Palestina: carta de Mahmoud Khalil desde un centro de detención

Mahmoud Khalil

23/03/2025

Me llamo Mahmoud Khalil y soy preso político. Me dirijo a ustedes desde un centro de detención de Luisiana, donde me despierto entre mañanas frías y paso largos días siendo testigo de las silenciosas injusticias que se cometen contra un gran número de personas privadas de la protección de la ley.

¿Quién tiene derecho a tener derechos? Desde luego, no es el caso de los seres humanos hacinados en las celdas. No el del senegalés que conocí, privado de libertad desde hace un año, con su situación legal en un limbo y su familia a un océano de distancia. No el del detenido de veintiún años que conocí, que pisó este país a los nueve, sólo para que lo deporten sin una audiencia legal siquiera.

La justicia escapa a los contornos de las instalaciones de inmigración de este país.

El 8 de marzo me detuvieron agentes del Departamento de Seguridad Interior (DHS) que se negaron a presentar una orden judicial y nos abordaron a mi esposa y a mí cuando volvíamos de cenar. Las imágenes de aquella noche ya se han hecho públicas. Antes de darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, los agentes me esposaron y me obligaron a entrar en un coche sin matrícula. En ese momento, mi única preocupación era la seguridad de Noor. No tenía ni idea de si se la llevarían también a ella, ya que los agentes habían amenazado con detenerla por no querer separarse de mí. El DHS no me dijo nada durante horas: no sabía la causa de mi detención ni si me enfrentaba a una deportación inmediata. En el número 26 de la Federal Plaza [de Nueva York], dormí sobre el suelo frío. De madrugada, los agentes me trasladaron a otro centro en Elizabeth, estado de Nueva Jersey. Allí dormí en el suelo y, pese a haberla pedido, me negaron una manta.

Mi detención fue consecuencia directa de haber ejercido mi derecho a la libertad de expresión mientras abogaba por una Palestina libre y por el fin del genocidio en Gaza, el cual se reanudó con toda su fuerza el lunes por la noche. Con el alto el fuego de enero ya roto, los padres de Gaza vuelven a acunar mortajas demasiado pequeñas, y las familias se ven obligadas a sopesar el hambre y el desplazamiento frente a las bombas. Es nuestro imperativo moral persistir en la lucha por su completa libertad.

Nací en un campo de refugiados palestinos en Siria, en el seno de una familia desplazada de su tierra desde la Nakba de 1948. Pasé mi juventud cerca de mi tierra natal, pero lejos de ella. Pero ser palestino es una experiencia que trasciende las fronteras. Veo en mis circunstancias similitudes con el uso que hace Israel de la detención administrativa -encarcelamiento sin juicio ni cargos- para despojar a los palestinos de sus derechos. Pienso en nuestro amigo Omar Khatib, que fue encarcelado sin cargos ni juicio por Israel cuando regresaba a casa de viaje. Pienso en el el doctor Hussam Abu Safiya, director de hospital y pediatra de Gaza, al que hizo prisionero el ejército israelí el 27 de diciembre y permanece hoy en un campo de tortura israelí. Para los palestinos, el encarcelamiento sin garantías procesales es algo habitual.

Siempre he creído que mi deber no consiste sólo en liberarme del opresor, sino también en liberar a mis opresores de su odio y su miedo. Mi injusta detención es indicativa del racismo antipalestino que tanto el gobierno de Biden como el de Trump han demostrado en los últimos dieciséis meses, mientras los Estados Unidos han seguido suministrando armas a Israel para matar palestinos y han impedido la intervención internacional. A lo largo de las décadas, el racismo antipalestino ha impulsado sus esfuerzos por ampliar las leyes y prácticas estadounidenses que se utilizan para reprimir violentamente a los palestinos, los norteamericanos de origen árabe y de otras comunidades. Precisamente por eso estoy en el punto de mira.

Mientras espero decisiones judiciales que ponen en la balanza el futuro de mi esposa y mi hijo, quienes permitieron que se me persiguiera siguen cómodamente en la Universidad de Columbia. Los presidentes [Minouche] Shafik, [Katrina] Armstrong y la decana [Keren] Yarhi-Milo sentaron las bases para que el gobierno norteamericano me pusiera en su punto de mira al sancionar arbitrariamente a estudiantes propalestinos y permitir que camparan sin control campañas virales de doxeo [publicación de datos personales con intención difamatoria en redes y medios digitales] basadas en el racismo y la desinformación.

Columbia me atacó por mi activismo, creando una nueva oficina disciplinaria autoritaria para eludir el debido proceso y silenciar a los estudiantes que critican a Israel. Columbia se rindió a la presión federal revelando los registros de los estudiantes al Congreso y cediendo a las últimas amenazas de la administración Trump. Mi detención, la expulsión o suspensión de al menos veintidós estudiantes de Columbia -algunos despojados de sus títulos de BA [licenciatura en Humanidades] a pocas semanas de su graduación- y la expulsión del presidente de SWC [Student Workers of Columbia], Grant Miner, en vísperas de las negociaciones contractuales, son claros ejemplos de ello.

En todo caso, mi detención es un testimonio de la fuerza del movimiento estudiantil para cambiar la opinión pública respecto a la liberación palestina. Los estudiantes han estado durante mucho tiempo en la vanguardia del cambio: encabezando el empeño contrario a la guerra de Vietnam, figurando en primera línea del movimiento por los derechos civiles e impulsando la lucha contra el apartheid en Sudáfrica. También hoy, aunque la opinión pública aún no lo haya entendido del todo, son los estudiantes quienes nos conducen hacia la verdad y la justicia.

La administración Trump me tiene en el punto de mira como parte de una estrategia más general destinada a reprimir la disidencia. Los titulares de visados, los portadores de tarjetas de residencia y los ciudadanos por igual serán objeto de persecución por sus convicciones políticas. En las próximas semanas, estudiantes, activistas defensores y funcionarios electos deben unirse para defender el derecho a protestar por Palestina. No sólo están en juego nuestras voces, sino las libertades civiles fundamentales de todos.

Sabiendo plenamente que este momento trasciende mis circunstancias individuales, espero no obstante ser libre para poder presenciar el nacimiento de mi primogénito. 

estudiante de la Universidad de Columbia y destacado activista en las movilizaciones propalestinas, fue arbitrariamente detenido por las autoridades norteamericanas el pasado 8 de marzo.
Fuente:
Jacobin, 20 de marzo de 2025
Traducción:
Lucas Antón

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