¡Abran el mercado internacional de marfil o de lo contrario…!

Adam Cruise

01/09/2019

Los países del sur de África intimidan, acosan y amenazan al resto de África (y del mundo) para rechazar la protección de los elefantes africanos.

Ginebra: escenas extraordinarias tuvieron lugar el pasado jueves 22 de agosto en la XVIII Conferencia de las Partes (CoP18) de la Convención de Comercio Internacional de Especies Protegidas de Fauna y Flora Salvaje (CITES por sus siglas en inglés) cuando una de las naciones del sur de África rompió el decoro reinante con irascibles arrebatos, atacando al resto de países africanos por intentar otorgar protección completa a los elefantes africanos dentro del derecho internacional, y rechazando así sus propias propuestas de apertura del comercio internacional de marfil.

El sur de África contra el resto

Una propuesta presentada por Burkina Faso, Costa de Marfil, Gabón, Kenia, Liberia, Níger, Nigeria, Sudán, Siria y Togo, apoyada por los 32 países africanos de la Coalición del Elefante Africano (AEC por sus siglas en inglés), reclamaron que todos los elefantes africanos se ubicaran en el Apéndice I de la Convención, el cual aseguraría la futura prohibición total del comercio de elefantes o de partes de su cuerpo.

Los elefantes de Botsuana, Namibia, Sudáfrica y Zimbabue se encuentran incluidos actualmente en el Apéndice II. A estos países se les ha permitido históricamente vender el marfil disponible, con terribles consecuencias para las poblaciones de elefantes. En el período entre 1999 y 2008 se han vendido más de 150 toneladas de marfil a Japón y a China, años durante los cuales África ha perdido un tercio de la población total de elefantes debido a la caza furtiva de colmillos.

Sudáfrica declaró que estaba “ofendida” y que encontraba “incomprensible” que otras naciones africanas se atrevieran a poner en la mesa semejante propuesta. Sudáfrica, junto con otros países del sur de África, anteriormente habían visto bloqueado por el resto de miembros del CITES su propio intento de vender sus reservas de marfil, cuando una propuesta de Zambia para incluir sus poblaciones de elefantes en el Apéndice I era también rechazada.

Un furioso Ministro del Medioambiente y del Turismo de Botsuana, Kitso Mokaila, lo calificó de “ridículo e inconcebible”. Mokaila y su contraparte sudafricana atacaron repetidamente a los otros países por su pobre gobernanza y su baja conservación de la especie, y por atreverse a otorgar a la especie en peligro el nivel más alto de protección bajo el derecho internacional. Mokaila abiertamente amenazó al resto de integrantes de la conferencia para que no apoyasen la propuesta de Zambia.

El jefe de la delegación de Botsuana declaró que algunas naciones africanas estaban en contra el espíritu de la Convención ya que hacían “argumentos con alegaciones falsas”, y que sus intervenciones durante el debate no estaban “basadas en datos y no eran útiles, contribuyendo a generar un clima poco propicio al debate”. Se trata de una acusación destacada dado que la atmósfera hostil era fomentada por los países del sur, mientras que el resto de estados africanos mantenían una sobriedad más alineada al tono de la Convención.

Kenia, por ejemplo, debatió la propuesta de Zambia para incluir a los elefantes en el Apéndice I basándose exclusivamente en los criterios biológicos que ofrecen los documentos y anexos de CITES, así como ofreciendo datos estadísticos de investigaciones académicas, encuestas científicas e información generada por la IUCN y otras organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales.

¿La venta de marfil como apoyo para el sustento de los entornos rurales?

Buena parte de la virulenta justificación del comercio de marfil se centraba en torno a las empobrecidas formas de vida de los entornos rurales. Los argumentos del sur de África se basaban en la premisa de que las ventas de marfil contribuirían directamente a la mejora económica de los pobres.

La delegación de Zimbabue dijo al Comité que su pueblo “camina desnudo, sin escuelas, sin carreteras, sin agua potable”. La delegación del país cree que la venta de sus reservas de marfil es la solución para el alivio de la pobreza.

Botsuana era de la misma opinión: “no puedes tener un buen zoo y que no te paguen por ser un buen guarda”, dijo Mokaila vociferando, mientras la delegación de Sudáfrica declaraba que “los beneficios generados por el comercio se utilizarían exclusivamente para la conservación de los elefantes, de la comunidad y a programas de desarrollo”. Sudáfrica lamentó que CITES fuera “punitivo”, que estuviera “haciendo un ajuste de cuentas contra los países del sur de África”, y (refiriéndose a la propuesta de Zambia) que no estaba resolviendo “los problemas reales de los países menos desarrollados”.

El Ministro de Medioambiente de Namibia, Pohamba Shifeta, argumentó que “la futura amenaza a la población de elefantes no es su utilización sostenible, sino las represalias que las comunidades locales pueden adoptar si no se benefician de los destructivos elefantes”.

Sin embargo, Alejandro Nadal, renombrado economista del Colegio de México, afirmó en la conferencia que estas afirmaciones no tienen ningún sustento. “Estas proclamas sobre el papel del comercio de especies salvaje en la conservación de los elefantes y el alivio de la pobreza están injustificadas”, dijo.

Los cálculos de Nadal muestran que, incluso si las existencias de marfil en estos países se vendieran a los precios actuales del mercado y todos estos recursos se destinasen a combatir la pobreza, esto no supondría marca alguna para las vidas de las comunidades rurales.

Por ejemplo, Botsuana ingresó aproximada 7 millones de dólares americanos de la venta de 43 toneladas de marfil en 2008. Dado que hay, en el mejor de los casos, en torno a 500.000 personas viviendo en entornos rurales en el norte de Botsuana, en la zona donde se encuentran los elefantes, esto equivaldría a una mísera limosna de 14 dólares por persona. Esta cifra no es comparable de ninguna manera con los 23.000 millones de dólares de ganancias que se generaron en 2018 como resultado del turismo a reservas de elefantes vivos, cifra que se espera que crezca a un 3,4% anual.

“La pobreza y la marginalización son problemas macroeconómicos”, destaca Nadal. “Están relacionados a las tendencias del conjunto de la economía. Los recursos derivados de la venta de las reservas acumuladas de marfil son cifras de magnitudes inferiores a las que serían necesarias para incluso comenzar a generar alguna diferencia. Es deshonesto pretender que las ventas de marfil puedan tener un impacto significativo y duradero para mejorar el bienestar de las comunidades locales o aliviar la pobreza.”

Nadal piensa que las justificaciones son ridículas. “Afirmar que estos recursos pueden ser utilizados constructivamente para el beneficio de las comunidades es engañoso. Las necesidades de las poblaciones rurales no desaparecerán el próximo año simplemente porque una agencia gubernamental venda las reservas de marfil ahora.”

Crisis de los elefantes

Los elefantes están en crisis. Al menos 20.000 ejemplares son asesinados cada año por su marfil. De media, unos 55 elefantes son cazados furtivamente en África cada día, lo que equivale a uno cada 26 minutos.

Durante el debate del pasado jueves, el líder de la delegación de Kenia señaló que el análisis de los datos muestra una clara correlación entre las ventas de 2008 de marfil y el incremento del comercio ilegal y la caza furtiva. También apuntó que se estima que dichas ventas generaron un incremento del 71% del contrabando de marfil fuera de África.

Sin embargo, dado que las bravuconerías y amenazas de los países del sur de África acabaron por congelar la propuesta de inclusión de los elefantes dentro del Apéndice I, la masacre a lo largo del continente está determinada a seguir inalterada.

es doctorando de la Universidad de Stellenbosch, Sudáfrica
Fuente:
https://africanelephantjournal.com/open-the-international-ivory-tradeor-else/
Traducción:
Lucía Baratech

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