Antonio Gómez Movellán
21/12/2018Recientemente el Papa Francisco, en una entrevista sobre la Navidad, declaró que “sin Jesús la navidad está vacía”; una declaración que da escalofríos y que resume a la perfección la tentación totalitaria del catolicismo que pretende identificar la creencia en su dogmática como la única moral posible, relegando a los no cristianos a la vacuidad moral. De ahí el interés del catolicismo de reforzar el simbolismo católico en el espacio público. De hecho la iglesia católica siente desasosiego con el carácter profano de estas fiestas navideñas. Para ello acude a criticar la navidad como unas fiestas consumistas, mercantilistas contraponiendo como virtud la fiesta navideña católica centrada en la familia y la caridad y por eso denuncian el carácter mundano y hedonista de la navidad profana ya que es ese carácter, precisamente, quien lo aproxima al carácter pagano de estas fiesta ancestrales del solsticio de invierno.
Por eso, la iglesia católica siempre ha huido de aquellas manifestaciones profanas de estas fiestas y su interés en poner belenes católicos en todo tipo de espacio públicos: en escuelas, en ayuntamientos, en ministerios, en parques, etc. y también está muy interesada, en estas fechas, en exhibir, de forma humillante y hasta obscena la pobreza para, de esta forma, resaltar la caridad católica.
En los países católicos la iglesia y sus tentáculos en las instituciones intentan identificar el Estado- Nación con la religión católica. Así lo hemos visto recientemente en unas declaraciones del flamante secretario general del Partido Popular quien identificaba la nación española con el belén , la misa del gallo y la navidad católica, además de la caza y los toros; es a esta identidad católica española a la que se deben de adaptarse los inmigrantes y los españoles no católicos. En general, los bloques políticos más conservadores suelen promocionar, en los países del sur de Europa, una identidad simbólica católica. En Francia, un Estado laico, los políticos neogaullistas conservadoras y los políticos del Frente Nacional cuando llega la navidad suelen reclamar instalar belenes en los ayuntamientos siendo precisamente estos mismos políticos los que claman por quitar los hijabs a las niñas en los colegios públicos. El discurso nacional católico siempre conlleva un discurso xenófobo y también islamofobico; la vindicación de las identidad cristiana de Europa está en el discurso de la mayoría de los políticos conservadores y populistas de derechas en Europa.
Pero veamos un hecho que ocurrió este mes pasado en nuestro país y que ilustra bien lo que decimos. La dirección de ADIF (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias), en aplicación de un reglamento interno, por el cual se prohíbe la publicad religiosa y política en las estaciones de ferrocarril, negó la autorización para que la Orden San Juan de Dios pusiera unos belenes en varias estaciones de ferrocarril. Con motivo de esta negativa el lobby católico se puso en marcha y en menos de veinticuatro el Ministro de Fomento tuvo que ceder, contrariando a la dirección del centro y al propio reglamento interno de esa Agencia pública.
Pero ni siquiera hace falta resistirse; una gran parte de alcaldes, concejales, generales y capitanes, directores de instituto y de escuelas, comisarios de policías y un largo etcétera de cargos institucionales y/o funcionariales instalan los belenes católicos por si mismos en los espacios públicos donde ellos gobiernan y a diferencia de lo que ocurre en Francia aquí los tenemos de todos los colores políticos. En Madrid, está el caso de Manuela Carmena que está volcada en promocionar, casi más que su antecesora, el simbolismo católico en la ciudad. No solamente porque asiste a todo tipo de liturgias católicas (misa de la Almudena, La Paloma etc.) sino porque, al llegar estas fechas, además de instalar belenes por doquier suele participar en humillantes actos de exhibición de la pobreza junto con el Padre Ángel y el Cardenal Ososo, pisoteando sin ningún pudor su compromiso electoral de laicismo institucional, además de fomentar el humillante y degradante asistencialismo caritativo católico. Sin embargo hay algunos alcaldes y alcaldesas que sí han optado por la secularización de estas fiestas como Ada Colau o tantos y tantas otras, evitando que el espacio público se asocie a un simbolismo católico.
Algunos ciudadanos asfixiados por el simbolismo católico en una escuela o en cualquier otra institución se han dirigido al Defensor del Pueblo en varias ocasiones respondiendo este siempre lo mismo: se puede mantener el belén porque es una tradición. Muy distinta actitud la que este Defensor del Pueblo ha tomado con los lazos amarillos en Cataluña que, rápidamente, los ha considerado una invasión ideológica del espacio público.
Es tal el nivel de bochorno que, en ocasiones, da vergüenza a los propios gobernadores de las instituciones. Así ha sido el caso que ,con motivo del comienzo del procesamiento a los presos independentistas catalanes , se ha retirado de la gran sala del Tribunal Supremo, donde se seguirá este proceso, un enorme crucifijo cristiano que presidia la misma pero, advirtiendo, que se retira para su restauración porque se volverá a colocar una vez restaurada. Ahora esa sala de ese Tribunal sospechoso, ya sin la cruz, parece más neutral, aunque no estamos seguros que sea esa la opinión de los políticos que van a ser procesados.