Maurizio Matteuzzi
03/12/2006
A la luz de la lógica, parecía imposible que en Ecuador, uno de los países más pobres e injustos de América Latina, triunfara en elecciones libres el hombre más rico del país "el Berlusconi ecuatoriano"-, el rey de las bananas, obviamente amigo de Bush y entusiasta del tratado de libre comercio que el presidente en funciones Palacio no se arriesgaba a rubricar temeroso de ser el séptimo presidente en diez años en ser desalojado de prisa y con furia del palacio presidencial de Carondelet, en Quito.
Hasta hace poco, la historia habría terminado así: El hombre más rico y más servil a los intereses extranjeros (además de a los propios) habría ganado las elecciones votado por los pobres. Que también en Ecuador son la absoluta mayoría de la población.
Pero las cosas han cambiado. Lula, en Brasil, fue reelecto por las masas pobres del Noreste. Evo Morales, en Bolivia, fue elegido por las masas indígenas excluidas desde siempre. Chávez, en Venezuela, lo fue (y se dispone a ser reelegido el domingo) por el pueblo de los ranchitos, ahogado en una increíble pobreza por la minoría democrática que hizo miles de millones (de dólares) explotando para su propio uso y consumo un océano de petróleo. Un cadáver político como Daniel Ortega fue resucitado por el pueblo de Nicaragua, no, por cierto, por sus virtudes políticas, sino por los tres lustros de una devastadora política neoliberal llevada adelante por los presidentes democráticos.
Rafael Correa no es un subversivo; ni siquiera un indígena, como Evo Morales. Ni un migrante nordestino como Lula, ni un mestizo de provincia que encontró en la carrera militar la vía de salida, como Hugo Chávez. Nacido en la rica Guayaquil, economista graduado en la universidad belga de Lovaina y luego en los Estados Unidos, blanco, católico (también, y esto lo vuelve sospechoso, habla el quechua), sólo dice querer revisar parcialmente el pago de la deuda externa, ser contrario al pacto leonino que lleva el nombre de Tratado de Libre Comercio con los EEUU, querer revisar (y actualizar) los pesadísimos contratos sobre el petróleo del oriente ecuatoriano con las grandes multinacionales, querer rescribir una constitución hecha por y para la minoría blanca a espaldas de la gran mayoría indígena, no estar más dispuesto a regalar por pocos céntimos la gran base aeronaval de Manta a los intereses estratégicos de Washington (y de su aliado colombiano Alvaro Uribe).
¿Es demasiado? ¿Es subversivo? ¿Es populista, o es sólo lo mínimo? El viento del cambio sopla sobre América Latina. Muchos se han mostrado exultantes con demasiada rapidez por el freno impuesto a Chávez después de la victoria de Alan García en Perú o el fracaso de la candidatura venezolana al Consejo de Seguridad. En realidad, ese viento sopla gracias también a Chávez, pero independientemente de él.
Maurizio Matteuzzi es un analista político especializado en América Latina que escribe regularmente en las páginas del cotidiano comunista italiano Il Manifesto.
Traducción para www.sinpermiso.info: Ricardo González-Bertomeu
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