Albino Prada
11/02/2025
La nueva administración norteamericana parece dispuesta a multiplicar las barreras arancelarias, singularmente con China, para reducir su déficit comercial y con ello favorecer -supuestamente- la creación de empleo en los Estados Unidos. Al margen de los efectos que tal política pueda tener en la inflación interna y en el poder adquisitivo de sus ciudadanos (ya sea por pasar a producir dentro de su país o en otros con costes mayores que en China), parece conveniente ponderar como de grave es el desequilibrio que se pretende corregir y cuales sus causas.
Con este fin presento en un primer recuadro las cifras relativas al comercio exterior de mercancías para el año 2023 facilitados por el Banco Mundial. De los cuatro espacios considerados sin duda Estados Unidos es la economía con un mayor déficit en relación a su riqueza (- 4,2 % del PIB) y con una peor cobertura (el porcentaje de sus importaciones que se cubren con exportaciones). El comercio extracomunitario de la Unión Europea anota un balance ligeramente negativo (- 0,8 % del PIB), mientras China consigue un saldo positivo muy notable (4,6 % del PIB).
Siendo esta la naturaleza de los desequilibrios me parece importante contextualizar su trasfondo. Porque para Estados Unidos su comercio exterior (la suma de importaciones y exportaciones) en relación al tamaño de su economía (su PIB) tiene un peso reducido (apenas un 20 %). Se trata de una economía cerrada, muy autosuficiente. Y no pocos pueden considerar que aún debiera serlo mucho más.
Sin embargo para China o Japón el peso de su comercio exterior es muy superior (del 35 % de su PIB) y se acerca al doble de lo que supone para Estados Unidos, mientras en la UE la apertura del comercio extracomunitario se sitúa en torno al 26 %. Con lo que a Estados Unidos una guerra comercial global le afectaría en menor intensidad que al resto de las grandes economías del mundo.
No obstante Estados Unidos presenta un desequilibrio notable (en relación a su PIB y a su apertura) del que, si se quiere corregir, conviene tener claro cual sea su origen. Para ello añado un segundo recuadro con datos ya solo de las relaciones de algunos países con China. En este caso los datos proceden de nuestro Ministerio de Economía y del BEA de Estados Unidos. También para el mismo año 2023. Algunas consideraciones deben hacerse a la vista de estas cifras.
La primera que solo 25 dólares de cada 100 de su déficit comercial los cosecha Estados Unidos con China (el cociente entre las dos cifras sombreadas en verde en los dos recuadros). Lo que quiere decir que tres cuartas partes del déficit comercial norteamericano nada tienen que ver con China. Que aún suprimiendo sus cuentas negativas con China persistirían tres cuartas partes de su déficit comercial. Algo que podría explicar que la nueva administración Trump haya empezado su segundo mandato con una nueva ola de aranceles también para México o Canadá.
La segunda que el balance de la UE con China duplica -en negativo- su balance comercial global extracomunitario. Que, por tanto, para la UE la reducción de su déficit con China supondría una directa y robusta mejora de su saldo comercial mundial actual. Lo anterior puede decirse de otra forma: mientras que el saldo negativo de Estados Unidos con China supone un 1 % de su PIB, para la UE supone un 1,6 % de nuestro PIB. De manera que no deja de ser preocupante que Estados Unidos valore sus relaciones comerciales con China de forma tan problemática, mientras en la UE nadie se rasga por mucho más las vestiduras.
En tercer lugar resaltar que desde la perspectiva actual de China su excelente resultado exterior en la balanza comercial total se explica -ahora sí- en un 70 % por los superávits que anota en volúmenes muy semejantes con Estados Unidos y la Unión Europea. Sin embargo, reitero, a la vista de los datos -y no de la propaganda- corregir el déficit comercial con China no va a solucionar la mayor parte del déficit norteamericano, mientras que sí mejoraría en mucho el superávit de la Unión Europea.
En cualquier caso, como acabamos de ver, la estructura de los desequilibrios externos sugiere que desde la UE imitar o hacer seguidismo de las anunciadas políticas de guerra comercial norteamericana con respecto a China sería un camino dudoso. Incluso lo sería para los propios Estados Unidos a la vista de que solo una cuarta parte de su desequilibrio externo se localiza en aquél país. Algo que sí encajaría con que las políticas de protección arancelaria de los Estados Unidos se generalicen y alcancen a muchos otros países, más allá del tópico mediático chino. En cuyo caso para la UE aún sería un escenario más preocupante.
Cierto que, a la postre, en todo este asunto quizás de lo que se trate, más que de una selectiva guerra comercial con China, sea de una disputa tecnológica y de poder hegemónico de mucho mayor recorrido[1], y en la que la Unión Europea apenas se anotaría como un daño colateral.
Pues esta encrucijada -divulgada en los medios como “guerra comercial”- podría relatarse de un modo muy diferente: pues habría sucedido que la codicia del capitalismo occidental, liderado por Estados Unidos durante el siglo XX, buscó en China suculentas tasas de beneficios deslocalizando todo tipo de procesos productivos. Con lo que, al mismo tiempo, favoreció que en aquél país fueran capturando -y superando- la mayor parte de aquellas tecnologías (digitales, energéticas, biotecnológicas, etc.) durante las cuatro últimas décadas.
Y, en consecuencia, el problema mayor en la actualidad no será ya para Estados Unidos su abultado déficit comercial con China, sino la emergencia de una superpotencia tecnológica en ámbitos decisivos para la seguridad, la resiliencia y la defensa. Los ejemplos de Huawei, TikTok o DeepSeek solo serían las puntas mediáticas del iceberg. Pero son logros a los que China no puede renunciar, ni con los que las viejas potencias imperialistas tengan fácil coexistir.
Podría valorar en este punto del análisis los datos para países concretos europeos que aparecen en el recuadro anterior (con la fuente del Banco Mundial) pero creo más clarificador analizar las obvias asimetrías que se observan dentro de la UE (por ejemplo, entre Alemania y España) utilizando para ello la desagregación comercial (entre extraeuropeo e intraeuropeo) que ofrece Eurostat y, en lo que sigue, tomo de la web de nuestro Ministerio de Comercio.
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De entrada conviene enfatizar que los intercambios comerciales que el conjunto de los Estados miembros de la Unión Europea mantienen con terceros países (con el resto del mundo o extracomunitarios) tienen un muy inferior volumen que los que mantienen entre si. Pues utilizando los datos de Eurostat que facilita el Ministerio de Comercio para el año 2023 (y evaluando con el porcentaje relativo que suponen la suma de importaciones y exportaciones respecto al PIB de cada Estado) la apertura extracomunitaria del conjunto se sitúa en algo menos del 26 % del PIB de la UE27 mientras que la intracomunitaria lo hace en cerca del 50 %, casi el doble. Algo que no sorprende de una confederación política cuyo núcleo es la unidad de mercado y la supresión de fronteras interiores, con una moneda compartida para hacer negocios aunque no para mutualizar necesidades colectivas en una federación política.
Sea como fuere quiere esto decir que el conjunto de las economías de la UE será más sensible a factores internos, que afecten a sus actividades y comercio intracomunitario, que a factores externos (como podría suceder ahora con aranceles impuestos por terceros países) que dificulten las exportaciones (o abaraten las importaciones) hacia o desde fuera de la UE. Sin embargo, esas cifras medias de apertura exterior (intra o extra comunitarias) vamos a comprobar que son muy heterogéneas para los distintos países y, en consecuencia, el razonamiento anterior sería de muy distinta aplicación en cada uno de ellos.
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En lo que atañe a las transacciones extracomunitarias (con una apertura media del 26 % del PIB), en la UE sabemos que tienen mayor intensidad que las que mantienen los Estados Unidos con su exterior[2] (apenas del 20 %). Por lo que somos, como ya he dicho, más vulnerables a cualquier escenario de guerra comercial. Para el caso de los Estados Unidos esa apertura se corresponde a un déficit comercial en torno al – 4% del PIB mientras que en la UE lo hace con un – 0,8 % del PIB (la extracomunitaria) en 2023. Para estos dos casos se observa que una mayor apertura se asocia a un menor déficit comercial. Tiene interés evaluar si el desigual grado de apertura fuera de la UE de cada Estado Miembro de la misma se ajusta o no a esa misma lógica.
Para ello presento en un primer recuadro los veinte mayores miembros de la UE (en términos de PIB) ordenados de mayor a menor apertura comercial fuera de la UE. La mayor apertura la anota Países Bajos y la menor Francia.
En este caso la tendencia general es inversa. Pues los Estados con aperturas superiores a la media (en lo sucesivo siempre coloreados en verde) tienen en general déficits comerciales abultados (salvo Irlanda y Eslovaquia), incluso por encima del listón del -4% de los Estados Unidos. Lo contrario sucede con los Estados que anotan una apertura fuera de la UE inferior a la media pues varios de ellos anotan superavits (Alemania, Italia, Suecia, Austria, Finlandia y Dinamarca) y el resto si bien anotan déficit comercial lo hacen en porcentajes del PIB respectivo inferiores a los del primer grupo de mayor apertura.
Ocho países (entre ellos España) anota déficits extracomunitarios superiores al - 4% del PIB que se registraba en 2023 en los Estados Unidos (aunque, como veremos a continuación, algunos[3] consigan paliarlo con sus saldos intracomunitarios). En cualquier caso, el primer grupo de ocho países rotulado en verde es el que a priori será más sensible a shoks arancelarios externos, mientras que los países con menores riesgos en ese sentido serán los cinco últimos de la tabla (entre Finlandia y Francia).
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En lo que atañe a las relaciones comerciales internas entre miembros de la UE decía que anotaban un grado de apertura medio del doble que hacia el exterior (50% frente a 26%) siendo el saldo medio en este caso de un positivo 1,3 % del PIB. También para este tipo de comercio tiene interés analizar las asimetrías entre países tanto en la apertura como en el saldo asociado. En una tabla presento los resultados ordenando ahora los países por el grado de apertura dentro de la UE (aunque mantengo coloreados en verde los países que tenía una apertura fuera de la UE superior a la media).
Lo primero que cabe destacar es que seis de los ocho países que anotaban la mayor apertura fuera de la UE vuelven a hacerlo dentro de ella (en tipos de color verde), solo Irlanda y Grecia tienen ahora menor apertura que la media. Lo segundo que debe destacarse es que ahora los seis primeros países que encabezan el ranking de apertura dentro de la UE (de Eslovaquia a Polonia) son al mismo tiempo los que alcanzan un más positivo saldo comercial con su comercio intracomunitario. Menos Austria todos los países con una apertura intracomunitaria superior a la media anotaban grandes déficits fuera de la UE, pero esos seis países citados consiguen compensarlo con sus intercambios intracomunitarios.
Eso por lo que respecta a los que se sitúan por encima de la media en apertura intracomunitaria. Los que están por debajo -desde Rumanía a Francia- podemos dividirlos en dos grupos. Los que anotan un superávit intracomunitario (Alemania, Irlanda, España e Italia) y el resto que tienen déficits en estos mercados internos (seis países desde Rumanía a Francia).
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Como síntesis final en un tercer recuadro aparecen los mismos países con los dos saldos comerciales que he comentado previamente y su agregación en un saldo comercial total. Siguen figurando en color verde los países que tienen una apertura fuera de la UE superior al 26 % medio de apertura de la Unión. Aunque los países ahora se han ordenado (de mayor a menor) por la columna del saldo intracomunitario que tiene su origen, como ya sabemos, en una apertura que duplica la del comercio extracomunitario.
Llama poderosamente la atención que la mayoría de los países con mayor apertura fuera de la UE (aunque el criterio de ordenación en esta tabla no sea ese) se sitúen en la parte superior del recuadro y anoten simultáneamente altos déficits externos extracomunitarios y muy elevados superávits intracomunitarios (pues este sí es el criterio de orden en este tercer recuadro). Algo singular y reiterado, sobre todo porque tal coincidencia no tendría por qué suceder (como ponen de relieve los casos de Bulgaria o Grecia). Son los casos de Eslovaquia, Bélgica, Irlanda, Rep. Checa, Hungría y Países Bajos. Todos ellos, más Polonia, acaban neutralizando el déficit comercial extraeuropeo[4] y anotando un superávit total importante (a la cabeza está Irlanda). De manera que esos siete campeones europeos de comercio exterior consiguen un saldo externo total positivo al neutralizar dentro de la UE sus cuentas negativas fuera de la misma. Y así, con Alemania e Italia, forman el grupo de nueve países con mejores saldos positivos.
En las antípodas están los nueve países que cierran la tabla[5] (desde Bulgaria a Croacia) porque su abultado déficit intracomunitario o bien se agrava con el que tienen fuera de la UE, o bien (casos de Finlandia y Suecia) este no les es suficiente para evitar los números rojos de un saldo total negativo.
Solo quedan tres países con situaciones singulares: España, Alemania e Italia. Alemania e Italia comparten[6] -como ya adelanté- el tener superávit dentro y fuera de la UE, aunque de forma mucho más exitosa Alemania que, con un saldo total de 5,6 % PIB, supera en mucho el 1,04 % de Italia. En España anotamos un saldo comercial intraeuropeo positivo, pero que no es en absoluto suficiente para neutralizar el negativo que tenemos fuera de la UE, cosa que sí conseguían los seis primeros de la tabla. Por eso acabamos en números rojos al igual que los nueve países que cierran esta tabla.
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Para finalizar este análisis me parece oportuno especificar la situación comercial de los miembros de la UE en relación a China en 2023. Si el déficit comercial total de la UE en su comercio extracomunitario es de un - 0,8 % del PIB -como veíamos en el primer recuadro de este análisis (por -140.955 millones de euros)- conviene resaltar que el déficit con China duplica esa cifra (por -298.908 millones) lo que supone un – 1,6 % del PIB de la UE (dato que para Estados Unidos era apenas un -1 %).
En una tabla final recojo la situación de los Estados miembros con mayores saldos negativos, ordenados por la cuantía de su (negativo) saldo comercial fuera de la UE (ya analizado más arriba). Ahora se añade una última columna con la importancia que para cada uno de ellos supone este concreto déficit comercial con China, así como una primera columna de datos con el porcentaje de impacto del saldo con China sobre el total fuera de la UE.
La conclusión es obvia. Salvo para Bélgica, los países con mayores déficits comerciales fuera de la UE en relación al PIB tienen mucho que ver con su comercio con China. En la República Checa más del cien por cien de su saldo negativo tiene ese origen, en Polonia un casi noventa y tres por cien. Y en España o Países Bajos casi la mitad. Las cifras en relación al PIB del saldo con China de esos países sugieren que si EE.UU. (con un saldo con China del -1% de su PIB) declara tener que enfrentar un grave problema comercial con aquel país, en esos once países (menos Bélgica) se anotaría un desequilibrio muy superior.
Alemania e Irlanda son los dos únicos países de la UE con un saldo positivo con China y, no por casualidad, eran los países que anotaban -en nuestro primer recuadro- los dos mayores saldos comerciales totales positivos (extra comunitarios) en el conjunto de países de la UE.
De los países de la UE analizados solo Francia, Suecia, Austria, Bélgica, Finlandia, Luxemburgo, Irlanda y Alemania (ocho países) anotan déficits con China respecto a su PIB menores[7] que los que anota EE.UU. Sin embargo, en los restantes países (incluida España) el impacto negativo de su balanza comercial con China, en el total de su comercio exterior extracomunitario, es muy superior al que tanto parece preocupar en la actualidad en los Estados Unidos.
[1] Rosales, O. (2022): El conflicto EE.UU.-China y las perspectivas del “desacoplamiento estratégico”, El Trimestre Económico, nº 354, pp. 491-532
[2] Pues al tratarse en este caso de una Federación política de más largo recorrido, habría conformado un gran mercado interno entre sus Estados aún más fluido que el de la UE, lo que les permite funcionar con una apertura exterior menor.
[3] Serán (ver la próxima tabla): Bélgica, Rep. Checa, Hungría, Países Bajos, Polonia y España
[4] Menos el caso de Irlanda, que agrega un superávit a otro. También Alemania e Italia siguen ese patrón sin estar en el grupo (en verde) de los que anotaban una apertura extra europea elevada.
[5] Coloreados en rojo en la última columna
[6] También el no tener una apertura tanto dentro como fuera de la UE superior a la media de la UE27.
[7] O saldos positivos para los dos casos ya señalados