Reino de España: Abengoa, ingenieros de la conexión

Carlos Pizá

30/10/2017

Felipe Benjumea, quien fuera presidente plenipotenciario de Abengoa, ha intervenido en público sólo tres veces desde 2007 a 2015, periodo en que ha ocupado la presidencia ejecutiva única en Abengoa hasta que la banca le apeó del cargo en septiembre de ese último año en medio de la crisis que llevó a la empresa a preconcurso de acreedores. Su aversión a los focos le viene de familia, ya decía su padre, Javier Benjumea: “Comunicación, la justa e imprescindible”. Dos de esas ocasiones se concentraron en el año 2008, cuando los nubarrones comenzaban a cernirse sobre el sector renovable español. En este contexto, en febrero de ese año, le leyó la cartilla al entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y tras una visita a su complejo termosolar a las afueras de Sevilla, le advirtió: “Necesitamos un marco normativo estable que permita desarrollar el mercado a largo plazo. Pero la presión de quienes defienden las energías fósiles puede distraer al Gobierno en su apoyo a estas energías”.

Un toque de atención pese a que sólo un año antes, el Gobierno socialista había aprobado la legislación más favorable que ha existido en España para la energía termosolar, la gran apuesta de Abengoa en esos años. Y un toque de atención que tuvo su efecto, porque un año después, a final de 2009, el ministro de Industria, Miguel Sebastián, otorgaría a Abengoa la mitad de todo el cupo renovable español (650 megavatios). Benjumea rompió así una regla no escrita en la gestión que su familia ha desarrollado en Abengoa: hablar en público y exigir a las administraciones, haciendo patente el enorme ascendiente que los gestores de Abengoa han tenido sobre la clase política española (en dictadura y en democracia, gobernase quien gobernase) desde el nacimiento del grupo sevillano.

En cualquier caso, la red de contactos políticos, empresariales e institucionales de alto nivel tejida cuidadosamente por las dos generaciones de la familia Benjumea que han dirigido Abengoa entre 1941 y 2015 no ha sido suficiente para evitar la insolvencia técnica del grupo. No se entiende la empresa que dirigió de manera cuasi absolutista el abogado Felipe Benjumea durante 25 años, quien la heredó de su padre, ingeniero por Icai y cofundador, Javier, sin el recurso permanente a la influencia política e institucional como combustible. Casa Real incluida. Sin quitar mérito alguno a los éxitos industriales de relevancia global obtenidos por la empresa en sus tres cuartos de siglo de existencia, lo cierto es que esa red ha sido determinante tanto en su crecimiento como, en parte y paradójicamente, en su caída.

Javier Benjumea creó Abengoa en 1941 junto a su compañero de universidad en Bélgica, José Manuel Abaurre, para fabricar contadores eléctricos. A su formación y voluntad, en plena posguerra civil, se le unió su pertenencia a una familia de terratenientes andaluces que les permitió aprovechar las escasas oportunidades para hacer negocios esos años. Javier, en concreto, recurrió desde muy pronto a su tío, Joaquín Benjumea, ministro de Hacienda de 1941 a 1951, y a partir de ahí gobernador del Banco de España hasta 1963. El acceso a la cúpula del poder económico desde los primeros años de la dictadura de Franco la utilizó tanto para los negocios propios de Abengoa, como para interceder por otras empresas, especialmente extranjeras, cuando la economía del país comenzó a abrirse.

El cofundador también se apoyó desde sus primeros momentos en el empresario andaluz de origen alemán Carlos Sundheim, cuya familia explotaba negocios mineros en Andalucía y estaba bien conectada con el empresariado del resto de Europa y EEUU. La nacionalización de las minas de Riotinto o la instalación en Huelva de la refinería de petróleo que hoy controla Cepsa fueron acciones en las que el tándem Benjumea-Sundheim tuvo un papel determinante junto a los políticos del franquismo. El nivel de relaciones político-empresariales del presidente y vicepresidente –Sundheim- de Abengoa era pues altísimo, incluyendo al ministro clave del desarrollismo, Laureano López Rodó. ¿Cómo lo aprovecharon para la compañía?

Abengoa se convirtió en suministrador de instalaciones, proyectos y servicios de ingeniería industrial para todas las grandes compañías estatales que en España protagonizaron la apertura económica como Renfe, Telefónica o Sevillana de Electricidad. También participó en la creación del parque nuclear español como proveedor tecnológico. El modesto taller inicial de Sevilla era ya un pequeño gigante de los bienes de equipo. Sobre esta base, Benjumea tejió una potente red internacional, aunque sería su hijo Felipe quien le sacaría el máximo jugo a la misma en los últimos quince años de su presidencia (2000-2015) utilizando tanto la red de contactos nacional como la nueva internacional que él impulsó con los mismos criterios que usó su padre: llegar a los políticos clave que deciden sobre mis negocios.

No hay que olvidar, como repiten los más fieles a Felipe, que el presidente estadounidense Barack Obama nombró en 2009 a la empresa española en uno de sus discursos, en el que desveló que su Gobierno apoyaría la construcción de una gran central termosolar en Arizona. Central que, con el paso del tiempo, se mostró un gran fiasco tecnológico y económico para Abengoa. Debido a ello, un banco público del Gobierno federal de EEUU se convirtió en el primer acreedor de la empresa, con 2.200 millones. Nunca hubiera dicho Obama la palabra “Abengoa” si uno de sus asesores en temas energéticos, el español Juan Verde, no hubiera influido a favor del grupo español, del que era consejero de su filial Bioenergía. Y no se entenderían sus planes de crecimiento en el país americano sin la presencia en su consejo asesor internacional (órgano creado por Felipe Benjumea en 2010) de Bill Richardson, exgobernador demócrata de Nuevo México.

Javier Benjumea dejó la empresa a sus dos hijos en 1990, en calidad de copresidentes. Había mantenido el crecimiento en medio de la Transición, el golpe de Estado y la llegada del socialismo al poder. En 1994, el rey Juan Carlos le concedió el Marquesado de La Puebla de Cazalla, un municipio de Sevilla. Un título nobiliario nuevo, que sólo pudo disfrutar un año hasta que falleció y dejó la empresa a sus dos hijos. Su hijo Javier es quien heredó el marquesado. El fundador de Abengoa fue uno de tantos empresarios que hizo su propia transición y pasó a ganarse el favor de la nueva Monarquía. Pero, igual que en la configuración de la red de influencia internacional, ha sido Felipe quien le ha sacado más partido a la base de conexiones políticas españolas que le dejó su padre.

Parte de la admiración que despierta Abengoa en ámbitos empresariales españoles procede no tanto de que haya tejido esa red, como que haya logrado conservarla y aumentarla siempre manteniendo su sede social y proyección de crecimiento desde Andalucía y no desde los tradicionales polos industriales de Cataluña, País Vasco, o desde la capital, Madrid.


Asesores y consejeros

La relación con la Monarquía, efectivamente, fue y es estrecha. Alberto Aza, quien fuera jefe de la casa del Rey entre 2002 y 2011, entró como miembro del consejo asesor internacional de Abengoa al poco de salir de Zarzuela. Sólo estuvo un año, pero su paso es clave porque él ponía cara a la participación accionarial que el rey Juan Carlos detentaba en la empresa. Así lo comenta Javier de la Rosa en una de las conversaciones grabadas a hurtadillas por el Pequeño Nicolás en sus encuentros con el financiero catalán. Donde también relata que el presidente José María Aznar estuvo informado de que los Benjumea darían un paquete de acciones - ¿a cambio de qué?- al rey emérito, igual que ocurrió desde otras empresas como Ence o Telefónica. También el hijo de Aza, Alberto Aza Custodio, fue miembro del consejo de administración de Abengoa Bioenergía. Mismo consejo donde se sentó Carlos de Borbón-Dos Sicilias, primo del rey Juan Carlos.

Además, el citado consejo asesor internacional tuvo como primer presidente a Josep Borrell, el exministro de Obras Públicas con Felipe González que es consejero independiente de Abengoa desde 2009. Borrell es la punta del iceberg de los exmiembros de Gobiernos del PSOE bajo la batuta de Felipe González que Abengoa ha atraído a su red. Conocida es la amistad y aprecio profesional de Felipe Benjumea por Luis Atienza, expresidente de Red Eléctrica y exministro de Agricultura. Una de las tres únicas intervenciones en público de Benjumea entre 2007 y 2015 citadas anteriormente se produjo precisamente para presentar a Atienza en un coloquio en Sevilla en 2008.

Borrell y Atienza pertenecen a la corriente política más favorable a las renovables dentro del PSOE, junto a la exministra de Medio Ambiente con Zapatero, Cristina Narbona (esposa de Borrell). Precisamente un asesor muy cercano de Narbona, el catedrático de la Universidad de Sevilla ya jubilado Valeriano Ruiz, fue el gurú tecnológico de referencia para Abengoa en el desarrollo de la tecnología termosolar y ha formado a la mayoría del cuerpo de ingenieros de la filial Abengoa Solar.

La apuesta por la termosolar, en la que Abengoa es líder mundial, no se entendería en buena medida sin el apoyo de otro insigne dirigente pro-renovables del PSOE, el exministro de Industria, Miguel Sebastián. Su hermano, Carlos Sebastián, entró como consejero en Abengoa en junio de 2005 (un año después de la victoria de Zapatero) salió del mismo en febrero de 2012 (meses después de su derrota). Entretanto, Sebastián (el ministro) adjudicó a Abengoa a final de 2009 trece plantas que sumaban 650 megavatios. Sobre esta experiencia industrial, favorecida por las conexiones políticas, edificó el grupo el resto de su liderazgo global, ahora en entredicho tras salir del preconcurso tutelada por la banca acreedora que no le da oxígeno financiero.

La cara amarga de la apuesta termosolar de Abengoa –una empresa que nunca había fabricado centrales eléctricas para luego explotarlas, sino que había actuado sólo como proveedor- es que el enorme endeudamiento que requería sólo era sostenible si se hubieran mantenido las favorables condiciones legales de la tarifa a pagar por esa luz renovable. El cambio se produjo con la llegada al poder de Mariano Rajoy a final de 2011 y el inicio de la reforma eléctrica, ya en enero de 2012.

Abengoa reaccionó no sólo echando a Carlos Sebastián del consejo –ya había prescindido de él previamente como miembro del consejo de la filial Bioenergía-, sino fichando con la misma categoría de consejero independiente a Ricardo Martínez Rico, socio de la empresa de consultoría Equipo Económico en la que también fue accionista, entre otros, Cristóbal Montoro. El hoy ministro de Hacienda, que había tenido a Martínez Rico como secretario de Estado durante su anterior etapa al frente de la cartera de Hacienda con Aznar de presidente, fue de hecho quien más pugnó contra su antiguo compañero de gabinete, José Manuel Soria, ministro de Industria, para suavizar la nueva legislación en lo que a la termosolar se refería. Y lo logró en parte, con lo que de nuevo esa conexión política de primer nivel con quienes redactan el BOE fructificó.

El crecimiento y las prioridades del grupo determinan la configuración de la red: la apuesta por los negocios regulados como el del biocombustible o el de la producción de energía renovable explica que sean tanto el consejo de Bioenergía como el de la propia matriz quienes expriman la puerta giratoria. Sin embargo, las mismas regulaciones que inicialmente auspiciaron esos negocios –que obnubilaron al presidente de Abengoa desde que asumió la presidencia única de la empresa desplazando a su hermano en 2007-, han sido las que con su cambio a mitad de partido y con una empresa fuertemente endeudada colaboraron a la presentación del preconcurso con una deuda financiero de unos 9.000 millones y pasivos totales (proveedores y otras deudas) de 25.000 millones.

Un modus operandi, en cualquier caso, que es estructural aunque se haya hecho más patente con el biofuel y la energía solar. Ahí está el caso de la filial Befesa, vendida en 2013 a un fondo de capital riesgo alemán, y que recurrió a los servicios del expresidente José María Aznar para tratar de crecer en Argelia en 2010 contratándolo como comisionista. Befesa, presidida por Javier Molina (hijo de un alcalde de Huelva durante la dictadura, Federico Molina), estuvo a punto además de contratar a principios de 2008 a Ana de Palacio, exministra de Exteriores con Aznar, cuando ésta anunció que dejaba su puesto en ese momento en el Banco Mundial de Washington. La operación se frustró tras filtrarse a la prensa.

Tras salir Felipe Benjumea de la presidencia en 2015, y sucederle para gestionar el preconcurso el ingeniero sevillano José Domínguez Abascal y el exdelegado de KPMG en Andalucía, Antonio Fornieles, el cargo lo ocupa hoy Gonzalo Urquijo. En definitiva, otro experto en conexiones empresariales de alto nivel cultivadas desde su anterior puesto como primer directivo en España del grupo siderúrgico ArcelorMittal.

Y, paradójicamente, han sido las buenas conexiones del conjunto de la familia Benjumea las que sufrió el propio Felipe. Un miembro de esa familia sevillana crítico con la gestión de su tío en Abengoa es, justamente, el responsable de las reestructuraciones financieras en Santander, banco que era el primer acreedor español de Abengoa con 1.550 millones. Javier García-Carranza Benjumea, accionista también la sociedad patrimonial IC a través de la que la familia Benjumea y otras cuatro controlaron Abengoa durante 75 años, fue quien más fuerte empujó desde Santander para sacar a su tío de la presidencia y nombrar a una persona de su confianza, Urquijo. Felipe probó así su propia medicina, por así decirlo.

Redactor jefe Economía en Publicaciones del Sur. Colaborador de ThomsonReuters en Andalucía.
Fuente:
www.sinpermiso.info, 5-11-17

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