Las dos globalizaciones de Trump: una frenada y otra al galope

Albino Prada

06/04/2025

Con la sobre actuación de Donald Trump corremos el riesgo de que los árboles de las mercancías nos impidan ver el bosque digital. Para evitarlo en este breve análisis voy a simplificar nuestras economías considerando que se componen de dos grandes grupos de actividades: las que tienen que ver con la industria y manufacturas de todo tipo de bienes, y las que tienen que ver con los servicios (bien públicos o privados). Mientras que las primeras han ido perdiendo peso en el conjunto de nuestras economías (en el empleo o en el PIB) las segundas lo han ido ganando.

Así según Eurostat en el conjunto de la Unión Europea las primeras suponen el 24 % del valor añadido (mientras en España son el 22 %). El resto, más del 70 %, son actividades que si acaso tienen que ver indirectamente con esas otras minoritarias (en su transporte, sus finanzas, sus seguros, etc.). Esto es así en casi todas las economías de mayor nivel de riqueza en el mundo.

Dicho de otro modo, en el contexto de la actual guerra comercial y arancelaria que está impulsando la nueva administración Trump desde los Estados Unidos, las crecientes barreras y dificultades para vender o comprar afectan directamente a una pequeña parte -aunque sin duda importante- de nuestra actividad económica. El resto de actividades de servicios si acaso se verán afectadas indirectamente, o muy poco, por esa guerra comercial.

Una empresa que a escala global ejemplifica de forma muy significativa lo que yo voy a llamar aquí dos globalizaciones es Amazon. Como es bien sabido comenzó en 1994 con un modelo de negocio centrado en la venta de libros que fue ampliando a todo tipo de manufacturas, convirtiéndose en lo que es hoy un bazar gigante online global. Para todo esto Amazon (y sus proveedores de manufacturas de todo tipo) se verá afectado por los aranceles y medidas proteccionistas que limitan lo que hasta ahora venía siendo una globalización comercial en auge (bajo los impulsos de la ahora enigmáticamente desaparecida Organización Mundial de Comercio).

Pero Amazon si bien creció como una empresa dependiente del comercio de manufacturas es hoy un conglomerado empresarial (controlado por las muy patrióticas Vanguard Group y Blackrock) en el que otras actividades, que poco tienen que ver con las manufacturas, han ido ganando peso. Fundamentalmente la gestión del big data y de la nube digital, de la IA y de servicios para todo tipo de empresas (los llaman servicios de computación en la nube).

Y, como sucediera con los países, también para Amazon estos servicios se fueron convirtiendo en dominantes en su actividad y en el origen de sus beneficios, superando en la actualidad a los que consigue con las ventas online. Creciendo a tasas anuales de dos dígitos éstas (casi del 30 %) mientras las ventas de mercancías apenas lo hacen (ver aquí para 2021-2022).

Lo que sucede con Amazon se cumple aún en mayor medida en otras empresas de lo digital (como Alphabet-Google, Facebook, Microsoft, etc.) en las que su vector físico de actividad con manufacturas es residual y el vector inmaterial de servicios absolutamente dominante1.

En este punto es donde quiero hacer notar que la globalización rampante de estas actividades no se está viendo erosionada ni limitada por las guerras comerciales y arancelarias que tanta polvareda levantan. Digamos que el ruido ensordecedor sobre las primeras actividades materiales (que son minoritarias y en retroceso) parece dejar en la bruma y el silencio el imparable avance globalizador de las segundas. Si dejamos a un lado la excepción del significativo muro digital de China y poco más.

Esta asimetría de actividades y en las dos globalizaciones (de la guerra comercial en unas y el reclamo de libertad sin límites para las segundas) ciertamente beneficia la reducción del desequilibrio externo de Estados Unidos. Pues al margen de que entre las segundas, como sucede con Amazon y el resto de GAFAM en Irlanda y otros paraísos fiscales, los datos de comercio exterior sean más que dudosos, las cifras oficiales del comercio exterior de Estados Unidos para 2023 (BEA) informan de que mientras su balanza comercial global de manufacturas les era deficitaria por -1.063.000 millones de dólares, en la balanza de esos servicios anotan un superávit de + 278.000 millones. Frenar lo primero con una guerra comercial, y alimentar lo segundo con una radical libertad digital, no parece que sea una mala estrategia para sus intereses.

Otra cosa es que lo sea para el resto del mundo (incluida la Unión Europea y España). Porque la guerra comercial lo que provocará, entre otras cosas, es un mayor desempleo en nuestras actividades manufactureras. Y porque la radical libertad digital que reclaman las GAFAM y su presidente Trump erosionará el empleo humano en los servicios internos. Con lo que quedamos condenados a vivir del turismo (y por aquí Airbnb también está poniéndolo patas arriba) y poco más.

Porque si en la muy prolongada globalización de las manufacturas el grave riesgo era la deslocalización física de esas actividades a países con menores costes (laborales, fiscales, regulatorios, etc.) afectando a un 20 % de nuestro empleo, lo que ahora se ventila es la posibilidad de que se esfume o se deslocalice el empleo nada menos que en el restante 80 %.

En este punto habría que plantear una guerra defensiva (sin pudor, como otros hacen con la arancelaria) contra la digitalización de muchas actividades de servicios. Por más que los empresarios locales los vean “interesantes” para ganar productividad y beneficios.

Por ejemplo en los financieros y su abandono de las oficinas de atención personal y de proximidad, o en los educativos con la teledocencia y otros simulacros que suplen el abandono programado (eso sí con mucho papeleo pedagógico) de la presencial, o en los de distribución comercial donde el asesoramiento y consejo se suponen suplidos por un infinito de opciones en la pantalla, o en los sanitarios y de asistencia social, … Y al mismo tiempo una guerra fiscal contra las prácticas (en Irlanda, Países Bajos, etc.) evasoras y de contabilidad creativa con las que estas decenas de GAFAM y los oligopolios de servicios (financieros, seguros, etc.) redondean sus desvergonzados niveles de dividendos.

De no hacerlo el conjunto del país lo pagará muy caro en oportunidades de empleo y en calidad de los servicios (privados y públicos). Y porque ninguna, reitero ninguna, actividad de servicios está libre de verse amortizada o deslocalizada a impulsos de los lumbreras globales de la digitalización y de la evasión fiscal. Y siempre debemos recordar que hablamos no del 20 %, sino del 80 % del empleo.

1Como razonan sus inversores “la mejor manera de sacar mucho dinero gastando poco es invertir en servicios web que no ofrezcan productos físicos, pero que atraigan a muchísimos usuarios”, p. 175 de Fisher, M. (2024) “Las redes del caos”, Península, Barcelona (negritas mías)

 

Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de Santiago de Compostela, profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Vigo. Su último libro es “¿Sociedad de mercado o sociedad decente?” (Universidade de Vigo, 2023).
Fuente:
Sin Permiso, 06/4/2025

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