Christian Picquet
07/06/2009Durante las últimas semanas los principales medios de comunicación han otorgado un gran espacio al segundo aniversario de la llegada al poder de Nicolas Sarkozy, la mayoría de ellos para adular su activismo y las numerosas reformas promovidas. Para los militantes de izquierda y todos aquellos que no comparten las políticas de la derecha, la ocasión debe servir para hacer balance de dos años de resistencia al sarkozysmo.
Tras las manifestaciones masivas de 29 de enero, 19 de marzo y 1 de mayo, en las que han participado varios millones de personas, los sindicatos han decidido convocar dos nuevas jornadas de lucha, el 26 de mayo y el próximo 13 de junio. Evidentemente, se trata de nuevas etapas importantes para las que hay que movilizarse masivamente. Pero también puede ser útil hacer balance e intentar comprender algunas de las dificultades a las que se enfrenta el movimiento social para frenar las contrarreformas de la derecha y tomar conciencia de nuestras fuerzas y de nuestras flaquezas.
El peso de una derrota política
Después de dos años, resulta evidente que la victoria electoral de Nicolas Sarkozy en mayo del 2007 ha tenido un impacto profundo en la correlación de fuerzas entre las clases sociales. Las primeras reformas (servicios mínimos en caso de huelga en los transportes, endurecimiento de penas para los multirreincidentes ) fueron impuestas casi sin oposición. Las primeras movilizaciones significativas a partir del otoño de 2007 -ya fueran las de los ferroviarios contra los regímenes especiales o de los estudiantes contra la Ley de Reforma Universitaria-, no fueron capaces de hacer retroceder al gobierno, y quedaron aisladas con débil apoyo de la población. Pero estas primeras luchas demostraron que era posible cuestionar la política de la derecha y permitieron reforzar las expresiones de rechazo al sarkozysmo en amplios sectores de la población. El carácter monárquico del ejercicio del poder, acompañado por una exaltación indecente de la "pasta", cuando cada vez se hacia más difícil mantener el poder de compra, han amplificado el descontento que acabó tomando cuerpo en un castigo masivo a la derecha en las elecciones municipales de marzo de 2008. Pero la evolución de las distintas situaciones políticas no es lineal. Depende también de la capacidad de iniciativa de los actores políticos en presencia, que puede permitir cambiar las tendencias de fondo. El sarkozismo no se ha hundido mecánicamente por el abandono de una parte de su electorado. Las fuerzas de la derecha han sido capaces, tras el castigo político masivo en las municipales, de recuperar la iniciativa y escoger el terreno de la confrontación. Eso es lo que ha ocurrido en la primavera de 2008 con la ofensiva en dos frentes que han permitido a la derecha cohesionar de nuevo su base social: el establecimiento de servicios mínimos en caso de huelgas en la educación y el cuestionamiento definitivo de las 35 horas. Para la derecha se trata sobre todo de hacer una auténtica demostración de fuerza con la liberalización de la jornada de trabajo. La incapacidad de los sindicatos de forjar su unidad y movilizar masivamente a los asalariados dejó el campo libre a este retroceso social. Nicolas Sarkozy ha podido presumir de que "nadie en Francia se da cuenta ya de que haya huelga" y capitalizar a continuación su activismo internacional durante la presidencia francesa de la Unión Europea en el segundo semestre de 2008 (crisis de Georgia, Cumbre del G20 ) alcanzando sus mayores cuotas de popularidad.
Frente a la crisis, una movilización inédita
Este rápido repaso permite comprender las especificidades de la confrontación subsiguiente, iniciada en enero de 2009, que está lejos de haber acabado. La crisis económica mundial, y en particular el riego de un hundimiento del sistema financiero y bancario en el otoño de 2008, han cambiado completamente la situación política. La intervención masiva de los estados para "salvar los bancos", desembolsando miles de millones de dólares o de euros ha minado la legitimidad de los discursos liberales para predicar la "imprescindible" austeridad salarial. Tras un periodo de estupor y parálisis ante el cataclismo económico, ha tomado forma una tendencia profunda en la conciencia de millones de asalariados en muchos países de Europa: "el pueblo no debe pagar la crisis". El sentimiento de que no es justo que los estados (es decir, la institución que para la inmensa mayoría de la población es responsable de representar los intereses de la colectividad) entreguen cantidades astronómicas para salvar de la quiebra a un sistema financiero que solo enriquece a una minoría de privilegiados que ya disfrutan de opciones preferentes y de jubilaciones blindadas, es uno de los efectos políticos más importantes de la crisis del capitalismo. En Francia, este cambio de la situación se ha concretado en la elaboración en enero de 2009 de una plataforma sin precedentes, firmada por las ocho grandes confederaciones y federaciones sindicales (CGT, CFDT, FO, FSU, UNAS, CGC, CFTC, Solidaires), que expresa ese sentimiento profundo de las clases populares que ha desencadenado la primera jornada de lucha masiva de 29 de enero. De hecho, dado que el Partido Socialista se encuentra sin respuesta frente a la crisis económica, los sindicatos han jugado el papel de oposición política frente a la derecha. Su plataforma, aunque carece de reivindicaciones precisas, recoge todas las preocupaciones de los diferentes sectores de los asalariados, contra los despidos, por un salario decente, por la defensa de los servicios públicos (en especial correos, sanidad y la investigación ) la unidad así forjada ha tenido el efecto de arrastre de muchos asalariados que solo se manifiestan en circunstancias excepcionales. Ha creado una dinámica de apoyo mayoritario a las movilizaciones. Las luchas parciales ya no están aisladas. Su legitimidad se ha reforzado y han podido obligar al gobierno a retroceder en algunos puntos. Como consecuencia, muchos asalariados han vuelto a mirar hacia los sindicatos para no quedar aislados frente a la crisis (1). La unidad entre las ocho centrales sindicales impone exigencias de compromisos y limita el ritmo de las movilizaciones. Pero ninguna de las organizaciones sindicales puede permitirse el lujo de romper esta unidad.
Unidad y apoyo mayoritario
La duración de este movimiento se ha convertido en una prueba de fuerzas entre la patronal y el gobierno de un lado y los asalariados y sus organizaciones de otro. Para desarrollar toda la capacidad de movilización de los asalariados en este pulso, es importante comprender que el conflicto actual no es de la misma naturaleza que las grandes movilizaciones que han tenido lugar para resistir una reforma, sea esta la de la seguridad social en noviembre-diciembre de 1995 o la de las pensiones en mayo-junio de 2003. En particular esta última, en la que la distancia entre las jornadas de lucha decididas por las organizaciones sindicales contribuyó a debilitar significativamente la movilización.
En este sentido, se perdió la oportunidad entre el 19 de marzo y el 1 de mayo de una convocatoria que hubiera permitido al movimiento social acrecentar la presión contra el poder sarkozyano. El primer ministro François Fillon saludó en aquella ocasión la "responsabilidad" de las organizaciones sindicales Y la opción de convocar dos jornadas de lucha el 26 de mayo y el 13 de junio hace más difícil la convergencia de todas las resistencias para construir una correlación de fuerzas suficiente. Pero el mundo del trabajo no ha sido derrotado ni atomizado por la crisis económica ni la política del gobierno. Su capacidad de resistencia sigue siendo grande. Ha logrado dos conquistas decisivas gracias a las jornadas de lucha de enero, marzo y mayo de 2009. Ha forjado su unidad a través de la plataforma a la que se han sumado las organizaciones sindicales y que apoyan las organizaciones políticas de la izquierda. Y ha recuperado el apoyo popular, que hasta ahora es masivamente favorable a las movilizaciones sindicales. La derecha ya no puede decir que las huelgas pasan desapercibidas. Estos puntos de apoyo, la unidad y el apoyo mayoritario, serán decisivos en los próximos meses, cuando las consecuencias de la crisis van a multiplicarse en términos de supresión de empleos y empobrecimiento de las familias. Los dirigentes patronales han lanzado una ofensiva para imponer recortes salariales y condiciones de trabajo más duras. El gobierno, por su parte, busca reducir el déficit público creado para reflotar los bancos, sin aumentar los impuestos, comprimiendo el gasto público, lo que implica la supresión de puestos de trabajo de funcionarios y la desorganización y desmantelamiento de los servicios públicos.
Es el programa de "salida de la crisis" de la patronal y la derecha: la sobre- explotación de los asalariados, obligarnos a trabajar mas, más deprisa, en peores condiciones, por un salario mas pequeño. Estamos todos amenazados por esta contraofensiva, seamos trabajadores públicos o privados, cuadros o empleados. Defenderse juntos, resistir juntos, es una necesidad. Esa es la unidad que hay que construir en las jornadas de lucha del 26 de mayo y 13 de junio. Pero también la prioridad a partir del otoño próximo. La unidad es nuestra arma frente a las políticas de destrucción social. Es urgente un debate lo mas amplio posible y en todas las instancias sobre las iniciativas que nos impone la situación para derrotar al gobierno y la patronal. Una discusión que tiene que tener lugar en los sindicatos, en los marcos inter-sindicales e inter-profesionales que permitan que se impliquen el mayor numero posible de asalariados. Es decisiva para construir las movilizaciones necesarias para hacer retroceder al gobierno.
El combate contra la política de la derecha se juega también en el terreno político en lo que se refiere a la duración del movimiento. La correlación de fuerzas entre los campos sociales se juega en el terreno de la movilización, pero también en el de la confrontación de ideas, el proyecto de sociedad y en el terreno de la política propiamente dicho. Es también responsabilidad de los militantes de los movimientos sociales, de los sindicatos, no "delegar" esta batalla política en los diversos partidos de la izquierda, sino volcarse en la construcción de la alternativa a la derecha y al socio-liberalismo, cuya imperiosa necesidad sentimos hoy todos.
NOTA: (1) Les Echos (19/05/09) "La crisis hace crecer las afiliaciones sindicales". Desde enero, los principales sindicatos CGT, CFDT, FO (el artículo no da información sobre la FSU o Solidaires) han tenido un aumento significativo de afiliaciones: "la gente viene buscando ayuda, información, protección". La CFDT reivindica 15.600 nuevos afiliados desde enero de este año en comparación con los 6.000 de enero del 2008. La CGT tiene un ritmo de afiliaciones en el primer trimestre superior en un 50% al de hace un año.
Christian Picquet, histórico dirigente de la LCR francesa, es candidato al parlamento Europeo por el Frente de Izquierdas. Su tendencia, Gauche Unitaire, defendió en el congreso de fundación del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), surgido de la LCR, la unidad electoral de la izquierda francesa con el Partido de la Izquierda (escisión del PS) y el PCF, que agrupase a todo el campo del NO a la Constitución europea. Al quedar en minoría, la tendencia Gauche Unitaire dejó de participar en el NPA y se sumó al Frente de Izquierdas.
Traducción para www.sinpermiso.info: Gustavo Búster
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