Benedict Anderson (1936-2015) y el principio esperanza

Sandipto Dasgupta

26/12/2015

Benedict Anderson era un académico brillante cuyo trabajo estuvo motivado por un profundo compromiso con la emancipación humana.

Para aquellos de nosotros fuera del Sudeste de Asia, Benedict Anderson es conocido sobre todo como el autor de Comunidades imaginadas, el estudio seminal del nacionalismo y uno de los libros académicos más populares de la segunda mitad del siglo XX.

Pero en Indonesia, donde falleció el 13 de diciembre, Anderson fue conocido principalmente como un "indonesianista".

Indonesia fue objeto de la tesis de doctorado de Anderson. Y su primera publicación importante – como coautor con sus colegas de la Universidad de Cornell – fue una crónica de la masacre de seiscientos mil indonesios como parte de la represión de la izquierda comunista en 1965-66 que condujo al golpe de estado del teniente general Suharto. El trabajo le valió la prohibición de entrar en Indonesia, que duró hasta 1998, cuando el reinado del "tirano mediocre" - como Anderson memorablemente calificó a Suharto - finalmente llegó a su fin.

El interés de Anderson abarcó todo el sudeste asiático. Junto con su fluidez lingüística en javanés e indonesio, hablaba las lenguas predominantes de las Filipinas y Tailandia - tagalo y tailandés, respectivamente - y escribió extensamente sobre la política, la cultura y la literatura de los tres países.

Esta profunda implicación en los acontecimientos políticos del sudeste de Asia le condujo a escribir la obra por la que será más recordado. A través de su compromiso con la vida política del recién descolonizado Tercer Mundo, fue testigo de la centralidad discursiva del nacionalismo – incluso en los proyectos políticos progresistas como el antiimperialismo y el socialismo. A veces, incluso se impuso sobre esos proyectos. Comunidades imaginadas comienza con una referencia a la guerra entre Vietnam y China, dos países supuestamente socialistas, luchando por motivos nacionalistas.

Anderson sentía que el marxismo - la tradición política e intelectual con la que más se identificaba - no podía ofrecer un análisis adecuado, o incluso tomar muy en serio, del fenómeno del nacionalismo. Lo mismo sucedía con otras tradiciones de pensamiento político. "Me parece" escribió Anderson, "que" el fracaso "del marxismo a la hora de abordar el nacionalismo de una manera profunda no es idiosincrásico. Exactamente la misma crítica podría, y debería, ser hecha al liberalismo clásico y, en los márgenes, al conservadurismo clásico".

El resultado fue una curiosa situación en la que un concepto que ha dado forma en gran parte al discurso político realmente existente en todo el mundo, sin embargo, sufrió una marcada pobreza de reflexiones teóricas. El nacionalismo no ha producido "ningún Hobbes, Tocqueville, Marx o Weber."

Comunidades imaginadas es tanto el título del libro como el marco conceptual conciso que buscaba superar esa pobreza. El nacionalismo, Anderson argumentó, genera un sentido de camaradería y fraternidad parecido a una comunidad. Sin embargo, los miembros de esa comunidad nunca conocerán a cada uno de sus compañeros. La comunidad, por lo tanto, se constituye a través de actos de imaginación. Aunque concisa en su definición, el alcance evocador de esta formulación es enorme. El logro del libro reside en la disposición de Anderson a entregarse plenamente en ese ámbito.

Una de las condiciones para el nacionalismo, el libro sostiene, es el vacío dejado por el declive de las comunidades religiosas. Pero en esta nueva religión, Anderson no pertenecía a ninguna iglesia. Nació en China, de padres irlandeses e ingleses, hermano del historiador  Perry Anderson (editor de la New Left Review) se educó en Inglaterra y los Estados Unidos, y trabajó y se enamoró de Indonesia.

Sin embargo, a diferencia del ateo seguro de sí mismo, que ve en la religión sólo la evidencia de la gran estupidez de sus compañeros hombres y mujeres, Anderson no desdeñaba las fábulas y los artefactos que estaba estudiando. Tampoco usó la palabra "imaginado" para implicar falsedad o ilusión. Más bien, quería entender, como verdadera curiosidad lector, una apasionante historia, las estructuras formales y el horizonte creativo de este acto de imaginación.

Decir algo es una construcción social, Anderson lo sabía, y no lleva muy lejos. La lógica de su construcción es más fascinante, y a menudo más significativa. Los miembros de la mayoría de las comunidades en realidad nunca se encontraran. Las imaginaciones que crean, mantienen y atribuyen significado a estas comunidades son de carácter político en el sentido más profundo. Y el compromiso por entender cómo ciertas historias nos absorben - y lo que esas historias hacen posible - es un proyecto político.

La historia de Comunidades imaginadas, que trata de descubrir esa lógica, tiene muchos actores. Pero sus protagonistas más conocidos son la novela y el periódico. El papel protagonista de la palabra escrita fue posible gracias al advenimiento de la impresión y la publicación capitalistas. La capacidad de la tecnología de impresión para producir en masa los textos y la búsqueda incesante del capitalismo por ampliar un mercado que los leyera, por primera vez, gracias a un público vernáculo y monolingüe de masas, Esa fue la base material para una nueva conciencia "nacional".

Junto con esta historia estructural, Anderson estaba igualmente interesado en los elementos literarios de la novela y el periodismo: el mundo que sus palabras hicieron. Estudió su estructura narrativa y sus tramas para mostrar cómo crearon una imaginación compartida del tiempo y el espacio, "creando la extraordinaria confianza de la comunidad en el anonimato, que es el sello distintivo de las naciones modernas".

La notable cantidad de los materiales, y la facilidad con la que Anderson se movía con total confianza a través de ellos, ha hecho que Comunidades imaginadas sea uno de esos libros raros que atrae más allá de las trincheras disciplinarias que dividen el pensamiento académico. Su heterodoxia inconsciente también generó críticas por todos los lados. Un crítico definió el libro como: "demasiado marxista para un liberal y demasiado liberal para un marxista".

El legado del libro, sin embargo, no es su proclamación de una línea correcta de interpretación del nacionalismo - ya sea marxista o liberal -, sino que ha permitido diferentes formas de pensarlo. Los buenos libros aportan argumentos convincentes. Los grandes, generan nuevas preguntas para que futuros estudiosos y activistas las respondan. Anderson pertenece a esta última categoría.

Comunidades imaginadas fue publicado en 1983. Poco después, tanto la política como el estudio académico del nacionalismo sufrieron un cambio considerable. Los conflictos en Europa del Este después de la caída del Muro de Berlín, y luego la ascendencia de formaciones políticas etno-nacionalista, revelaron un lado de la política del nacionalismo mucho más oscuro que lo que Anderson había previsto. Fuera de Occidente, se propusieron críticas importantes a los proyectos nacionales poscoloniales y la locura de la izquierda al apoyarlos, dañando severamente la pátina progresista del nacionalismo en el Tercer Mundo que Anderson había estudiado.

En este entorno, el respeto académico de Anderson por el nacionalismo podía parecer romántico. Algunos se preguntaban, en su búsqueda para estudiar el poder de seducción de la imaginación nacionalista, si el estudioso mismo no había terminado por ser seducido.

En su obra posterior, Anderson trató de responder a estas preocupaciones al trazar una línea entre el nacionalismo y lo que él llamó la política de la etnicidad, considerando a esta última lo que "el bastardo Smerdyakov a Dmitri Karamazov o el nacionalismo clásico". La política de la etnicidad depende de la propia pertenencia a una serie de, clases inmutables finitas a las que uno pertenece o bien de las que es excluido. El alcance imaginativo del nacionalismo, por el contrario, es potencialmente universal - sus horizontes se abren de tal forma que Anderson podía reclamar Indonesia como lo más cercano a una nación que pudiera llamar suya.

Uno podría preguntarse justificadamente si esta distinción corresponde a las políticas realmente existentes del nacionalismo actual. Pero sería injusto descartar como romántico el intento de Anderson de aferrarse a las posibilidades imaginativas potencialmente liberadoras y progresistas que podrían constituir la comunidad llamada nación.

Es mejor considerar el trabajo de Anderson como una esperanza. Una esperanza nacida de una profunda curiosidad intelectual acerca de cómo los hombres y mujeres modernos conciben sus mundos, y de su compromiso político para canalizar esas visiones hacia fines emancipatorios. ¿Qué mejor razones puede haber para la esperanza? ¿Qué mejor motivación para ser un erudito?

es Newton Internacional Fellow de la Royal Society y la Academia Británica en el King's College de Londres.
Fuente:
https://www.jacobinmag.com/2015/12/benedict-anderson-obituary-imagined-communities-nationalism-indonesia/
Traducción:
Enrique García

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