Walden Bello
26/04/2020Sociólogo filipino nacido en 1945, activista y dirigente de la ONG altermundialista Focus on Global South, conocido por haber forjado el concepto de “desmundialización” en un ensayo publicado en 2002 (traducido al francés en 2011 en la editorial Serpent à plumes), Walden Bello presenta a Mediapart su análisis sobre las consecuencias de la epidemia. Una entrevista de Ludovic Lamant.
¿Qué lección saca Vd. de la epidemia actual?
La mundialización es nefasta. Después de la crisis financiera de 2008, extendida por la mundialización de los servicios financieros, hubiéramos tenido ya que “desmundializar” la producción. Por contra, el planeta se embarcó en una nueva fase de mundialización, conducida por China, en torno al concepto de “conectividad”. Inspirados por el modelo de acceso a la conexión con la economía numérica, algunos cantaron los elogios de una conectividad en las infraestructuras y los transportes, aéreos en concreto, que habrían de ser el germen de una mundialización feliz.
Actualmente, esta “conectividad” aérea, se convirtió en el vector principal de propagación ultra-rápida del virus. Y cuando China paró sus industrias para enfrentarse al virus, el mundo fue empujado a una crisis económica, porque esta misma “conectividad” industrial, se había traducido en muchos casos, en las cadenas de aprovisionamiento, cuyo punto de partida se encuentra en China.
La mundialización no es la vía a la prosperidad que describen sus epígonos. Es un camino al desastre. ¿Acaso el mundo va esta vez a aprender la lección? Esta es la gran pregunta.
¿Por qué la “desmundialización que Vd. defiende es la respuesta adecuada a la crisis presente?
A corto plazo no es posible desmantelar las cadenas ya existentes. Considerando el claro riesgo de hambruna, si las cadenas de aprovisionamientos de productos agrícolas no funcionan, pero también por el peligro de la depresión económica, si las cadenas de producción industrial se paran. Pero, aunque permitamos su funcionamiento a corto plazo, se pueden iniciar desde ahora, procesos de relocalización de producciones agrícolas e industriales.
Es la tercera señal, en menos de veinte años, de que hay que terminar con la mundialización. En 2007-2008, la escalada de precios de las materias primas alimentarias provocó una amplia crisis alimentaria. En 2008 y posteriormente, la crisis financiera desembocó en una recesión en la economía mundial. Como prevén las reglas del baseball en EE.UU., “three strikes and you’re out” (si el lanzador logra colocar tres bolas en la zona de recogida, quien golpea queda eliminado).
Vd. decía casi lo mismo en 2008 y no le escucharon. ¿Por qué ahora será diferente?
Mucho antes de 2008, desde el año 2000, a raíz de la crisis financiera de Asia, mis colegas y yo mismo, dentro del Focus on Global South, reclamábamos al “desmundialización”. Mi libro sobre el asunto se publicó a inicios de los años 2000. Algunos en Europa, por iniciativa de Arnaud Montebourg con motivo de las presidenciales de 2012, recogieron esta idea. Desgraciadamente con escaso interés en el campo de la izquierda. Sobre todo, fue la derecha y la extrema derecha, entre ellas Marine Le Pen, quienes defendieron “re-nacionalizar” la economía.
Otras fuerzas de derecha en Europa han adoptado conceptos diversos de “desmundialización”. En su momento, les sirvió sobre todo para desacreditar al centro-derecha y al centro-izquierda, identificados con el neoliberalismo y la mundialización. En los meses venideros, la batalla opondrá a fuerzas hoy profundamente desacreditadas, que querrán volver al statu quo anterior, en forma de neoliberalismo, con la extrema derecha que defenderá una cierta forma de desmundialización y un nacionalismo económico de forma aterradora. Hasta ahora la izquierda no resulta un actor serio en este conflicto. Ha de armarse, definiendo un programa en torno a una “desmundialización” progresista.
En la quincena de elementos que incluye su concepto de “desmundialización”, ¿cuál le parece más urgente concretar a corto plazo?
Desmantelar las cadenas de aprovisionamiento de la agricultura y la industria. Pero este proceso no ha de dejarse en manos de las transnacionales: ha de hacer por una alianza de la sociedad civil y los progresistas. Es un cambio del terreno de la política económica, pero también comporta batallas electorales. Si se quieren aplicar los 15 puntos de mi programa de “desmundialización”, es necesario que las fuerzas progresistas sean hegemónicas en las elecciones, y no los nacionalistas reaccionarios que emplean este concepto de “desmundialización” para eliminar los derechos de las minorías y reprimir a los emigrantes.
Visto desde Filipinas, ¿ha acelerado la pandemia el declive de EE.UU. y Europa, así como el ascenso de China?
EE.UU. no ha necesitado al virus para recorrer el camino de caída; Trump ya lo había recorrido claramente, hasta el punto que incluso los neoliberales europeos parecían espantados de ver a la UE hacer lo mismo, por el impacto de las decisiones tomadas por Washington.
¿Sera China el nuevo hegemon? Ya antes de la crisis del Covid-19, su crecimiento económico había disminuido la mitad respecto al del inicio de los 2000. Masivas sobre-capacidades industriales minaban la rentabilidad de las industrias. Con el virus la economía china entró en recesión. Eso implica el riesgo de entrar en depresión, dado que es muy dependiente de un comercio internacional reducido masivamente.
Esto provocará en China descontento social, las personas están muy cabreadas por la gestión de la crisis por parte del Partido comunista. No tengo dudas de que el partido va hacia una crisis de legitimidad que dejará huellas; en concreto, porque el único instrumento para afrontar esta cólera social, es la represión. Los EE.UU., como China, están ambos pillados en una espiral de descenso.
¿Cómo hacer para que la extrema derecha aún no capitalice el concepto de “desmundialización”
Ya lo ha hecho. Y la izquierda se encuentra muy por detrás. La izquierda social-demócrata establecida está íntimamente ligada a la mundialización neoliberal. Blair, Clinton, Hollande, Schöreder y sus aliados han cavado profundamente la tumba de políticas progresistas. La izquierda independiente, que ha acrisolado la crítica a la mundialización, parece mejor situada. De ello da prueba el hecho de que numerosos norteamericanos acogieron positivamente el mensaje de Bernie Sanders. En los países del Sur, esas fuerzas progresistas, deben dejar de lado la herencia del maoísmo y otras formas sectarias del marxismo, y también sacar las lecciones de la “revolución rosa” en América Latina (la “marea rosa” o el “viraje a la izquierda” observado sobre todo en los años 2000). Esta visión de conjunto es sombría, pero no hemos de olvidar a Gramsci en tales momentos: “Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad”.