Amélie Poinssot
21/04/2024Tenía que ser la política prioritaria a nivel europeo. El Pacto Verde (o Green Deal), lanzado a finales de 2019 por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ambicionaba hacer del continente europeo el primero del planeta en alcanzar la neutralidad de carbono en 2050 y tomar medidas para detener la reducción de la biodiversidad. Más de cuatro años después, ¿cúal es el resultado?
Si bien en los dos primeros años de la legislatura el Parlamento Europeo y la Comisión han legislado en varias áreas, la epidemia de Covid y luego la invasión rusa de Ucrania han tenido su efecto en la agenda ecológica de Bruselas. Además, algunos estados miembros y ciertos grupos políticos como la extrema derecha, una parte del campo liberal y la propia derecha, a la que pertenece Ursula von der Leyen, comenzaron a oponerse, cada vez con más fuerza, a esta política que tiene como objetivo tanto reducir las emisiones de gases de efecto invernadero como el impacto de los Veintisiete en los ecosistemas, y adaptarse al cambio climático en curso. Hasta el punto de bloquear cualquier avance en la recta final de la legislatura, e incluso provocar retrocesos.
El resultado es una sorprendente paradoja: el Pacto Verde provoca indignación por todos lados, entre los partidos que lo instrumentalizaron para demonizarlo y rechazarlo en bloque, en los lobbies agrícolas que lograron imponer la idea de que era perjudicial para la agricultura, y entre los partidarios de una política más ambiciosa, que creen que no ha ido lo suficientemente lejos. En el momento de hacer balance, aquellos que inicialmente fueron los más críticos con las inconsistencias y los agujeros en esta hoja de ruta inédita la defienden hoy y esperan su relanzamiento después de las elecciones. Este es el resumen de los puntos más emblemáticos de una política que se detuvo a medio camino.
Fin de los coches térmicos en 2035
Dentro de diez años, ya no será posible vender vehículos nuevos con motor de gasolina, diésel o híbridos en la Unión Europea (UE). Este avance muy concreto, tanto para la población como para los buques insignia de la industria europea, casi no pasó: cuando el proceso legislativo estaba casi terminado, el gobierno alemán intentó el año pasado bloquear las cosas y logró obtener una exención para cierto tipo de automóviles.
Los partidarios de la transición, por el contrario, ven en la decisión europea una oportunidad económica. Según Neil Makaroff, autor del informe del think tank Strategic Perspectives sobre los beneficios del Pacto Verde para empresas y hogares, el cambio a los vehículos eléctricos generaría 20.000 puestos de trabajo solo en la región de Hauts-de-France.
Casi la mitad de la mezcla energética de energías renovables en 2030
En menos de seis años, el 42,5% de la energía consumida en Europa tendrá que provenir de renovables. Este objetivo -que, sin embargo, sigue siendo insuficiente para alcanzar el del 50% previsto en el Acuerdo Climático de París de 2015-, ha aumentado con respecto al objetivo inicial de la UE; es uno de los únicos que salen beneficiados del período, ya que la guerra en Ucrania ha hecho consciente a todo el mundo de la necesidad de independizarse del gas ruso.
Sin embargo, Francia ha insistido, antes de la adopción formal de esta nueva directiva europea, para incluir la energía nuclear y el gas como energías “de transición”. Una mala señal, que introduce confusión entre las energías extractivas y contaminantes y las otras.
“Hay que ver el Pacto Verde como una forma de liberarnos de nuestra dependencia de los hidrocarburos, como una solución a la guerra en Ucrania”, argumenta Neil Makaroff. Ha creado una aceleración sin precedentes para la energía solar y la eólica. El año pasado, las nuevas infraestructuras instaladas en la Unión Europea produjeron 73 gigavatios de energía renovable, un récord. Y la participación del carbón en la mezcla energética de los Veintisiete ha disminuido en una cuarta parte, según el think tank Ember. “Puede que lo veamos menos en Francia que en otros países, pero el efecto del Pacto Verde ya está ahí. Si se adopta en su totalidad, podríamos reducir nuestro consumo de gas en un tercio para 2030, que es el equivalente al consumo alemán de gas antes de la guerra en Ucrania".
Caroline François-Marsal, responsable para Europa de Réseau Action Climat (RAC), lamenta, sin embargo, una gran ausencia en este Pacto Verde: la sobriedad. “Tenemos que reducir nuestro consumo de recursos naturales y energía, al tiempo que satisfacemos las necesidades básicas de todos. Sin esta palanca, no podremos alcanzar los objetivos climáticos europeos".
Entornos naturales y biodiversidad ligeramente mejor protegidos
Dos regulaciones del Pacto Verde permiten algunos avances en términos de protección de los ecosistemas: la prohibición de la importación de productos cultivados en zonas deforestadas (soja, aceite de palma, carne de vacuno, café, caucho), así como la Ley de Restauración de la Naturaleza, aprobada en una versión minimalista por el Parlamento en febrero, que obliga a los Estados miembros a tomar medidas para preservar el 20% de los ecosistemas terrestres y marinos.
Sin embargo, la segunda aún no ha entrado en vigor: ahora es Hungría la que está presionando para bloquear el texto. La culminación del proceso antes de las elecciones europeas está muy comprometida.
Más dinero para la transición
De hecho, 700 mil millones de euros, la mitad en forma de subvenciones, la otra en forma de préstamos, se están invirtiendo en la transición ecológica europea.
Concretamente, para Francia supone el tercio del plan “France Relance”, es decir, 30 mil millones de euros, condicionado a inversiones con fines ambientales o proyectos de economía circular. Rehabilitación de trenes, renovación energética de edificios, bicicletas para empresas... el dinero público ha afluido a muchos sectores en los últimos tres años.
Sin embargo, Caroline François-Marsal cree que este plan no ha sido “lo suficientemente largo en el tiempo para hacer planificación ecológica y atraer inversiones a largo plazo”. Las empresas “necesitan visibilidad”, subraya la experta.
El informe del Instituto de Economía para el Clima (I4CE) publicado el mes pasado estima además que faltan 406 mil millones de euros al año a nivel europeo hasta 2030 para alcanzar el objetivo central del Pacto Verde, es decir, una reducción de al menos un 55% en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Y el dinero destinado a la transición no impide que la Unión Europea continúe invirtiendo masivamente en combustibles fósiles, en particular mediante la importación de gas licuado y la financiación de la terminal de Le Havre.
El imprevisto de la agricultura
El mandato de von der Leyen no ha permitido ningún avance a favor de prácticas agrícolas más respetuosas con la biodiversidad y menos emisoras de gases de efecto invernadero. El proyecto de revisión del Reglamento “Registro, Evaluación, Autorización y Restricción de Sustancias Químicas” (Reach) sobre Productos Químicos Peligrosos fue abandonado en octubre por la Comisión; el proyecto de reducción a la mitad de los pesticidas para 2030 se encontró un mes después con un muro en el Parlamento.
Antes de eso, la Política Agrícola Común (PAC) ya iba en contra de las ambiciones mostradas del ejecutivo europeo. La forma actual del primer presupuesto de dinero público europeo se había negociado después de 2018, es decir, bajo el mandato anterior al de von der Leyen, y sus líneas generales no se modificaron posteriormente, bajo el impulso del Pacto Verde. Las adaptaciones se han centrado principalmente en el nombre de las partidas presupuestarias, y solo unos pocos Estados miembros, no Francia, reforzaron los criterios medioambientales para ciertas ayudas.
Estos pequeños avances, dentro de un marco en el que la mayoría de las ayudas siguen calculándose en función de la superficie de las explotaciones agrícolas, también están amenazados por el estallido de la indignación agrícola en el continente. De hecho, la negociación de la PAC se reabrió hace un mes a través de un procedimiento expeditivo, para que pudiera concluirse con éxito antes de las elecciones. Si se confirma la votación en Estrasburgo la próxima semana, las subvenciones creadas originalmente para favorecer las prácticas agroecológicas podrían convertirse en ayudas concedidas incondicionalmente.
“Es muy sorprendente ver el Pacto Verde denunciado por el sector agrícola cuando ninguna reforma ha afectado a la agricultura por el momento”, observa Neil Makaroff. La FNSEA, que ha contribuido a esta instrumentalización, lo sabe muy bien. La proximidad de las elecciones europeas ha constituido para ella una ventana de oportunidad: era el momento de hacerse oír y sofocar antes de que nacieran las futuras reformas del próximo mandato".
Incoherencias persistentes
Al igual que la PAC, los acuerdos de libre comercio constituyen una importante incoherencia de la política europea. “El Pacto Verde ha logrado reorientar las prioridades de la política europea, excepto en lo que respecta al comercio exterior, que se ha mantenido con un software antiguo, señala Neil Makaroff. La UE sigue haciendo acuerdos comerciales a la antigua, con impactos ambientales desastrosos".
Otro desfase, el de las hojas de ruta europeas y las nacionales. Francia, en este sentido, es uno de los malos ejemplos: anunció la semana pasada el abandono de la ley de programación de energía y clima, para adoptarla por la vía reglamentaria. Este retroceso podría llevar a París a no cumplir con “los objetivos europeos para 2030 de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero o alcanzar la proporción de energía renovable en el consumo”, escribe Greenpeace.
Lo que ha faltado: pedagogía y medidas sociales
“No hemos acompañado lo suficiente a los hogares vulnerables, a los y las agricultores, a la transformación de los puestos de trabajo”, cree Caroline François-Marsal. Sin embargo, estos son temas primordiales. Esto es lo que explica, por ejemplo, la indignación agrícola. El experto cree que las medidas compensatorias del Fondo Social para el Clima -7 mil millones de euros para Francia en el período 2026-2032- no son suficientes y se desbloquearán demasiado tarde. Sin embargo, el desarrollo del mercado de carbono pesará sobre las facturas de calefacción y combustible a partir de 2027.
Los territorios cuya economía está impulsada por la producción de combustibles fósiles tienen temores similares. Se supone que el Fondo para una Transición Justa lo remedia; Polonia lo está haciendo bien, por la necesidad de transformar Silesia, la región más productora de carbón de Europa. Pero Francia solo recibe 1.000 millones de euros en este paquete, principalmente para los departamentos del Norte y Bouches-du-Rhône.
Finalmente, otra carencia, la pedagogía: “No se dice lo suficiente que el Pacto Verde aporta muchos beneficios para nuestra independencia energética, para nuestra salud, para la resiliencia de nuestro sistema alimentario, y que, al mismo tiempo, el coste de la inacción es explosivo, subraya la especialista del RAC. Hay un problema narrativo".
Teniendo en cuenta todas estas deficiencias y promesas incumplidas, ¿hay que concluir que el futuro del Pacto Verde está en peligro? “El Pacto Verde se ha convertido para la extrema derecha en un tótem a derribar”, analiza Neil Makaroff que, a pesar de todo, defiende un “bueno balance”. Todo dependerá, en realidad, del resultado de las elecciones. “Si la extrema derecha sale fortalecida de las elecciones y la derecha se alinea con ella, la transición corre el riesgo de bloquearse. La mayoría de las regulaciones adoptadas, como el fin de los vehículos térmicos, contienen además una cláusula de revisión, por lo que podrían ser revisadas a la baja. Esto conllevará, más allá del tema climático, riesgos económicos considerables para las empresas que hoy invierten y orientan su investigación y desarrollo hacia la transición. Un contexto muy diferente al de 2019, donde la alianza entre conservadores y socialdemócratas al frente de la Comisión Europea pudo apoyarse en el impulso ecologista en las urnas europeas.