José María Martínez López
18/05/2023No es fácil encontrar las palabras precisas y adecuadas para hacer justicia a la memoria de Ramón Baeza Sanjuan. También “Sanjuan”, sin duda, el apellido que le dio Paquita, su madre, sin la que no podríamos haber comprendido y querido tanto a Ramón y que basta con verla un rato para verlo también a él. Elegir los términos de este escrito también se hace complicado porque allá, desde donde nos pueda estar mirando, dado su humor, casi siempre vitriólico y a menudo muy negro, a cada frase me estaría susurrando una jocosa ocurrencia de las suyas. Sí Ramón, desgraciadamente, hoy me toca hablar bien de ti.
No es difícil sin embargo hacer mención a su bonhomía, ni a su enorme capacidad de trabajo y compañerismo. Su compromiso, muy ajeno al personalismo y a eso que se le llama “gloria”, le venía de lejos, diría que de cuna, de allá por La Elipa, y desde muy temprano. Su militancia juvenil en la Política y su precoz incorporación al mundo del Trabajo no podía tener otro destino que el del trabajo sindical.
Como tantos otros, ingresó casi con “pantalones cortos” en la antigua Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid. El mismo año y con la misma edad que su gran amigo y compañero Carlos Bravo Fernández, 1979, un año antes de cumplir la mayoría de edad.
Ramón “entró de botones” y trabajó entre otros departamentos de la “central de Celenque” en Cámara de Compensación. Era la función ideal para hacer de “enlace” con los compañeros del resto de los bancos y cajas de ahorros. Manejar información, compartirla, contar con cierta libertad de movimientos (había que salir de la oficina a la calle) era lo que se dice un auténtico “correo”- no electrónico- y desde muy joven se convirtió en un valioso activo sindical. Un joven muy reivindicativo, que conseguía ser querido y respetado por todas las personas que trabajaban con él, fuesen próximas o más alejadas de su compromiso con lo colectivo. Sus amigos, tantos años, Elías, Perico,… buenos exponentes de ello. El más joven, y casi también efímero, Secretario General de la entonces bastante convulsa e incipiente Sección Sindical de CCOO de Caja Madrid.
Hacer frente al sindicalismo “amarillo” implantado por las direcciones de las cajas que se resistían al cambio político y social no era fácil, máxime si defendías una línea de trabajo de sindicalismo útil, de propuesta y compromiso, frente al fácil “ejercicio del postureo minoritario acosado por el poder empresarial”. Luego llegaron los cambios normativos de la LORCA (1985) y la cosa cambió, pero no tanto como debía, pues ante una intervención en la Asamblea General de la caja de ahorros, el nuevo Presidente poco menos que exigiera su despido. Cosas que pasan cuando ejerces la autonomía sindical.
De su experiencia más cercana a la empresa enseguida saltó a responsabilidades federales en la Agrupación de Ahorro de la antigua FEBA (Federación de Banca y Ahorro de CCOO) de la mano de su compañero eterno, Juan Manuel Molina Vallejo, “Moli”.
Eran tiempos de cambios en CCOO. En 1987 Antonio Gutiérrez fue elegido nuevo Secretario General de las Comisiones Obreras y una de las decisiones que adoptó, dentro de una política de modernización del sindicato, fue la de promover una acción sindical específica de Relaciones con la Comunidad Europea, que trascendiera de la mera “diplomacia sindical” que normalmente se ejercía desde la secretarías de Internacional. “Moli” fue el encargado de hacerlo y enseguida contó con Ramón Baeza para la tarea, correría el año 1988.Eran tiempos de preparación para el ingreso de las Comisiones Obreras en la Confederación Europea de Sindicatos, donde habíamos estado vetados. Finalmente eso se produjo en 1990. Eran también tiempos determinantes en Europa. La caída del “Muro”, como tantos procesos críticos en el Viejo Continente, supuso la aceleración del proyecto común, el que auspiciaba Jacques Delors, de convertir la Comunidad Económica Europea en una Unión Europea. Cosa que se materializó en 1993 tras el Tratado de Maastricht.
Este fue el tiempo de Ramón. De formación historiador, se doctoró en Relaciones Internacionales y se aplicó con todo su rigor a la tarea sindical internacional, donde ha dejado innumerables amistades y mucho respeto (Isaías, por citar solo uno al que tenía gran estima). Tiene publicadas varias obras, pero si tengo que hacer mención a una de ellas he de destacar su tesis doctoral, Agregados laborales y Acción Exterior de la Organización Sindical Española (OSE). Un conato de diplomacia paralela, 1950-1962, (2000).
Durante dos mandatos fue miembro del Comité Económico y Social Europeo, CESE, prácticamente toda la década de los 90 en donde coincidió, entre otros, con Luismi Pariza, a quien tanto quiso. Desde el profundo conocimiento de la actividad institucional europea, reivindicó y puso en valor cómo la Libertad Sindical (básicamente, Libre Sindicación, Derecho a la Negociación Colectiva y Derecho de Huelga, pero también Diálogo Social permanente) es una condición sine quam non para que exista una Democracia que merezca tal nombre. En ello se empeñó como miembro del CESE en las múltiples delegaciones de las que formó parte en viajes a países, generalmente en vías de desarrollo, con convenios con la UE y, como queda patente en la obra citada, lo trasladó en forma de reivindicación rigurosa e informada de Memoria Democrática de la acción sindical clandestina y en el exterior durante la Dictadura.
Tras su salida del CESE, se mantuvo en al Área Internacional del sindicato en tareas más operativas, siempre orientado a la acción sindical útil y del día a día. Más en la trastienda, en un trabajo que a menudo no es bien reconocido en el conjunto del sindicato y en el que contamos con excelentes personas, trabajadoras intensas y entregadas; tanto las que les toca viajar como las que dan soporte en sede y a las que Ramón siempre puso en valor, empezando por su gran amiga Begoña del Castillo, a la que nunca podremos agradecer suficientemente su cercanía y cuidados hasta los momentos más duros.
Posteriormente se incorporó a la Fundación 1º de Mayo (2013) en la que ejerció como Director General durante un mandato congresual, donde insistió y consiguió estar acompañado hasta su salida de la Fundación por otra gran amiga, Pachi Hernández, que con Begoña, estuvo en la detección y acompañamiento de la enfermedad que nos lo ha arrebatado. En la Fundación, se empeñó en una doble tarea; garantizar su continuidad, dada la situación financiera general del sindicato y la precariedad de medios con las que contaba (grandes, pero muy pocos investigadores, para todos los proyectos que acometen), consiguiendo mejorar también sus condiciones de trabajo; y abrir sus relaciones institucionales con otras fundaciones e instituciones, como había aprendido en su práctica internacional. Por una parte, profundizar en la relación fraternal con la Fundación Largo Caballero, seguir cuidando la relación con la Embajada de Francia (una institución clave en la Historia de las CCOO), así como con la CGIL y colaborar estrechamente y de manera decidida con fundaciones hasta entonces poco frecuentadas como la Fundación Friedrich Ebert.
En 2018 se reincorpora a su Federación de origen, ahora ya convertida en la Federación de Servicios de CCOO. En este periodo Ramón nos regaló toda su experiencia y conocimiento de las relaciones internacionales colaborando tanto con el Área de Acción Sindical Internacional como con las personas encargadas de realizar Estudios Económicos y Sociológicos, dejando a su paso nuevas y renovadas amistades, Pilar, Fernando, Carles, Mercedes…
No ha tenido suerte en la última etapa de su vida, cuando se disponía a disfrutarla con toda la alegría que siempre proyectaba; ya liberado, de verdad, del trabajo cotidiano. Con pérdidas y rupturas, alguna especialmente dolorosa, pese a sus ingentes esfuerzos por evitarlas, que ha tenido que afrontar, eso sí, con la amplísima red de apoyo que ha construido durante toda su vida de extraordinaria generosidad y lealtad, especialmente sus hermanos, Paco y Clara y sus numerosos amigos, Como comentaba con ese humor negro que le caracterizaba “he tenido una suerte loca, soy una de las cuatro o cinco personas vivas en el mundo a las que le ha tocado este tipo tan agresivo y acelerado de ELA… era más probable que me hubiera tocado el Gordo de Navidad”.
Sé que no se suele mentar la enfermedad, que se prefiere utilizar una elipsis, “penosa enfermedad” o un término similar. Si me decido a escribirlo es porque estoy seguro que él lo hubiera preferido, mirarla de frente, como la afrontó y llamarla por su nombre, ELA. De esta forma rendir un último servicio general y llamar la atención de que hay que destinar los recursos necesarios para investigar y poder buscar remedios, o si acaso medios, para que las personas a las que les afecta puedan llevar una vida digna de tal nombre.
Ramón se ha liberado finalmente de esta terrible enfermedad que le ha ido atenazado, descansa en Paz, somos muchos y muchas los que te queremos, que la tierra te sea leve, compañero del alma…