Alberto Tena
16/01/2022La entrevista la realizó David Sánchez Piñeiro.
Alberto Tena es doctorando en la Universidad Autónoma Metropolitana de la Ciudad de México, donde termina una tesis sobre la historia intelectual de la Renta Básica. Es colaborador de la revista Sin Permiso y del Instituto de Estudios Culturales y Cambio Social y en 2021 publicó Los orígenes revolucionarios de la Renta Básica (Postmetropolis), una recopilación de cuatro textos de Thomas Paine y Thomas Spence escritos a finales del siglo XVIII, acompañada de un detallado estudio redactado por él mismo y de un epílogo de Daniel Raventós. Tena presentó su libro este martes en la Casa de Cultura de Mieres acompañado por el concejal de cultura Juan Ponte. Allí explicó que actualmente “la Renta Básica está en disputa ideológica” y justificó la pertinencia de un estudio histórico sobre la misma debido a que “la manera de relatar el pasado configura horizontes y genera expectativas de futuro”.
El libro se titula Los orígenes revolucionarios de la renta básica. ¿Cuáles son esos orígenes y por qué son revolucionarios?
En realidad es un libro muy historiográfico. Es un estudio de una serie de textos, de fuentes y está metido dentro de este debate o espacio de investigación que es la historia de la Renta Básica. En cualquier historia que cuentes establecer cuáles son los orígenes es de una importancia clave. De hecho, hay muchas ramas de la historiografía, con Foucault a la cabeza, que prefieren hablar de “genealogías” en vez de “orígenes” como forma de acercamiento alternativas, por lo que esto determina el resto de la historia. Yo justamente quería hablar de los “orígenes” y no del “origen” para decir que en realidad podría haber otros orígenes distintos de la idea de la Renta Básica, pero que a mí me interesaban estos especialmente. Cuando me puse a investigar estos textos de Paine y de Spence que aparecen en la introducción de muchos libros sobre la Renta Básica empecé a darme cuenta de que estos están escritos en un contexto muy particular.
Si hay algún contexto en la historia moderna que podemos llamar genéricamente como revolucionario está seguramente este último trocito del siglo XVIII, precisamente a caballo entre la independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa. Estos dos acontecimientos son fundamentales para entender el sentido de una propuesta que ahora, en cambio, nos parecería por momentos que surge sólo de los años 80 del siglo XX. Por eso se la acusa de ser neoliberal, o una idea propia del ciclo de caída de los grandes proyectos socialdemócratas y del movimiento obrero. En cambio aquí puedes ver cómo hay un momento en este contexto revolucionario, que no es precapitalista pero sí un momento de transición, esta época “bisagra” que llama Koselleck, entre 1750 y 1850, donde todo este mundo que luego nosotros hemos categorizado como modernidad capitalista está empezando a pegar grandes impulsos, tanto a nivel político como a nivel económico, con las tensiones del proceso de construcción del mercado mundial que está haciendo el Imperio británico.
Aunque Paine es conocido por haber vivido en primera persona tanto la independencia de Estados Unidos como la Revolución Francesa, en este libro también rescato toda su experiencia anterior, cuando trabaja durante mucho tiempo en Inglaterra como recaudador de impuestos aduaneros. Esto es central para comprender las propuestas de herencia universal que desarrolla. Paine tiene un gran conocimiento de cómo está siendo el proceso de construcción de este mercado mundial y el papel que estaban jugando el sistema impositivo Británico y el uso de esos recursos. Esto junto a las pistas que tenemos de que conocía el funcionamiento y problemas de la gestión de las “Leyes de Pobres” son claves para entender mejor en que estaba pensando. Le he querido poner este título, sin negar que pueda haber otros orígenes y otras genealogías de la idea. Es una genealogía especialmente interesante, creo, para pensar la Renta Básica como proyecto político.
Los dos autores cuyos textos recoges en el libro eran protestantes: Paine provenía de una familia cuáquera y Spence de otra presbiteriana. ¿Había un componente teológico en sus propuestas?
Creo que es la cosa más innovadora de este libro. Justicia agraria, que es un texto de 1797, se ha trabajado ya mucho. Ahí entran todos los debates de los “derechos de existencia”, la Ilustración y todas estas cosas vinculadas a Francia y su contexto. Aunque esto es sin duda trascendental e intento profundizar en ello, yo rescato también una serie de textos anteriores, de 1775, escritos en contexto anglosajón, donde en cambio se puede observar de manera mucho más nítida cómo ambos autores vienen familiarmente de diferentes sectas protestantes y, por lo tanto, utilizan todavía un lenguaje que podríamos llamar no secularizado a la hora de construir políticamente la legitimidad de sus propuestas. El fundamento normativo de las propuestas políticas de todos los textos está en el hecho de que Dios nos ha otorgado la tierra como herencia común a toda la humanidad, lo que hoy leemos como una renta básica, es la concretización política de este supuesto. Y esto es un fundamento normativo que tiene presupuestos socialistas o que podemos entender como socialistas. Marx hace una lista de todos los primeros socialistas británicos y entre ellos mete a Spence y termina diciendo que Spence se quedaría muy sorprendido de que no se le reconociera que es un comunista.
Este es uno de los elementos, además, que ayudan también a entender no solo la Renta Básica, sino un mundo donde, por ejemplo, la distinción entre Estado y mercado todavía no tiene sentido o donde el propio concepto de “la economía” no existe como concepto tal y como lo entendemos nosotros. La única manera de justificar que algo es positivo es por el bienestar de las personas y en relación a Dios. Es un mundo donde el horizonte conceptual que mueve los espacios políticos es todavía en parte previo a todas las grandes categorías de la modernidad, que justo están empezando a entrar a entrar en juego. La Renta Básica se plantea aquí en parte como una especie de señal de resistencia de todo este mundo. Spence plantea la Renta Básica como una idea de reparto de la propiedad de la tierra en tanto que reparto de los medios para poder sobrevivir, por lo tanto, de lo que luego se llamarán medios de producción. Es una manera de plantear resistencia a los procesos de cercamiento que estaba empezando a haber en ese momento en Newcastle, de donde es Spence, y quizás podría pensarse como lo que E. P. Thompson llamaría “economía moral”: espacios dentro de los movimientos populares que plantean un tipo de economía centrada en valores distintos propios de sus tradiciones y formas de vida.
Spence es quizás menos conocido pero Paine es un autor cuyas ideas son reivindicadas explícitamente por algunos pensadores contemporáneos como Piketty.
La propuesta de reforma fiscal y de capital base o herencia universal que hace Piketty en los últimos capítulos de Capital e ideología es explícitamente una copia de lo que dice Paine en Justicia agraria. El relato de Piketty es precisamente que los límites políticos que se encuentra la Revolución Francesa, que son también los límites que se encuentra Paine en el momento de hacer esta propuesta, son los que deberíamos volver a retomar de alguna manera. De hecho es muy interesante comparar los dos porque el espíritu es exactamente el mismo: es un impuesto a las herencias con el que financiar una herencia universal para todos y una pensión vitalicia para adultos mayores. La propuesta es claramente esa en Paine y en Piketty.
¿Hay similitudes entre el proyecto de Piketty y las propuestas contemporáneas de Renta Básica más conocidas y consolidadas, como pueden ser las de Van Parijs o Raventós?
David Casassas sacó hace poco un artículo muy bueno que creo que acierta mucho en hablar de “dividendo social”. Lo que tienen en común la Renta Básica, que sería más cercana a la propuesta que hace Spence, y la de Paine, que en cambio deberíamos llamarla “capital básico” y no es una renta mensual sino un ingreso único que te dan con 21 años, es que las dos son repartos de dividendos sociales. Van Parijs distingue entre las dos propuestas y argumenta que prefiere una renta respecto a un capital básico, porque cuando uno hereda el capital básico, quienes ya tienen un conocimiento acumulado familiarmente sobre cómo gestionar grandes capitales de un solo bloque tendrían una ventaja y habría mucha gente que podría perder el capital en cuanto lo recibiera, mientras que la renta tiene el beneficio de repartir también la capacidad de correr riesgos.
Al final, a pesar de que es muy importante la definición estricta de Renta Básica como una prestación monetaria universal, incondicional e individual, para mí el debate que abre la propuesta de Paine es la idea del ingreso como derecho de ciudadanía o derecho de existencia, igual que aceptamos que tenemos derecho a la salud, derecho a la educación… Ahí dentro creo que entran ambos: dinero como derecho de ciudadanía, no por ser pobre o por ser desempleado o por otro tipo de razones, normalmente vinculadas al mercado de trabajo, sino que sea otro lugar que nos hace “derechohabientes”, como dicen en México.
La Renta básica ha recibido en los últimos tiempos algunos apoyos inesperados por parte del Papa, del Financial Times o del vicepresidente del Banco Central Europeo. Al mismo tiempo, es una propuesta que sigue planteando tensiones dentro de la izquierda, algo que tú achacas a la pervivencia de una cierta “épica del trabajo”.
Cada vez soy menos partidario de poner la propuesta de trabajo garantizado y la renta básica como dos espejos para discutir, porque creo que hay un punto donde se acaban deformando un poco ambas propuestas. También soy partidario de no poner la renta básica como si fuese por sí misma una propuesta antitrabajo. Para mí la manera más fuerte de romper con esta dicotomía ha sido el feminismo. La manera en la que tenemos que discutir de los cuidados sigue estando en el centro de una renta básica. Sería simplemente una justificación distinta de cómo podemos sostener otros tipos de trabajo. Sería más bien dejar fuera el empleocentrismo, pero no el trabajo. Esto creo que ayuda un poco a difuminar algunos de estos debates. En la práctica lo que han demostrado los experimentos de renta básica es que la gente sigue trabajando de algún modo. Esto es coherente con lo que se ha visto durante mucho tiempo: cuando hay información sobre la gente que gana grandes cantidades de dinero en la lotería o lo que sea, sigue trabajando de alguna manera y más si ampliamos el foco de lo que es “contribuir” a la sociedad.
Ya empieza a haber una cierta cantidad de evidencia empírica que sostiene que cuando la renta es incondicional, es decir, no pierdes nada y de verdad la asumes igual que tienes acceso a la salud o a la educación, la incorporas de otra manera. Es una especie de suelo que tienes detrás tuyo. Todas las preguntas que teníamos antes sobre cómo vincularnos socialmente aparecen de todos modos con la renta básica, en este sentido no es ninguna respuesta definitiva. Es solo un granito más que te permite un grado más de libertad dentro de un mundo que sigue siendo capitalista y sometido a sus tensiones.
Planteas que el feminismo y el ecologismo “son dos grandes movimientos que podrían incorporar en sus propuestas formas de renta básica”. De hecho, explicas que el origen contemporáneo de la Renta Básica tiene lugar en los años ochenta en el ambiente de los nuevos partidos verdes belgas y holandeses.
Claro, Philippe Van Parijs en realidad venía del entorno del Partido Verde en Bélgica. Ahí hay toda una historia, que es parte de lo que estoy trabajando ahora en la tesis. Pero no sólo eso, sino que muchas de las propuestas de Renta Básica que ha habido en el siglo XX en Inglaterra también están vinculadas al movimiento feminista: todos los debates que había, sobre todo durante la Primera Guerra Mundial o en el periodo de entreguerras, que era cuando se empezó a dar dinero a las mujeres de los soldados que estaban en la guerra, activaron una serie de demandas dentro de los movimientos de mujeres, para demandar acceso a renta por fuera del mercado de trabajo donde estaban los hombres. Eran mujeres las que lo estaban pidiendo. Rhys-Williams es una de las primeras defensoras de la propuesta. Luego se asoció a Milton Friedman en el 63; pero es ella en el 45 ella está pidiendo esto. Era miembro del Partido Liberal británico, pero la lógica que había detrás era conseguir que las mujeres tuvieran acceso a renta de forma independiente. Estas mujeres habían tenido el ejemplo durante las dos Guerras Mundiales de que esto se podía hacer.
Lo mismo con el ecologismo. Sobre todo creo que tiene más potencial cuando estamos hablando de los costes de la transición ecológica y de que evidentemente va a generar ganadores y perdedores (el ejemplo que se pone siempre el de los chalecos amarillos en Francia). La Renta Básica -y creo que en Paine y en Spence hay muchos argumentos interesantes en este sentido- es una manera equitativa de repartir costes de la transición ecológica. Es decir, tú estás repartiendo los costes de una cosa que es patrimonio de todos, que es sostener el mundo donde vivimos. La financiación con impuestos al carbono repartidos en forma de RB, es una manera razonable de hacer la transición más justa. Pagan los que más contaminan, recibimos todos. Esta es una de las cosas que a mí me fascina también de la renta básica, que le encaja a un montón de gente distinta en un montón de debates distintos. Le encaja al feminismo, le encaja al ecologismo, le encaja a parte del sindicalismo… Este es el potencial político que tiene. También que le encaje a los “malos”, a Silicon Valley o a Murray, que es un ultraliberal que lo plantea como una manera de destruir el Estado de bienestar. Y en todos lados encuentras detractores y proponentes.