B. Skanthakumar
30/07/2022“Hay décadas en las que no pasa nada, y hay semanas en las que pasan décadas”, como en realidad nunca dijo Lenin. El distanciamiento entre el régimen-Estado en Sri Lanka y su principal base electoral, aunque se amplió a lo largo de los años de la pandemia, se convirtió en un antagonismo absoluto en cuestión de semanas en la primera mitad de 2022. Esto es lo que distingue a la primera mitad de 2022 de los años que la preceden.
En los tres primeros meses, el tren que iba descarrilando a cámara lenta de una economía sumida en la deuda acabó de hacerlo por fin. Lo que comenzó como una crisis financiera, el agotamiento de las reservas de divisas, se convirtió, como debe ser, en una crisis económica, debido a la escasez de importaciones críticas para la producción y circulación de bienes y servicios y la movilidad de las personas. Esto, a su vez, catalizó una crisis sociopolítica, en la que la presidencia de Gotabaya Rajapaksa y, por extensión, la primera familia y el gobierno de Sri Lanka Podujana Peramuna (Frente Popular), se convirtieron en el pararrayos del descontento y la ira populares.
En los tres meses siguientes, una meteórica oleada de ciudadanos sacudió hasta la médula al Rajapaksa Raj, consiguiendo el 9 de julio su exigencia central de defenestrar al Jefe de Estado, precedida durante abril-mayo por la expulsión de su familia de todos sus cargos gubernamentales. Sin embargo, el pueblo de Sri Lanka ha obtenido accidentalmente otro presidente, no menos odiado, el mismo mes. El teatro político en el Diyawanna Oya (el parlamento) en la mañana del 20 de julio, cuando Ranil Wickremesinghe, como representante indirecto de la primera familia depuesta, fue elegido para la presidencia, solo ha validado la creencia de que el parlamento, como la presidencia, es parte del mismo sistema corrompido que sólo sirve a sus titulares.
El hecho de que los políticos no atiendan la exigencia de la gente de una administración interina de todos los partidos, encabezada por un presidente interino y un primer ministro independiente sin afiliación partidista y de buena reputación pública, solo alimenta la petición de unas elecciones generales anticipadas mientras se asegura un mandato popular para la abolición de los poderes ejecutivos de la presidencia.
¿Será el ascenso de Wickremesinghe un momento de transición antes de seguir a su predecesor al estercolero de la historia? ¿O estabilizará el orden político para una resurrección del Antiguo Régimen? ¿Provocará el prolongado estancamiento político y económico un descontento social más profundo o engendrará pasividad pública? En el interregno, y ante la debilidad palpable de un polo progresista que haga de contrapeso, ¿aprovecharán el momento los ultranacionalistas cingaleses en la esfera política y/o el aparato represivo del Estado (los uniformados) y pujarán por el poder del Estado? Estas y otras son preguntas abiertas, sin resultados predeterminados.
Agridulce
Lo agridulce de esta coyuntura no resta valor a la extraordinaria trascendencia del movimiento ciudadano ahora más conocido como Aragalaya ( Porattam/Lucha ). Este levantamiento es lo más cercano que ha estado nuestra post-colonia de 74 años a un movimiento popular de proporciones nacionales, enfrentados no unos contra otros, sino juntos contra los que están por encima de nosotros.
Ya se ha escrito mucho, no siempre informado, sobre el carácter y la composición del Aragalaya. Es una movilización multiclasista, multigeneracional, multiétnica y multirreligiosa. En su manifestación más visible en forma de protestas callejeras periódicas, mítines y manifestaciones, y la novedosa ocupación de espacios públicos para la concienciación, es más urbana que rural y del sur cingalés que del norte y del este. Gran parte de su energía e imaginación debe atribuirse a los hombres y mujeres jóvenes, previamente descartados como apáticos e individualistas, que se han imbuido de los valores del capitalismo de consumo. De hecho, son más hijos de la 'economía abierta' que sus predecesores en la insurrección de finales de la década de 1980, que fueron sus huérfanos. Las profesiones (TI, publicidad y creativos, transporte y logística, servicios) y las aspiraciones (medios y estatus de clase media) representadas en Aragalaya son las creadas por la liberalización económica, aunque no lleguen a satisfacer lo prometido.
Muchos jóvenes, y no de manera diferentes de algunas personas mayores que también se identifican con Aragalaya, vieron al candidato presidencial no convencional Gotabaya Rajapaksa como su respuesta al fracaso de la política habitual. Sin embargo, a medida que se afianzaba la crisis económica, esta generación vio cómo su futuro en Sri Lanka se desvanecía. Algunos antes, y ahora, eligieron o se vieron obligados a huir en una emigración temporal o de larga duración. Otros han elegido, o tal vez se vean obligados, a luchar por el cambio en medio del caos que los rodea.
A medida que se alargaban los cortes de luz, en vez de maldecir la sofocante oscuridad en casa, salieron a las calles con velas encendidas y mensajes en pancartas. La generación de los teléfonos inteligentes tomó fotos y videos de sus acciones para complementar los memes que ridiculizaron sin piedad al régimen, comunicándose y organizándose a través de las redes sociales (YouTube, Facebook, Twitter, WhatsApp) con el aliento y la amplificación de sus acciones en los medios electrónicos por parte de una empresa de comunicación privada.
El movimiento comenzó con el rechazo de los representantes tradicionales del pueblo. Es una acusación y repudio de las instituciones existentes de la sociedad civil, que van desde los partidos políticos a los sindicatos, a las organizaciones no gubernamentales y religiosas. En su forma actual, estas estructuras osificadas aún deben canalizar o cooptar este levantamiento. Esto no quiere decir que estén ausentes del Aragalaya. Siempre ha habido una diversidad de ideologías políticas representadas entre los manifestantes, viejos y jóvenes, además de las de la izquierda compuesta por Jathika Jana Balawegaya/Janatha Vimukthi Peramuna (Poder Popular Nacional/Frente Popular de Liberación), Peratugami Samajawadi Pakshaya (Partido Socialista de Primera Línea) y la Federación de Estudiantes Interuniversitarios ('Anthar ').
Plataforma
¿Cuál es la plataforma de este movimiento? La composición social de los iniciadores de este movimiento ciudadano -autónomos, emprendedores sociales, asalariados del sector privado y profesionales de clase media alta- ha circunscrito sin duda su análisis sobre los orígenes de nuestra crisis actual y las soluciones a ella. Las luchas sobre temas específicos de los trabajadores de las plantaciones, los trabajadores de la confección, los agricultores, los maestros de escuela y los estudiantes universitarios en los últimos dos años -y durante mucho más tiempo en el norte y el este por la verdad y la justicia para los desaparecidos, contra la apropiación de tierras y la militarización-, podrían no ser cohesiva ni siquiera como narrativa sobre un sistema (social, político y económico) que sigue fallando a la mayoría, y no les ofrece una alternativa. En todo caso, estas luchas aisladas, por heroicas que sean, no pueden por si mismas revertir el declive de la conciencia anti-capitalista de la clase obrera y de la izquierda desde la década de 1980.
La causa inmediata de la agitación de los ciudadanos ha sido la falta de gas para cocinar, queroseno, gasolina, diésel, medicamentos y artículos de consumo, y los precios altísimos de los alimentos y los productos básicos en medio de la hiperinflación, dislocando la vida económica y creando una inseguridad masiva de ingresos y medios de subsistencia.
En una sociedad donde el estado lo es todo, la ira de los Aragalaya se dirigió por completo contra el gobierno que empujó la economía por el precipicio, y la corrupta familia que lo dirige. Esa es la razón de la consigna unificadora de Aragalaya de #GotaGoHome -extendido al resto de su familia- para que rindan cuentas por la destrucción ( vinasakara ) del país.
Los rumores e historias de gran corrupción de los Rajapaksas y sus compinches dieron lugar a un segundo tema de la protesta: exigir la devolución de la riqueza de la gente. Una riqueza especulada, sin pruebas firmes, de miles de millones de dólares estadounidenses, y según algunos manifestantes, ¡suficiente para pagar la deuda de Sri Lanka! Este análisis de la crisis económica se centra en la insensatez del Presidente y sus asesores en política monetaria y fiscal, así como la prohibición de importar insumos agroquímicos. La receta salvadora es despedir a un gobierno incompetente y recuperar los bienes robados.
Pero, incluso cuando se derrumbó la hegemonía de los Rajapaksas sobre la sociedad cingalesa, el dominio del neoliberalismo, cuya cosecha de miseria estamos sufriendo en esta crisis, es sólido. No hay crítica en la sociedad al dogma económico vigente desde 1978 ni a las grotescas desigualdades que engendra. Los parámetros del paradigma -una base de exportación pequeña y no diversificada; dependencia extrema de las remesas de los inmigrantes; adicción a las importaciones de y para todo; increíble endeudamiento a través de préstamos de bancos nacionales y fuentes externas; suposiciones de altas entradas de inversión extranjera directa que nunca se materializan; niveles abismalmente bajos de impuestos directos individuales y corporativos; desindustrialización que destruye la producción local; y una política agrícola y alimentaria basada en monopsonios y cárteles- aún no han sido procesados.
Mientras que el 'cambio de sistema' exigido por los sectores más progresistas de Aragalaya incluye acertadamente la abolición de los poderes ejecutivos de la presidencia, la democratización del parlamento y la necesidad de un mayor control y rendición de cuentas de los representantes públicos entre elecciones, no llega a comprender la degeneración del orden político como la otra cara de la moneda de un orden económico despreciable que es incapaz de proporcionar una vida digna y un futuro decente para todos.