Veinte años después: La prensa “progresista” y la guerra de Irak

Harold Meyerson

23/03/2023

Muchas publicaciones progresistas apoyaron la invasión de Irak. Nosotros, no.

Para periodistas y expertos norteamericanos, esta es la semana del "¿Qué hiciste en la guerra, papi?". El vigésimo aniversario de nuestra calamitosa desventura en Irak ha dado ocasión a que los cronistas revisen y, en algunos casos, reconsideren el apoyo o la oposición a la amenazante invasión que defendieron en vísperas de la guerra "preventiva" de George W. Bush.

El apoyo a la invasión se extendió mucho más allá de los neoconservadores, por supuesto, y obtuvo un respaldo casi unánime de publicaciones centristas y de centro-izquierda como The Washington Post, The New Republic (que en ese momento era, en efecto, neoconservadora en materia de política exterior, a pesar de la oposición de John Judis), The New York Times e incluso The New Yorker (a despecho de la oposición de Rick Hertzberg).

No fue este el caso de nuestra revista, The American Prospect. En vísperas de la votación de septiembre de 2022 para autorizar a la administración Bush a ir a la guerra si así lo deseaba (el “consigliere” de Bush, Karl Rove, quería obligar a los demócratas a pronunciarse antes de las elecciones legislativas de noviembre), publicamos un editorial instando a los demócratas a votar que no. En realidad, The Prospect no publica editoriales, pero como el artículo lo escribían y firmaban nuestros codirectores, Bob Kuttner y Paul Starr, y yo mismo (que oficiaba entonces de director ejecutivo), se acercaba a un editorial más que cualquier otra cosa que hubiéramos publicado.

Aquí figura el enlace. Y he aquí algunas píldoras de nuestros argumentos. Ir a la guerra, escribíamos:

“…amenaza con desviar nuestros esfuerzos de la lucha contra el terrorismo, poner en peligro la cooperación de nuestros aliados, intensificar la hostilidad en el mundo árabe y enredarnos en nuevos conflictos en la región”.

“El gobierno ha dejado claro su determinación de derrocar al régimen iraquí y ha emitido una nueva declaración de doctrina estratégica que aboga por ataques preventivos contra regímenes hostiles. Impulsados por intereses políticos a corto plazo, los Estados Unidos bien podrían acabar comprometidos no sólo en una segunda guerra en el Golfo Pérsico, sino en un cambio radical en su relación con el mundo, sin un debate completo sobre las implicaciones a largo plazo de lo que estamos llevando a cabo”.

“Pero si los combates se ponen feos y hay un gran número de víctimas civiles -si tenemos que arrasar las mismas ciudades que decimos estar liberando- la legitimidad norteamericana a los ojos del mundo y del pueblo iraquí se irá al garete. Al hacerle la guerra a Irak, Bush no sólo arriesga vidas norteamericanas, sino el buen nombre de los Estados Unidos. Está muy bien decir que invadimos Irak para liberarlo, pero no es así como lo ven los demás. Si nos metemos en problemas, nos tendrán poca simpatía”.

“Una vez que las fuerzas norteamericanas derroten al ejército de Hussein y a su partido, el Baaz, habremos eliminado la capacidad del Estado iraquí de mantener el control del país y defenderse (contra Irán, por ejemplo). Dado que la autoridad estatal efectiva no puede fabricarse de la noche a la mañana, tendrá que proporcionarla el ejército norteamericano. Tendremos que instalar y defender un nuevo gobierno y, en el proceso, es probable que nos enmarañemos en los conflictos étnicos y religiosos de Irak. Hasta los grupos a los que no les gusta Hussein, como los chiíes del sur, podrían no aceptar el régimen que establezcamos”.

“Atacar primero a los terroristas es de puro sentido común, pero eso es competencia sobre todo de las agencias de inteligencia y de la policía, no del ejército. La guerra preventiva contra esa categoría vagamente definida de "estados delincuentes" es otra cuestión. La acción preventiva no sólo viola la Carta de la ONU y sienta un peligroso precedente para otros países, sino que también corre el riesgo de desencadenar guerras que, de otro modo, podríamos evitar”.

No nos quedamos ahí. The Prospect también convocó un debate público en la capital del país antes de que empezara la guerra, en el que Bob Kuttner y Bill Galston, demócrata de la “Tercera Vía”, argumentaron en contra, mientras que Jon Chait, de The New Republic, y otra persona que no recuerdo argumentaron a favor (me acuerdo de Chait porque expresó su absoluta certeza de que encontraríamos armas de destrucción masiva en Irak y sólo le faltó regañar a los que lo dudábamos). Y como The New Republic no le dejaba escribir sobre política exterior a John Judis, colaborador antineoconservador, The Prospect le ofreció una columna sobre política exterior.

Aquí está el enlace a la cobertura que The Prospect le ha dedicado a este tema durante todo un año, empezando por nuestro número inmediatamente posterior al 11-S, e incluyendo una serie de artículos que tratan de las horrendas secuelas de la decisión de ir a la guerra en Irak. Recomiendo especialmente el artículo de 2005 de Sam Rosenfeld y Matt Yglesias, que echa por tierra el argumento con el que reculaban los halcones progresistas afirmando que la invasión era una buena idea, pero quedó menoscabada por la incompetencia de la administración Bush. Tal como escribieron Sam y Matt, no fue una buena idea.

veterano periodista de la revista The American Prospect, de la que fue director, ofició durante varios años de columnista del diario The Washington Post. Considerado por la revista The Atlantic Monthly como uno de los cincuenta comentaristas más influyentes de Norteamérica, Meyerson pertenece a los Democratic Socialists of America, de cuyo Comité Político Nacional fue vicepresidente.
Fuente:
The American Prospect, 21 de marzo de 2023
Temática: 
Traducción:
Lucas Antón

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