Líbano, ¿la próxima guerra de Israel? Dossier

Michele Giorgio

Peter Beinart

30/06/2024

En el frente libanés, Israel podría librar una guerra fuera de su "paraguas" estadounidense

Michele Giorgio

Cuando el ejército israelí anunció hace unos días que tenía un plan para una ofensiva en Líbano contra Hezbolá, en pocas horas se multiplicó por cuatro el precio de los generadores eléctricos en la región de Haifa, a 30 kilómetros de la frontera libanesa.

Algo parecido había ocurrido en los días del enfrentamiento entre Israel e Irán tras el bombardeo de la embajada de Teherán en Damasco. Pero esta vez, los israelíes creen que Hezbolá podría hacer más daño militarmente de lo que han podido hacer los ayatolás de Teherán, ocupados como están en una carrera presidencial anticipada como consecuencia de la muerte del presidente Ebrahim Raissi en un misterioso accidente de helicóptero. De acuerdo con Israel, Hezbolá dispone de un arsenal de 150.000 cohetes y podría alcanzar al Estado judío con 5.000 piezas de munición al día.

Y no es sólo eso: Tel Aviv teme que la tecnología militar en posesión del movimiento islamista libanés afecte a las relaciones estratégicas de poder, hasta ahora basadas en la imagen de Israel como superpotencia imbatible e intocable.

Como en 2006, la guerra está a punto de estallar a pesar de los intentos de mediación de los Estados Unidos, confiados a un controvertido ex oficial israelí, Amos Hochstein, que ha hecho carrera en los santos pasillos del poder norteamericano. El lunes, en Washington, Hochstein, junto con el Secretario de Estado Blinken, se reunió con el Ministro de Defensa israelí, Gallant, de visita en los Estados Unidos.

Hochstein encaja perfectamente en la galería de personajes y organizaciones descritos por el historiador Ilan Pappé en su último libro, Lobbying for Zionism on both sides of the Atlantic [Cabildear en pro del sionismo a ambos lados del Atlántico] de importancia fundamental, pero que dudamos que reciba mucha atención en Italia. Hochstein también ha trabajado dando cuerpo a la estrategia de los Estados Unidos en Europa y Oriente Próximo. Fue él quien presionó para que se cancelara South Stream, el oleoducto Rusia-Turquía-Italia que habría circunvalado Ucrania. Además, Biden consiguió su ayuda para cerrar North Stream 2, el gasoducto entre Rusia y Alemania.

Este último acabó siendo una de las causas del conflicto con Moscú. Ahora, Washington vuelve a enviar a Hochstein, esta vez a Oriente Próximo -donde medió en el acuerdo de 2022 entre Líbano e Israel sobre fronteras marítimas- para evitar otra guerra entre Hezbolá y los israelíes, en un contexto explosivo debido a la masacre en curso en Gaza, donde el primer ministro Netanyahu no busca la paz, sino una imposible victoria "total". Como mediador, Hochstein es una figura extraña, que muestra las insuperables contradicciones de la política exterior norteamericana, a caballo entre una diplomacia ambiguamente formulada y maniobras desestabilizadoras de alcance demoledor, oscilando entre la lealtad a los intereses primordiales de Washington, los del Estado judío y los de los grupos de presión empresariales y militares.

Tales son las figuras directamente implicadas en el proceso, al menos tan preocupantes ellas mismas como la situación que se supone que deben gestionar.

Tras los ataques de Hamás del 7 de octubre, Hezbolá desencadenó enfrentamientos a lo largo de la frontera sur de Líbano en solidaridad con los palestinos y para aliviar la presión sobre el movimiento islamista. Tras la Guerra de los Cuarenta Días de 2006, en este frente -que cuenta con la presencia de la fuerza militar de la misión de la ONU FINUL, entre ellos 1.000 soldados italianos- las tensiones se habían mantenido elevadas, pero sin posibilidad de escalada.

En los últimos meses, sin embargo, todo ha cambiado. Los ataques aéreos israelíes en Líbano se han vuelto cada vez más contundentes, matando a 450 personas, entre ellas decenas de civiles. A su vez, Hezbolá ha llevado a cabo acciones militares con aviones no tripulados cada vez más potentes, mientras que Israel ha realizado ataques de asesinato en profundidad y selectivos, como el que acabó con un comandante de Hezbolá, Taleb Sami Abdallah, el 11 de junio.

Desde un punto de vista militar, lo más interesante es que Hezbolá se ha demostrado capaz de derribar drones israelíes, ha disparado misiles contra los aviones a reacción de Tel Aviv e incluso ha llevado a cabo un ataque simbólico contra una unidad del escudo de defensa antiaérea de Israel, la famosa Cúpula de Hierro. Pero, ¿cuál es el objetivo de Hezbolá? Según los expertos libaneses, el movimiento pretende mostrar su avanzada capacidad militar y de disuasión, pero sin iniciar un conflicto a gran escala, al que la sociedad libanesa se opone, y quizá también su aliado, Irán.

Por otro lado, los israelíes han tenido que evacuar a miles de personas del norte de Galilea y se han dado cuenta de que Hezbolá es capaz de utilizar tecnología militar avanzada, algo a lo que Israel no está acostumbrado a afrontar tratándose de sus enemigos en la región.

Esta es precisamente la razón por la que Gallant ha acudido a Washington: para sondear la disposición de los Estados Unidos y sus aliados a proporcionar el mismo paraguas de seguridad que habían concedido a Israel cuando Irán atacó al Estado judío en abril, causando muy pocos daños, acaso de modo deliberado.

La respuesta llegó a modo de declaración del jefe del Estado Mayor Conjunto estadounidense, el general Charles Brown, en la que afirmaba que los Estados Unidos no intervendrían junto a Israel si éste abría un frente de guerra contra Hezbolá, y añadía que los Estados Unidos querían evitar una escalada, incluso con Irán. Si hemos de creerle, por una vez podría estar surtiendo efecto la presión norteamericana. Llama la atención que esta vez la línea la haya trazado un general y no un político, lo que puede ser también un movimiento deliberado.

il manifesto global, 27 de junio de 2024

 

El pensamiento apocalíptico y la inminente guerra de Israel en el Líbano

Peter Beinart

[Nota: En el siguiente texto se transcribe la intervención por videoconferencia de Peter Beinart en su blog].

Como he ido siguiendo las noticias de la creciente escalada entre Israel y Hezbolá, que es realmente aterradora, mi cabeza no ha dejado de volver a una conversación que tuve con un amigo israelí poco después del 7 de octubre. Me decía mi amigo: "No lo entiendes, Peter. Si no destruimos a Hamás, la gente nunca volverá a sentirse segura de vivir en el sur de Israel. Y habremos perdido esa parte de nuestro país". Y lo que estaba diciendo tenía mucho sentido, me parece, en términos de la cultura política israelí, de la psicología política israelí, dado el trauma por lo sucedido desde el 7 de octubre. Decía él que eso no era negociable, que tenemos que derrotar a Hamás. Y lo que pensaba yo era: pues no creo que se pueda derrotar a Hamás. Creo que eso no es negociable. Así que, en esencia, andábamos a la greña, puesto que él decía que, por una razón política, Israel tenía que conseguir militarmente algo que yo no creía que se pudiera conseguir. Y hoy, más de ocho meses después, creo que está claro que no se puede lograr.

De manera que tengo hoy la impresión de que estamos viendo otra versión de esto mismo en el debate acerca de Israel en el norte en contra de Hezbolá, pero en cierto modo con apuestas aún más aterradoras. El argumento viene a ser: los israelíes no pueden volver al norte, porque toda esta gente va a verse desplazada de sus hogares, a menos que alejemos a Hezbolá de esa frontera. Y que más allá de eso, Israel ya no puede aceptar el tipo de situación que aceptaba antes del 7 de octubre, a saber, la precariedad, la incertidumbre, la naturaleza insatisfactoria del hecho de que Hezbolá anduviera siempre por allí con ese enorme arsenal. Eso resultaba aceptable antes del 7 de octubre. Ya no podemos aceptar hoy estas cosas, pues tenemos una mayor sensación de amenaza, y acaso también porque hemos perdido nuestra capacidad de disuasión y es necesario restablecerla.

Esto me recuerda mucho el debate que se produjo en los Estados Unidos en torno a Irak después del 11 de septiembre, cuando la gente decía que tal vez podríamos apañarnos con Sadam Hussein, del cual creíamos que se estaba rearmando y que estaba, ya saben, eludiendo el régimen de sanciones. Quizá eso podía estar bien antes del 11 de septiembre. Pero ahora, dado que hemos visto el peligro potencial -y considerando que parecemos débiles- necesitamos una respuesta decisiva. Una vez más, al igual, empero, que mi amigo de Israel, todo esto supone que es posible una respuesta decisiva, ¿verdad? Es como si dijéramos: militarmente, esto tiene que ser posible porque políticamente necesitamos que sea posible.

Y, sin embargo, no le he oído a nadie -lo mismo que no se lo oí a nadie cuando Israel entró en Gaza- ofrecer una explicación convincente de cómo iba Israel a derrotar y destruir a Hamás. No le he oído a nadie decir lo mismo sobre cómo va Israel a destruir a Hezbolá, cómo va a obligar a Hezbolá a salir de las fronteras de Israel. De nuevo, me parece más una situación en la que se parte de una necesidad política y luego se asume que hay una solución militar. Y para mí, lo que esto sugiere es que la forma en que los líderes judíos israelíes, y el discurso político judío israelí -y gran parte del discurso judío en la diáspora, porque a menudo lo que tiende es a seguirles la corriente- plantea un sentido de las categorías políticas de la discusión con el que no se pueden imaginar soluciones políticas que no requieran de estas soluciones militares.

Una vez más, las soluciones militares me parecen fantasiosas, creo que en realidad no son posibles. Como el que, en realidad, Israel, yendo a la guerra contra Hezbolá, pudiera ser capaz de destruir gran parte del sur de Líbano y gran parte de Líbano, punto, y destruir buena parte del armamento de Hezbolá, pero con un coste ingente para Israel. Quiero decir, ahora mismo, el norte es inhabitable. Quiero decir que Hezbolá podría hacer inhabitable Tel Aviv, al menos por un tiempo, ¿verdad? Y en términos de lo que esto supondría de aislamiento internacional de Israel, considerando lo que ya ha sucedido, me parece estratégicamente muy, muy desastroso para Israel. Si quieres que Israel se acerque a un punto en el que la gente pueda realmente imaginar que el país ya no puede existir, me parece que ir a la guerra en el Líbano sería una manera estupenda de conseguirlo, en términos de aumentar aún más el aislamiento internacional, haciendo sencillamente inhabitables secciones más grandes del país. Y, sin embargo, para poder evitar eso hay que imaginar respuestas políticas, una vez más al igual que en el caso de Gaza, que habrían sido respuestas políticas, que no están realmente dentro de los términos judeo-israelíes del debate dominante. Lo cual implicaría un compromiso substancial y una especie de vuelta a imaginar toda la cuestión de qué es lo que aporta seguridad, fundamentalmente desde un punto de vista político, no desde un punto de vista militar. Lo que en el caso palestino de Gaza significaría que, básicamente, no hay solución al problema que representa Hamás, a menos que se ofrezca a los palestinos una vía clara encaminada a los derechos humanos básicos y la libertad. Ese es el problema central al que tienes que dar respuesta si quieres tratar el problema militar de enfrentarte a Hamás.

Y lo mismo ocurre con Hezbolá: no hay respuesta frente a Hezbolá, a menos que cambies la dinámica con los palestinos, ya que Hezbolá lo hace fundamentalmente como una especie de aliado, casi como una especie de complemento del caso palestino. Y más allá de eso, lo que se necesita es una relación diferente con Irán, lo que se necesita es algún tipo de deshielo y distensión en esta guerra fría con Irán, dada la influencia que Irán tiene sobre Hezbolá. Y me parece que lo que me asusta tanto es que esas formas políticas de pensar -que me parece que podrían ser una alternativa a la respuesta militar y podrían ofrecer el ver regresar a los israelíes al norte, como el regresar al sur, que no implicaran una segunda guerra potencialmente aún más catastrófica- no están realmente sobre la mesa en términos de debate.

No tengo yo la impresión, cuando observo el discurso norteamericano, el discurso político norteamericano, el discurso judío norteamericano, de estar viendo un esfuerzo por impulsar realmente a los israelíes, por desafiar a los israelíes judíos, para pedirles que piensen fuera de sus categorías políticas –una vez más en un Israel en el que, en este momento, los términos del debate político van básicamente desde la extrema derecha hasta esencialmente el centro derecha, en el que aquellas personas que realmente ven la libertad palestina como esencial para tratar de proporcionar seguridad a Israel, esas voces están entre los israelíes judíos básicamente fuera de juego. Y eso forma parte de lo que tanto me asusta de este momento.

The Beinart Notebook, 17 de junio de 2024

es corresponsal en Palestina del diario italiano "il manifesto" y autor con Chiara Cruzati del libro "Cinquant´anni dopo, 1967-2017" (Alegre, 2017), sobre los territorios palestinos ocupados y el fracaso de la solución de dos Estados.
periodista colaborador de The New York Times, The New York Review of Books, The Daily Beast, Haaretz o CNN, fue director de la revista The New Republic. Profesor de la Escuela de Periodismo Craig Newmark de la City University de Nueva York y director de la revista digital Jewish Currents, ha pasado de comentarista liberal judío a manifestarse como agudo crítico de Israel y el credo sionista.
Fuente:
il manifesto global, 27 de junio de 2024; The Beinart Notebook, 17 de junio de 2024
Temática: 
Traducción:
Lucas Antón

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