportunidad siempre que se buscase la unidad de las izquierdas, especialmente con el PSOE, y se defendiera el legado de la transición conquistado por la resistencia antifranquista frente a la nueva derecha reaccionaria. Durante mucho tiempo vería cuestionado sucesivamente uno y otro aspecto de su visión estratégica, hasta sentirse incómodo en un presente que se acercaba, pero no se parecía, al que el quería.

Por eso, probablemente, una de las etapas más felices de su vida fueron los ocho años al frente de la alcaldía de Bustarviejo, en la serranía pobre de Madrid, representando a la candidatura unitaria de PSOE-IU, que le permitió a él, que había sido uno de los enmendantes de la Ley de Memoria Histórica de 2007, aplicarla y volver, con el consenso de todo el pueblo, al callejero anterior a la Guerra Civil.

¿Hace falta constatar al final las diferencias políticas que teníamos con él los que nos agrupamos en Sin Permiso? Nunca nos impidieron considerarlo sinceramente un amigo y colaborador, como le presentamos en sus artículos, calificativos que el aceptó con gusto. Para nosotros fue un honor trabajar con él y sentirnos sus compañeros.

 

Médico, fue diputado y coordinador general de Izquierda Unida (2000-2008).
Militante del Partido Comunista de España y de Izquierda Unida.
Co-editor de Sin Permiso.
Fuente:
www.sinpermiso.info, 3 de diciembre 2022

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