RBU, jornada laboral y desalarización

Albino Prada

04/05/2023

En paralelo a la necesaria ampliación del tiempo disponible semanal para la mayoría de los ciudadanos, por medio de una reducción de jornada de 36 a 23 horas[i], es imprescindible avanzar en los países de la UE y en España hacia una renta básica para todos.

Una renta que, al mismo tiempo, incentive un reparto del tiempo de trabajo asalariado disponible que haga posible aquella reducción[ii]. Redistribuyendo así para cada ciudadano, en ocupaciones sociales y en ocio, el tiempo liberado del trabajo asalariado[iii]. Esta combinación de políticas sociales haría posible reducir drásticamente la dependencia laboral extrema en la que vive hoy un 40 % de los trabajadores del Reino de España y, con ello, el riesgo de pobreza de buena parte de los mismos. Dos síntomas de desigualdad social que nos alejan de una sociedad democrática y decente.

*Conviene explicitar que esta doble palanca de ruptura debe descansar necesariamente en un Estado desmercantilizador que abra ese espacio, en tiempo liberado y en independencia de rentas, en beneficio de una parte creciente de la población. Incluso para que el pro-común o tercer sector encuentre un terreno más fértil para su extensión[iv]. Se daría así cumplimiento a una de las condiciones básicas para una sociedad decente: no humillar a los que viven en ella. Pues si, por un lado, debe haber mecanismos de protección contra la explotación y la degradación de las condiciones laborales (aquí encaja la reducción de jornada frente a su ampliación), por otro[v]

 

“una sociedad decente es aquella que proporciona a sus miembros la oportunidad de encontrar, al menos, una ocupación razonablemente significativa… [siendo así que]… una ocupación no constituye necesariamente un empleo, en el sentido de que ésta constituya la fuente de ingresos”.

 

Es éste un reto que se hace insoslayable cuando el creciente peso del capital invertido (material y sobre todo inmaterial) en la producción, se acompaña de la disminución del empleo requerido, y de una creciente cuota de las rentas no salariales en los ingresos distribuidos[vi]. Porque son muchas las razones para que la vieja relación entre trabajo asalariado efectuado y renta distribuida se reajuste, y lo haga en relación a la redistribución del trabajo social necesario en la economía hipercapitalista actual. Una redistribución que debiera ser asentada, y al tiempo incentivada, por medio de una renta básica universal[vii]. No me cabe duda alguna de que una tal redistribución solo se despejaría de acometer una transición histórica desde la actual sociedad salarial, tal como la razona Noam Chomsky[viii]

 

“… de la misma manera que se fue entendiendo que la esclavitud es una violación de los derechos humanos esenciales, podemos esperar que llegue el día en que la esclavitud a sueldo y la necesidad de ponerse en alquiler para sobrevivir puedan ser enfocadas de un modo parecido”.

 

Por eso es una excelente noticia el asumir que tal día podría estar a cada paso más cerca en la medida en que los requerimientos de tiempo de trabajo son cada vez menores, mientras la producción crece sin cesar. Un contexto productivo en el que no debiera ser difícil encajar la combinación del salario personal y directo con algún tipo de renta universal de ciudadanía[ix].

Ese ingreso suficiente, o renta básica, conformaría una protectora red pública no del desempleo (o del empleo) sino del tiempo no asalariado. Estimulando de paso una reducción generalizada de la jornada que abra espacio a nuevos empleos, todos ellos a (ese menor) tiempo completo. Evitando caer en un ingreso mínimo que favorezca ser carne de cañón bien del desempleo, bien de empresarios negreros del trabajo a tiempo parcial[x].

En consecuencia, mientras una renta mínima con incentivos[xi] se modula (decreciendo) según se tenga una ocupación asalariada a tiempo creciente, en nuestro caso la renta básica lo haría (creciendo) acoplada a una jornada salarial menguante[xii].

*

En esta encrucijada social siempre debiéramos partir de la base de que ni las próximas generaciones tendrían que ser más pobres, ni la actual debiera jubilarse más tarde, si vivimos en una economía con una riqueza global creciente[xiii]. Siendo así que una renta básica universal constituye una palanca estructural clave para la ruptura con el actual infocapitalismo: incentivando vidas laborales más cortas y separando trabajo y salarios[xiv]. Desalarizando el tiempo de vida y reduciendo la subordinación del trabajo al capital.

Sobre tal base, el conjunto de la sociedad a través del Estado o del ámbito pro-común, reconocería la utilidad social de trabajos hoy no pagados (cuidados en las familias[xv], servicios locales, rurales, ambientales, etc.) frente a la opción (en otro lugar lo he llamado despilfarro catastrófico) de la marginalidad, la invisibilidad, el subempleo o la inutilidad personal en un creciente ejército laboral de reserva[xvi]. Dejando[xvii] así de “excomulgar el «trabajo propio» o la «autoayuda no remunerada» (trabajo doméstico, ayuda comunitaria, etc.), y considerar trabajo «verdadero» solamente el trabajo retribuido según criterios de mercado”.

Para ello es necesario un ingreso suficiente (renta básica universal) no vinculado a un empleo previo, un ingreso que abra espacio y permita tener autonomía para realizar tareas útiles que ahora mismo no se pagan con dinero. Y que, al mismo tiempo, facilite el camino para una redistribución del actual tiempo de trabajo remunerado (asalariado o contratado), a la vez que hace lo propio para reforzar actividades socialmente útiles pero no remuneradas[xviii].

Esta propuesta compartiría algunos rasgos de una “renta de participación” que si bien no tiene la incondicionalidad absoluta de una “renta básica” anotaría una condicionalidad laxa vinculada a actividades -salariales o no- que favorezcan y encajen en una reducción generalizada de la jornada laboral[xix]. Cuanto más en una situación de paro estructural en la que debiera ser un objetivo social prioritario el contar[xx] con “una renta incondicional sustancial unida a una reducción importante del tiempo de trabajo”.

Se ampliaría entonces, con toda seguridad, la presencia de aquellas actividades que no se hacen por dinero, que el dinero no puede o debe comprar. Como las tareas que son vocacionales (médicos, cuidadores, educadores, ambientales, ayuda al desarrollo, cuidado de la infancia, de los mayores,…), donde el dinero no es el fin primario, donde apenas debiera ser un medio para ejercer la profesión, pero nunca el fin de las mismas[xxi].

*

Repárese en que lo que en este punto se está proponiendo no sería más que poner al día aquello que argumentara[xxii] William Beveridge nada menos que en 1945: “…garantizar que cada ciudadano del país, con tal de que trabaje y contribuya en lo que pueda, reciba un ingreso que lo mantenga a cubierto de necesidades”.

Tareas y actividades que sin duda debieran, además, quedar excluidas de cualquier tecnofilia digitalizadora e hipercapitalista. Porque hablamos de actividades que son el tiempo de la vida misma, de un tiempo que no queremos tenga un precio al que deba ser vendido o comprado[xxiii]. Para avanzar hacia aquella vida decente que en su día ya señaló con paladina claridad Carlos Marx[xxiv]: “¿son estas doce horas de tejer, hilar, taladrar, tornear, construir, cavar y machacar piedras la manifestación de su vida, su vida misma? Al contrario. Para él, la vida comienza allí donde terminan estas actividades”.

Repárese en que una reducción de la jornada semanal media -sin reducción del salario- en un sistema capitalista que cada vez produce más riqueza por hora de trabajo, apenas arañaría una pequeña fracción a la galopante concentración de capital y acumulación de beneficios en las actividades más dependientes de la IA o la robotización[xxv]. Una reducción que -al mismo tiempo- se ajustaría a las preferencias declaradas por el conjunto de los trabajadores de la Unión Europea, según las cuales para disfrutar de un horario de trabajo decente lo adecuado sería disminuir la actual jornada semanal como mínimo en una cuarta parte[xxvi].

Esa reducción en combinación con una renta básica universal (RBU) que la propicie, y le abra camino, favorecería que una parte creciente de trabajadores dependiese cada vez menos de tener que ceder tiempo de vida como asalariados para poder satisfacer sus necesidades. Esa menor dependencia marcaría la senda de una desalarización no neoliberal[xxvii]. No estaríamos ante el fin del trabajo, aunque sí embridaríamos tanto el asalariado como sus sucedáneos aún más dependientes del capital[xxviii].

Claro que necesitaríamos transitar, en paralelo, hacía una metamorfosis del capital. Erik Olin Wright se refiere, en este contexto, a la renta básica universal y a varias vías de transformación del capital como dos ejes que permitirían modificar las relaciones de poder entre trabajadores y capitalistas, en un sentido emancipador, en lo que él denomina un capitalismo subordinado[xxix]. Ambas provocarían una reducción de la subordinación salarial actual, en la medida en que la renta básica se combine con rentas salariales, minorando la obligación de mostrarse dispuesto a aceptar cualquier empleo[xxx].



[i]     Lo justifico y argumento en pp. 74-76 de mi “Trabajo y capital en el siglo XXI” (2022), Servicio de Publicacións da Universidade de Vigo, acceso en abierto aquí: https://secretaria.uvigo.gal/uv/web/publicaciones/public/show/378

      Las referencias citadas en este artículo se incluyen en la bibliografía final de este ensayo.

[ii]    RBU junto a reducción de jornada también en Negri y Guattari (1999: 74 y 75) o en Arriola y Vasapollo (2005: 215). No me parece casual que la RBU se incluyese en la agenda política española por primera vez en el año 1999 en el preámbulo de la iniciativa legislativa popular por las 35 horas semanales, Iglesias,  Busqueta y Sáez, M. (2004: 47)

[iii]   Sería una forma de desmencantilizar esa peculiar mercancía que es el trabajo, Munck (2002: 234). Sin duda complementado con una desactivación del actual consumismo en el Norte (principal responsable del colapso climático).

[iv]   Alonso (2000: 129 y 198). Mingione (1993: 36) siguiendo a Polanyi distingue la esfera del mercado, la de redistribución (Estado) y la de la reciprocidad (pro-común). Yo añadiría el ámbito del altruismo.

[v]    Margalit (2010: 30 y 197)

[vi]   Gorz (1997: 298)

[vii]  Existiendo un vínculo entre reducción de jornada ® renta básica ® redistribución fiscal, pues “entre las opciones para resolver el impacto que una semana laboral más corta pueda tener sobre los salarios se incluyen la distribución de los ingresos y de la riqueza por medio de mayores impuestos progresivos” (NEF 2010:7). Así la Red Europea de Renta Básica (www.basicincome.org). También lo señalan Majó (2016: 37) y Husson (2016: 60).

[viii] Chomsky (1989: 124). En la misma línea que Chomsky, muchos años antes, Polanyi (1944: 410). En los dos casos se trata, obviamente, de una desalarización no neoliberal. Hace ya cien años Bertrand Russell proponía “que todos, trabajen o no, tengan garantizados unos ingresos mínimos suficientes para cubrir sus necesidades básicas”, Russell (2003: 99).

[ix]     La expresión es de Amin (1999: 158-159); en Amin (2015) vincula robotización y “general intellect” a una renta de ciudadanía universal a escala mundial.

[x]    Standing (2017: 115-116). Para que la renta básica no sea “instrumento de la reducción estatal de costes” (Grupo Krisis 1999: 95); para quien esto escribe tiene que estar asociada a la reducción/reparto del trabajo semanal asalariado y a actividades sustitutivas del pro-común. Este enfoque poco tiene que ver con el tercer sector o pro-común tal como lo plantea Rifkin (1997: 317 y ss.), Rifkin (2014: 195 y ss.). En las pp. 111-115 de mi “Trabajo y capital en el siglo XXI” (2022), Servicio de Publicacións da Universidade de Vigo, (acceso en abierto aquí: https://secretaria.uvigo.gal/uv/web/publicaciones/public/show/378) evalúo cinco enfoques alternativos para España, decantándome por el abordaje de Arcaróns, Raventós y Torréns (2018)

[xi]     Conde-Ruiz y Ocaña (2017: 113-114)

[xii]  “A quien trabaja remuneradamente muchas horas, tiene con la renta básica más fácil reducir su horario de trabajo”, VV.AA. (2020: 13-14); un segundo cheque para los que reducen su jornada, Gorz (1995: 55, 138). Una propuesta concreta para España se realiza por Torrens, L. y González, E. (2016)

[xiii]   La edad preferida para jubilarse en España está por debajo de los 65 años, INSHT (2017: 101)

[xiv]   Mason (2016 : 31-32, 365); aparte, claro está, de mejorar la inclusión social y reducir de forma radical el riesgo de pobreza.

[xv]     Weeks (2020: 200 y ss., 245) vincula la RBU y la reducción de jornada a la agenda feminista.

[xvi]   Sennett (2008: 159 y ss). Este ejército es necesario –y producido- por el capital para el dominio de los ocupados, Žižek (2014: 249). Es ésta una razón de mucho peso para, en una sociedad de mercado, no querer redistribuir el trabajo por medio de una reducción de jornada ni asumir una RBU.

[xvii]   Grupo Krisis (1999: 86 y 107); trabajos invisibles casi siempre femeninos, OIT (2017: 20), NEF (2010: 7 y 25). Para España -Torrens, L. y González, E. (2016)- estiman 2 horas más de trabajo diario (remunerado o no) de las mujeres respecto a los hombres. También INSHT (2017: 69)

[xviii]     También Hardt y Negri (2002: 365), Fumagalli (2010: 291 y ss.), Arias y Costas (2016: 150-151), Standing (2013: 269 y ss.)

[xix] Van Parijs, Ph. y Vanderborght, Y. (2006: 71-73, 89-90)

[xx]  Van Parijs, Ph. y Vanderborght, Y. (2006: 111-112), como comprueban para España Torrens, L. y González, E. (2016)

[xxi]   Aquí es fundamental la obra reciente de Sandel (2013). Enumera estas actividades Atkinson (2016: 208). Actividades creadoras de capital social a partir del creciente tiempo libre de “la era posterior al trabajo”, Barber (2000: 152). “Animaría a la gente a dedicarse más a trabajo no pagado y ecológicamente valioso de cuidado y revitalización de los bienes comunes”, Standing (2017: 297)

[xxii] Citado por Bauman (1999: 77); actualizar significa aquí que ese “trabaje y contribuya” pueda serlo tanto en tiempo asalariado-contratado, como en tiempo dedicado al pro-común o colaborativo.

[xxiii]     Gorz op. cit. p. 182, 187, 295. También Moulier (2012: 209). Trabajar y consumir menos en un entorno de desarrollo sin crecimiento ni colapso climático, Harvey (2014: 266 y 287). Lo que Robert Kurz (1991) denominaba actividades de “ocio productivo”.

[xxiv]      Marx (1849: 17-18)

[xxv] Lo que no impide, más bien explica, que en la agenda empresarial la reducción de jornada se vincule siempre a una reducción del salario, Montes, P. y Albarracín, J. (1993: 109). Recio (1997: 233) incide en la difícil aceptación por los capitalistas de una menor jornada con el mismo salario. Sin embargo no sucede lo mismo con la ampliación de jornada, porque las horas extraordinarias no pagadas alcanzan en España a casi la mitad de las realizadas (datos en la EPA del INE), cerca del total en finanzas, educación o energía.

[xxvi]      Boulin et alt. (2006: 72 y 397). Sorprende que nuestro Parlamento Europeo (2017: 17) en el apartado relativo al equilibrio entre vida profesional y vida privada del Pilar Social Europeo no se ocupe en absoluto de la jornada laboral. La disolución y ampliación de la jornada en el teletrabajo post-pandémico de 2020 parece estar detrás de la conocida como Gran Dimisión en Estados Unidos,

https://elpais.com/economia/2021-11-21/la-revolucion-que-hace-que-cuatro-millones-de-trabajadores-abandonen-su-puesto-cada-mes-en-ee-uu.html

[xxvii]     Mayor “libertad del trabajador dependiente,… control de su facultad de romper el contrato” (Moulier 2006: 13) pues “la libertad de romper el contrato laboral por parte del trabajador ha sido una conquista muy larga y difícil” (Moulier 2006: 27); también Srnicek y Williams (2017: 177). Alonso (2000: 90) “reducción de la dependencia”. Reducir la dependencia del salariado, Casassas (2018: 16, 24, 90). A “liberar el trabajo del salariado” se refiere Toni Negri en el minuto 35 de esta entrevista: https://www.youtube.com/watch?v=BOpTvdOXF9U

[xxviii]    Rifkin (1997: 335) y Rifkin (2014: 155-170) juega con la idea del último trabajador… pero nunca del último capitalista. Lo que, a todas luces, es un sinsentido.

[xxix]        Wright (9, 21, 27, 156); sobre RBU (op. cit. pp. 225 y ss.); sobre capital (op. cit. pp. 232 y ss.). Llama la atención que en su detallado análisis de “utopías realistas” no encontremos ni rastro de propuestas sobre la jornada laboral (singularmente en las pp. 355-357 de op. cit.)

[xxx] Van Parijs, Ph. y Vanderborght, Y. (2006: 85); embridar el creciente dominio al que alude Negri (1999: 135)

 

Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de Santiago de Compostela, profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Vigo, fue miembro del Consejo Gallego de Estadística, del Consejo Económico y Social de Galicia y del Consello da Cultura Galega. Actualmente colabora, además de en Sin Permiso, en medios como Tempos Novos, Luzes o Nós diario. Es miembro de ECOBAS y del Consejo Científico de Attac España.
Fuente:
www.sinpermiso.info, 7-5-2023

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