Elecciones catalanas: Avanza el constitucionalismo monárquico, retrocede el soberanismo

Daniel Raventós

Miguel Salas

23/05/2024

Pocos días han transcurrido desde las elecciones catalanas del reciente 12 de mayo y ya se ha entrado en campaña electoral para las europeas del 9 de junio. Ni unas, con resultados conocidos, ni otras con resultados predecibles, sugieren buenas noticias para aquellas personas de izquierdas defensoras de las libertades democráticas y del derecho a la autodeterminación.

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Ganan las posiciones políticas económica y socialmente de derechas. Las dos propuestas políticas más votadas en estas elecciones catalanas son el Partido Socialista de Catalunya y Junts, con casi el 50% (exactamente el 49,57%) de los votos válidos. Estos dos partidos, con base social diferente, comparten proyectos económicos y sociales. Quizás el más espectacular de estos proyectos es el gran complejo de juego y de turismo conocido como Hard Rock que estos dos partidos defienden entusiásticamente construir en Tarragona. Este proyecto incluiría más de 100 mesas de juego, miles de máquinas tragaperras, hoteles, centro comercial… Pero no todo se acaba con este proyecto que, sea dicho de pasada, se apropia de dos palabras de una respetable tradición musical. Los dos partidos son también firmemente partidarios de la ampliación del aeropuerto del Prat del que tantas asociaciones ecologistas y ciudadanas han manifestado sus objeciones. Una pequeña muestra de lo que podría representar lo publicamos ya hace tiempo en un artículo en el que después de aportar diversos cálculos a partir de distintos escenarios concluía: “Los datos y el sentido común en este escenario de necesidad de acciones urgentes para mitigar el cambio climático aconsejan retirar este proyecto, una vez más. Su presentación ante los desafíos actuales solo habla de la doble moral de los postulantes, piden recortes sin cesar a los derechos ciudadanos, y no los aplican donde toda la humanidad, las instituciones internacionales y el mismo planeta con sus rebotes ambientales solicitan”.

Estos dos partidos han ido de la mano también en su ofensiva contra el Plan Piloto de la Renta Básica con una de las propuestas académicamente más punteras de las muchas docenas de proyectos que se han realizado en el mundo en esta última década. Su oposición a este plan piloto se desarrolló a lo largo de la pasada legislatura, logrando paralizarlo cuando ya estaba diseñado y a punto de ponerse en práctica. El PSC llegó incluso a poner en el programa electoral del 12 de mayo: “cierre de la Oficina del Plan Piloto para implementar una Renta Básica”. Por si a alguien le cupiera la menor duda de su apuesta por los subsidios condicionados tipo Ingreso Mínimo Vital de tan gloriosa trayectoria que no llega al 13% de la población que vive bajo el umbral de la pobreza.

Esa confluencia social y económica entre el PSC y Junts se extiende a temas como algunos aspectos de la política de vivienda (ambos se oponen a la regulación de los alquileres de temporada) o a las políticas sobre el turismo o a lo que, de forma más general, podríamos llamar favorecer las políticas rentistas frente a las productivas.

No es ajeno a la cuestión que aquí nos ocupa que la patronal catalana, Foment Nacional del Treball (FNC), defiende estas propuestas. Está satisfecha. “Satisfacción en los centros empresariales barceloneses tras el recuento del 12-M. Los candidatos por los que habían apostado, el socialista Salvador Illa y el postconvergente Carles Puigdemont”, podemos leer en La Vanguardia. FNC puede sentirse eufórica con los resultados del PSC y de Junts.

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Las fuerzas de izquierda han retrocedido, como lógica continuación del punto anterior.

Se ha roto la dinámica de las elecciones gallegas y vascas en las que se produjo un notable avance de las fuerzas de izquierdas y soberanistas (BNG y Bildu).

Si de forma amplia consideramos que a la izquierda del PSC solamente hay tres formaciones (ERC, Comunes y CUP), estos partidos han obtenido 30 escaños: 20, 6 y 4, respectivamente. 30 escaños es el 22’2% del total de 135 que forman el Parlament: un resultado muy escaso. Todos han perdido. ERC la que más, lo que ha sumido a este partido hasta ahora gobernante de la Generalitat en una crisis de dirección que no aventura pronta salida. Pero los Comunes, que esta vez se presentaban junto a Sumar, y la CUP han perdido también votos y escaños.

La complejidad de la expresión electoral se puede ver en estos datos. El voto de las fuerzas de izquierdas (en sentido tan amplio que incluir al PSC entre las izquierdas quizás es tan generoso que lo ponemos con reserva extrema) y soberanistas sigue siendo superior a la de las derechas: 1.609.739 las izquierdas por 1.406.817 las derechas. Ha habido un desplazamiento del voto hacia el PSC y gran pérdida en ERC, CUP y Comuns. Con respecto a las elecciones de 2021, éstos pierden 254.070 votos y el PSC gana 218.193.

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Pierden las posiciones políticas favorables al derecho a la autodeterminación. Si el PSC y Junts, cuyo programa sin reparos ultraneoliberal de este último se destapó sin el menor disimulo hasta para el más despistado, van de la mano en sus propuestas sociales y económicas, como comentábamos más arriba, lo que los distancia es la posición respectiva respecto al derecho a la autodeterminación. El PSC es un partido monárquico borbónico, y ferviente constitucionalista de la actual norma del 78, y en consecuencia unionista y enemigo sin fisuras del derecho a la autodeterminación. Junts es un partido defensor de este derecho y antiborbónico (el discurso ultra del Borbón el 3 de octubre de 2017 no será olvidado en Catalunya). Su primer candidato, Puigdemont, está en el exilio desde hace siete años. En el tema nacional, el PSC y Junts están completamente enfrentados.

Favorables a la autodeterminación y con muchas diferencias entre ellos están Junts, ERC y la CUP. Los Comunes, al presentarse con Sumar, hablan de plurinacionalidad y de referéndum, pero han abandonado la defensa del derecho a la autodeterminación, según puede desprenderse del programa electoral con el que se presentaron. Esto supone 59 escaños, el 43,7 % del total de diputados y diputadas.

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La derecha extrema del PP ha ganado votos y escaños y sale reforzada de estas elecciones en una nación, la catalana, donde no acostumbra a obtener resultados favorables. La extrema derecha españolista y xenófoba hermana del PP, Vox, se ha mantenido. También en este terreno se ha roto la dinámica gallega y vasca. Vox obtuvo en Galicia el 2,19 % de votos y en Euskadi el 2,3%. En Cataluña el 7,96%, además hay que constatar que en la mayoría de las poblaciones o barrios trabajadores supera a Comuns y CUP. Obtiene sus mejores resultados en barrios más ricos y en barrios o ciudades más pobres. Otro elemento para reflexionar sobre las políticas sociales y económicas que se están realizando y, sobre todo, para reaccionar con urgencia.

Ciudadanos, el otro partido hasta ahora con posiciones similares a Vox y PP en la cuestión, ha desaparecido y no consigue ni un escaño. De las pocas buenas noticias de estas elecciones. Entre el PP y Vox suman 26 escaños que, junto al PSC, añaden a las fuerzas españolistas monárquicas 68, el 50,3 % de todo el Parlament. El PSC-PSOE se diferencia en el tema nacional del PP y Vox no en el objetivo que es la negación absoluta del derecho a la autodeterminación, sino en los medios. Los segundos son partidarios de la mano dura y los primeros, de momento, del diálogo. A la fuerza ahorcan. Si bien es verdad que entre algunos destacados dirigentes del PSOE sus simpatías en la cuestión están más con el PP que con su propio partido. Algo sobre lo que no es necesario insistir por evidente.

La extrema derecha xenófoba catalana, Aliança Catalana, entra por primera vez al Parlament con 2 diputados, siendo la segunda fuerza en 70 municipios de Girona, y con solo 10.000 votos menos que la CUP que tiene el doble, 4.

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Se ha dicho en muchos análisis postelectorales, pero vale la pena repetirlo para las personas que no viven en Catalunya: la ley de amnistía no ha sido casi mencionada en estas elecciones.  Ni el PP ni Vox han hablado muy fuerte contra esta ley. No queremos por evidente atentar a la inteligencia de nuestros posibles lectores explicando con detalle las diferencias ciclópeas de cómo se interpreta tal ley entre la población de Catalunya y la de España.

Las elecciones han modificado el panorama, pero continúa la inestabilidad para lograr gobernar. Una posibilidad: ¿Tripartito? El PSC tiene problemas para lograr suficientes apoyos. Sólo los Comuns se lo ofrecen con claridad, con una gran incongruencia: lo tendrían difícil para justificar aceptar el programa económico y social del PSC, pero parecen los más entusiastas de este hipotético tripartito. Lo ha explicado el que fuera su candidato en anteriores elecciones, Xavier Domènech: “Entonces los Comuns deciden que No (a los presupuestos [presentados por el gobierno de ERC, NdA] por el Hard Rock) para acabar apostando por un gobierno tripartito liderado por el tío que quiere hacer el Hard Rock, que es el PSC. Todo eso es un despropósito”. Adicionalmente, la crisis de ERC hace bastante difícil pronosticar su posición. Un sector aceptaría la abstención para que gobernara el PSC, mientras otro la rechaza alegando que el partido acabaría por hundirse aún más si acepta que gobierne el PSC. Otra posibilidad: ¿Junts y PSC? Muy ficticio. Comparten programa económico y social como queda dicho, pero no el tema nacional.

Y tercera posibilidad: Repetición de las elecciones. Nadie las quiere, pero ahora mismo no se pueden descartar. Quizás hay más posibilidades… que cuesta imaginar.

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El PSOE, las derechas españolas todas y personas y sectores vinculados a alguna izquierda han vaticinado después de las elecciones catalanas que el “procés” ha muerto. Para saber de qué hablamos es interesante pedir qué entiende por “procés” cada persona que utiliza este término. Hemos tenido oportunidad de contabilizar al menos 9 o 10 acepciones y comprensiones diferentes y no precisamente muy compatibles. Nosotros entendemos algo muy sencillo: la movilización masiva y continuada que hubo en Catalunya durante casi una década para exigir el derecho democrático a la autodeterminación. Sobre esto hemos escrito mucho en estas páginas. No hay duda que, sea por los motivos que sean, esta movilización ya no existe ni de muy lejos con la misma intensidad. Creemos que sería un error concluir de esta evidencia que el independentismo y la defensa del derecho a la autodeterminación ya está desactivado en Catalunya como las derechas españolas todas y algunas personas vinculadas a las izquierdas proclaman y desean. Desiderátum, solo desiderátum.

El bloque soberanista e independentista reunió 1.361.942 votos (en realidad solo 5.000 menos que hace 3 años, aunque en esta ocasión ha habido mayor participación) y solo 124.000 votos menos que el bloque constitucionalista monárquico. Cierto que es un cambio sobre anteriores elecciones, pero resultaría temerario asegurar que todo se ha acabado.

Decíamos en un reciente artículo anterior a las elecciones: “Tras la gran ofensiva movilizadora de octubre del 2017 el movimiento soberanista e independentista se ha quedado sin un plan concreto y la división y decepción son el pan de cada día. Rehacerlo y reorientarlo debería ser la tarea de los partidos y asociaciones, porque mientras no se consiga ejercer el derecho democrático a decidir seguirán los conflictos, la represión y la inestabilidad, no solo en Catalunya sino en el conjunto del Estado. Pretender obviarlo es la política del avestruz. Una salida democrática, republicana, feminista y ecológica es del interés de la mayoría, no sólo en Catalunya sino también para las izquierdas y demócratas del resto de pueblos del Reino”. Para lo que pueda servir, creemos que sigue siendo cierto.

Las citas electorales reflejan una foto fija de una situación que es cambiante. Lo interesante es el análisis de las tendencias de fondo que muestran problemas preocupantes para el avance de las izquierdas y del soberanismo. Partimos de una situación política de ofensiva reaccionaria en la Unión Europea. “El factor más relevante para no equivocarse o no hacerlo en alto grado es acertar en la fase política y económica que estamos”. ¿Qué medidas para luchar contra la desigualdad y la pobreza? ¿Cómo combatir a la extrema derecha y su influencia en los barrios y ciudades obreras? ¿Qué nuevos planes para continuar la lucha por la emancipación nacional? ¿Cómo colaborar y sumar esfuerzos en vez de confrontar? ¿Qué propuestas sociales y políticas para decantar a la juventud hacia posiciones emancipatorias y de igualdad, y alejarla de la extrema derecha? ¿Cómo seguir haciendo efectivas las conquistas feministas y evitar los ataques de las que son objeto por parte de las fuerzas reaccionarias? Muchas preguntas que, entre otras cosas, podrían traducirse en pocas palabras en cómo conseguir encauzar la atención hacia la exigencia de garantizar la existencia material de toda la población, un minimum, e impedir que las grandes fortunas medren, imperen e interfieran en la libertad de la inmensa mayoría, un máximum. Lo que significa la defensa de la libertad y la igualdad. Muchas preguntas cuya respuesta deberían tener un punto de partida: colaboración entre las izquierdas y los movimientos sociales. La derecha sigue colonizando mentes, sigue apropiándose de una concepción torticera de la libertad, sigue llevando la iniciativa en su ofensiva contra todo lo que huela a socialismo (la convención de extrema derecha de hace pocos días en Madrid es un ejemplo inigualable [1]). Decíamos no hace mucho al respecto:

«Socialismo o libertad». Buen recurso propagandístico. Disyuntiva imbécil. La historia es vieja y conocida. Al fin y al cabo, la bestia oligárquica se limita a reproducir una maniobra que no cabe duda de que ha funcionado muchas veces, demasiadas (¡ay!), por incomparecencia teórica y programática de la izquierda.

Más decisivo si cabe, se precisa movilización social. El parlamento solo puede ser en la actual fase a mucho estirar un pequeño altavoz. La vida real está fuera. Las posiciones políticas de extrema derecha ya no son solamente una vaga amenaza lejana, son una realidad cada vez más fuerte, consolidada y al alza. Como todo vaticina que se confirmará en las próximas elecciones europeas, pero esa es una historia que será contada en otra ocasión.


[1] En realidad, gente como Milei, Rallo (que hizo la presentación del argentino en un acto de un periódico ultra en Madrid) y todos los partidarios de la escuela austríaca son unos ardientes opositores de la democracia. En un libro reciente en el que uno de nosotros participó se puede leer:

Uno de los padres del liberalismo y de la escuela austríaca de economía, Ludwig Von Mises, afirmaba tan pimpante: “Existen, quizá, individuos, grupos de individuos y hasta pueblos y razas enteras que gozan de la seguridad y de la protección brindadas por la servidumbre; que, sin sentirse ni humillados ni ofendidos, se conforman contentos pagando con una cantidad moderada de trabajo el privilegio que supone compartir las comodidades de una casa acomodada y para los cuales la sumisión a los caprichos y cambios de humor del amo es solo un mal menor”.

Hayek, maestro de los Mileis y Rallos, tuvo a su vez como maestros a los creadores de la escuela austríaca, los ultras von Mises y von Wieser, afirmaba que los Estados de bienestar son Estados totalitarios. Como Milei y sus amigos políticos. La convención de franquistas y de extrema derecha europea en Madrid, con Vox de antitrión, es una buena muestra de las convicciones de la escuela austríaca. Pocas cosas son tan claras: la escuela austríaca y la democracia son como el agua y el aceite. Si debiera ponerse una concepción contraria a la de la libertad republicana sería la de la escuela austríaca.

 

es miembro del comité de redacción de Sin Permiso
es miembro del comité de redacción de Sin Permiso
Fuente:
www.sinpermiso, 26-5-24

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