Suecia: Líneas rojas

Göran Therborn

10/07/2021

El lunes 21 de junio cayó el gobierno sueco. Era una coalición extraña, que ha tirado abajo otra coalición extraña. La administración estuvo dirigida por los socialdemócratas (SAP), con el exlíder sindical de derecha Stefan Löfven como primer ministro (en la foto). Incluía al partido parlamentario más pequeño, el Partido del Medio Ambiente, y dependía de un acuerdo de concesiones mutuas y confianza con los dos grupos más neoliberales de Suecia: el Partido del Centro y los Liberales. Su mayoría parlamentaria también dependía de los votos del Partido de la Izquierda, que la semana pasada retiró su apoyo y se unió a los tres partidos conservadores -los moderados, los demócratas suecos y los demócratas cristianos-, para aprobar una moción de censura. El Centro y los Liberales se abstuvieron.

Suecia tiene un sistema parlamentario basado en la representación proporcional en distritos electorales de varios electos, con un umbral de representación d el 4% del voto nacional. Actualmente hay ocho partidos en el parlamento. El motivo de los extraños juegos políticos de las últimas semanas fue un callejón sin salida en el que ni el centroizquierda --compuesta por los socialdemócratas, la Izquierda y el Partido del Medio Ambiente-- ni el tradicional bloque burgués de Moderados, Centro, Demócrata Cristianos y Liberales, puede articular una mayoría.

Hasta hace poco, el tercer partido más grande, los xenófobos Demócratas Suecos, con raíces en los movimientos neonazis y de poder blanco de las décadas de 1980 y 1990, se consideraba más allá de los límites políticos aceptables. En los demás países nórdicos, los partidos xenófobos han formado gobiernos o han sido invitados a formar coaliciones burguesas. Pero Suecia sigue siendo más abierta y tolerante que sus vecinos, con una población inmigrante significativamente mayor. En 2018, los socialdemócratas obtuvieron su peor resultado electoral desde la introducción del sufragio masculino casi universal en 1911, ganando solo el 28,3%. Sin embargo, siguieron siendo el mayor partido, un 8% más que los moderados. Después de cuatro meses de negociaciones, se alcanzó un acuerdo gubernamental que mantuvo fuera a los Demócratas Suecos y se ganó el apoyo del centro y los liberales a cambio de 73 compromisos políticos separados.

Estos incluyeron: mantener las posibilidades de maximizar las ganancias en los servicios sociales; desmantelar las bolsas de trabajo públicas que alguna vez fueron el eje de la política socialdemócrata de pleno empleo; cambiar la legislación laboral para facilitar el despido de ciertos empleados; y abolir los controles de alquiler en nuevos proyectos de vivienda. La lista también contenía algunas políticas climáticas modestas, más recursos para regiones y municipios, y una propuesta socialdemócrata marginal: una 'semana familiar' que da a los padres tres días libres para pasar con sus hijos durante las vacaciones escolares.

El pacto fue un logro importante para el centro y los liberales, que consiguieron que el SAP aceptara una serie de políticas que habían sido descartadas por la coalición liderada por los moderados de 2006-14. A cambio, los socialdemócratas obtuvieron la presidencia y dividieron al bloque burgués. La Izquierda no consiguió nada, salvo una cláusula insultante que afirmaba que no debería tener influencia en las decisiones presupuestarias. Sin embargo, su apoyo parlamentario era imprescindible para el nuevo gobierno, y al final aceptó apoyar al SAP después de intensas conversaciones con Löfven.

El Partido de la Izquierda Sueca surgió del Partido Comunista, que desde 1964 fue la formación pionera del 'eurocomunista' avant la lettre: democrático, crítico con la URSS, heterodoxo e intelectualmente comprometido (invitó a los editores de New Left Review a uno de sus seminarios en la década de 1960). Un partido pequeño con un 4–5% de intención de voto en las encuestas, se vio rápidamente abrumado por los vientos en contra a escala internacional: la invasión de Checoslovaquia (que condenó), la expansión del maoísmo y el neocomunismo tras 1968. Pero sobrevivió en medio de estas dificultades, y a partir de 1990 inició su proceso de socialdemocratización, culminado después de aproximadamente dos décadas de conflicto interno y bombardeo anticomunista externo. Hoy, el partido se ve a sí mismo como heredero de una forma anterior de socialdemocracia, aunque rechaza el internacionalismo radical independiente de Olof Palme, adhiriéndose a una cosmovisión liberal convencional. Jonas Sjöstedt, su líder de 2012 a 2020, se convirtió en uno de los políticos más populares del país, mientras que su sucesora, Nooshi Dadgostar, una mujer de origen iraní nacida en Suecia, se ha ganado el respeto en sus enfrentamientos con el SAP. Con un 8% en las elecciones de 2018 y un programa coherente de reformismo socialdemócrata, feminista y ecológico de izquierda, el partido ha tenido mejor suerte que sus homólogos eurocomunistas en Italia, Francia y España.

Al firmar el acuerdo con Löfven, La Izquierda hizo una advertencia. Si el gobierno intentaba cambiar la legislación sobre seguridad del empleo o abolir los controles de alquiler, inmediatamente llamaría a un voto de censura. Los socialdemócratas evitaron hábilmente la polémica de los derechos laborales, consiguiendo que los dos mayores sindicatos firmaran un nuevo acuerdo con los empresarios que flexibilizó la seguridad en el empleo a cambio de otras disposiciones: el derecho a un trabajo fijo después de tres años de empleo temporal, y un derecho a la formación y al "desarrollo de competencias" para nuevos empleos financiado con fondos públicos. Pero el mes pasado apareció en la agenda el tema de los controles de alquiler, con un comité parlamentario que propuso alquileres de mercado en nuevos complejos de vivienda. El SAP afirmó que, en principio, estaba a favor de continuar con los controles de alquileres, pero aceptó la recomendación del comité por su acuerdo de 73 puntos con los partidos neoliberales. Para sorpresa de Löfven, La Izquierda le recordó su línea roja de 2019 y preparó una moción de censura. Los partidos conservadores de oposición, que están a favor de los alquileres de mercado, se unieron de manera oportunista a la izquierda y se detonó la crisis política. En este punto, la constitución sueca le daba al Primer Ministro dos opciones. Podía dimitir, abriendo negociaciones mediadas por el presidente del Parlamento para encontrar un primer ministro aceptable para este (lo que le daría a Löfven la oportunidad de reagrupar una mayoría); o podía convocar elecciones anticipadas. El lunes pasado Löfven anunció su dimisión.

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La crisis parlamentaria en Suecia plantea varias preguntas sobre la situación de la política de centro izquierda, la suerte de la socialdemocracia europea y la debilidad de la izquierda, que pueden esbozarse aquí. Si bien la socialdemocracia ha sufrido un colapso general enraizado en las mutaciones del capitalismo financiero, los partidos de centro izquierda se enfrentan actualmente a problemas y perspectivas muy diferentes. Se puede comprender esto ubicando a los partidos en los diversos sistemas democráticos.

El terreno más suave es el que pisan los partidos laboristas anglosajones de Australia, Gran Bretaña y Nueva Zelanda, que ocupan una parte de un paisaje (en gran parte) bipartidista, fortalecido por sistemas electorales del tipo mayoritario uninominal. Una vez que un partido ha ganado un asiento en una mesa bipartita, es probable que tarde o temprano gane el poder con estas reglas. Puede perder su posición, como hicieron los liberales británicos, pero eso requiere el surgimiento de una clase nueva, cohesiva y consciente de sí misma (por ejemplo, la clase trabajadora industrial a principios del siglo XX), y los partidos laboristas anglosajones ya se asegurado de dirigirse a la clase media para evitar cualquier repetición de este proceso. En octubre pasado, el partido laborista de Nueva Zelanda obtuvo algo más del 50% de todos los votos, un 13% más que en 2017.

Otra apuesta decente sobre el futuro de la socialdemocracia es el modelo ibérico, donde el centro-izquierda puede presumir de representar la transición democrática de la nación. En España y Portugal, los principales opositores de derecha al gobierno tienen aproximadamente el mismo tamaño que el partido gobernante y operan en un sistema de representación proporcional. En ambos casos, han superado recientemente el tabú liberal de cooperar con la izquierda radical, ganando así cierta autonomía del centro-derecha.  

Mientras tanto, los otrora poderosos constructores del estado de bienestar nórdicos han perdido su dominio parlamentario, probablemente para siempre. Han reducido su cuota electoral al 20%- 30%, y los finlandeses caen incluso por debajo de eso. Pero compiten con un conjunto dispar de partidos de centro derecha, lo que a veces les permite ocupar una posición fundamental a pesar de sus débiles índices de apoyo, de ahí las coaliciones lideradas por los socialdemócratas de Dinamarca, Finlandia y (hasta hace poco) Suecia. Más que sus partidos hermanos, estas organizaciones también han conservado algo de sus raíces populares y de clase trabajadora.

Los partidos de coalición centroeuropeos - en Bélgica, Holanda, Suiza - están ubicados en sistemas políticos policéntricos de representación proporcional y están acostumbrados a estar en el gobierno. Estos partidos han desempeñado un papel en el desarrollo de los estados de bienestar nacionales y locales, aunque a menudo de forma restringida y subordinada. Probablemente mantendrán este modesto papel; aunque el Partido Laborista holandés en particular ha sufrido una caída en su apoyo, obteniendo solo el 5,7% de los votos en las dos últimas elecciones.

Dos grandes partidos socialdemócratas, en Austria y Alemania, están en grandes problemas, enfrentando bloques burgueses unificados alrededor de la Democracia Cristiana (principalmente católica). Sin la protección de un sistema electoral al estilo de Westminster, corren el peligro de ser relegados al estatus de terceros. Las encuestas alemanas muestran actualmente que el SPD está muy por debajo de los Verdes. Es poco probable que el núcleo histórico de la socialdemocracia europea desempeñe un papel destacado en la política nacional en un futuro próximo.

La socialdemocracia regresó a Europa del Este principalmente gracias a los excomunistas conversos, pero su principal contribución a la sociedad postsoviética ha sido la UE-philia liberal y la OTAN-ización, más que las reformas socialdemócratas. Este desequilibrio entre la política exterior y las preocupaciones internas populares les ha costado caro a los conversos. Las cuestiones sociales se han convertido en el dominio exclusivo de los conservadores de extrema derecha, cuyo apoyo popular ha aumentado constantemente. Casi todos los partidos socialdemócratas de Europa del Este también se han visto envueltos en escándalos de corrupción al más alto nivel. Solo en los países más pequeños y más pobres de la periferia de los Balcanes, principalmente Albania y Macedonia del Norte, es posible que la socialdemocracia conserve una influencia sustancial en los próximos años.

Finalmente, tenemos las bajas: partidos heridos de muerte en Italia, Francia y Grecia. En los tres, pero sobre todo en Italia, todo el sistema de partidos se ha desquiciado y vuelto muy volátil. En Italia, el PCI y el PSI se disolvieron a principios de la década de 1990. Los socialistas prácticamente han desaparecido, mientras que la prolongada dilución del comunismo italiano prácticamente ha cortado sus raíces con el movimiento obrero. No obstante, el Partito Democrático, con sus cambios de color políticos, sigue siendo un actor importante en los juegos de coalición de este sistema de partidos fracturado.

En Francia, el partido socialista que llevó a Mitterand al poder se formó solo en 1971, y en las elecciones presidenciales de 2017 su candidato fue apoyado por el 6,4% de los votantes. Pero es probable que pronto se establezca un nuevo partido de centro-izquierda potencialmente significativo de las clases medias altamente educadas: los 'brahmanes' de Piketty. En Grecia, el PASOK está tratando de reagruparse reuniendo algunas otras corrientes de centro izquierda en el llamado Movimiento por el Cambio. El abanderado del declive del centro-izquierda, el PASOK, es el único partido socialdemócrata de Europa claramente superado por una alternativa más progresista, aparte quizás del Partido Laborista de Irlanda, que ahora languidece detrás del Sinn Féin. Solo en el sur de Europa han surgido nuevos partidos y movimientos de izquierda significativos en este siglo: Syriza en Grecia, el Movimiento Cinco Estrellas en Italia, La France Insoumise, Podemos en España, el Bloque de Izquierda en Portugal. Pero por el momento, su futuro parece limitado. Sin una mayoría a la vista para ninguno de estos partidos, las maniobras parlamentarias y las políticas extraparlamentarias son su único futuro previsible.

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La crisis política en Suecia está lejos de resolverse. Löfven, más dispuesto a los compromisos que a luchar, espera regresar como primer ministro después de nuevas rondas de regateo y negociación. Sus posibilidades son ligeramente superiores al 50%. Los partidos que lo respaldaron antes como Primer Ministro - SAP, Centro, Izquierda, Partido del Medio Ambiente - tienen 175 escaños frente a los 174 de la oposición conservadora. Pero dada la retirada de La Izquierda, hay diputados en el antiguo bloque cuyo voto, o incluso presencia, es incierto. Löfven podrá volver al cargo de primer ministro a menos que haya una mayoría en su contra. Pero para que se apruebe un presupuesto, él mismo necesita tener una mayoría, y el Centro se ha negado una vez más a apoyar cualquier negociación presupuestaria con la izquierda.

El gobierno que salga de las nuevas consultas mediadas por el Presidente del Parlamento probablemente estará más de derecha que el que cayó el 21 de junio, ya sea porque los conservadores ganarán el premio de esta lotería o porque el Centro neoliberal habrá extorsionado más concesiones al SAP. La Izquierda, sin embargo, puede estar satisfecha de haber frenado por el momento la abolición de los controles de alquiler y ha mejorado sus perspectivas en las encuestas al negarse a cruzar la línea roja. Los comentaristas esperan que si finalmente se establece un nuevo gobierno Löfven, tendrá que dar algo significativo a Dadgostar para que apruebe su presupuesto.

Por tanto, la crisis sueca demuestra el espacio que aún existe para la maniobra política entre los representantes de la socialdemocracia nórdica, incrustados en sistemas multipartidistas con partidos de derecha y centro derecha divididos. Sin embargo, la actual distribución parlamentaria del poder en los sistemas europeos de representación proporcional crea dilemas para los socialdemócratas tradicionales, así como para las nuevas agrupaciones de izquierda: dilemas entre, por un lado, negociaciones pragmáticas, compromisos e influencia; y por el otro, programas robustos, principios y el aislamiento. La política efectiva en estos contextos requiere una dosis de ambos, pero un equilibrio estable entre ellos es difícil de alcanzar.

La socialdemocracia europea tuvo una segunda oportunidad en el poder en la década de 1990, después de la primera onda expansiva neoliberal tanto en el Este como en Occidente. Después de cierto éxito inicial, desperdició esta oportunidad, posiblemente para siempre, por sus adaptaciones neoliberales sin matices. La Tercera Vía produjo un populismo xenófobo y una nueva derecha dura, al tiempo que mostró la debilidad y estrechez de miras de la izquierda. En Suecia, la melancolía de Dadgostar de la socialdemocracia de la sociedad industrial puede tener alguna ventaja táctica a corto plazo, pero difícilmente es una respuesta adecuada a los complejos desafíos del siglo XXI a los que se enfrenta cualquier proyecto socialista. Para que estos partidos superen los dilemas planteados por unos parlamentos fragmentados, se requerirá más creatividad.

(Kalmar, 23 de septiembre de 1941) es un profesor sueco de sociología en la Universidad de Cambridge. Estudió en la Universidad de Lund (Suecia), donde se doctoró en 1974. Ha publicado en numerosas revistas, entre ellas New Left Review, y sus textos son conocidos por el desarrollo de las preocupaciones y temas típicos del marco político y sociológico del último marxismo: intersección entre estructura de clase y las funciones del aparato del estado, la formación de la ideología del sujeto y el futuro de la tradición marxista. Su último libro traducido al castellano es "La desigualdad mata", Alianza 2015.
Fuente:
HTTPS://NEWLEFTREVIEW.ORG/SIDECAR/POSTS/RED-LINES
Traducción:
G. Buster

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