Rumanía: las razones del inesperado avance de la extrema derecha

Fabien Escalona

Yoummi Kezzouf

30/11/2024

Los académicos rumanos no dejan de intentar dilucidar el éxito de Călin Georgescu, candidato de extrema derecha prorruso, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del domingo 24 de noviembre. Hay que decir que todas las empresas de encuestas fueron incapaces de predecir el fenómeno, y que ningún observador ha visto realmente venir a este personaje, cuyo nivel de notoriedad era bajo antes de la votación. “Muchos creyeron, la noche de los resultados, que era una broma”, dice uno de nuestros interlocutores.

La explicación más citada para dilucidar el misterio se resume en una palabra, “Tik Tok”, nombre de la red social fundada y con sede en China, muy utilizada por Georgescu durante su campaña. El Consejo Nacional Audiovisual de Rumania ha consultado a la Comisión Europea para investigar posibles violaciones del Reglamento Europeo sobre Servicios Digitales. En Bucarest, el ex presidente Traian Băsescu llegó a hablar de un “candidato robot” y de un “fracaso de la seguridad nacional”.

Georgescu ha pasado por debajo del radar de la prensa tradicional, de los partidos y de los académicos”, confirma Silvia Marton, profesora de ciencias políticas en la Universidad de Bucarest. Su mensaje se difundió exponencialmente en la red TikTok. Podría haber sido reforzado por los algoritmos, a través de bots de Rusia. Todavía es una hipótesis en este momento, pero es plausible".

Sorina Soare, investigadora en ciencias políticas de la Universidad de Florencia (Italia), también insiste en la “capacidad de difusión muy rápida de mensajes muy simples” de la que se ha dotado Georgescu. “Cuentas influyentes”, añade, han retomado durante las últimas semanas de campaña su consigna “Equilibrio y verticalidad” (una referencia a su forma muy tranquila de defender el orden y la disciplina). Sin embargo, no ha habido ningún control de las autoridades sobre este espacio".

Podemos entender el asombro ante este aparente soslayo de las normas que garantizan el carácter justo de unas elecciones. Sin embargo, el poder de un algoritmo no puede explicar por sí solo la magnitud de los resultados de Georgescu, y por qué se ha abierto paso incluso en algunos bastiones del partido socialdemócrata rumano, que tiene la red local más extensa y densa del país.

Su mensaje tuvo que resonar en el electorado buscado, con motivo de una ventana de oportunidad que no siempre ha existido, pero que se ha abierto desde principios de la década de 2020: los movimientos tectónicos de la escena política rumana y los principales acontecimientos internacionales a los que están asociados, como la pandemia de covid-19 y la guerra en Ucrania.

Una bofetada a los partidos del gobierno

La actuación de Călin Georgescu debe leerse como una muestra de dos tendencias bien documentadas en Europa, y en vías de aceleración: el declive de los partidos de gobierno y la fragmentación de los paisajes políticos. Con el 22,9% de los votos, obtuvo la puntuación más baja jamás registrada por un candidato que quedase primero en unas elecciones presidenciales en Rumanía. Ninguno se había situado hasta entonces por debajo del 30%.

Si Georgescu quedó en primer lugar, también se debe a la debilidad de sus competidores, y en particular de los dos representantes de las fuerzas políticas que comparten el poder desde hace muchos años. Candidato del Partido Socialdemócrata (PSD), Marcel Ciolacu alcanzó el 19,2% de los votos, muy cerca, en la segunda posición. El candidato del Partido Nacional Liberal (PNL), Nicolae Ciucă, fue relegado a la quinta posición con el 8,8% de los votos. Todo en un contexto de abstención masiva (la segunda más fuerte en este tipo de elecciones), ya que solo la mitad del electorado ha participado.

“El voto a Georgescu es en parte un voto antisistema, de protesta, contra los partidos en el poder durante treinta y cinco años”, afirma Silvia Marton. El politólogo recuerda que el PSD y el PNL estaban incluso en una gran coalición desde 2021. “En las elecciones anteriores, los liberales y los socialdemócratas habían escenificado su diferencia, y de repente se pusieron a trabajar juntos". Ese año, se llegó a un acuerdo entre las dos formaciones para compartir los ministerios y sucederse por turnos en el cargo de primer ministro.

“La tendencia de fondo, en Rumanía, ha sido una reducción de la oferta política”, abunda Sorina Soare. En el gobierno, al menos, los mismos responsables de la toma de decisiones practicaron políticas similares, incluso cuando se alternaban. El resultado fue muchas emociones negativas contra la clase política". Esta atmósfera abstencionista debe relacionarse con las consecuencias de una inflación de dos dígitos entre 2022 y 2023, y que se mantiene en torno al 5%, así como con los niveles de desigualdad y pobreza, entre los más altos de la Unión Europea (UE).

El nuevo recuento ordenado por el Tribunal Constitucional confirma el segundo lugar de Elena Lasconi, Călin Georgescu se enfrentará, el 8 de diciembre, a la representante de una fuerza joven, que tampoco había pasado nunca a la segunda vuelta de unas presidenciales. La Unión Salvad Rumanía (USR) tiene un discurso anticorrupción muy marcado, pero su perfil liberal ha limitado hasta ahora su audiencia a círculos universitarios y urbanos.

El PNL y el PSD, que habían convocado las elecciones legislativas entre las dos vueltas de unas presidenciales en la que tenían la intención de estar, se encuentran ante un panorama desconocido. Excluidos del partido final, se enfrentan, el domingo 1 de diciembre, a unas elecciones legislativas que podrían estar marcadas de nuevo por una dispersión de los votos y un avance de la extrema derecha. Pase lo que pase, el reparto de poderes entre la presidencia y el gobierno del país se verá alterado.

La extrema derecha ha obtenido sus mejores resultados en la diáspora

El voto de los rumanos en el extranjero contribuyó en gran medida al éxito de Călin Georgescu en las elecciones presidenciales. El candidato de extrema derecha obtuvo el 43% de los votos emitidos en los colegios electorales en el extranjero, muy por delante de su competidor de la misma familia política, George Simion (12%). Por lo tanto, la diáspora rumana votó, en su mayoría, por candidatos nostálgicos del fascismo rumano, que defienden un proyecto de sociedad ultrarreaccionaria y autoritaria.

El voto de Georgescu fue particularmente fuerte en los países de Europa Occidental donde vive una fuerte comunidad rumana: el candidato obtuvo el 57% de los votos en los colegios electorales alemanes, el 49% en el Reino Unido e Italia, y el 43% en Francia.

Durante mucho tiempo, el voto de la diáspora se dirigió principalmente contra la izquierda, considerada heredera del comunismo. Ahora, vota en detrimento de los partidos de gobierno y en beneficio de la extrema derecha. Esta evolución fue impulsada por una ola de votantes nuevos o recientes, ya que el número de votantes de la diáspora pasó de 200.000 en 2014 a 800.000 en 2024 (un efecto del voto por correo y la multiplicación de centros de voto).

Hay en la diáspora rumana un verdadero apetito por la extrema derecha y el racismo”, analiza la politósta Silvia Marton. Es el voto de una diáspora en gran parte encerrada en si misma. No se integra y, a menudo, no habla el idioma del país de acogida. Está compuesta por muchos trabajadores o empleados que aspiran a regresar a Rumanía cuando se jubileny la esperan blanca, pura, cristiana, con valores idealizados frente a un Occidente considerado decadente, LGBT, cosmopolita, que acoge a demasiados migrantes".

Una “segunda generación” de extrema derecha

Los resultados de Călin Georgescu también forman parte de un avance de la extrema derecha en Rumanía antes de las elecciones presidenciales de este año. Esta familia había desaparecido del Parlamento rumano durante la década de 2010, hasta el punto de que a veces se mencionaba una excepción rumana entre los países de Europa Central y Oriental. Una ilusión, habían advertido los politólogos Sorina Soare y Claudiu Tufiș en un artículo académico, evocando un “fénix populista” listo para renacer de sus cenizas.

En la opinión pública rumana, subrayaron, las actitudes etnocéntricas, autoritarias y moralmente conservadoras estaban lo suficientemente extendidas como para proporcionar un terreno electoral significativo a la extrema derecha. Por cierto, ya había logrado resultados notables después de la transición democrática (véase el gráfico a continuación). Hasta 2004, el Partido de la Gran Rumanía ganó varias decenas de escaños en la Cámara de Diputados. Su líder, Corneliu Vadim Tudor, había obtenido un resulrado superior al de Georgescu en las elecciones presidenciales de 2000.

“Entonces, tampoco mucha gente había anticipado tal éxito”, dice Cristian Preda, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Bucarest y ex europarlamentario liberal. Tudor alcanzó alrededor del 10% en las encuestas y había alcanzado más del 28% el día de las elecciones. La diferencia es que ya era conocido por el público en general desde hace mucho tiempo".

Elecciones presidenciales en Rumanía: la extrema derecha logra sus mejores resultados tras la caída del régimen de Ceauscescu

Esta primera generación de extrema derecha se inscribió en gran medida en una matriz “nacional-comunista”. Bajo el régimen de Ceaușescu, ya existía una visión fantaseada y conservadora de la historia del país. Corneliu Vadim Tudor también se había hecho famoso como un “poeta” al servicio del culto a la personalidad organizado en torno al dictador. “Este discurso se ha adaptado a las condiciones de la transición democrática”, explica Sorina Soare. Según ella, la disminución de esta primera generación se explica de dos maneras.

Por un lado, la perspectiva de la integración europea, lograda en 2007, ha sido objeto de un amplio consenso en el ámbito político. El Partido de la Gran Rumanía siguió, en este contexto, una estrategia de “desdemonización” que le hizo perder todo valor añadido a los ojos del electorado. Su líder, por lo demás, falleció en 2015. Por otro lado, los partidos de gobierno han “absorbido parcialmente la crítica populista”, en particular el Partido Socialdemócrata, que ha mantenido un anclaje en la población más mayor, modesta y poco educada.

Sin embargo, han eclosionado nuevas formaciones de extrema derecha, en particular gracias a una ley de 2015 que ha flexibilizado significativamente las condiciones para crear un partido. En 2019, se creó la Alianza para la Unidad de los Rumanos (AUR), dirigida por George Simion. Su avance se produjo en las elecciones legislativas de 2020, con el 9,6% de los votos. Cuatro años después, alcanzó el 15% en las europeas. Diana Iovanovici Șoșoacă, ex miembro de AUR del que fue excluida, también se abrió camino en esta votación, con un 5% obtenido al frente de un pequeño partido fundado en 2021, SOS Rumania.

Como esta última, Georgescu es un antiguo dirigente de AUR que ha sido excluido por su dirección. El motivo es elocuente, ya que se le ha reprochado elogios demasiado explícitos a dos figuras históricas: Ion Antonescu, el dictador que comprometió a Rumanía con los nazis y su obra genocida; y Corneliu Codreanu, fundador de la Legión del Arcángel Miguel, un movimiento fascista-cristiano que también fue llamado la Guardia de Hierro, y aliado durante un tiempo de Antonescu, con el objetivo de construir un Estado “nacional-legionario”.

Por lo tanto, hay una dinámica de escisión de la extrema derecha, sin que vaya en detrimento de los resultados globales de la familia. Estos siguen creciendo a lo largo de las elecciones, en beneficio de las figuras más subversivas. “Estas elecciones son una victoria de la radicalidad sobre la normalización”, analiza Silvia Marton. Siempre al frente de AUR, Simion ha intentado una estrategia como la de Le Pen en Francia o la de Meloni en Italia. Pero un electorado aún más amplio prefirió el cóctel completo de nacionalismo iliberal y extremismo de Georgescu".

En el fondo, esta segunda generación de extrema derecha se distingue de varias maneras. “Hay más misticismo, más espacio otorgado a la religión y al tradicionalismo”, describe Sorina Soare. Es un movimiento que se ha construido sobre visiones complacientes con los actores de entreguerras, en particular la Legión. “La hostilidad hacia la minoría húngara es menos fuerte en esta extrema derecha”, añade Cristian Preda. Lo que domina es un cuestionamiento de las fronteras, para recuperar los territorios rumanos en Moldavia y Ucrania; una denuncia de la UE y la OTAN; y una admiración de Putin".

Choques y resentimientos de la década de 2020

Para entender cómo este "cóctel" ideológico encontró una salida electoral tan importante, debemos mirar hacia el giro de la década de 2020. De hecho, mientras que la extrema derecha seguía siendo marginal en 2019, se abrió paso abruptamente al año siguiente.

Según Silvia Marton, un primer elemento de explicación, propio de Rumanía, se encuentra en el fracaso de un referéndum constitucional organizado en 2018. Este tenía como objetivo incluir, en la ley fundamental, la imposibilidad del matrimonio entre parejas del mismo sexo. La participación fue demasiado baja para que se aprobara la medida, pero más de nueve de cada diez votantes habían elegido el "sí", es decir, más de 3,5 millones de personas. Sin embargo, subraya la politóloga, “Georgescu va muy lejos en su discurso misógino, antifeminista, anti-estudios de género, anti-LGBT. Es una especie de retorno del resentimiento en relación a este fracaso del referéndum”.

En 2020, la pandemia, con su cuota de restricciones sanitarias y consecuencias económicas, constituyó otro terreno importante. AUR, SOS Roumanie y Călin Georgescu han defendido posiciones antivacunas. Se organizaron movilizaciones callejeras en este sentido antes de las elecciones legislativas de 2020, y la hostilidad a la política sanitaria fue incluso un resorte de la popularidad de una figura como Diana Iovanovici Șoșoacă, esta vez gracias a Facebook.

En la misma línea de un cuestionamiento de los discursos oficiales y de la ciencia, Georgescu se hizo eco de toda una serie de tesis conspirativas, que le llevaron, por ejemplo, a cuestionar la realidad de los ataques del 11 de septiembre, o los primeros pasos del hombre en la Luna en 1969... Aprovechando imposibilidad de Diana Iovanovici Șoșoacă de participar en las elecciones presidenciales, debido a sus comentarios revisionistas, Georgescu interrumpió cualquier crítica al considerarse víctima, a su vez, de una cábala destinada a silenciar las voces disidentes.

La guerra en Ucrania, a partir de 2022, fue otro ingrediente decisivo. Mientras que la pandemia ya había servido para denunciar la influencia de “Bruselas” y de Europa Occidental en general, la agitación del espectro de la guerra se utilizó en la misma dirección. Desde la agresión rusa, los líderes rumanos no han dejado de hablar del "conflicto en la frontera", al tiempo que dedican importantes recursos a acoger a los refugiados ucranianos y a apoyar al país vecino.

“Georgescu explotó los temores relacionados con la situación presentándose como el candidato de la paz”, comenta Cristian Preda, quien recuerda que el candidato todavía escribió, ya en 2014, que Ucrania era un “Estado ficticio”. La extrema derecha se siente tan cercana a Rusia como tal, como al régimen específicamente putiniano, que combina autoritarismo, aparente ortodoxia religiosa y conservadurismo cultural.

Por último, para empeorar las cosas, la reciente luz verde dada por Austria a la entrada de Rumanía en el espacio Schengen, que garantiza la libre circulación en la UE, llegó demasiado tarde para no dar a muchos rumanos la impresión de ser "europeos de segunda clase". “El panorama es más confuso que cuando se entró en la UE, cuando todo el mundo quería más integración”, señala con desolación Cristian Preda.

Más allá de las irregularidades observadas en TikTok, el voto de extrema derecha refleja capas de resentimiento sedimentadas en la población. Un resentimiento alimentado por situaciones materiales precarias, conflictos de valores culturales y choques externos frente a los cuales unos líderes en horas bajas no han sabido movilizarse para ganarse los apoyos.

doctor en Ciencias Políticas, autor de una tesis sobre La reconversion partisane de la social-démocratie européenne (Dalloz, 2018), y del ensayo Une République à bout de souffle (Seuil, 2023). Tras colaborar puntualmente con Mediapart, se incorporó al equipo de forma permanente en febrero de 2018. Es miembro del departamento de política, y también trabaja en temas internacionales y noticias de ciencias sociales.
Periodista especializado en la extrema derecha europea.
Fuente:
https://www.mediapart.fr/journal/international/291124/roumanie-les-raisons-de-la-percee-inattendue-de-l-extreme-droite
Traducción:
Enrique García

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