Haggai Matar
02/04/2020Benny Gantz podría haber hecho historia al formar un gobierno minoritario con el apoyo de los partidos palestinos. En cambio, desmanteló su propio campo político y se unió a su rival.
Benny Gantz tenía tres opciones. Podía traicionar a sus votantes e incumplir su promesa central en la campaña electoral de ser una alternativa al primer ministro Benjamin Netanyahu. Alternativamente, podía traicionar su segunda promesa de campaña de no apoyarse en la Lista Conjunta para formar un gobierno minoritario. O, por último, podía llevar a Israel a unas cuartas elecciones.
Finalmente, Gantz tuvo que escoger entre dar cobertura a la corrupción de Netanyahu, sus políticas anexionistas y sus ataques contra las instituciones democráticas de Israel, o sellar una alianza judío-árabe con los representantes de la mayoría de los ciudadanos palestinos de Israel. El jueves 26 de marzo, a pesar de las encuestas que muestran que una abrumadora mayoría de sus votantes apoyaba la última opción, y a pesar de amenazar con aprobar en la Knesset legislación que impida que Netanyahu sea primer ministro mientras es juzgado, Gantz optó por la primera opción.
Al entrar en un gobierno de unidad, la mitad de la coalición Azul y Blanco, una alianza política compuesta por tres facciones anti-Netanyahu, abandonó a Gantz y pasó a la oposición. El nuevo gobierno será de extrema derecha, religioso y corrupto, como el anterior. Esta vez, sin embargo, contará con el rostro moderado de derecha de Gantz.
Si hay algo que podemos aprender del último ciclo electoral, es que Gantz prefiere formar una coalición con un primer ministro corrupto que trabajar junto a los palestinos. Prefiere desmantelar el proyecto político que ha liderado en las últimas tres campañas electorales, que carecía de una agenda política coherente más allá de derrotar a Netanyahu, para unirse al primer ministro bajo la consigna de trabajar con "cualquier persona menos con los árabes".
También hay una lección que aprender del llamado voto "pragmático". Es difícil recordar la cantidad de personas e instituciones que colocaron en un pedestal al partido Azul y Blanco de Gantz, alegando que solo él podía acabar con Netanyahu y, por lo tanto, que votar por él era lo más sensato. Los votantes incluso abandonaron partidos como Meretz y los laboristas para apoyar una alianza de ex generales de las FDI (el propio Gantz se jactó de haber bombardeado Gaza hasta devolverla a la edad de piedra) y desertores del Likud. Todo en nombre de reemplazar a Netanyahu.
Esos mismos votantes ahora están descubriendo que apoyaban a un partido sin ninguna apariencia de democracia interna, raíces ideológicas o un claro sentido de identidad. También están descubriendo que hacerlo significa que algunos de sus dirigentes han acabado aprovechando sus votos para su beneficio político personal.
Es fácil disculpar el comportamiento de Gantz. Siempre se puede culpar a Yoaz Hendel y Tzvi Hauser, dos exlikudniks azules y blancos que impidieron que Gantz formará un gobierno minoritario respaldado por la Lista Conjunta de partidos árabes. Pero desde el principio, Gantz sabía que sería imposible formar un gobierno sin la Lista Conjunta o el Likud. Por lo tanto, está claro que mintió a sus votantes todo el tiempo, y que fue él quien apoyó el mismo tipo de deslegitimación de los ciudadanos palestinos que le perjudicó en primer lugar.
Además, es difícil creer que Gantz no supiera cuál era la posición de Hauser y Hendel. ¿Por qué dejó entrar dos troyanos en su grupo? Se supone que un líder de la estatura de Gantz no se doblega ante dos politicastros menores como Hendel y Hauser. Si hubiera querido, Gantz hubiera podido declarar abiertamente que estaba formando un gobierno apoyado por los partidos palestinos, situando a los parlamentarios recalcitrantes ante un ultimátum: seguir el plan o asumir la responsabilidad personal de unas cuartas elecciones.
Esto nos lleva a la segunda excusa mucho más importante: la crisis del coronavirus, que es una amenaza real y grave. Pero incluso en el caso del virus, Gantz tenía dos opciones: podía haber hecho historia y haber impulsado la formación de un gobierno minoritario respaldado por la Lista Conjunta. No hay razón para que un gobierno así no pueda hacer un mejor trabajo liderando la lucha contra el coronavirus. La segunda opción era anunciar que permitiría que el Likud continuara dirigiendo el gobierno durante los próximos seis meses, después de lo cual se le encargaría formar un gobierno o ir a nuevas elecciones.
Todos pagaremos el precio por la decisión de Gantz de encubrir la corrupción de Netanyahu, su gobierno sin fin, el desmantelamiento de la oposición, la anexión, el racismo, la ocupación, el asedio y la guerra contra los pobres.
La izquierda israelí debe reagruparse y luchar por los derechos económicos de la gente en general durante la epidemia de coronavirus. Eso significa asegurar una renta básica universal para todos; moratoria de pagos de hipotecas y alquileres; déficir fiscal; gravar a los ricos; brindar apoyo a la Autoridad Palestina; y proporcionar asistencia financiera a los solicitantes de asilo y los trabajadores migrantes. Significa aprovechar esta lucha para reconstruir el campo de la izquierda en torno a los principios de paz, igualdad y justicia social.
Si hay algún consuelo en este momento, es saber que quienes encabezan el campo de la izquierda en la Knesset hoy son las personas adecuadas para el trabajo.