Daria Saburova
01/03/2025
En una investigación de campo en organizaciones sin ánimo de lucro, publicada en junio de 2024, la filósofa Daria Saburova analiza cómo se estructuraron las acciones de resistencia, tres años después del inicio de la agresión de Rusia contra Ucrania.
Daria Saburova llevó a cabo una investigación de campo en Ucrania, en Kryvyï Rih, la ciudad natal de Volodymyr Zelensky, mayoritariamente rusófona antes de la invasión, para comprender las razones y la dinámicadel movimiento de resistencia a partir del 24 de febrero de 2022. Su trabajo, que se centra en el día a día de la población, pone de relieve el papel del género y la clase social en la labor de resistencia realizada por los voluntarios. La entrevista para Politis Pauline Migevant.
La mayoría de las personas que entrevistó estaban en contra del levantamiento de Maidán en 2014, que culminó con la destitución del presidente prorruso Viktor Yanukóvich. ¿Qué las llevó a unirse a la resistencia en febrero de 2022?
Daria Saburova:En 2013-2014, en la plaza de Maidán, y luego en la guerra en el Donbás, fueron sobre todo las clases medias las que se movilizaron en calidad de voluntarios y combatientes voluntarios. Constituían el núcleo de esta movilización en el plano organizativo e ideológico. Para ellos, se trataba de una lucha por el Estado ucraniano independiente, así como por el camino europeo y democrático opuesto al autoritarismo ruso. El derrocamiento del poder pro-ruso, cada vez más autoritario, era justificado desde su punto de vista.
Muchas de las personas con las que hablé en Kryvyï Rih, por el contrario, veían estos acontecimientos como un ataque a la democracia por parte de los manifestantes y los partidos de la oposición. El conflicto en el Donbás no era su guerra, a pesar de que algunos de sus compañeros en las minas y fábricas ya estaban siendo movilizados en ese momento en el ejército ucraniano. Pero el 24 de febrero de 2022, la gente se levantó porque su ciudad, es decir, su supervivencia, su existencia material y la de su comunidad, se veía inmediatamente amenazada por una invasión militar. No se trataba tanto de un compromiso con valores abstractos, sino de la defensa de su vida cotidiana.
¿Por qué la función de los voluntarios se ha vuelto tan importante en la resistencia contra Rusia desde 2014?
El conflicto en el Donbás ya había provocado más de un millón de desplazados internos, atendidos principalmente por voluntarios (evacuación, alojamiento, apoyo administrativo, apoyo jurídico, etc.), porque la ayuda proporcionada por el Estado era muy insuficiente. En 2022, el flujo de ayuda humanitaria fue mayor, pero los problemas estructurales persistieron y el voluntariado se volvió indispensable para la distribución de esta ayuda.
En mi libro explico que esta situación no es sólo el resultado de una crisis impredecible, sino que también está organizada en gran medida por el Estado (a través de las reformas neoliberales de los servicios públicos, que se han acelerado desde 2014) y las organizaciones internacionales (que prefieren cooperar con ONG privadas). El trabajo que podrían realizar los trabajadores de los servicios públicos lo realizan de forma gratuita los voluntarios. La reciente suspensión de la ayuda de Estados Unidos ilustra los estragos de la «ONGización» de tales servicios: de la noche a la mañana, esta decisión de Trump privó de financiación a cientos de programas en todo el mundo, incluida Ucrania.
¿Ha observado una desmovilización de los voluntarios, o una especie de hastío, desde su primer trabajo de investigación en 2023?
A diferencia de las ONG «profesionales», las organizaciones de las clases populares a las que he seguido dependen en gran medida del apoyo de su comunidad. Por ejemplo, piden a los vecinos que les traigan ingredientes para preparar comida para los soldados. Hoy en día es más difícil recaudar donaciones que antes. Hay una cierta fatiga en relación con la guerra. Pero, sobre todo, las clases populares se ven muy afectadas materialmente por la guerra y las políticas neoliberales del gobierno.
Por ejemplo, en algunas minas, los salarios han bajado un 70 % desde 2022. La dirección justifica estos recortes por el aumento de los costos de producción y las dificultades para encontrar salidas en el mercado debido a la guerra. En esto le ayuda el estado de guerra: los mineros no pueden hacer huelga y aceptan trabajar independientemente de las condiciones para obtener la exención del servicio militar, ya que estas minas tienen el estatuto de empresa estratégica.
¿En qué medida este trabajo voluntario está marcado por la dominación de género y de clase?
Es evidente que el voluntariado está estructurado por lógicas sociales de dominación y explotación. La mayoría de los fondos asignados por las organizaciones humanitarias internacionales van a parar a organizaciones gestionadas por las clases medias y altas, mientras que los voluntarios de las clases populares cuentan con muy pocos recursos, a pesar de realizar las misiones más peligrosas y físicas, como llevar material o comida a la primera línea. Para acceder a los recursos, dependen de las ONG «profesionales».
En las clases populares, el voluntariado sigue siendo trabajo gratuito, mientras que las ONG profesionales suelen destinar parte de sus fondos a salarios. En cuanto al género, por supuesto están las tareas tradicionalmente percibidas como masculinas, asociadas a la «masculinidad heroica», como la evacuación de civiles de zonas bombardeadas, pero la mayor parte del trabajo voluntario es trabajo reproductivo que nuestra sociedad asigna a las mujeres: preparar comidas para los refugiados o los soldados, ofrecer apoyo psicológico, organizar actividades para los niños.
La mayoría de los voluntarios de clase trabajadora que entrevisté eran mujeres que realizaban tareas muy similares a las que realizan en el hogar o a las que realizan las mujeres en el sector público. El voluntariado perpetúa esta división sexual del trabajo. Cuanto más adopte el Estado reformas neoliberales en el sector público (educación, salud, servicios sociales) que impliquen la supresión de puestos de trabajo y la reducción de salarios, más tendrán que asumir estas tareas las organizaciones de voluntarios.
En este contexto de reformas neoliberales, ¿cómo ha evolucionado la relación de estos voluntarios y de los sindicatos con el Estado?
En 2022, el apoyo de la población ucraniana al Estado y a ciertas instituciones como el ejército era enorme. Zelensky era percibido como el carismático líder de la resistencia. Esto no quiere decir que se apoyaran todas las iniciativas del gobierno, ni mucho menos. La posición de los sindicatos consistía, por ejemplo, en expresar su desacuerdo con las acciones del gobierno, en particular con las modificaciones del código laboral, sin entrar en una lucha social frontal, tanto porque el estado de guerra prohíbe las huelgas y las manifestaciones, como porque la inseguridad material de los trabajadores podía hacer que cualquier huelga fuera impopular.
Hasta principios de 2023, existía esta fuerte unidad detrás del Estado, pero las tensiones sociales están resurgiendo y están surgiendo protestas, especialmente en torno a la movilización militar. Desde hace al menos un año, los servicios de reclutamiento aplican estrategias muy duras, deteniendo a la gente en la calle y llevándola a la fuerza a las comisarías, donde el examen médico se convierte en una mera formalidad antes de enviar a los nuevos reclutas a los centros de entrenamiento.
El fracaso de esta estrategia de reclutamiento, así como el fracaso de asegurar una rotación para los soldados movilizados durante tres años, es evidente cuando se ve que el número de desertores en el ejército ucraniano asciende a al menos 100 000 personas. Pero eso no quiere decir que la gente haya abandonado masivamente la causa de la resistencia: las personas que consiguen evitar el reclutamiento militar siguen apoyando al ejército en la retaguardia.
¿Cuáles son, en su opinión, los obstáculos que tenemos en Francia para comprender correctamente lo que está sucediendo en Ucrania?
Más allá de la atención prestada a la diplomacia y a los acontecimientos en el frente, debemos interesarnos por lo que está sucediendo concretamente en la sociedad. En un campo político cada vez más polarizado en torno a la cuestión ucraniana, hay que tener el valor de mantenerse en contacto con la realidad. En relación con la movilización militar, por ejemplo, algunos intentan minimizar la violencia ejercida contra los hombres ucranianos porque temen que la denuncia de las prácticas de reclutamiento debilite el apoyo a la resistencia ucraniana.
Por el contrario, otros pondrán el énfasis en esta violencia para hacernos creer que los ucranianos ya no quieren resistir o que aceptarían cualquier condición de un alto el fuego, por frágil que sea. La realidad es mucho más compleja. Hay que estar preparado para ver las contradicciones como lo que son, para considerar los detalles más finos de la situación de las personas en lugar de aferrarse superficialmente a hechos que nos convienen para demostrar tal o cual punto político.
En Francia, se han publicado muchos artículos sobre ucranianos que dejaron de hablar ruso y aprenden a hablar la lengua ucraniana. No es necesariamente una práctica que haya encontrado en sus interlocutores de Kryvyï Rih que se oponen a la invasión rusa. ¿Qué resistencia existe con respecto a esta nueva norma?
Ucrania es un país multilingüe. La pregunta que me interesa es si este multilingüismo puede seguir existiendo en condiciones de guerra e incluso después de la guerra. Para encontrar respuestas, me dirigí a las clases populares de ciudades conocidas por ser rusoparlantes, como Kryvyï Rih, para entender qué piensan de estos procesos y cuáles son sus prácticas lingüísticas concretas. Mientras que en Kiev, en las clases medias y altas, la gente ha abrazado la idea de unificar el país en torno a la lengua ucraniana, en Kryvyï Rih pude observar una forma de resistencia a la nueva norma monolingüística.
No se trata de un rechazo público y organizado, sino más bien de estrategias de sabotaje individuales, que implican la distinción entre «texto público» y «texto oculto», por hablar como James C. Scott. Por ejemplo, nos expresamos en ucraniano en las redes sociales y hablamos ruso en el ámbito privado. En las entrevistas, la mayoría de mis interlocutores defienden su derecho a seguir hablando la lengua que quieran en el espacio privado.
Las referencias a la historia del Segunda Guerra Mundial son constantes en la narrativa rusa para justificar la invasión de Ucrania. Entre las personas que conoció en Kryvyï Rih, la mayoría de las cuales tienen familiares en Rusia, ¿cuál es la relación que tienen con esta historia?
Hay una referencia recurrente al Segunda Guerra Mundial en la retórica oficial rusa: la invasión rusa de Ucrania sería la repetición de esta lucha contra los fascistas, ya que Putin no deja de calificar al gobierno ucraniano de nazi. En respuesta a esto, las élites intelectuales y políticas han adoptado el camino de la «descomunización» del país, que tiene como objetivo eliminar las referencias a la URSS del espacio público y los discursos de memoria nacional. Esto es problemático porque Ucrania, como república soviética, desempeñó un papel inmenso en la resistencia de la Unión Soviética contra la invasión fascista. Sin embargo, mis interlocutores e interlocutoras en Kryvyï Rih conservan claramente el recuerdo de la resistencia soviética al fascismo que ahora es movilizada para impulsar la resistencia contra la invasión rusa.
Finalmente, ¿por qué los movimientos que se reclaman de la emancipación, como los partidos de izquierda o los movimientos feministas, deberían preocuparse por lo que está sucediendo en Ucrania?
Aplastar militar y económicamente a Ucrania, algo preparado conjuntamente por los Estados Unidos de Trump y la Rusia de Putin, revela la capacidad de la extrema derecha para sellar alianzas tácticas más allá de las divisiones geopolíticas que proporcionaban a la izquierda puntos de referencia esenciales. Hay que reconocer que Ucrania y Palestina se encuentran hoy en día en el centro de una importante reconfiguración del orden mundial por parte de regímenes reaccionarios, que hacen caso omiso tanto del derecho internacional como de los avances políticos y sociales heredados del antifascismo, los movimientos obreros, feministas y anticoloniales de la segunda mitad del siglo XX.
Las ruinas de Gaza y las de decenas de ciudades en el este de Ucrania son los signos más visibles de este nuevo mundo. Y mientras que la vida política ucraniana bajo el estado de guerra está marcada por el fortalecimiento de las tendencias autoritarias y nacionalistas, las fuerzas progresistas en Ucrania merecen aún más nuestro apoyo.