Los domingos salvajes del capitalismo de casino

Fabrizio Tonello

28/06/2023

De una crisis bancaria a otra: la subida de tipos de interés decidida por la Reserva Federal hace meses, y seguida por el BCE, ha convertido el sistema bancario norteamericano en un polvorín y nadie sabe muy bien qué pasará cuando las colillas encendidas lleguen a los barriles explosivos. El escenario más probable es un inminente credit crunch, el cierre de las espitas del crédito, porque ya nadie se fía de nadie.

"Dios bendijo el séptimo día y lo consagró al descanso, porque en él había cesado de todo trabajo que había hecho al crear los otros seis", dijo Moisés (Génesis 2.3). Así que el domingo Dios descansa, mientras que los banqueros, no. Será por eso que se van todos al infierno.

No sé si habrán reparado en ello, pero los domingos, normalmente a altas horas de la noche, es cuando el capitalismo moderno se encuentra en su mejor momento, es decir, rescatando a los bancos con el dinero de los contribuyentes (el dinero del hombre de la calle, porque los millonarios no pagan impuestos, al haber redactado ellos mismos las normas fiscales).

Hace tres semanas, el Financial Times, que se considera autorizado a decir incluso verdades incómodas, pues la chusma no lo lee, publicó el siguiente gráfico titulado: "Esta es ya una mala crisis bancaria, pero todavía no es tan mala como la crisis de 2008". Un titular en el que la palabra clave era “todavía”.

Y, efectivamente, anteayer Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal (banco central de los Estados Unidos) volvió a subir los tipos de interés un 0,25%, algo en lo que le siguió inmediatamente el Banco Central Europeo. Esto, después de haber pasado el domingo persuadiendo amistosamente al banco JPMorgan Chase para que comprara First Republic; tan amistosamente como puede serlo para Corleone la visita inesperada de dos señores con gorra de paño siciliana y escopeta al hombro. Las negociaciones entre los reguladores y JP Morgan no fueron fáciles: el FDIC (fondo de seguros de los bancos) tuvo que aportar, como incentivo, 13.000 millones de dólares tras completar lo que el comunicado llama un "proceso de licitación altamente competitivo". Por su parte, Jamie Dimon, Consejero Delegado de JP Morgan Chase, declaró socarronamente: "Nuestro gobierno nos invitó a nosotros, y a otros, a intervenir y lo hicimos". No, no es Crozza [humorista televisivo italiano], es exactamente lo que escribieron.

En homenaje a la transparencia, los nuevos propietarios escribieron a continuación que se habían hecho cargo de "una parte substancial de los activos y ciertos pasivos de First Republic". Y aquí la palabra clave es probablemente “algunos”.

Es decir, que ¿compraron el banco, pero no sus deudas? ¿Y qué pasó con las deudas? Para hacernos una idea, los tres bancos que quebraron en 2023 eran mayores que los 25 bancos que se hundieron en 2008. Para ser precisos, en 2008, los activos de los 25 bancos que desaparecieron ascendían a 526.000 millones de dólares, mientras que hoy, los activos de Silicon Valley Bank, Signature Bank y First Republic Bank ascienden a 532.000 millones de dólares.

Como ya se ha dicho, la insolvencia de muchos bancos no es hoy un fenómeno ocasional, sino estructural: en los Estados Unidos, han quebrado tres en los dos últimos meses. A lo que quizá habría que añadir el hecho de que, en la era del capitalismo de casino, los rescates bancarios son el impuesto que todos tenemos que pagar para que unos pocos puedan seguir enriqueciéndose. La secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, tiene mucho trabajo con los tambaleantes bancos de los Estados Unidos: después del Silicon Valley, Signature Bank y First Republic, hay una larga lista con otras instituciones que podrían hundirse, y ya este domingo podría ser el turno de PacWest, otro banco de tamaño medio, cuyas acciones habían caído un 50% el miércoles.

¿Por qué? Es sencillo: un estudio del pasado marzo de Erica Xuewei Jiang y otros (“Monetary Tightening and U.S. Bank Fragility”) explicaba que "el valor de mercado de los activos del sistema bancario estadounidense está 2 billones de dólares por debajo de su valor contable". Traducción para los no iniciados: el aumento de los tipos de interés está estrangulando a los bancos aparentemente sanos,

¿Es éste un problema exclusivamente norteamericano? No lo parece.

Como escribimos en estas columnas en marzo, el gobierno suizo se pasó el sábado y el domingo, 18 y 19 de marzo, buscando a alguien que se hiciera cargo de Credit Suisse. Al final, las autoridades supervisoras convencieron a UBS ofreciéndole una línea de crédito de 100.000 millones de francos como pastel de bodas. La ministra de Finanzas Keller-Sutter había dejado claro que no se trataba de un problema local: "Estados Unidos y el Reino Unido nos estaban muy agradecidos por esta solución...temían realmente la quiebra de Credit Suisse".

En otras palabras, la subida de los tipos de interés decidida por la Reserva Federal hace unos meses, y seguida por el Banco Central Europeo, ha convertido el sistema bancario estadounidense en un polvorín, y nadie sabe realmente qué ocurrirá cuando las colillas encendidas choquen con los barriles explosivos. El escenario más probable es una inminente contracción del crédito, es decir, el cierre de las espitas crediticias porque ya nadie se fía de nadie.

Mientras vamos alegremente de crisis bancaria en crisis bancaria, la televisión y los periódicos nos las presentan como acontecimientos aislados e imprevisibles, como la erupción del volcán Mauna Loa o la caída de un meteorito en Yucatán. Todo lo contrario: las crisis bancarias forman parte del paradigma de funcionamiento del capitalismo actual. Sobre todo, los domingos. Volvemos a hablar el lunes.

 

Profesor de Ciencia de la Opinión Pública en la Universidad de Padua. Especialista además en la historia, instituciones y medios de comunicación norteamericanos, ha impartido también clases en las universidades de Columbia (Nueva York) y Bolonia, así como en la Escuela Internacional Superior de Estudios Avanzados de Trieste.
Fuente:
il manifesto global, 5 de mayo de 2023
Traducción:
Lucas Antón

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