Ailynn Torres Santana
19/12/2020En América Latina se ha agudizado un proceso de desdemocratización general, producido desde la re-neoliberalización de los aparatos políticos y económicos. Ello se ha ensamblado con la amplificación de la arremetida neoconservadora religiosa y secular que estaba ganando potencia aproximadamente desde 2013. Ambos procesos –re-neoliberalización y expansión de los neoconservadurismos– están conectados.
El campo neoconservador se ha actualizado y mutado respecto al conservadurismo latinoamericano. Permanece un fuerte apego a la tradición cristiana, defensa de un orden considerado “natural”, moralización de la esfera pública, perpetuación de ciertas estructuras políticas, sociales y económicas jerárquicas (Romero, 2000). Al mismo tiempo, vemos contragolpes y programas renovados, muchos relacionados con la moral sexual y contra la equidad de género; alianzas entre católicos y evangélicos; redefinición de estrategias de influencia política; ampliación de las redes trasnacionales; desborde de la acción religiosa por fuera de los predios eclesiales en la forma de “ciudadanías religiosas”, y más.
En ese panorama, los derechos de las mujeres y las diversidades sexogenéricas han jugado un papel principal. A diferencia de años anteriores, hoy todos los gobiernos y campos políticos, sin excepción, se pronuncian en torno a esos temas como parte primordial de su política y ellos son claves para definir el calibreconservador, autoritario o progresista de los actores. Las cuestiones relacionadas con el género son un “pegamento simbólico” de muchas agendas y pertenencias políticas diversas.
En el caso de los neoconservadurismos de matriz religiosa (explícita o solapada), su importancia ha sido creciente, vía el Vaticano y/o de la expansión de los evangelismos. Hay derrame, en todos los territorios, de su gestión y alianzas –no por contingentes menos importantes– con actores y espacios políticos no directamente religiosos pero igualmente conservadores, de (ultra)derechas, neoliberales. Su programa, declarado o de facto, es anti-feminista. El Vaticano contestó tempranamente la ampliación de los derechos de las mujeres (especialmente desde los noventa) y comenzó a alertar sobre los peligros de la teoría feminista para la humanidad y el cristianismo. Con sus propios clivajes, los evangelismos han ido en la misma línea.
La agenda más visible de los neoconservadurismos respecto a las mujeres y comunidades LGTBIQ+ está relacionada con el disciplinamiento de la moral sexual: contra el aborto, la educación sexual y los derechos de las personas LGTBIQ+, y a favor de la re-tradicionalización de las familias. Su programa, sin embargo, es más amplio. Han tenido un papel importante en las elecciones en Brasil, en el referéndum por la paz en Colombia, en la disputa en torno a la ley de paridad en Paraguay. Entonces, es imprescindible evaluar ese programa integralmente.
Son al menos tres los dispositivos retóricos y políticos de los neoconservadurismos (religiosos y seculares): la libertad, la vida y la familia. Su análisis permite escudriñar las lógicas políticas neoconservadoras, avanzar en el entendimiento de los resultados de su acción, profundizar en los recursos con los cuales amplían sus bases y en las conexiones entre política secular y la de base religiosa. Los sentidos políticos que instituyen, se producen poderosamente en esa tríada.
Una tríada neoconservadora
La tríada de libertad, familia y vida está presente en los nombres y contenidos de las formas organizativas nacionales y trasnacionales de los neoconservadurismos.
Por ejemplo, la Alliance for Defending Freedom, organización cristiana creada en 1994 en Estados Unidos que tiene existencia en toda América Latina, declara que su lucha es por “la libertadreligiosa, la santidad de la vida humana, la libertad de opinión, la familia y el matrimonio”.
En Argentina, el Partido Celeste, surgido en reacción al avance de los feminismos y su defensa a los derechos sexuales y reproductivos (DDSSRR) de todas las personas, afirma que se “propone fomentar la familia como eje primordial y base de la sociedad, rechazando la ideología de género, e impulsando mayor respeto a los valores familiares, promoviendo el valor de toda vida, y respetando la libertad” (Loza y López, 2020).
Parte de los contenidos centrales de la acción política evangélica en el Ecuador ha sido el llamado sobre las consecuencias de la separación iglesia-Estado y de “leyes y prácticas anticristianas contra la vida, la familia y la libertad de conciencia”. Asimismo, Coordinadora Nacional de Vida, Familia y Libertad fue el nombre dado al espacio ecuménico que en ese país conecta a grupos “provida / profamilia”, iglesias neopentecostales indígenas y mestizas, activistas conservadores, sectores católicos integristas y otros (Salazar, 2020). También en Colombia, las élites neoconservadoras religiosas y no religiosas, acusan a los feminismos y las militancias por derechos LGTBIQ+ de ejercer una suerte de lobby que impugna los derechos de la familia. (Escobar, 2020)
En Bolivia, se constituyó en 2012 la Plataforma por la Vida y la Familia, cuya lucha es por la “defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, la familia como cimiento fundamental de la sociedad, el derecho de sus padres a criar a sus hijos y la libertad religiosa”. La primera Convención Nacional por la Vida, organizada por la misma plataforma en 2019, afirmó el compromiso en la promoción de políticas públicas garantes de “la vida, la familia, la libertad y el bien común de todos los bolivianos” (Díaz, 2020).
En Cuba, la disputa que se produjo durante la reforma constitucional (2018-2019) colocó en primer plano la acción neoconservadora religiosa y su pulso fuerte para marcar rumbos nacionales. Esos actores reafirmaron una narrativa de defensa de la libertad de las mayorías contra la “imposición del género por las minorías”, la protección del “diseño original de la familia”, la protección de la infancia y la libertad de padres y madres de educar en sus valores (Morales, 2020).
En México, las ultraderechas (religiosas y empresariales, y en sus alianzas con las organizaciones propiamente políticas) rechazan la despenalización del aborto, la libertad sexual y muy especialmente a los grupos LGTBQ+. En su agenda está presente el valor de la jerarquía y de la familia tradicional.
Podrían mencionarse más ejemplos. Estos solo ilustran que vida, familia y libertad son instituyentes de la matriz neoconservadora. Pero en ese marco, cada nodo de la tríada remite a cosas muy específicas. Libertad, familia y vida no son significantes unívocos puestos en circulación. La disputa es, precisamente, sobre su definición; y solo después sobre sus formas de existencia, ordenamiento, regulación.
Libertad
Los neoconservadurismos afirmados como ciudadanías religiosas, defienden su voz pública con base en la libertad de expresión, la libertad de culto y las libertades individuales.
La apelación de derechos universales (como el de expresión y de culto) es parte de la moldura operativa de esos actores. La retórica de derechos humanos, que había sido usada antes por movimientos sociales y actores colectivos en su demanda por la democratización de lo público, es resignificada para su programa.
A la vez, producen una defensa acérrima a las libertades individuales que contraponen interesadamente con la acción institucional de los Estados. Una parte de estos actores argumentan estratégicamente una fuerte –y falsa– sospecha frente al Estado y encadenan las garantías de los DDSSRR a un intervencionismo estatal que califican como marxista o comunista. En su narración, al promover los DDSSRR y la educación sexual, los Estados y las agendas feministas y LGTBIQ+ amenazan las libertades individuales. Mientras, asuntos como el embarazo forzado, la esclavitud sexual, la trata de personas y la violencia sexual, se silencian. Pareciera que ellos no afectan la libertad.
Durante la pandemia, la libertad (de expresión, culto e individual) ha sido un resorte de la acción neoconservadora religiosa. En varios países de América Latina pastores y líderes de distintos ministerios (evangélicos y católicos) se opusieron a las medidas de restricción de movilidad y suspensión temporal de los cultos decretadas por los gobiernos.
En Brasil, por ejemplo, el pastor de la Asamblea Evangélica de Dios, Silas Malafaia –quien cuenta con una amplísima audiencia en redes sociales y medios de comunicación e igual influencia en el Congreso Nacional– se manifestó en contra del aislamiento físico. Y grupos evangélicos han denunciado las medidas decretadas por los gobiernos como una amenaza a su libertad religiosa. Por gestión del Frente Parlamentario Evangélico, los templos fueron reconocidos como servicios esenciales.
En Chile, organizaciones evangélicas en la región de Biobío mostraron intención de denunciar al Estado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Su razón: violaciones a la libertad religiosa y de culto con las medidas decretadas por la pandemia.
Diecisiete autores se unieron a la publicación “Pandemoniuom: ¿de la pandemia al control total?”, editado por el neoconservador Carlos Beltramo (argentino-mexicano). En su prólogo, Beltramo afirma que la izquierda está tratando de interpretar la pandemia como confirmación de sus tesis progresistas, pero que “los Estados totalitarios no nos sacarán de la crisis”.
La defensa de la libertad de parte de estos actores y, por esa vía, su oposición de lo que consideran injerencia del Estado, merece dos comentarios adicionales.
Primero, la libertad que defienden es una específica: individual y negativa; tal como hace el liberalismo doctrinal y actualiza el neoliberalismo. La libertad implica allí: no-interferencia en la vida del sujeto. Se es libre cuando nadie pueda interferir en la vida propia. Esta argumentación es radicalmente antidemocrática. Para garantizar los derechos (sociales, políticos y civiles) es imprescindible la interferencia de los Estados (vía impuestos, políticas redistributivas, protección frente a las violencias, normas laborales, políticas afirmativas). Esa interferencia, por supuesto, no puede ser arbitraria; necesita asentarse en acuerdos democráticamente producidos. Pero entonces el problema no sería la interferencia sino la arbitrariedad.
Una forma distinta de concebir la libertad, con consecuencias políticas democráticas, es como no-dominación. Se es libre cuando se han roto los lazos de dominación (patronales, político-institucionales, patrimoniales, domésticos) que reproducen la subordinación. La libertad entendida como no-interferencia se desentiende de las relaciones de explotación y opresión que organizan lo social y que reproducen la subordinación y la dependencia. Es una libertad impostada.
Segundo, al tiempo que los neoconservadurismos rechazan la acción estatal porque atenta contra la libertad, pujan por ganar presencia y participar en el Estado. No quieren acabar con el Estado porque él impida la libertad individual sino más bien lo contrario: ocuparlo porque lo reconocen como territorio vital de su “guerra espiritual”. Entonces, la libertad abanderada por este programa es ficticia en términos programáticos. Lo mismo, recordemos, hace el neoliberalismo: promulga el achicamiento del Estado cuando en lo que realidad hace es cambiar su carácter: transmutar los aparatos estatales en empresariales. En efecto, la idea de libertad que afirman los neoconservadurismos religiosos ensambla perfectamente con la matriz neoliberal. Esos vínculos son cada vez más analizados (Kali/ Morán y Peñas, 2020).
Familia
El programa neoconservador tiene la mirada fija en la re-tradicionalización de la familia. Esa es una familia heterosexual, nuclear, con mandato masculino, reproductora del esquema hombre-proveedor / mujer-cuidadora. La posibilidad de transformación de esa familia se presenta como un pecado frente al cual debe sentirse miedo.
En Chile, durante la discusión del proyecto de ley sobre identidad de género (2017), la organización española Hazte Oír llevó su llamado “bus de la libertad” para presionar al Congreso para que rechazara el proyecto. En el bus se leía: “Menos Estado Más Familia”. En ese marco, la familia, tanto como la libertad, peligra frente al llamado intervencionismo estatal que puede impugnar su potestad exclusiva y excluyente en la formación moral de menores.
Una de las organizaciones más potentes que realiza esa agenda es Con Mis Hijos No Te Metas, un espacio ecuménico (católico, evangélico y secular) de militancia que comenzó a operar en la región en 2016 y cuyo primer puerto fue Perú. Hoy está también en Ecuador, Brasil, Argentina, Bolivia, México, Uruguay y otros países.
Con Mis Hijos… ha logrado frenar leyes, normas de menor jerarquía y políticas de educación sexual en todos los países. Se activan en las redes sociales y movilizan con mucha potencia a grupos que comulgan con su agenda. En Perú, surgieron luchando contra la implementación de un nuevo Currículo Nacional de la Educación Básica del Ministerio de Educación, porque adujeron que con él se introducía en las escuelas la “ideología de género”, que califican como falsa y peligrosa porque puede influir en los menores de edad para que crean que pueden elegir su sexualidad, cuando ésta ya está definida por la biología.
En Colombia han conducido movilizaciones contra la adopción de parejas del mismo sexo y la educación en sexualidad. En Argentinaorganizan marchas y hacen lobby político desde 2018, también para rechazar la “ideología de género” y el Programa Nacional de Educación Sexual Integral en ese país. En Ecuador, se movilizan desde 2017; en 2018 lo hicieron por una sentencia de la Corte Constitucional sobre el derecho inalienable de niños, niñas y adolescentes de recibir educación sexual y a decidir autónomamente sobre su salud sexual, expresar su opinión y su consentimiento de manera directa sin la injerencia ilegítima del Estado, la sociedad o la familia, y aseguraron que la Asamblea Nacional aprobara una resolución que “ratifica la defensa de la familia como núcleo fundamental de la sociedad”. En Chile, la vocera del movimiento se pronunció contra el proyecto de Ley de Garantías de la Niñez y expresó que “viene a relegar el rol protagónico y el derecho preferente de los padres a ser las personas que pueden educar a los niños en temas valóricos”.
En toda la región, estos actores conforman alianzas y se aglutinan en plataformas de amplia audiencia. El espacio más importante de esas conexiones es el Congreso Iberoamericano por la Vida y la Familia, organización creada por el pastor y periodista mexicano Aarón Lara en 2017 y que reúne a políticos y activistas cristianos.
Durante la pandemia también se ha verificado el programa de re-tradicionalización de las familias. El aislamiento les ha servido para adoctrinar sobre los roles tradicionales de género y el valor de la “familia original” a través de los cultos (tecnologizados) y panfletos que enseñan a las mujeres a ser buenas esposas y amas de casa. En la mencionada publicación “Pandemoniuom”, la alemana Birgit Kelle afirmó que “las mujeres están en casa ahora mismo y por lo tanto fuera de control, y tal vez esa sea la mejor noticia de la pandemia del coronavirus” y que lo que el movimiento feminista llama la “horrible retradicionalización” es su mayor temor. “Una madre es y seguirá siendo el mayor problema del movimiento feminista”, concluye.
En Perú, neoconservadores desplegaron mensajes y campañas durante el Día de la Familia y los esposos Aguayo, líderes de la Iglesia La Casa del Padre, promotores del movimiento Con Mis Hijos… y fundadores de los grupos Salvemos a la Familia y del Centro para el Desarrollo de la Familia, han aprovechado el confinamiento para impartir el curso “Diplomaturas en Asesoría Familiar”, donde se afirman los roles rígidos de género.
Todo este programa ha intentado privatizar el espacio doméstico y colocarlo por fuera de la política. De ese modo, se naturaliza la subordinación y la dependencia que sólo la política puede disputar. La familia deja de ser un espacio privado cuando se politiza y cuando otros agentes –institucionales– pueden intervenir no arbitrariamente para asegurar los derechos de quienes así lo requieran; por ejemplo, en casos de violencia. El programa neoconservador es justamente el contrario.
No son sólo los neoconservadurismos religiosos los que privatizan la familia. También lo hacen el neoliberalismo y los estados empresariales cuando delegan la completa responsabilidad de asegurar el bienestar de sus miembros. Regímenes de bienestar familiarizados son el rasero que intenta instituir a lo doméstico como espacio privado y desresponsabilizar a los Estados.
Vida
La disputa en torno a la vida ha sido más analizada. Los neoconservadurismos religiosos han secularizado su defensa de la vida: biológicamente considerada, ella comienza desde la concepción. En su “Declaración sobre el aborto” (1974) el Vaticano afirmó el argumento de que el cigoto constituye la primera célula con una identidad genética única e irrepetible, y que esa información estará en todas las células del embrión, el feto y el ser desarrollado a partir de estos. Por eso, la interrupción de los embarazos sería un atentado contra la vida, un homicidio.
Junto a este marco genetista, las demandas morales de los conservadores acerca de la santidad de la vida son generalmente formuladas mediante un lenguaje de derechos. La protección de la vida desde la concepción constituye un derecho humano: sólo cuando el derecho a la vida es asegurado, las personas pueden disfrutar de los demás derechos. La yuxtaposición retórica de la vida y los derechos es un ejemplo de “secularismo estratégico”: actores religiosos poniendo en juego lenguajes y conceptos seculares para optimizar su legitimidad moral y política.
A la misma vez, la retórica neoconservadora religiosa se distancia de aquellos otros programas que antes, desde la teología de la liberación, afirmaban dimensiones de la vida vinculadas a la justicia social, la impugnación a la tortura y el abuso. Por el contrario, la defensa neoconservadora de la vida se ha enfocado a la objeción a los DDSSRR de las mujeres y las comunidades LGTBIQ+. Y lo han hecho vía gestión directamente religiosa o a través de las ONG u organizaciones laicas que secularizan la agenda. En ese segundo caso, la matriz religiosa pasa a un segundo plano y los lazos entre los movimientos llamados “pro-vida” con las cúpulas eclesiales se distienden. Así ha sucedido, por ejemplo, en la Red Federal de Familias en Argentina, como ha analizado prolijamente José Manuel Morán Faúndes.
Mientras los feminismos y comunidades LGTBIQ+ han politizado la sexualidad y la vida, los neoconservadurismos la re-naturalizan y lo hacen también formulando su par opositor: la muerte.
En 2019, la oposición neoconservadora en torno al Código de Salud Ecuador se presentó como una impugnación al “Código Orgánico de la Muerte”, porque la norma incluía artículos relacionados con la atención al aborto como emergencia obstétrica, entre otros contenidos. En Colombia, los neoconservadurismos han presentado a las luchas feministas y LGTBIQ+ como defensoras de una “cultura de la muerte”. Y en Costa Rica, han calificado a los partidos políticos con posicionamientos a favor de los DDSSRR como “combo de la muerte”.
Con todo, el bastión neoconservador de la vida prosigue en su afirmación del control sobre las personas, los cuerpos, las mujeres. En varios países de la región, han intentado y a veces logrado incluir enmiendas constitucionales que protejan la vida desde la concepción y aumenten la pena para el reconocido como delito de aborto.
Neoconservadurismos desde la crisis
Durante la actual crisis asociada a la pandemia, neoconservadurismos religiosos han continuado actuando. Sus estrategias se afirman, reenfocan, y su despliegue persiste y se expande.
Además de lo ya dicho, han sido actores claves en la elaboración y socialización de teorías falsas y conspirativas relacionadas con el virus; en la acusación a actores sociales (incluidos los feminismos), institucionales e internacionales como responsables del Covid-19; en la afirmación (junto a algunos gobiernos tan radicalmente distintos como el de Brasil y el de México) de una retórica negacionista sobre la crisis; en la difusión de remedios falsos; en la crítica a las medidas de aislamiento físico; en el llamado a resolver la crisis con ayuno y oración (también lo hicieron mandatarios/as, como la extitular de Bolivia, Jeanine Áñez). Al mismo tiempo, han continuado esfuerzos por ampliar sus bases y los canales de influencia en las instituciones. Su existencia como fuerza de lo político y en la política es vital para comprender la América Latina de hoy.
El campo religioso no es neoconservador en pleno. La defensa de derechos está presente en el catolicismo y los evangelismos; por ejemplo, pensemos en la organización Católicas por el Derecho a Decidir. Tampoco todos los neoconservadurismos son religiosos, como he comentado antes. Lo importante es identificar, analizar y contestar los campos políticos en sus contenidos, contradicciones, despliegues.
El marco antifeminista de los neoconservadurismos es un hecho. Ninguna narrativa o política que coarte derechos es neutral a las desigualdades. Y el problema de la desigualdad es el de los feminismos, que también luchan por libertad, la vida y las familias, pero democráticamente producidas.
Referencias
Díaz, M.A. “La Plataforma por la Vida y la Familia en Bolivia”, en Torres, A.(ed) op.cit., pp.139-158.
Escobar, M.R ““Lo que está en juego es la vida”: sobre “ideología de género”, religión y política en Colombia”, en Torres, A.(ed) op.cit., pp. 117-138.
Kalil, I. “Políticas antiderechos en Brasil: neoliberalismo y neoconservadurismo en el gobierno de Bolsonaro”, en Torres, A.(ed) op.cit., pp.35-54 / Morán, J.M y Peñas, M.A. “Una mirada regional de las articulaciones neoconservadoras”, en Torres, A.(ed) op.cit., pp. 241-275.
Loza, J. y López, M. “Representaciones y repertorios de expresiones conservadoras organizadas contra el aborto en Argentina (2018-2020)”, en Torres, A.(ed) Derechos en riesgo en América Latina: 11 estudios sobre grupos neoconservadores, Fundación Rosa Luxemburgo / Desde Abajo, 2020. pp. 55 - 74.
Morales, L. “¿Fundamentalismo religioso o grupos antiderechos en Cuba? La agenda contra el matrimonio igualitario (2018-2019)”, en Torres, A.(ed) op.cit., pp. 201-222.
Romero, J. (2000). “Prólogo”. En J. Romero y L. Romero (Comps.), Pensamiento Conservador 1815-1898, pp. 1-38. Biblioteca Ayacucho.
Salazar, J. “La doble vía entre lo local y lo transnacional: el activismo evangélico conservador en Ecuador y sus vínculos con la agenda internacional “antigénero””, en Torres, A.(ed) op.cit., pp. 75-96.