Toni Negri: Una sobria despedida. Dossier

Paolo Virno

Marco Bascetta

Rossana Rossanda

23/12/2023

Hemos preparado un pequeño dossier escritos por dos autores y una autora -el de Rossana Rossanda escrito en este caso en 1987- de la izquierda italiana que dedican su contenido a la figura de Toni Negri, recientemente fallecido. No fue nunca un autor del agrado de los que componemos esta revista, pero su relevancia para la historia italiana y para una parte de la izquierda son razones suficientes para la publicación de esos artículos. SP

 

Una despedida silenciosa

Paolo Virno

Hace dos años, creo, telefonea Toni. Va a pasar por Roma y me pide que nos veamos. Una hora juntos, con Judith [Revel, pareja de Negri], en una casa vacía cerca de Campo de' Fiori (un escondite abandonado, habría pensado un bribón del antiguo PCI). Hablamos de nada o casi nada, sólo frases que ofrecen un pretexto para volver a callar, sin incomodidad.

Tuvo lugar en esa casa romana una despedida pura y simple, no disimulada con cantos ceremoniosos. Después de años de insultos pantagruélicos y de fervientes felicitaciones por cada intento de encontrar la estrecha puerta por la que podría irrumpir la lucha contra el trabajo asalariado en la era de un capitalismo finalmente maduro, un poco de silencio aturdido no hacía ningún daño. De hecho, hermanaba.

Recuerdo a Toni, huésped de la celda 7 del pabellón de máxima seguridad de la cárcel de Rebibbia, que llora a lágrima viva porque los guardias se están llevando en plena noche, en un "traslado de un tirón", a sus compañeros de dignísima desventura. Y lo recuerdo irónica y spinozianamente en el patio de la penitenciaría de Palmi, durante la requisitoria a la que sometió un brigadista jefe [de las Brigadas Rojas] de opereta, que amenazó con darle matarile por medio de los futuros 'colaboradores de la justicia', entonces todavía belicosos e intransigentes.

Toni fue un recluso torpe e ingenuo, inconsciente de las tretas (y el cinismo) que requiere el papel. Fue calumniado y detestado como pocos en la Italia del siglo XX. Calumniado y detestado, como marxista y comunista, por toda la izquierda, por reformistas y progresistas de toda subespecie.

Elegido diputado en 1983, pidió a sus colegas diputados, en un discurso conmovedor, que autorizaran la continuación del proceso contra él: no quería eludir, sino refutar las acusaciones formuladas contra él por los jueces berlingüerianos. Pero también pidió que continuara el juicio en libertad, ya que la prisión preventiva se había vuelto inicua y escandalosa con las leyes especiales aprobadas en años anteriores.

Ni que decir tiene que el Parlamento, ayudado por la izquierda reformista, votó a favor de devolver al acusado Negri a la cárcel. ¿Hay alguien que todavía tenga deseos de refundar esa izquierda?

Toni nunca tuvo miedo de pasarse de la raya. Ni siquiera cuando entabló un combate cuerpo a cuerpo con la filosofía materialista, incluyendo en ella más cosas de las que parecen estar entre cielo y tierra, desde el condicional contrafáctico ("si quisieras hacer esto, entonces las cosas serían de otra manera") hasta la secreta alianza entre alegría y melancolía. Ni cuando (a mediados de los años setenta) sintió que el espacio de autonomía debía apresurarse a organizar el trabajo postfordista, articulado en torno al conocimiento y al lenguaje, obstinadamente intermitente y flexible.

Toni nunca fue cauteloso ni morigerado. A menudo ha desafinado, esto sí: como les ocurre a quienes aceleran alocadamente el ritmo de la canción que han entonado, hibridándolo, además, con el ritmo de otras muchas canciones que acaban de escuchar. Su lugar habitual le parecía a muchos, incluso a los más cercanos, fuera de lugar; para él, el "momento justo" (el kairòs de los antiguos griegos), si no tenía algo de imprevisible y sorprendente, nunca era realmente justo.

No se crea, sin embargo, que fuera Negri un bohèmien de las ideas, un improvisador de acciones y pensamientos. Rigor y método campean en sus obras y en sus días. Pero en cuestión está el rigor con el que debe sopesarse la excepción; en cuestión está el método que se adapta a todo lo que es, pero podría no ser, y viceversa, a todo lo que no es, pero podría ser.

Insoportable Toni, querido amigo, no he compartido mucho de tu camino. Pero no puedo concebir nuestra época, su ontología o esencia diría Foucault, sin ese camino, sin los desvíos y retrocesos que lo han marcado. Ahora, un poco de silencio benéfico, libre de todo pudor, como en aquella casa romana en la que se escenificó una sobria despedida.

 

il manifesto, 17 de diciembre de 2023

 

En los pliegues de la indignación

Marco Bascetta

Hace algunos años, en un breve libro dedicado a Luciano Ferrari Bravo, Toni Negri trazó un retrato del "mal maestro", en contraposición al "buen maestro", reivindicando con cierto orgullo el mismo papel que el Partido Comunista Italiano, la magistratura y toda la prensa le habían endosado con ocasión del gigantesco montaje judicial que fue el proceso del 7 de abril.

A diferencia del buen maestro que obra, explicaba en aquel texto, movido (partiendo de Platón y hasta Hegel) por la admiración por el orden sistemático, por la armonía, por la perfección de lo ya realizado, el mal maestro está en cambio movido por la indignación. En el sentido spinoziano de "odio al que perjudica a otro". Pero también le mueve la búsqueda espasmódica y apasionada de lo que aún está inacabado, potencial, acechando en los pliegues de cada tiempo, siempre dispuesto a romper jerarquías y darle la vuelta a las relaciones de poder. Lo que más o menos hemos llamado, incluso en las circunstancias más adversas, revolución comunista.

Bien, esto inacabado lo buscó Toni Negri hasta su último aliento con entusiasta optimismo, tanto en las grietas de los arreglos globales del capitalismo mundial, asiduamente estudiados junto a Michael Hardt, como en la concreción de situaciones específicas y luchas singulares, indagadas y escuchadas con el instrumento de la investigación. Nunca en soledad, siempre cultivando una idea colectiva del trabajo teórico y una cierta obsesión por la organización, fuente de frecuentes reproches dirigidos a la pereza y al compromiso desordenado de sus muchos amigos y camaradas.

La galería de malos maestros, en cuya estela se colocó voluntariamente Negri, partía de Sócrates y, pasando por Maquiavelo y Spinoza, llegaba hasta Nietzsche. Maestros, escribió entonces, sin discípulos porque eran maestros de libertad.

Verdad hasta cierto punto, pero lo que Toni pretendía subrayar con esta definición era la apertura sin vallas ni cercos doctrinarios a un futuro que nadie podía prescribir ni ordenar, el distanciamiento de las herramientas ya gastadas del socialismo y de la izquierda para forjar de cuando en cuando otras nuevas a la altura de las contradicciones del presente. Buscando en lo que despuntaba en cada temblor de la vida social, en cada conflicto, por embrionario o problemático que sea.

Donde hay apuesta no hay dogma ni doctrina, y su pensamiento, al igual que su vida, tan rica como atribulada, rebosa de apuestas.

Pero, como suele ocurrir con las apuestas, no todas tienen éxito y a veces sale uno herido. Toni no era un hombre prudente, ni instó nunca a nadie a la prudencia. Ni siquiera ha sido, tampoco, el aventurero sin escrúpulos que sus adversarios y perseguidores han querido pintar.

La paranoia justicialista de la investigación que condujo al proceso del 7 de abril no pudo contentarse simplemente con lo del "mal maestro" y declaró a Toni Negri el "gran viejo" a la cabeza de toda la lucha armada en la Italia de los años setenta. Un grotesco a la par que frágil castillo de naipes generado por la incapacidad del Estado de imaginar a sus opositores ni a cualquier otra persona contraria al monopolio del poder, salvo a su propia imagen y semejanza.

Aunque en las últimas décadas se convirtió en el intelectual italiano más conocido en el mundo, el rencor y las huellas de ese estereotipo han seguido reapareciendo en la escena mediática mucho más que una discusión seria de sus tesis. A menudo con simplificaciones indecentes, con ostracismos y con la exhumación de acusaciones que hace tiempo que se vinieron abajo.

Esto sólo en Italia, mientras en el resto del mundo sus escritos se leían, apreciaban y discutían en innumerables idiomas con la seriedad que merecían. Según su propia definición de mal maestro, Toni Negri no dejó tras de sí ni una "escuela" ni un método, sino un patrimonio de conceptos y análisis, de experiencias comunes de trabajo y discusión de las que muchos pueden nutrirse sin orden, sin rumbo fijo, en busca, si es posible, de nuevos azares e impertinencias.

En un momento dado, Toni se dedicó a escribir obras de teatro, bastante brillantes, algunas de las cuales llegaron a representarse. Le dije entonces que sería recordado como un dramaturgo menor a caballo entre el siglo XX y el XXI. Se rió mucho de la mofa. Sabía muy bien que no sería así.

 

il manifesto, 17 de diciembre de 2023

 

No era banda armada: una tardía reparación

Rossana Rossanda

[Artículo escrito por RR para il manifesto en junio de 1987, celebrando la absolución de Negri y sus compañeros y deplorando las arbitrariedades judiciales que habían conducido a su procesamiento].

 

El Tribunal de Apelación de Roma ha demolido el castillo acusatorio del 7 de abril con el que el Estado, los partidos y los poderes se deshicieronen en 1979 de Autonomia Operaia [Autonomía Obrera]. Y han enviado una señal amenazadora a los movimientos, acorralados entre el ataque de las organizaciones armadas, por un lado, y el del Partido Comunista, por el otro.

Los grandes partidarios del delirio del fiscal paduano Calogero, del primer arrepentido, si bien asesino común, Fioroni, y de las leyes especiales fueron en realidad un pelotón de magistrados, abogados, periodistas y dirigentes comunistas, con el séquito obsequioso de L'Unità y La Repubblica.

Nada de aquella hipótesis acusatoria, que pretendía ser la historia de una década, de 1969 a 1979, ha quedado en pie. Ni la acusación de intento de insurrección armada; la voz tranquila del juez Verrone ha dicho lo que todo el mundo conocía, a saber, que "el hecho no se sostiene".

No se sostiene la famosa "O", la organización por excelencia que, ora con unas siglas, ora con otras, habría dirigido ocultamente la subversión armada bajo la guía de un pernicioso intelectual, Antonio Negri, partiendo de Potere Operaio [Poder Obrero] hasta las Brigadas Rojas.

Potere Operaio no era una banda armada: de las memorias orientadas de Carlo Fioroni, el Tribunal sólo consideró, como hizo el juez Palombarini y luego el Tribunal de Padua, que hubo algunas personas que actuaron ilegalmente, examinando caso por caso los cargos.

Tampoco se sostiene la sangre de Carlo Saronio. No recae sobre ninguno de los acusados del 7 de abril, sobre los que se arrojaron, según fueron depositándose en la instrucción, otras acusaciones: recae eso, como ya ha dicho la magistratura milanesa, todo sobre Fioroni y Casirati. Tampoco hay más sangre: para Argelato, le queda a Negri una vacilante concurrencia moral, probablemente destinada a caerse en el Tribunal de Casación.

Ni es tampoco Oreste Scalzone el instigador del robo de Vedano Olona, en el que, además, el único herido fue uno de los jovencísimos asaltantes, Zinga. Los demás son violencias menores, ilícitos contra la propiedad, que pesan con penas breves sobre ni siquiera la mitad de los acusados.

Desaparecieron de la escena judicial, como debían, las figuras de los malos maestros, las malas ideas, el discurso subversivo: el Tribunal ha juzgado sobre los hechos. ¿Ha juzgado siempre bien? Tal vez no.

Sorprendente la condena de Mario Dalmaviva o Augusto Finzi. Pero se trata de errores, que queremos creer reparables, en un proceso que en su conjunto ha despedazado 45.000 páginas de investigaciones sin confrontar y sin una pizca de pruebas, y una sentencia de primera instancia que, indiferente al resultado de la vista, repitió servilmente la imputación.

¿Todo bien, entonces? Bueno, un soplo de alivio, esa lluvia de absoluciones, de prescripciones, el uso normal de atenuantes, el sentido de la distancia, del equilibrio, del sentido común con los que se ha comprometido el Tribunal. Gravosa – no sólo lloraban de felicidad los acusados absueltos tras años de cárcel - ha sido la constatación de que durante casi una década de la vida de sesenta personas pesaron acusaciones enormes e infamantes, y que algunos de ellos habían cumplido inútilmente hasta cinco años de cárcel.

El poder judicial se ha prestado a castigar a una extrema izquierda incómoda, con una avidez que recuerda a los tribunales fascistas. Un hombre como Luciano Ferrari Bravo, ayer absuelto, fue condenado en primera instancia a 14 años, y cinco los había cumplido ya en prisión. ¿Quién se los devolverá? ¿Y los casi diez años de suspensión de la enseñanza? ¿Y a los demás, muchos, en iguales o parecidas condiciones que él?

¿Quién borrará la conversión de Negri en monstruo, como nunca se había construido sobre ningún asesino, ni político ni común? ¿Quizás L'Espresso, que regaló la voz del telefonista de las Brigadas Rojas a Eleonora Moro para que los lectores la reconocieran como suya? ¿La Repubblica, que tituló festivamente a toda página su detención como jefe de las Brigadas Rojas?

Esta no ha sido sólo una página escandalosa de la justicia italiana, como llevaba tiempo señalando Amnistía Internacional. Ha sido una historia de silencios, cobardías y encubrimientos. El honorable Spadolini favoreció la expatriación ilegal de Carlo Fioroni y el Parlamento se negó a abrir una investigación. Al igual que hoy la investigación sobre la protección que le ofreció Andreotti para el Ministerio de Asuntos Exteriores a un fugitivo del Estado.

Instituciones y prensa contribuyeron indecentemente a una operación de baja política, la más baja de la judicatura republicana. Tanto es así que il manifesto, el Gr1 [Rai Radio 1], y más tarde pero con más obstinación Radio Radicale, parecían molestos y tendenciosos, por decir, repetir, gritar: aquí se está cometiendo una injusticia que ensucia la escena política, destruye la memoria, masacra todo un pasado junto con las vidas presentes. El gusto de la prensa libre, la tradición de querer la verdad, la justicia.

Las pruebas son de unos pocos, y esos pocos parecen tener fijación.

Hemos contado con los dedos de la mano los juristas e intelectuales dispuestos a dedicar esfuerzo y reflexión, a los que les parece abominable que una idea política con la que uno puede no estar de acuerdo en absoluto sea relegada no a la lucha política, sino a una superchería judicial.

Alguien nos dijo ayer: también es vuestra victoria. Una victoria exigua para ver restaurada, ocho años después, una imagen más presentable de la justicia. Porque el castigo ya se había infligido, se cumplió antes del juicio, se ejecutó una venganza. La de ayer fue una reparación tardía y parcial de lo mucho que era irreparable.

 

filósofo y semiólogo napolitano, fue militante de Potere Operaio en los años 70. Encarcelado en 1979, acusado de pertenencia a las Brigadas Rojas, quedó finalmente absuelto después de tres años en prisión. Ha sido profesor en las universidades de Urbino, Cosenza y Montreal, y enseña actualmente Filosofía del Lenguaje en la Universidad de Roma III.
Licenciado en Filosofía, ha desarrollado el grueso de su carrera periodística en el diario “il manifesto”. Ha sido director editorial de Manifestolibri y director de la revista mensual “Global Magazine”. Entre sus libros se cuentan “La libertà dei postmoderni” (Manifestolibri, 2004), “Moderato sarà Lei” (con Marco D¨Eramo, Manifestolibri, 2008),” o “Al mercato delle illusioni. Lo sfruttamento del lavoro voluntario” (Manifestolibri, 2016).
(1924-2020). Resistente antifascista, comunista e internacionalista, fue co-fundadora del diario "il manifesto". Perteneció al Consejo Editorial de Sin Permiso hasta su muerte.
Fuente:
il manifesto
Temática: 
Traducción:
Lucas Antón

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