Justin Chang
Peter Bradshaw
11/12/2022Emancipation se debate para hacer justicia a una historia real de supervivencia
Justin Chang
En marzo de 1863, dos meses después de que el presidente Lincoln emitiera la Proclama de Emancipación, un hombre negro conocido como Peter (otros relatos le denominan Gordon) se escapó de una plantación de Luisiana, soportó diez días en pantanos infestados de caimanes y encontró el modo de llegar a Baton Rouge, donde recibió atención médica y se alistó en seguida en el Ejército de la Unión. Su supervivencia es de por sí una historia asombrosa, pero lo que le inmortalizó fue una fotografía de las abultadas ronchas y cicatrices que se entrecruzaban en su espalda, prueba brutal de toda una vida de azotes. A esta imagen, que circuló por doquier y a la que se conoce como "Peter el Azotado" o "La espalda flagelada", se le atribuye el mérito de haber impulsado el movimiento abolicionista en un momento crucial de la Guerra Civil, provocando la indignación de los norteños que nunca habían visto de cerca los horrores de la esclavitud en el Sur.
El director Antoine Fuqua y su estrella, Will Smith, recrean la toma de esa fotografía hacia el final de Emancipation [Hacia la libertad], su pantanoso y empantanado tratamiento de película de acción del viaje de Peter. Fuqua no nos muestra los latigazos que produjeron esas cicatrices, dejándolos a la imaginación de un público presumiblemente familiarizado, y probablemente agotado, por las numerosas y extenuantes representaciones de la violencia racista en películas y series de televisión. Emancipation, como intencionadamente se titula, quiere centrarse en actos de desafío físico y espiritual, y dramatiza el aparato del cautiverio de la esclavitud para mostrar primordialmente cómo se subvierte o derroca ese aparato. En este caso, hasta una desmotadora de algodón puede convertirse en instrumento de resistencia, aunque se trate de una resistencia especialmente cruel y dolorosa.
Pocos detalles se conocen de la vida de Peter, lo cual sirve perfectamente a los propósitos del guión de William N. Collage. Vemos por primera vez a Peter (Smith) arrodillado en oración justo antes de que lo separen de su familia, lo arrojen a una jaula y lo trasladen de la plantación a un campo de trabajo, donde él y otros prisioneros varones son obligados a tender vías de ferrocarril. El calor es insoportable, el trabajo agotador y mortal. Pero a pesar de las cicatrices de su espalda y del collar metálico que le ciñe el cuello, Peter se mantiene más alerta y esperanzado que los demás. Ha oído rumores de que Lincoln ha declarado libres a todos los esclavos y que las tropas de la Unión han llegado a Baton Rouge, una bendición de un Dios en el que cree fervientemente.
"La fe sin obras es cosa muerta", es lo que entona un predicador al comienzo, y Peter le da a las Escrituras su interpretación más justificadamente violenta. Aprovecha su oportunidad con una pala, imparte una bien merecida justicia y huye al pantano con otros tres hombres -Gordon (Gilbert Owuor), Tomas (Jabbar Lewis) y John (Michael Luwoye)- de los que se separa rápidamente para mejorar sus posibilidades individuales de encontrar el camino a Baton Rouge y a las tropas de la Unión allí acuarteladas. Pero Peter no sólo tiene que dejar atrás a sus perseguidores, dirigidos por el sádico y melancólico Fassel (Ben Foster) y armados de pistolas y sabuesos. En el transcurso de su largo y arduo viaje también debe sufrir hambre y sed, caimanes y mosquitos, un calor sofocante y la complicidad de los dueños de las plantaciones ("¡Al que corre!", grita, de modo escalofriante, una joven blanca cuando divisa a Peter pasando a toda velocidad).
Resulta bastante fácil comprender qué le atrajo a Smith del papel de un hombre que se convirtió en viva imagen del sufrimiento y la resistencia. Le gustan las transformaciones físicas dramáticas y los acentos difíciles (esta versión de Peter es de origen haitiano), y aquí oculta sus apuestos rasgos, si no su encanto natural, con una mordida apretada y una piel arrugada y marcada por el sol. El dolor y el autosacrificio resultan demasiado fáciles para los personajes de Smith, como demuestran varios psicodramas torturados que abarcan todo un abanico de cualidades, de Hancock a Seven Pounds [Siete almas]. Y sospecho, dadas las declaraciones públicas de fe del actor, que sentía cierta afinidad por un personaje que luce su cristianismo en sus andrajosas mangas, reza antes de consumir una preciada comida de miel y, en un momento dado, convierte un collar de cruces en un arma.
Smith ofrece una interpretación sólida, empática y, en ocasiones, conmovedora, aunque lo que aquí se exige no es tanto una actuación llena de matices como un enérgico despliegue de sudor, sangre y aguante. Y Emancipation, al igual que muchas pruebas cinematográficas de resistencia, se esfuerza por elevar un espectáculo sangriento y bárbaro a la categoría de espectáculo inspirador y de elevadas miras. El viaje de Peter consiste en un sinfín de horrores, apenas aliviados por momentos de gracia y respiro, pero Fuqua y su montador, Conrad Buff, intentan insinuar más de lo que muestran, cortando o alejándose de las espantosas imágenes de los amigos de Peter que son mutilados o decapitados. El director parece vagamente dividido entre su habitual instinto para la violencia despiadada (en películas como The Equalizer u Olympus Has Fallen [Objetivo: La Casa Blanca] y el deseo de forjar algo más artístico e históricamente clamoroso a partir de la experiencia de Peter.
Esa confusión se refleja en la estilizada fotografía en blanco y negro de Robert Richardson, que está impregnada de tenues pinceladas de color (un poco de vegetación por aquí, un destello de llamas anaranjadas por allá). Esa paleta mayormente monocroma evoca con eficacia una época lejana; para bien o para mal, también hace que la violencia, incluidas algunas imágenes de sangre en las hojas, sea más fácil de procesar. No es difícil dejarse llevar por los musculosos movimientos de cámara de Richardson -en particular sus amplias vistas aéreas del pantano y, más tarde, de un campo de batalla lleno de humo- o admirar los exteriores meticulosamente cubiertos de barro del diseño de producción de Naomi Shohan. Emancipation pretende captar una instantánea panorámica de una Confederación agitada que se acerca a sus últimos días, ofreciendo lo que las notas de producción describen como "una experiencia inmersiva de 360 grados".
Pero en términos de psicología y de carácter, una experiencia de 360 grados es en realidad lo contrario de inmersiva, y casa mal con el veloz y propulsivo thriller de supervivencia que Fuqua parece estar tratando de realizar. Cuanto más se aleja la película de la perspectiva de Peter, más socava su propia tensión. E incluso con una producción físicamente impresionante a su disposición, los instintos cinematográficos de Fuqua son torpes y propensos al cliché. Cada floritura -un primer plano de los cascos de los caballos golpeando el barro, una escena de acción parcialmente en cámara lenta, un jadeo repentino cuando la mujer de Peter, Dodienne (Charmaine Bingwa), despierta de una pesadilla premonitoria- sugiere un cineasta limitado por la gramática visual de la película de acción de Hollywood (la gramática musical también, a juzgar por la partitura de Marcelo Zarvos que se esgrime con poca sutileza).
Si Emancipation no fuera más (o menos) que esa película de acción -más ligera, más mala, menos solemne, menos monocroma- probablemente sería una película mejor y más honesta. Desde luego, prefiero ver al Peter de Will Smith pelearse con un caimán, como hace en una escena que da vida brevemente a la película, que escuchar otro minuto más, por ejemplo, del anticuado monólogo de Fassel ante la fogata, con un atisbo no muy revelador de la mente enferma del supremacista blanco. Foster, que interpreta villanos tan a menudo, no se excede tanto como en otras ocasiones, pero eso sirve de magro consuelo. Su sola presencia en este papel es emblemática de la obviedad de la película.
Supongo que no es más obvia que la elección de Smith como héroe perseguido y perseverante, pero eso es algo habitual en Hollywood. Los dramas históricos caros como Emancipation -mejores o peores- han dependido durante mucho tiempo de las estrellas para potenciar sus ambiciones de prestigio y vender su tema de peso a un público en gran medida indiferente. La viabilidad de la figura estelar de Smith ha estado en entredicho desde que se puso en marcha este proyecto en particular, y por eso los muy analizados acontecimientos de la noche de los Oscar de 2022 han generado tanta ansiedad en torno a su posible repercusión en el estreno de la película, su potencial de taquilla y (Dios no lo quiera) sus perspectivas de cara a los Oscar.
A fin de cuentas, vale la pena preguntarse qué tiene que ver todo esto con la vida de un hombre esclavizado cuyo coraje marcó profundamente el curso de la justicia racial, o con el heroísmo de los soldados negros que lucharon por una nación que no había hecho nada para merecer su lealtad. Pero las respuestas son bastante desalentadoras. Emancipation no es ni la primera ni la última película que se ve eclipsada por la industria que la produjo, o que se queda corta respecto a la historia que la inspiró.
Los Angeles Times, 30 de noviembre de 2022
Will Smith huye de la esclavitud en un thriller feroz y sombrío
Peter Bradshaw
Sean cuales sean sus problemas actuales, Will Smith aporta una presencia de estrella de cine a este drama de la Guerra Civil brutalmente violento, con una quietud física y una mirada desafiante. Está inspirada en la historia real de "Peter el Azotado", el esclavo fugitivo que, en 1863, tras alistarse en un campamento militar de la Unión en Baton Rouge (Luisiana), mostró su espalda a dos fotógrafos civiles, horriblemente llena de cicatrices, desfigurada de forma espeluznante con un entramado de ronchas y marcas de látigo. La fotografía resultante se convirtió en un icono abolicionista: la prueba del salvajismo y de la propia dignidad y calma heroicas de Peter.
El Peter de Smith no aparece siendo azotado de esta manera, pero está claro que, como todos los esclavizados, ha sido objeto de una crueldad sistemática, un tipo de violencia racista que no es un hecho punitivo distinto, sino un hecho continuo de la vida, una condición de la existencia. La violencia está incrustada en el lenguaje utilizado, ya que los propietarios tienen una fea manera de referirse a los esclavos como "eso". La película imagina a Peter casado con Dodienne (en una feroz interpretación de Charmaine Bingwa), con la que habla un dialecto francés, pero se ve separado de su mujer y sus hijos cuando lo compra otro propietario y le ponen brutalmente a trabajar en el ferrocarril y las fortificaciones militares del Sur. Como la mayor parte de la película, este caótico campo está rodado en un tono monocromo casi blanqueado, con destellos de llamas en color: un enfoque visual tomado quizás de La lista de Schindler.
Las noticias de que los soldados de Lincoln están liberando esclavos en Baton Rouge, al otro lado del pantano, electrizan a Peter, y los capataces blancos, nerviosos y de gatillo fácil, ya inquietos por el avance del enemigo, temen que este rumor convierta a sus esclavos en ingobernables. Peter escapa a través del pantano perseguido por los amos de los esclavos a caballo y con perros, liderados por un imperturbable fumador de pipa llamado Fassel (interpretado con frialdad por Ben Foster), una figura familiar en este tipo de narraciones (Joel Edgerton interpretó a un cazador de esclavos similar en la reciente adaptación televisiva de The Underground Railroad [El ferrocarril subterráneo] y, como él, Fassel tiene a un negro a su servicio, para disgusto de Peter). Peter se enfrenta a una extenuante prueba en el pantano lleno de caimanes, pero no hay garantías de que los oficiales al mando del ejército de la Unión sean menos prepotentes.
La película crea para Peter una familia ausente que le proporcionará el motivo narrativo de búsqueda y también una fe cristiana obstinadamente fuerte, que quizá haya adquirido en los Estados Unidos (se supone que ha nacido en Haití). El director Antoine Fuqua y el guionista Bill Collage tratan esta religión con bastante cuidado y no caen en la tentación de equiparar las cicatrices de Pedro a la flagelación de Cristo; en lugar de ello, crean un momento de quietud, silencioso y poderoso, en el que Peter solo en un tosco bote de remos que ha cogido, contempla el paisaje iluminado por el sol. Es evidente que le parece hermoso, pero está rodado con tanta austeridad que su belleza queda contenida. ¿Tiene Peter una epifanía? ¿Está ensimismado? La escena no se explica ni se narra.
Por lo demás, la película funciona muy bien como thriller, con Peter huyendo de sus perseguidores. Hay un gran momento en el que tropieza con una plantación en llamas sumida en una ruina surrealista; al entrar en la casa en busca de comida, se ve a sí mismo en un espejo, claramente por primera vez en mucho tiempo, o quizá por primera vez en su vida adulta. ¿Le llama la atención su aspecto gastado? ¿O simplemente el extraño hecho de su propia existencia y supervivencia? Una vez más, es un misterio.
Quizá el enfrentamiento final con el odiado Fassel sea un anticlimax, dado que tiene que llegar antes del tercer acto del alistamiento militar de Peter, pero ésta es una película fuerte, feroz y sincera.
The Guardian, 1 de diciembre de 2022