Antoni Domènech
G. Buster
Daniel Raventós
02/06/2014A juzgar por las portadas de los grandes periódicos del régimen en los días inmediatamente anteriores a las elecciones europeas del pasado 25 de mayo, la cosa se presentaba razonablemente tranquila. El gobierno del PP del que directa o indirectamente dependen ahora financieramente todos esos medios, bien que lentamente, estaba consiguiendo sacar al país de la maldita crisis: lo peor, gracias a Dios y a la Virgen del Rocío, ya habría pasado; "todo el mundo" podía empezar a ver las mejoras, y los grandes partidos "nacionales", según distintas encuestas, contendrían su sangría electoral. El PP sufriría el lógico desgaste de la "difícil" gestión económica, pero tampoco sería una catástrofe. Y la "responsable" oposición del PSOE de Rubalcaba quizá se vería incluso premiada recobrando cierto pulso. Faltaba sí, tal vez, un poco de "pedagogía", ese palabro que tanto les gusta a los pilares políticos del sistema (véase PSOE; véase PP; véase CIU) y cuyo revelador significado etimológico es el de sacar a pasear un poco más a los nenes. Pero tras varios años de duro castigo laboral, policial y mediático, la estragada población se habría ido cansando de protestar "inútilmente" y parecía comenzar a resignarse a su suerte. Que no era otra que la que le reservaba el núcleo compartido de las "únicas políticas posibles": rescate de las entidades financieras quebradas a costa del contribuyente, austeridad y consolidación fiscal con blindaje constitucional express incluido, retracción del gasto público, recorte de derechos sociales, autoritarismo empresarial recrecido, devaluación salarial, más desregulación y "flexibilización", más privatizaciones y más represión y más limitaciones de libertades civiles básicas. Del problemón de Cataluña se habló en el debate protagonizado en Europa por los cabezas de lista de las cinco grandes formaciones políticas europeas; en nuestro peculiar "corral nublado" el "debate" quedó restringido a dos, y ni Valenciano ni Cañete llegaron siquiera a mencionarlo. En pocas palabras: el bipartidismo recuperaba vigor:
Es natural que después de tanta autohipnosis inducida, algunos despertaran el 26 de mayo transidos y sobresaltados.
Para los editorialistas de Libertad Digital esa amalgama involuntariamente cómica de revisionismo neofranquista cañí y neoliberalismo paródico, se avizora un panorama apocalíptico y los "presagios son pésimos": "Si estos resultados marcaran tendencia, el bipartidismo que ha conformado la vida política de los últimos decenios podría tener los días contados. Quizá ni siquiera pudiera salvarlo un Gobierno de concentración ( ) las fuerzas más encarnizadamente antiespañolas salen reforzadas de este envite, con resultados terroríficos en País Vasco, Navarra y Cataluña. El escenario en estas regiones se torna estremecedor. ( ) Es la hora de los liderazgos fuertes y decididos. Liderazgos que sólo exhibe la extrema izquierda y el nacionalismo sedicioso. No hay manera de atenuar la gravedad del desafío."
Pero incluso un político tan corrido y experimentado como Felipe González se apresuró a alertar de la "catástrofe que supondría para España y para Europa que prendan alternativas bolivarianas influidas por algunas utopías regresivas", en alusión directa al fulminante éxito de Podemos, la gran sorpresa y la gran alegría de estas elecciones.
¿Qué teme González, el pragmático político de "mirada tontiastuta de gatazo castrado y satisfecho", según le retrató para siempre el Premio Cervantes de literatura Rafael Sánchez Ferlosio? ¿Teme acaso que el "Consenso de Bruselas", que ha dominado la política de la UE en estos últimos años alegremente avalado por Populares, Socialdemócratas y Liberales y que ha destruido literalmente la vida económica y social de la "periferia deudora" europea, termine políticamente como el Consenso de Washington de 1989, que destruyó literalmente la vida económica y social de las naciones latinoamericanas deudoras, imponiéndoles neocolonialmente como se imponen ahora a la periferia europea obligaciones de devolución de la deuda favorables a los bancos del Norte, [1] políticas procíclicas de austeridad y retracción del gasto públicos e insensatas políticas desregulatorias, privatizadoras y de devaluación salarial? González y el diario El País, que es como quien dice su casa, fueron en su día tan fanáticos partidarios de aquel "Consenso de Washington", que no dudaron ni por un momento en aplaudir en 2002 el golpe de Estado contra el Presidente democráticamente electo de Venezuela, Hugo Chávez, quien fue el inicio de la reacción política "bolivariana" de América Latina a las devastadoras políticas neoliberales impuestas colonialmente desde el Norte. Esperemos que si la izquierda supuestamente "bolivariana" llega tan lejos en España como González parece temer, no tengamos que temer nosotros que termine éste su nada edificante trayectoria política apoyando aquí también golpes de Estado.
Rechazo del "Consenso de Bruselas"
El proceso de construcción de la UE, con sus terribles y bien conocidos déficits democráticos, permitió la cristalización del catastrófico "Consenso de Bruselas". Por eso resulta ahora tan fácil hacer analogías no triviales con el "Consenso de Washington". Incluida ésta: países de la periferia deudora europea, miembros de pleno derecho político de la Unión Europa, se han visto sin embargo tratados en los últimos años por la Troika incluida la Comisión Europea como dominios coloniales. Pero como dominios coloniales no totalmente privados al menos de voz y sufragio: por eso eran tan importantes estas elecciones, para oír voces y contar sufragios.
La voz más interesante que se ha oído en esta campaña ha sido la griega de Tsipras, voz de esperanza que ha sabido aunar propuestas racionales y de sentido común realista para el conjunto de la UE (véase el núcleo de su realista programa económico europeo, condensado en la celebérrima Modesta Propuesta de Varoufakis, Galbraith y Stuart Holland) con la radical denuncia del sufrimiento del pueblo griego y del conjunto de la periferia endeudada. La voz menos esperanzadora, la del viejo y gastado dirigente Verde alemán Daniel Cohn-Bendit otro gatazo castrado y satisfecho añadiéndose ayer mismo al "Consenso de Bruselas" y pidiendo el voto de los diputados Verdes europeos para el candidato Popular Juncker a fin de "salvar" (sic!) la democracia europea.
En cuanto al sufragio, lo primero que hay que observar es el muy decepcionante alto índice de abstención. En el conjunto de la UE, apenas un 43% de participación electoral. Con porcentajes especialmente bajos en Eslovaquia (13%), República Checa (19,5%), Eslovenia (21%), Polonia (22,7%), Croacia (24,3%), Hungría (29,2%), Letonia (30%), Portugal (34,5%), Rumania (34,7%), Reino Unido (36%); Estonia (36,4%), Holanda (37%), Lituania (37,3%). Francia (43,5%) y el Reino de España (44,7%) se sitúan en la media. Burda propaganda interesada aparte, incluso en una Cataluña inmersa en un radical proceso de autodeterminación con gran base de apoyo popular y en la que el gobierno austeritaria derechista de CiU (nada que ver con el National Party escocés) llamó insistentemente a la participación presentando con gran aparato propagandístico las elecciones europeas como un plebiscito coram Europa en favor del muy "europeísta" soberanismo catalán, el resultado es más que insuficiente: apenas superior a la media española e inferior, por ejemplo, al de la Comunidad de Madrid.
Con todo y con eso, la población europea, a diferencia de lo que les pasó a las poblaciones latinoamericanas en los 90, pudo mal que bien hablar por el sufragio. Y lo que expresó con sus votos y acaso también con la pertinaz abstención es un rotundo rechazo de las políticas austeritarias del "Consenso de Bruselas". El voto de castigo contra el "Consenso de Bruselas" se manifiesta ante todo en la pérdida del 7% de los escaños Populares (62 europarlamentarios), del 1% de los Socialdemócratas (11) y del 1,4% de los liberales. El primer llamamiento del candidato conservador Popular a la presidencia de la Comisión, Jean-Claude Juncker, para una nueva coalición de las tres fuerzas ha encontrado la condición de la socialdemócrata Hannes Swoboda de que se abandone la política de austeridad y las instituciones europeas den un giro drástico a favor del crecimiento y el empleo. Parecida posición ha permitido en Portugal la victoria del PS, y en Italia, la del PD de Renzi; ignorarla le ha costado al PS francés un estrepitosa humillación electoral, copiosamente rentabilizada por la extrema derecha neovichysta. Pero en ningún sitio del Sur de Europa la alternativa es tan clara como en Grecia, el país martirizado con saña por la Troika: Syriza, con el 26,48%, supera en más de tres puntos a la derecha de Nueva Democracia, aunque la suma de sus votos conservadores y los de los restos del PASOK siguen asegurando, a falta de nuevas elecciones legislativas, una precaria mayoría al actual gobierno austericida.
Si la Izquierda Unida europea y los Verdes aumentan en toda la UE sus escaños, más significativa es la victoria de las fuerzas eurófobas y demófobas, y por lo pronto, del UKIP en el Reino Unido, del DF en Dinamarca y del Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia, así como el auge de otras fuerzas neofascistas en Hungría, Grecia, Polonia y la propia Alemania. La obvia intención de los Socialdemócratas (y de los sectores más liberales y derechistas de los Verdes alemanes) de llegar a un acuerdo con los Populares y votar a Juncker para "condicionar" a Merkel desde el social-liberalismo, no sólo profundizará la crisis de la socialdemocracia europea, sino que verosímil y desgraciadamente estimulará el auge de los populismos nacionalistas de extrema derecha en el Norte rico y en el desjarretado Este de la UE.
La crisis del bipartidismo dinástico se acelera en el Reino de España
Quienes creen que los resultados en el Reino de España solo pueden ser interpretados en clave interna, se equivocan: la gemebunda crisis del bipartidismo dinástico español que ha pasado en unos meses de sumar más del 80% del sufragio a quedarse por debajo de la simbólica raya del 50% dimana directamente de las políticas de ajuste neoliberales aplicadas por Zapatero y Rubalcaba al dictado del comisario socialista Almunia y de la Troika. El descalabro del PP y del PSOE en estas elecciones es de campeonato: han perdido juntos más de cinco millones de votos respecto de las elecciones europeas de 2009 (¡con una abstención menor!). Y en la medida en que las europeas han sido hasta ahora en el Reino de España un predictor empírico casi perfecto de las tendencias electorales generales, se está autorizado a conjeturar que ha quedado gravemente socavada su capacidad para la alternancia sucesiva en el gobierno. Y lo que es más importante y decisivo ahora, que han perdido la capacidad de proceder a una reforma amañada entre ellos de la Constitución de 1978-2011 y aun seguramente el margen suficiente para enfrentar juntos la gravísima crisis de la Segunda Restauración borbónica que ya nadie mínimamente avispado niega a estas alturas con la Gran Coalición de que maliciosamente sugirió Felipe González, terminando de arruinar con una intempestiva verdad la cínica y mendaz campaña electoral de la muy curtida Valenciano y el muy incipiente Javi López.
Los pésimos resultados cosechados por el PSOE han obligado a Rubalcaba a convocar un congreso extraordinario para el 19 y el 20 de julio. Al posponer su dimisión, intentaba verosímilmente controlar su propia sucesión y, sobre todo, el curso debate político en cuyos moldes habrán de verterse las candidaturas que se presenten: ¿gobierno de coalición PP-PSOE, o gobierno de coalición con las izquierdas? Ello es que la descomposición del aparato central de Ferraz ha sido tan vertiginosa, que los secretarios generales de las federaciones se han hecho fácilmente con el timón de un proceso que también pretenden controlar. La crisis del PSOE se ha convertido durante unos días en una esperpéntica tragicomedia en la que todas las partes interesadas se amenazaban con el voto de "todos" los militantes, cuando no de "todos" los votantes para reconstruir la demediada legitimidad del propio aparato. Mientras tanto, los medios de comunicación de la derecha avanzan ya el perfil de "su" candidato para la Gran Coalición. Al final, las federaciones socialistas de Valencia, Madrid y Andalucía, que aspiran a formar o consolidar gobiernos de izquierda autonómicos, serán determinantes en la elección del nuevo secretario general del PSOE y en la organización tutelada de las primarias en noviembre. Virtud indiscutible de estas elecciones europeas ha sido la de mostrar a las claras que la única alternativa de verdad a un viraje radical y creíble hacia la izquierda contra las políticas austeritarias de consolidación fiscal es la más que probable "pasokización" del PSOE.
La pírrica victoria del PP 2,6 millones de votos, 16 puntos y ocho escaños perdidos indica que la crisis y las políticas neoliberales comienzan a descomponer la base social popular de la derecha política española: pesar de la tremenda polarización ideológica perversamente inducida por el gobierno y sus terminales mediáticas, esa base castiga al PP preferentemente con la abstención. Sin posibles aliados, el PP se enfrenta a un escenario en el que no podrá repetir sus mayorías absolutas en autonomías clave como Madrid, Valencia o Extremadura, y sigue perdiendo terreno en Andalucía. También en Cataluña y el País Vasco, lugares en donde ha dejado de ser el único defensor del españolismo dinástico más demagógico: una nueva competencia propiciada por UPyD, Ciudadanos y Vox ha abierto una incierta división en las filas de la derecha, bien que harto menor de la esperada; aun subiendo apreciablemente, estas elecciones han sido un "discreto" pero rotundo fracaso para las ambiciosas pretensiones "bisagristas" del partido de la incombustible Rosa Díaz, como ha sabido explicar con perspicacia el analista conservador Antonio Zarzalejos.
A la izquierda del PSOE, los resultados han sido buenos en algunos casos y excelentes en otros. Tenemos, para empezar, la inopinada irrupción electoral de Podemos, que ha pasado en sólo cuatro meses de vida a cosechar más de un millón doscientos mil votos y a convertirse, sin "aparato" que no fuera improvisado y sin medios financieros propios ni, menos, créditos bancarios, en la cuarta fuerza política del Reino (por delante de UPyD), y en muchos lugares clave (Madrid, señaladamente), en la tercera (con holgado sorpasso a IU). Supone, claro está, la irrupción en la política institucional de la guadianesca generación del 15M, que reaparece ahora encabezada por un brillante y convincente Pablo Iglesias que, en campaña, se ha revelado como un dirigente tan audaz como excepcionalmente dotado de instinto político. Sus votos por lo que hasta ahora se puede estimar estadísticamente, sobre todo en Barcelona y Madrid proceden muy señaladamente de barrios obreros y de jóvenes castigados muchos, hijos de votantes socialistas con una tasa de paro holgadamente superior al 50%.
Y diríase que la audacia, más aún que la juventud, es lo que está dispuesta a apoyar ahora mismo con entusiasmo electoral una izquierda social tan harta de hueras promesas una y otra vez incumplidas, como de discursos estólidos y "aparatos" cocidos en el propio jugo. A lo que más ha recordado la fulgurante irrupción en la política española del Podemos del joven Iglesias es a la fulgurante irrupción en la política gallega de la ANOVA del veterano Beiras en las elecciones autonómicas de 2012. Si a la hora de encarar estas elecciones europeas, la dirección federal de IU en vez de entregarse a "hojas de ruta" horras de discusión propiamente política y a miopes acuerdos de "reparto" burocrático entre "familias", hubiera hecho caso a las ofertas de Pablo Iglesias y hubiera seguido el buen ejemplo de la dirigente de la Esquerda Unida gallega, Yolanda Díaz, que consiguió un extraordinario éxito en octubre de 2012 formando coalición electoral con ANOVA, ahora estaríamos tal vez hablando, si no de un verdadero terremoto político, sí de una explosión todavía mayor de esperanza popular. No hay duda de que la Izquierda Plural ha cosechado un gran éxito electoral: un millón y medio de votos, triplicando su número de diputados. Pero ahora hay que esperar que la amarga lección recibida con este triunfo insuficiente la Izquierda Plural aportará al Partido de la Izquierda europeo encabezado por Tsipras el mismo número de diputados que Podemos: 5 sirva para algo más que para hacer propósito de enmienda a la hora de construir, cuando menos, un frente amplio electoral unitario de la izquierda, abierto a todo el mundo, sobre la base de discusiones políticas y programáticas claras, razonadas y públicas, y legitimado con la elección de sus candidatos mediante primarias de cara las elecciones municipales y generales de 2015.
En Cataluña, estas elecciones han significado la derrota sin paliativos de un PSC totalmente grogui en lo "social" y en lo "nacional", que se hunde estrepitosamente todavía más pasando del 36% al 14% del sufragio (y en Barcelona, siendo sobrepasado como tercera fuerza política por ICV-EUiA, que ha hecho una excelente campaña, rebosante de racionalidad, excelentes argumentos económicos, reencuentro ¡por fin! con la cultura política socialista y recuperación del sentido común genuinamente republicano). Han significado también la derrota sin paliativos de CiU, que sigue inexorablemente su tendencia a la baja: ERC es ya ahora la primera fuerza política en Cataluña (con más de un 23% del voto). Se diría que, aquí también, el bipartidismenostrat está herido de muerte, y ya es sólo farsa: CiU y PSC que ahora suman, juntos, apenas un 35% del sufragio apenas esperaron tres días para reeditarse patéticamente como "bipartito" marchito aprobando juntos y en solitario en el Parlament el inenarrable proyecto del casino BCNWorld, una especie de EuroVegas. Y dicho sea de paso: CiU está visto que también la Virgen de Montserrat ciega a quienes quiere confundir esperó menos de tres días para lanzar a los mossos al desalojo violento del emblemático edificio ocupado de Can Vies, provocando ese voraz incendio social urbano, que tanto está perjudicando, dice ahora la hipócrita intelectualidad a sueldo de los incendiarios de la derecha catalanista, a su "marca Catalunya".
En la otra Comunidad con ansias soberanistas, la vasca, no se ha producido un sorpasso: pero la izquierda independentista de EH Bildu sí ha conseguido equilibrar fuerzas con la derecha nacionalista del PNV. La candidatura Bildu-BNG ha obtenido un diputado y excelentes resultados: Bildu ha sido la más votada en Guipúzcoa y Álava. Tres días más tarde, el Parlamento de la CAV aprobaba una proposición no de ley de Bildu proclamando el derecho a la autodeterminación de Euskal Herria.
Fin de trayecto del régimen monárquico del 78
La cuestión política crucial en el desarrollo de la crisis de la Segunda Restauración borbónica en los próximos meses será, ni que decir tiene, la convocatoria de la consulta catalana para el 9 de noviembre. Los resultados obtenidos en estas elecciones europeas por las fuerzas que apoyan la consulta de autodeterminación (ERC, CiU, ICV-EUiA y Podemos, a las que hay que añadir la CUP que renunció a participar con argumentos públicos más bien pueriles) hará un poco más difícil al Gobierno del PP su prohibición lisa y llana, sin que esa mayoría crezca todavía más y se radicalice en unas elecciones catalanas anticipadas que abrirían, quieras que no, un proceso constituyente. Será decisiva, así pues, la construcción de alianzas con las izquierdas del resto del Reino en defensa del "derecho a decidir": será el primer paso en el cuestionamiento definitivo del régimen de la Segunda Restauración.
La confluencia de diversas crisis sumadas, confiere a todo el proceso una dinámica heterogénea e imprevisible, que condicionará los ritmos de reagrupamiento y clarificación de las izquierdas. Lo cierto es que, tras las elecciones europeas y la inevitable confrontación que generará el ejercicio o no del "derecho a decidir" de Cataluña, lo que aguarda es la convocatoria de las elecciones municipales y autonómicas. El objetivo de las izquierdas no puede ser otro que el de desalojar al PP de la mayoría de los ayuntamientos y gobiernos autonómicos, impulsando coaliciones y gobiernos de izquierda que se apoyen y se refuercen íntima y orgánicamente en los movimientos sociales, que amplíen la participación democrática y pongan en práctica programas realistas y radicales de izquierda, capaces de cuestionar y bloquear la lógica macroeconómicamente suicida e insensata de las políticas procíclicas de austeridad. La confluencia de una mayoría de municipalidades y autonomías gobernadas por las izquierdas y favorables al derecho a decidir en Cataluña, Euskadi y Navarra no sólo cegaría toda posibilidad de edificar una Gran Coalición como pilar de carga de la Monarquía del 78 luego de las elecciones generales de noviembre de 2015, sino que plantearía abiertamente ante la opinión pública el horizonte de una alternativa real y hacedera de una revertebración democrático-republicana de los pueblos de España que les devolviera, a todos, la soberanía.
El radicalismo democrático, único antídoto eficaz contra el extremismo eurófobo
Los resultados de las elecciones europeas tendrán importantes consecuencias en los próximos meses en todos los Estado miembros de la UE. Se abre un proceso de reagrupamiento y de clarificación política e ideológica más allá del "Consenso de Bruselas", especialmente en los países del sur de Europa, y hay que esperar, dentro de los distintos partidos europeos, tensiones dimanantes de la gran fractura europea entre "centro" y "periferia", entre acreedores y deudores, entre superavitarios y deficitarios. En la familia liberal estarán verosímilmente enemigos tan irreconciliables como la derecha catalanista de Convergència Democràtica de Catalunya y las derechas acérrimamente hostiles a la autodeterminación de Cataluña de UPyD y Cs, sólo por intereses conveniencieros de su jefe de filas, el belga Guy Verhofstadt. Y Unió Democrática de Catalunya tendrá que convivir con el partido de Rajoy en los escaños populares del Parlamento Europeo. Asistiremos a espectáculos francamente divertidos. Pero los socialistas portugueses, checos y españoles, así como, los electos del PD italiano no estarán muy cómodos sentados al lado de los austeritarios franceses de Manuel Valls, de lo que queda del PASOK o de los socialdemócratas alemanes coaligados con Merkel. Y para qué hablar de los ecosocialistas de ICV, de la izquierda valenciana de Compromís-Equo y tal vez de la ERC sentados al lado de los Verdes amigos de Cohn-Bendit, que ya les ha pedido votar por el candidato Popular Juncker. En ese panorama que no tardará mucho en decantarse y aclararse, la tarea de todas las izquierdas será, por lo pronto, la de buscar confluencias renovándose y abriéndose democráticamente a los distintos movimientos sociales que resisten en las calles y en los puestos de trabajo a las políticas de austeridad. Ese radicalismo que va a la raíz de los problemas ecológicos, económicos y sociales es el mejor, y acaso el único, antídoto contra la amenaza de un renacer del extremismo de derecha en Europa. Preparar alternativas de gobiernos de izquierda resueltos a avanzar con programas realistas en el proceso de ruptura con el suicida e inviable federalismo autoritario de la actual UE y empezar a dar pasos decididos hacia un federalismo democrático amigo de la soberanía popular de la Europa de los Pueblos y los Ciudadanos es ahora mismo la mejor forma de poner por obra ese necesario radicalismo.
Antoni Doménech es el editor de SinPermiso. Gustavo Buster y Daniel Raventós son miembros del Comité de Redacción de SinPermiso.